Llevaba cerca de dos meses viviendo en Corea, mantenía un bajo perfil: durante el día trabajaba en una cafetería más bien en la cocina y por las noches regresaba a encerrarme en mi pequeño departamento. No era para nada la vida que esperaba llevar a los 17, pero era mejor que la alternativa. En esos momentos era Ichiba Risa, una chica japonesa que acababa de independizarse e intentaba abrirse camino en Seúl. Esa tarde al terminar mi turno la gerente me pidió que trabajara hasta la noche porque el otro cocinero no podría y ella necesitaría ayuda en la cocina, por supuesto que acepté, y me arrepentí unas horas más tarde.
Detestaba viajar por negocios, sólo iba porque Rin le había advertido que los inversores querrían ver su rostro de vez en cuando y que necesitaba abandonar esa vida de ermitaño que llevaba, aunque intentó protestar había aprendido hacía siglos a no contradecir a su hija cuando se obstinaba en algo. Su yerno y jefe de seguridad se le acercó para anunciarle que aterrizarían pronto.
-¿Y bien Kohaku, cuánto tiempo se supone que debo pasar aquí?
-El fin de semana, luego podrá regresar a su vida de ermitaño- el joven puso las manos a modo de disculpa al notar la mirada de advertencia de Sesshomaru- palabras de Rin, no mías.
El Inu taisho se llevó una mano al tabique de la nariz.
-No soporto estas reuniones, son demasiado tediosas, debería haber enviado a alguien más.
-Lo siento señor, pero usted es el director de la compañía, así que no tiene escapatoria.
Luego de asistir a la reunión que tenía lugar ese día, regresó al hotel en el que pasaría el fin de semana. Al día siguiente tendría que asistir a una gala por el cumpleaños de alguno de sus socios cuyo nombre no recordaba ni le interesaba. Había advertido a Kohaku que no dejara ningún guarda en la puerta y que no lo molestaran hasta la mañana. Justo salía de la ducha, aún sin secarse el cabello y con una toalla envuelta en la cintura cuando escuchó la puerta de su habitación abrirse y luego cerrarse de nuevo. Se asomó preguntándose qué clase de idiota se atrevía a colarse en una suite, y sobre todo en la suya, pero no pudo creer lo que veía.
Según mis cálculos llevaba dos días en esa habitación, maniatada en una silla de la que apenas se me permitía moverme, amordazada, descalza pero no con los ojos vendados. No había comido nada en todo ese tiempo sólo me permitían beber agua. No había ventanas, nunca entraba uno solo de mis vigilantes y no decían ni una palabra. Lo único que recordaba de antes de llegar allí era estar sacando la basura en el callejón de detrás del restaurante, luego un golpe en la nuca y nada más. Mis vigilantes llegaron, uno de ellos llevaba una jeringa y no tardé en sentir el pinchazo en un brazo, los efectos del tranquilizante comenzaron a sentirse de inmediato, me costaba horrores mantener la conciencia, fue entonces cuando me pusieron en una especie de caja.
-¿ya llegó el comprador?- dijo una voz desde fuera unos minutos después
-Sí; ¿No maltrataron mucho la mercancía cierto?
-Para nada, solo lo necesario, una lástima, la verdad, no habernos podido divertir con ella antes de entregarla. Con lo mansita que se comportó todo el tiempo.
La caja se movía, de eso estaba segura, por los pasos eran al menos cuatro hombres, estaba debilitada por el ayuno y el calmante pero me subestimaban y eso les costaría muy caro. Mis manos estaban esposadas pero no mis pies.
Escuchaba con atención, hasta que la caja se detuvo y los oí alejarse por un momento, aproveché para empujar un lado de la caja que cedió con más facilidad de la que esperaba, de alguna forma me las arreglé para ponerme en pie y salir corriendo por el pasillo, atravesé una puerta hacia las escaleras y subí al siguiente piso, el lugar parecía ser un hotel pero por la tranquilidad supuse que era bien entrada la madrugada, me venían siguiendo así que entré en la primera habitación que encontré, gracias a Dios la puerta se había quedado entreabierta, la cerré suavemente detrás de mí, me recosté contra el marco respirando entrecortadamente. Me concentré en escuchar los ruidos de afuera no había nadie, sin embargo sentí a alguien dentro de la habitación. Abrí los ojos y allí estaba él, un hombre que aparentaba unos veintitantos, vestido únicamente con una toalla atada en la cintura, alto, bastante fuerte, con el cabello de color blanco aún empapado de agua y unos hermosos ojos dorados, era difícil creer que fuera real o siquiera humano, le hice una seña suplicándole que guardara silencio. Alguien tocó a la puerta y mi grito quedó silenciado por la mordaza. Él se acercó a mí, tocándome por encima del codo con una mano y acercando sus labios a mi oído.
-Entra en la cama, yo me encargaré del resto- dijo en perfecto coreano
No discutí y no sólo porque estuviera amordazada.
Sesshomaru abrió la puerta esperando que la mujer hubiese entendido lo que pretendía. Allí estaba el mayordomo del piso junto con dos guardas de seguridad.
-¿Ocurre algo?-preguntó educadamente mientras estudiaba a los hombres, en otra época los hubiera cortado y luego hecho las preguntas pero la ocasión ameritaba medidas más civilizadas.
-Lamentamos molestarlo, señor- dijo el mayordomo
La puerta de la habitación conjunta se abrió y Kohaku acompañado por otro de sus hombres salieron a ver lo que ocurría, el resto de su equipo de seguridad estaba a la espera de órdenes dentro de la habitación.
-¿Ocurre algo, señor?- preguntó Kohaku formalmente, el muchacho cumplía bien su papel.
-Eso estoy esperando escuchar; continúe
-Como le decía, señor- continuó un mucho más medido mayordomo- al parecer hay una ladrona suelta, nuestra seguridad la había atrapado pero se nos escapó.
Sesshomaru supuso que estaba hablando de esa mujer, excepto que ella no parecía una ladrona, estaba huyendo, sí, pero la súplica que había en sus ojos era real y no sabía bajo que estándar trabajaba la seguridad del hotel pero seguramente no implicaba esposar y amordazar a una mujer desarmada.
-¿Y bien?
-Estamos revisando las habitaciones, ella podría haberse colado en una- dijo uno de los guardas de seguridad.
-He estado aquí todo el tiempo, puedo asegurarle que no hay ningún problema- explicó y notó la mueca de disgusto en uno de los hombres, estaba seguro que eran youkai en forma humana y que la habían rastreado, no se habían dado cuenta de quién era él, se sintió bastante orgulloso de su sobrino por preparar unos amuletos de disfraz tan buenos como el que él mismo llevaba colgando del cuello, le había resultado útil en más de una ocasión, aunque no pensaba admitírselo.
-Temo que debemos insistir- añadió el guarda y Kohaku hizo un gesto de intervenir pero Sesshomaru lo detuvo con una seña
-Muy bien, están haciendo su trabajo después de todo- Se retiró de la puerta para dejarlos pasar, no quería armar alboroto en un hotel lleno de humanos, los falsos guardas de seguridad entraron seguidos por sus propios hombres- les agradecería que mantuvieran la voz baja sin embargo,- el mayordomo y él mismo los siguieron, Sesshomaru sonrió al ver la imagen, la mujer se había envuelto en la sábana dejando un hombro y el cuello al descubierto, les daba la espalda y su cabello estaba desparramado sobre las almohadas de una cama bastante desordenada- mi "amiga" está agotada.
-Si no necesitan nada más- advirtió Kohaku siguiéndole la corriente y guiando a los intrusos fuera. Una vez se marcharon los guardas y el mayordomo, Sesshomaru les indicó a los otros dos que entraran nuevamente.
-Ya se marcharon- dijo lo- suficientemente alto para que ella escuchara y continuaron hacia el dormitorio, ella se había incorporado y acomodado la ropa, que era una camiseta blanca de tirantes, un par de jeans y calcetines. Aún estaba esposada y amordazada pero se inclinó haciéndoles una reverencia en agradecimiento.
-Pero ¿qué demonios?- Kohaku pasaba la vista de la chica llena de golpes a Sesshomaru
-Quítale las esposas- ordenó Sesshomaru en coreano- creo que es a esta chica a quien buscaban, aunque no me parece una ladrona, -en cuanto Kohaku hizo lo que él ordenaba ella se quitó la mordaza de un tirón no gritó a pesar de la mueca de dolor.
-Porque no lo soy- dijo ella con la voz áspera
Kohaku la sentó en la cama y el otro guarda llamado Rem le sirvió un vaso de agua.
-Tranquila nos explicarás todo ahora,- dijo Kohaku- en cuanto nuestro jefe se ponga algo más apropiado.
-Que yo recuerde ésta es mi habitación- dijo él, pero de todas formas fue al vestidor y se puso unos pantalones y un pulóver de mangas largas.
Cuando salió, la chica seguía mirando el vaso de agua en sus manos, apenas le había dado unos sorbos, Sesshomaru la observó con atención: tenía el semblante serio, estaba muy pálida y ojerosa, su frente estaba perlada de sudor y sus manos temblaban levemente, había varios moretones en sus brazos y tenía el labio quebrado, y esos eran sólo los golpes que se veían.
-¿Hace cuánto que no comes nada?
-Creo que alrededor de dos días- contestó ella.
-Tenemos que llevarla a un hospital-sugirió Rem
-Eso no será necesario- contestó ella alarmada- ya han hecho más que suficiente por mí.
-Supongo que tampoco quieres llamar a la policía- dijo Sesshomaru, la mujer era humana; ¿por qué la buscaban esos youkai?
-No
-¿Cuánto tiempo te tuvieron retenida? ¿Tu familia no habrá contactado a las autoridades?- preguntó Kohaku.
-Dos días, vivo sola- ella fruncía el seño como si le costara concentrarse, Sesshomaru notó un hematoma formándose en su brazo, se acercó para examinarlo de cerca era un pinchazo, sus guardas compartieron una única mirada preocupada y asombrada.
El Inu taiyo contuvo un gruñido en su garganta, aunque los trabajadores de ese hotel nunca lo habían visto, él era el dueño así que decidió actuar como tal y averiguar qué clase de negocios se llevaban a cabo a sus espaldas.
-¿Quién te secuestró? ¿Y por qué?
-No sé quiénes eran, ni para qué me secuestraron- dijo ella y su voz no tembló pero él sintió que estaba mintiendo.
-Kohaku, mueve a los hombres, sabes qué hacer
-Sí, señor
Kohaku y Rem abandonaron la habitación
-En cuanto a ti, necesitas hidratarte y comer algo, date un baño. Dentro hay ropa limpia que puedes usar hasta que te consiga algo más apropiado- ordenó, ella lo miró extrañada evaluando la situación.
-¿Por qué se toma tantas molestias?
-Haz lo que te dije- repitió él, ella se dirigió hacia el baño algo tambaleante, lo que le hubieran puesto parecía tenerla bastante más sedada ahora que se pasaba el efecto de la adrenalina, había estado escuchando a su corazón desde hacía un rato y no parecía que su vida peligrara, era una mujer muy resistente, sobre todo para ser humana, si quería averiguar más tenía que mantenerla cerca.
Mandó a pedir algo de sopa al room service, la trajeron unos minutos después. Comenzó a incomodarse al sentir que la ducha llevaba un buen rato detenida sin que ella saliera, decidió entrar a ver. Ella estaba sobre la moqueta del baño profundamente dormida, con el cabello mojado y una de sus camisas puesta pero desabotonada, no llevaba nada más. Se quedó helado un momento, iracundo al ver la enorme cantidad de moratones sobre la desnuda piel blanca y controlando la reacción de su cuerpo, era la primera vez que se sentía atraído por una mujer humana, nunca pensó que le ocurriría y mucho menos con aquella intensidad, sus instintos le habían gritado que la apartara del mundo y la escondiera en un lugar donde sólo él pudiera verla, se sentía posesivo, muy posesivo. Ella se enroscó en sueños en posición fetal haciéndolo volver a la realidad, tuvo cuidado de abotonar la camisa antes de levantarla en brazos, sorprendentemente ella murmuró un gracias en perfecto japonés, todo el tiempo habían hablado en coreano, ella ni siquiera tenía acento.
-¿Quién eres tú?
