¿Alguna vez has escuchado la Fábula del Ruiseñor que fue encerrado en una Jaula de oro?

Un día cualquiera, donde el Sol nacía entre las montañas y la primavera se olía nada más asomar el primer rayo de Sol, volaba por el azul claro del cielo, allí entre las nubes, como siempre, un lindo ruiseñor.

La lluvia cumplía su cometido, y hacía florecer todo a su paso, y llenaba todos los árboles de preciosas flores que se convertirían en frutos para la próxima estación.

Entretanto, sentada en una cama, casi desplomada, había una adolescente que estaba muy triste y desconsolada, y sus llantos, alertaron al volador haciendo que su curiosidad, casi le obligara a aterrizar. Éste, sin meditarlo siquiera, tomó dirección hacia la ventana de donde provenían los llantos y a la niña preguntó:

- ¿Qué te ocurre pequeña? ¿Por qué lloras? ¿Es por amor? -

A lo que la niña respondió:

- ¡No lindo ruiseñor! Tan sólo estoy triste, y nada ni nadie consigue quitarme mi tormento. -

El ruiseñor alentado, comienza a cantar una canción tan maravillosa, con un sonido tan excelente, que las lágrimas de la pequeña cesan milagrosamente.

- ¡Tienes un don! ¡Un susurro parecido al de los ángeles! Es precioso como suena tu voz. ¡Por favor!... ¡Canta un poco más! - Y el ruiseñor para complacer a la niña, siguió canturreando por un buen rato, hasta conseguir dibujar en la cara de la adolescente, una linda sonrisa.

- ¡Gracias! ¡Gracias!... ¡Muchas Gracias! ¿Podrías venir mañana otro rato? Me alegrará muchísimo volver a escuchar tu canción. -

El lindo pajarillo, titubeó, pero no vio por qué no satisfacer a la pequeña.

Los días transcurrían y esa acción se estuvo repitiendo por costumbre, y el ruiseñor, al darse cuenta de lo ocurrido, tomó la decisión de decirle a la niña a la mañana siguiente, que no podía seguir yendo cada día a cantarle a su ventana, pues estaba dejando de un lado, sus obligaciones como ruiseñor.

Un nuevo día amaneció, y el Sol asomaba tímidamente con sus primeros rayos para comenzar a calentar la tierra y darse paso en la oscuridad de la noche. Esa mañana, como todas las anteriores, el pajarillo fue a la ventana de la adolescente, pero esta vez no cantó... Se limitó a picotear el vidrio para llamar la atención de la pequeña. Ésta... Sobresaltada... Saltó de la cama muy alegre y sin dejar que el ruiseñor dijese nada, empezó a decirle:

- ¡Ruiseñor! ¡Ruiseñor! ¡Hoy estoy muy contenta porque tengo un regalo para ti! ¡Me hará muy feliz que lo aceptes! -

El pájaro quedó perplejo y sin poder pronunciar palabra alguna, dejó que la niña le enseñara su regalo. - ¡Mira esto! ¡¿No es impresionante?! - Mostrando una jaula de oro, tallada muy precisamente y con todo lujo de detalles.

- ¡Acéptala por favor! ¡Así podré oírte siempre! Porque sin ti... Yo moriría con mi depresión. -

El pobre ruiseñor sintió como estrujaban su corazoncito y cortasen sus alas al mismo tiempo... Aún así, este le respondió con una concisa pregunta:

- ¿Es realmente tu deseo, a pesar de saber cuáles son las consecuencias?

- ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! ... - Mientras reía de la felicidad que le desbordaba. - Mientras tanto, el precioso pajarillo, sin que nadie le obligara, se introdujo en la jaula, y nada más entrar en ésta, sus ojos se tornaron tristes.

Los días pasaban y pasaban... Tan rápidos... Que la siguiente primavera asomó de nuevo en la ventana de la pequeña. La adolescente abrió los ojos, y sintió tristeza, así que como hacía siempre, le pidió al ruiseñor que cantara... Pero este, después de mucho tiempo... ¡No cantó!

La niña enojada, se dirigió al pajarillo y entre falsos llantos le preguntó:

- ¿Es así como quieres verme? - A lo que el ruiseñor remedó:

- ¿Es así como quieres verme? - La pequeña quedó muda y recapacitó, pero mientras lo hacía, el pajarillo insistió:

- No me quedan fuerzas para seguir cantando, ni tampoco ilusión. Me la has arrebatado, por culpa de tu egoísmo.

- ¿Así es como me agradeces el tiempo que te he ofrecido casa, alimentos y protección?

-¡ Este no es mi lugar, y tampoco lo elegí. Tu me lo ofreciste y a pesar de saber las consecuencias, insististe en meterme en esta jaula!. -

Y dicho esto, fue el pájaro quien derramó una lágrima...