Tu ángel.
¿Por qué todos nos miran con recelo? Como si fuésemos una bomba nuclear a punto de estallar. Cierto que somos los líderes de los vampiros. Pero también somos personas. Y cómo tales tenemos problemas muy serios: Caius y Athenodora parece que van a romper por los celos, y es muy deprimente ver que la gente a la que tú quieres se aleja y se esconde por el castillo para que no les veas llorar. Todo por culpa del orgullo. Al final… de tanto aparentar frialdad acabas volviéndote frío. Me colé en el salón de los tronos, para ver a Aro diciendo que hay problemas serios con los rumanos. Parece ser que se han incorporado una guardia y que han pactado con algunos clanes… para derrocarnos.
-No pasa nada, nos defenderemos.
Dije con confianza.
-¿Cómo demonios es posible que tengas fé? Esto se cae a pedazos.
Dijo Caius, mostrándose vulnerable. A Aro se le veía sobrepasado. Primera vez en tantos años que le veía con miedo al futuro, no vamos, no os rindáis… no hay que ponerse así. Podremos con ellos.
-Vamos Kay, Ya pudimos una vez con ellos ¿Por qué esta vez no?
Dije cogiéndole con suavidad de la mano. Me miró, y le vi sonreír.
-Aro verdaderamente tienes a un ángel por hermana.
Dijo. De haber sido humana me hubiera sonrojado. Normalmente mi relación con Caius es muy tensa, a veces incluso cargante. Pero hoy, parecía otra persona. Y las sorpresas siguieron: porque Aro sonrió y me dio un beso en la mejilla, cosa que no hacía desde hacía muchísimo tiempo.
-Lo sé, ella es mi ángel de las sonrisas. Pero no me importa compartirla. Tienes razón Didyme, podremos con ellos. Sólo hace falta no dejarse llevar por el pesimismo. Tal vez pronto acabemos recurriendo a tu don.
-Me sobrevaloras hermano.
-No, veo la realidad. Tú con tu alegría nos das esperanza en medio de esta oscuridad.
-¿Qué pasa?
Se notaba que no sólo estaba así por la guerra. Había algo más. Algo que le dolía. Podría jurar que era Sulpicia ese algo.
-Sulpicia se ha ido.
-Y Athenadora pronto lo hará.
Murmuró Caius. Me encogí, no me esperaba esto. Puede que ellos no fueran muy demostrativos cuanto al cariño, pero estaban locos por sus chicas, la marcha de ellas era un golpe muy duro en su autoestima y sus ganas de seguir adelante.
-A mi siempre me vais a tener chicos, pueden contar conmigo.
-Te tomo la palabra, Didyme. Ahora, mejor vete, a pasarlo bien un poco.
Murmuró Aro. Despidiéndome con una pequeña sonrisa. Me fui caminando por los pasillos del castillo y entonces al doblar a un pasillo lo vi, vi algo que me dejó en estado de shock. Marcus. Mi Marcus. Mi todo, estaba sin camisa bastante acaramelado con una vampira pelinegra, se besaban. Sentí mi corazón partirse, y entonces repararon en mi. Él parecía azorado.
-Ay madre mía… Didyme yo te lo iba a decir, no quería que te enterases así.
-¿De qué?
Dije temblando. No me lo podía creer, esto debía de ser una broma, una mala broma. Una pesadilla o algo similar. Pero no lograba despertar, era real. Marcus me miró con aire culpable.
-Quiero que rompamos. Yo amo a Katherine. Pero quiero que tú seas feliz, te lo mereces, eres una buena chica. Por eso… quiero que lo dejemos. Ya no tienes que pedirme ni darme explicaciones de nada.
-Marcus por favor… ¡yo te quiero!
-Pero yo a ti no.
Salí corriendo, llorando sin lágrimas y me acabé refugiando en el salón de los tronos, abrazándome las rodillas de forma compulsiva. Aro y Caius saltaron al verme así.
-¿Qué te pasa?
-Marcus… me ha dejado. Ya estamos rotos los tres chicos.
Aro me abrazó, y Caius se nos unió. Estábamos rotos, pero nos mantendríamos juntos, contra lo que fuera, porque juntos la pena sería menor. Y el dolor menos agudo. Los abracé como buenamente pude.
-Saldremos de esto… aunque no sé como.
Susurré.
-Claro que saldremos. Estaremos juntos. Juntos hasta el final, canija. Me prometió Caius. Sonreí con tristeza.
-Os quiero chicos.
-Y nosotros a ti ángel.
