Disclaimer: nada de esto es mío. Miento, la idea es mía. ¡ Disfrútenla!
La decisión correcta:
Serie de tres capítulos. Comienza ambientado en el quinto libro, La Orden del Fénix, y continúa hasta el séptimo.
Capítulo 1/3:
Sirius golpeó la mesa de madera maciza con su puño, mientras se levantaba de su asiento, furioso. Su cuerpo se inclinó hacia delante, mientras ladraba:
- ¡¿Quién te crees que eres para decidir por mí, Snape?
Apenas habían pasado dos horas desde que Snape apareciera en Grimmauld Place, informándoles que Harry Potter estaba en el Ministerio, intentando salvar a su adorado padrino de una muerte lenta y agónica a manos de Voldemort.
A Sirius le había faltado tiempo para unirse al equipo de rescate y Snivellus, por supuesto, se había negado. Órdenes de Dumbledore,- dijo una voz en la cabeza de Sirius, ridiculizando las palabras del director.
La cabeza de Sirius comenzó a doler, recordando cómo la asquerosa serpiente le había desmayado por la espalda, cuando se disponía a salvar a su ahijado.
Acababa de despertar, tirado en el suelo del salón frente a la chimenea. Atado y amordazado, para mayor humillación. Remus le había quitado las cuerdas con un pase de varita, después de sus intentos infructuosos, pidiéndole que se relajara.
Y eso les llevaba a la cocina de Grimmauld Place, a la acalorada discusión que estaba manteniendo Sirius con Snape frente al resto de la Orden del Fénix, además de Harry y sus amigos, que acababan de llegar.
- Órdenes de Dumbledore, chucho sarnoso. Si por mí fuera, te habría mandado a morir al Ministerio… O mejor, a pasar otra temporada con los dementores.
El primogénito de los Black sacó su varita con un movimiento rápido y dejó la punta de ésta a escasos centímetros de la cara del profesor.
Sonrió mentalmente, sintiendo la varita de Snape pinchando en su pecho, encima de su corazón, en ese mismo instante. Se conocían bien, a fin de cuentas.
Las miradas de ambos brillaban de odio abiertamente; no había necesidad de ocultarlo ni fingir que se apreciaban vagamente delante de los presentes. La varita de Sirius tembló por la fuerza con la que la sostenía, y Snape apretó un poco más, queriendo dejar claro que él no se iba a quedar atrás.
- ¿Quién te mandó, Snivellus? ¿Malfoy, quizás? Sólo eres su asqueroso perrito faldero.
Aquellas palabras parecían hacer el efecto que Sirius deseaba: Snape apretó las mandíbulas, frunciendo el ceño un poco más.
Gryffindor y slytherin lo sabían: su rival perdería la compostura dentro de poco. Mientras se taladraban con la mirada, ambos escucharon como un lejano murmullo las palabras tranquilizadoras de Remus, intentando hacer que bajaran las varitas y hablaran como personas civilizadas.
Snape hizo una mueca de desprecio que se mezcló con una incipiente sonrisa, mientras le miraba fijamente. Su mirada ardía en odio y deseo de venganza, igual que la de Sirius.
- Al menos yo no vivo encerrado en la casa de mi madre, Black.
Si a Snape le enervaba que Sirius le llamara perrito faldero, a Black le ocurría lo mismo cuando, finalmente, la serpiente acababa nombrando su forzoso encierro. Sirius abrió los labios, susurrando:
- Desma- su espalda golpeó dolorosamente contra la pared de la cocina, cortándole la respiración, antes de tambalearse. Remus le agarró, antes de que cayera al suelo.
Todo ocurrió más rápido de lo que Sirius hubiera deseado: Black se lanzó contra su oponente, intentando liberarse del agarre de Lupin, Snape sonreía con una mezcla de arrogancia y altanería; esa sonrisa tan suya que decía te he ganado, y Dumbledore aparecía en la habitación.
Parecía terriblemente contrariado y decepcionado. Snape bajó la varita despacio, mirando al anciano, mientras Sirius se recolocaba la ropa con movimientos bruscos, mirando a Snape.
Nadie se movió en la habitación por un instante: todos esperaban alguna reacción por parte del director. Sirius fue el primero en hablar, adelantándose a Snape, mientras le miraba de reojo triunfante:
- Snape me atacó por la espalda, me ató y me amordazó. ¡En mi propia casa!- agregó furioso, señalando al mortífago con el dedo. Dumbledore habló de inmediato, dirigiendo su mirada al profesor:
- Severus, no deberías haber atacado a Sirius de esa manera.- El aludido frunció el ceño, ante la sonrisa triunfante del segundo, antes de que Dumbledore se volviera hacia él.- Y, Sirius, creo recordar haberte ordenado que no dejaras la casa bajo ninguna circunstancia.
La sonrisa de Sirius murió rápidamente, mientras su rostro se contraía en una mueca de enfado. Snape le observó, disfrutando de ver a Black contrariado, antes de que su Marca empezara a arder intensamente.
- Director.- no hizo falta que el mortífago añadiera nada más; los ojos azules del anciano brillaron, entendiendo su situación, y asintió secamente.
Sirius observó resentido cómo Snape se iba a lamerle las botas a su Amo sin añadir nada más, antes de marcharse fuera de la cocina, sumamente enfadado. Dio un portazo al cerrar la puerta, antes de dejarse caer en el sofá, frente al fuego de la sala de estar, temblando de ira.
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Sirius puso sobre sus hombros la capa de viaje polvorienta. El curso había terminado hacía una semana, y Harry se había ido con los Dursley. Recordó las palabras de Remus, pidiéndole que se comportara y, como siempre, defendiendo a Snape.
Sirius bufó por lo bajo y caminó hasta la chimenea. Indeciso, miró la llama bailar sobre la madera, pensando en lo que estaba haciendo.
Snape había atacado antes que él ese día. Y no podía dejar que se repitiera, eso seguro. Además, gracias a esa pequeña pelea que habían tenido, se había dado cuenta de que necesitaba volver a ejercitarse.
Porque para Sirius estaba muy claro: Snivellus nunca había sido el mejor duelista en la escuela, y que él le ganara era un golpe bajo para su orgullo. Por ello, iba a retarle a un duelo.
No se lo había dicho a Remus, el licántropo parecía cien veces más pesado que antes con su cantinela de dejar de pelear con Snivellus. Bufó una segunda vez y se introdujo en la chimenea, al grito de ¡Hogwarts!
Snape no podía estar en ningún otro sitio, ¡No tenía vida social! ¿Para qué quería salir del castillo? Se jactó de ello mentalmente, mientras aparecía en la Sala Común de Gryffindor.
Dumbledore le dejaba ir al castillo en vacaciones, gracias a Merlín. Y también a Remus, que era el que había hablado con el director.
Sirius caminó por el castillo con una sonrisa de nostalgia, recordando los buenos momentos con los Merodeadores al completo, de camino a las mazmorras.
Quince minutos después, Sirius se irguió en su máxima altura, vistiéndose una cara seria, frente a la puerta del laboratorio privado de pociones de Snape.
Abrió la puerta con fuerza, dejando que golpeara contra la pared, clavando su mirada gris en Snape, que alzó una ceja interrogante, apartando por un momento la vista del caldero.
- ¿A qué debo el placer de tu visita, Black?
- Tú y yo vamos a batirnos en duelo ahora mismo.- ordenó con voz demandante. Si en algún momento se vio amenazante, las palabras de Snape rompieron esa ilusión de una forma cruel.
- No.
- ¿No?- Sirius parpadeó sorprendido; era obvio que Snape tenía tantas ganas de matarle como él.- Creo que no me has entendido, no era una petición.
- Largo de aquí, Black. Tengo cosas más importantes que hacer que escucharte a ti.
- ¿Cosas como esa poción?- interrogó Sirius, dejando atrás la pose amenazante, que parecía no hacer ningún estrago en Snape. Éste gruñó afirmativamente, sin despegar la mirada del fondo del caldero.- Entonces esperaré. Cuando termines esa poción, nos batiremos en duelo.
Sirius se sentó en un taburete, al otro lado del gran caldero, y durante los siguientes tres cuartos de hora se limitó a mirar cómo Snape miraba el caldero, cortaba ingredientes, vertía sustancias dentro y volvía a mirar.
Suspiró por enésima vez, con la cabeza ya pegada a la mesa. Un rato más en esa habitación y Sirius se dormiría completamente. Snape envasó su asquerosa poción en botes de cristal, mientras Black se desperezaba ruidosamente, sin ocultar su tedio.
- ¿Ya has terminado de jugar con tus pociones?- preguntó con sorna.
- Sí. Dime, Black, ¿para qué quieres batirte en duelo conmigo?- la mirada de Snape se posó finalmente en Sirius, que esbozó una sonrisa arrogante, mientras decía:
- Quiero la revancha por la última vez.
- No estoy para tus niñerías ahora, Black.
- Y también quiero entrenar.- la ceja izquierda de su oponente se alzó, interrogante, y Sirius se dispuso a explicar.- Eres el único que te batirías en duelo conmigo, aquí y ahora, Snivellus.
- ¿Has probado a preguntarle a Lupin?- las mejillas de Sirius se colorearon de rojo, mientras desviaba la vista.
- ¿No será que me tienes miedo, Snape, y por eso me das alternativas?
- Al contrario, sólo creo que debería recordarte que hay personas como yo que sí pueden salir de casa de su madre a jugarse la vida.- Touché, pensó Sirius, sintiendo cómo la ira se acumulaba en su pecho.
Gruñó por lo bajo, mientras Snape se marchaba del laboratorio sin mirar atrás. Sirius le siguió, esperando que el profesor le hubiera hecho caso y fueran a batirse en duelo. Sonrió cuando Snape le mostró una de las muchas habitaciones del castillo, perfecta para batirse en duelo.
Ambos hombres danzaron durante un tiempo al compás de una música inexistente, mientras se lanzaban hechizos. Y Sirius observó con felicidad cómo Snape volaba y chocaba contra la pared fuertemente, después de dos duelos perdidos.
Su alegría se tornó en una levísima preocupación, cuando vio que no se movía. La varita estaba a varios metros del mortífago, por lo que Sirius se permitió avanzar sin molestarse en cuidarse las espaldas.
Segundos después, el convicto palideció al darse cuenta de que Snape estaba sangrando. Rápidamente, lo tomó en brazos y lo llevó a su habitación en las mazmorras, agradeciendo el saber varios hechizos curativos.
Black acostó a un inconsciente Snape en su austera cama, mientras pasaba la varita por su cuerpo, curando las heridas con maestría.
Minutos después, éste despertó confundido. Sus miradas se encontraron una fracción de segundo, antes de que Snape se levantara, demasiado rápido. Se tambaleó un momento, y Sirius se levantó a su vez, sin hacer amago de ayudarle.
Seguir por ese camino le costaría una maldición, y Sirius no era tonto. O no tanto como para tentar a su destino de esa forma. Porque definitivamente tenía que tener algo mal dentro suyo para ayudar a Snivellus.
- ¿Estás mejor?- preguntó en un gruñido, intentando volver a recuperar las distancias entre ellos.
Snape no contestó, simplemente asintió con la cabeza y Sirius se fue, confundido. Snape nunca haría algo así por él, ¿por qué le había ayudado entonces?
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Sirius miró por la ventana de su habitación. Llevaba días encerrado, más concretamente desde que dejara a Snape convaleciente en sus húmedas y frías mazmorras.
¿El motivo de su encierro? Al principio había sido para reflexionar sobre sus sentimientos por Snape, o más bien, ayudarse a sí mismo a resolver la duda que le carcomía la cabeza: ¿Por qué le había ayudado?
En esos momentos, ya no sabía qué pensar de ninguna de las maneras. Sirius frunció el ceño en una mueca de fastidio, mientras Remus entraba en su cuarto.
- ¿Se puede saber qué te pasa, Sirius?
- Nada, sólo estaba pensado en…
- ¿En lo qué pasó cuando fuiste a Hogwarts, fuera lo que fuera que ocurrió?- Sirius le miró con sorpresa, y Remus negó con la cabeza con una sonrisa en los labios.
- Sí, digamos que pienso en eso.
- En Snape.- le corrigió Lupin. Nuevamente, el preso se sorprendió, mientras intentaba controlar el rubor de sus mejillas.- Fuiste a visitar a Snape.
- ¿Cómo lo sabes?
- Me confundió contigo cuando fui a llenar mis reservar de la poción matalobos, hace dos días.- Sirius exclamó un suave ¡Oh!, mientras se dejaba caer en la cama. Remus se sentó a su lado, esperando algún tipo de explicaciones.
- ¿Crees que yo esté…?- la voz de Sirius se deshizo, antes de continuar.- ¿Obsesionado? ¿Enamorado?- las muecas de disgusto fueron cambiando a auténtico asco, mientras Lunático reía.
- ¿De Snape? No, lo dudo. ¿Por qué piensas eso?
- Bueno, es que… Creo que ya no siento el mismo odio por él, no sé si me entiendes.- Remus quitó su sonrisa, mientras le miraba con preocupación. El día en que dejen de odiarse se helará el infierno, pensó.
- ¿Qué es lo que pasó?
- Podríamos decir que se dio una situación en la que no me comporté como debería.
- Y eso te hizo sentir confuso.- Sirius asintió ante su afirmación.- Quizás deberías hablar con Snape sobre lo que pasó.
- Sí, claro. ¿Antes o después de matarnos a maldiciones?
- Deberíais comportaros como personas civilizadas. Ya no sois críos, y tampoco enemigos. Hay que mantenerse unidos, confiar el uno en el otro para ganar esta guerra.
Sirius rió, mientras Lupin salía de la habitación, dándolo por perdido. No obstante, sus palabras habían quedado impresas en el cerebro de Sirius.
Hablar con Snape. Como si pudiera hacerlo. Y, sin embargo, sentía la imperiosa necesidad de aclarar lo que fuera que sentía por Snivellus. Saldría otra tarde, se prometió a sí mismo, mientras el sueño le vencía.
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- Snivellus.- Buena forma de comenzar una conversación, se dijo Sirius a sí mismo, mientras entraba en el laboratorio apestoso de Snape.
- Black.- su apellido en los labios de esa serpiente venenosa se convertía en el mayor insulto a la raza humana, y Sirius le maldijo mentalmente por ello.- ¿Qué quieres ahora?
- Que dejes tus pociones y hablemos ahora, eso es lo que quiero.- las palabras salieron de la garganta de Sirius con profundo dolor. ¿Hablar? ¿Con Snivellus? Se estremeció del sólo pensamiento.
- Espera.- como la vez anterior, Sirius se tumbó encima de la mesa, adormilándose, mientras Snape preparaba sus mejunjes y destripaba sus ingredientes. Sin embargo, después de cinco minutos, Snape le levantó.- Ya está. ¿Qué quieres?
- Ya te lo he dicho, hablar.- Snape asintió con la cabeza, mientras le invitaba a pasar a su habitación, sentándose en uno de los cómodos sillones frente al fuego. Sirius le imitó y Snape le miró intensamente, esperando una respuesta que no llegó.
- Creo que esto va a ir para largo.
Sirius no le contradijo; era la pura verdad. Ni siquiera sabía cómo empezar, qué decir o cómo enfocar el tema. No podía tampoco decirle simplemente de pelearse hasta que su antiguo odio volviera, ¿o sí?
Concentrado como estaba en la futura conversación, Sirius se asustó momentáneamente al notar el tacto del vidrio contra su mano: Snape le había dejado una copa en la mano, llena de vino de elfo.
Sirius miró sospechosamente su bebida, mientras Snape llenaba su propia copa y dejaba la botella en el suelo, al lado de su sillón. Debió de observar su mirada, porque en seguida dijo en un susurro:
- Me has dado ya bastantes posibilidades de matarte, Black. Créeme cuando te digo que ese vino de elfo no está envenenado, sería demasiado rápido e indoloro.
Bebió un sorbo de su copa, dejando a Sirius helado en su sitio. Disimuladamente olió el contenido, antes de decidir que era imposible que Snape hubiera echado algún veneno allí. Bebió a su vez, vaciando el contenido en el estómago, y Snape volvió a llenarle la copa.
- Yo… Quería saber si… Te encontrabas mejor.- dijo Sirius finalmente, tras beberse otras tres copas más. Snape alzó una ceja, escéptico, y se inclinó sobre su sillón.
- Lo que sea que quieras decirme, dímelo a la cara. Déjate de rodeos.- Siempre directo al grano, así era Snape. Sirius le perforó con la mirada y gruñó por lo bajo, antes de confesar finalmente:
- Creo que ya no siento el mismo odio por ti que sentía antes.- Snape se mostró sorprendido y reacio a creerle. Sirius levantó las manos en símbolo de paz y dijo.- Lo digo en serio, fuera de bromas.
- ¿Y yo qué pinto en todo eso?- Buena pregunta, pensó Sirius. Se mostró dubitativo durante un momento, antes de decir:
- Remus me aconsejó que hablara contigo, Snivellus.- ambos hombres se quedaron mirando el fuego durante un rato, y Sirius añadió.- Por cierto, Remus sabe que fui a verte.
- Lo sé. Pensé que se lo habrías dicho, por si acaso te envenenaba o te mataba por la espalda para usarte como ingredientes para mis pociones.- Ironía, pura ironía, y Sirius bufó por lo bajo.
- No, no se lo dije. A Remus no le gusta que nos peleemos.- Sirius se quedó pensativo y añadió.- Es un poco entrometido cuando quiere.
- Me reservaré mis opiniones sobre Lupin.- susurró Snape diplomáticamente. Sirius cabeceó y miró a Snape sorprendido.
- Entonces… ¿Qué hacemos?
- ¿Con qué?
- Mi problema, Snape.
- Tú lo has dicho, es tuyo, no mío. Tú sabrás lo que haces.- Sirius le miró enfadado. ¿Es qué acaso él no estaba preocupado por eso? Bufó, antes de levantarse para marcharse.
- Entonces, adiós. Pensaré lo que hacer con mi problema yo solito y cuando encuentre algo, te lo diré.
Sirius cogió un puñado de polvos flú y los lanzó a la chimenea, cuyo fuego se volvió verse. No obstante, antes de irse, escuchó la voz de Snape en un tono jocoso que nunca antes había escuchado:
- ¿Te das cuenta de que hemos tenido nuestra primera conversación civilizada, chucho?
Sirius desapareció en el fuego, que volvió a crepitar, rojo como la lava. Apareció en la cocina de Grimmauld Place, con la voz de Snape repitiéndose todavía en sus oídos, y aún más confundido que antes. Maldito Remus Lupin.
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Sirius miró a Snape de reojo. Llevaban dos aburridas semanas quedando para beber vino de elfo delante de la chimenea sin decir nada. O casi nada.
Bueno, si debía ser sincero consigo mismo, Sirius llevaba dos semanas apareciendo sin motivo alguno para beber alcohol con Snape. No sabía cuál de las dos opciones era más patética.
Sirius le observó nuevamente, con disimulo. La idea que pasaba por su cabeza era inconcebible. Pero se le habían agotado las ideas, buenas o malas. Simplemente ya no había más opciones, a su parecer.
Le miró de nuevo, mientras apuraba su segunda copa de vino de elfo. Siempre era lo mismo. Snape volvió a rellenar su copa, sin mirarle apenas.
¿Y si le besaba? Era lo más loco que había pensado, sí, pero no perdía nada por intentarlo, ¿no? Snape volvió a acomodarse en su sillón, hundiéndose en las sombras de su habitación.
Decidido, pensó entonces, le beso. Ahora o nunca. Sirius cerró los ojos y después de un momento de visualización, se levantó rígidamente de su asiento.
Snape también se levantó, pensando que Black ya se iba. Sirius dejó su copa en el suelo, como solía hacer cada vez que se iba y entonces se inclinó sobre Snape.
Sus labios se pegaron a los finos del profesor, presionando con fuerza. Sus ojos, abiertos en todo momento, conectaron con los incrédulos de Snape, mientras Sirius pegaba sus cuerpos, amoldándose perfectamente en la semioscuridad de las mazmorras.
Los labios de Snape se abrieron y juntaron sus lenguas, mientras ambos sentían la erección del otro. Sirius gimió de placer, mientras su boca trazaba cuidadosamente un camino por la barbilla del mortífago, siguiendo la línea de la mandíbula y llegaba hasta su cuello, donde mordió suavemente.
La mano de Snape se deslizó entre sus ropas y tomó la erección de Sirius. Gimió largamente, sintiendo los dedos largos y finos de su enemigo tocando su glande desde la base a la punta de su estoque, con lentitud.
Las manos de Sirius se agarraron a la túnica negra de Snape, intentando tocar debajo de toda esa tela negra. Misión imposible para Sirius, que se limitó a tocar superficialmente la erección del otro, mientras recibía sus atenciones.
La mano de Snape se cerró fuertemente sobre la base de su pene erguido y Sirius gimoteó en su oído, agarrándose con fuerza al profesor. Y entonces comenzó a bombear con fuerza.
La mano del hombre subió hasta la punta del estoque de Sirius, y volvió a bajar, deteniéndose un instante cada vez que cambiaba de sentido. Y más pronto de lo que se imaginó, Sirius manchó sus pantalones y su ropa interior, mientras mordía con fuerza el cuello de Snape.
Su pene cayó flácido entre su ropa, mientras Snape sacaba su mano de su entrepierna, sin mirarle. Y antes de que Sirius pudiera decir algo, Snape desapareció en un revuelo de tela negra.
Sirius se quedó mirando el fuego, desolado y sin saber por qué exactamente. Snape le había masturbado y luego había desaparecido. ¿Así era cómo se sentían las demás muchachas que dejaba tiradas de cualquier manera en el colegio?
Sirius se dejó caer en su sillón, con lágrimas en los ojos. ¿Por qué, maldita sea, se había largado Snape?
