Las dos caras del destino

En la cima del mundo

Omi

Omi Young. Eso es todo lo que necesitas conocer. Ése es mi nombre ¿has oído hablar de mí? No trato de hacer que lo adivines ¡porque de seguro que sí!... En minutos voy a ser famoso y todos sabrán que estoy en la cárcel. Así es, no se asombren. ¡Yo! El mismo sujeto con la suerte más maldita en el mundo, el mismo sujeto que siempre conseguía salirse con la suya, el mismo sujeto que elaboró las bromas más ingeniosas que quizá haya visto la humanidad. Y lo admito tranquilo. Puesto que cuando eres privado de tu absoluta libertad y sin derecho a nada, pierdes el pudor entre otras cosas. A excepción de la vida, es lo único que me queda, y procuro aferrarme a ella con dientes y garras. Lo peor es que varios intentaron advertirme del lío en que iba a meterme y yo no lo tomé en serio, o a lo mejor sí lo sabía en el fondo y decidí que no importaba. ¡Mentira! Eso ni siquiera es una cuarta parte ya que ni siquiera me encuentro aquí por meter la pata. Si no me incriminaron de algo que no fui responsable.

Por primera vez soy inocente.

Bueno, supongo que ahora son dos cosas a las que aferrarme.

Me traicionaron. Mi mejor amigo ¿o debo decir era? Ya ni sé cómo dirigirme. Mi hermano me tendió una trampa, él lo sabía y no dijo nada, dejó que fuera a estrellarme directo contra ella. A estas alturas mis enemigos estarán celebrando; ¡oh sí! Créanme, conozco muy bien a esas sucias ratas engreídas de alcantarilla, los estoy viendo descorchando el champagne: Se sienten brutalmente confiadísimos de que ganaron, aseguran que más no interferiré, que se deshicieron de mí. Gran error, y para mí desgracia, me temo que se han dado cuenta que yo no soy fácil de sacar del camino. En consecuencia por si las moscas, han ordenado que me asesinen. ¿Cómo lo sé? Sólo lo sé y punto. La gente de aquí sobrevive a cualquier costa y mientras ellos ganen una "lanita" lo harán. Existe una alta posibilidad que efectúe el golpe esta noche cuando duerma. Uhm, significa que deberé permanecer despierto. Me atreveré a intentar predecir qué están pensando. A pesar de las horribles circunstancias siento que más que nunca hoy mi mente está lúcida. Dirán que exagero al límite de lo absurdo, un chico de 18 años no debe tener enemigos, que son puras bobadas de muchachos. ¿Quién mierda soy yo? ¿Con qué cualidad me presento para juzgarlos? Ninguna, así como ustedes no la tienen para decirme que digo puras incoherencias. Pongamos un ejemplo: ¿Por qué no debo tener enemigos? ¿Es por mi edad? ¿Qué mi lugar está en los antros nocturnos, en la preparatoria? ¿Qué mis prioridades son el tonteo amoroso y conseguir quinientas amistades? Hablamos entonces de generalizar aparte de discriminarme. ¿No quisieron decirme eso? ¿O es por qué yo soy inexperto? ¿Ustedes pueden probarme que no lo son y se la saben todas? ¿Cuál es la diferencia entre tú y yo?...

Lo siento, he sido un poco duro. Es la rabia contenida, de ser traicionado y arrestado en un solo día. Demasiadas emociones juntas que procesar. Un estado natural que últimamente he frecuentado. Sé que no está bien pero soy un ser humano y no pretendo mostrarme perfecto. Entre mis defectos no destaca la hipocresía y me conlleva a hacer una pausa: Si alguno de ustedes se sintió ofendido por lo que dije con anterioridad y desea no continuar leyendo, lo animo hacerlo porque habrá más. Y no pienso obligar a nadie a hacer lo que odia. Eso sería atroz. El asunto es que me involucré con quienes no debía y de lo qué tuve que alejarme, tal vez mis enemigos me hicieron un favor confinándome a estas paredes herméticas. Pues hice daño a mucha gente y me dejé llevar por las tentaciones. Me gustaría añadir que lo hice sin querer, pero sería mentira y yo establecí que no les caería muelas. Tal vez me lo tenía bien merecido. En adición de que por fin estoy despertando y enterándome de varias cosas. ¡Cuidado! Eso no quiere decir que olvidaré lo que me hicieron esos malditos ni que los perdonaré. Jamás. No me pregunten cómo, no obstante, saldré y me las cobraré bien caras. Es una promesa. ¡Diablos! Me siento jodido. Olvidé que antes de que me encerraran estaba por tomar una decisión importante.

Ora no puedo elegir a ninguna chica ni hacer nada preso. Se quedarán esperándome en vano y creerán que no la elegí. Cuando lo cierto es que no escogí ni una ni a la otra. También Dojo aguardará impaciente a que cruce la entrada para saltar encima e infiltrarse adentro de mi camisa haciéndome cosquillas sus escamas. Y Dashi, mi padre, igual, es una cuestión sencilla de tiempo para que averigüe que no regresaré y lo llamen para notificarle, por teléfono, mi actual y vejatorio paradero. Siendo honesto, no tengo ni la más remota idea cómo lo tomará: Preocupado, disgustado o afligido. Sospecho que estará decepcionado. ¡Ah! Ojalá hubiera alguna manera de comunicarse a través de los pensamientos, asimismo sabrían que lo lamento él, Dojo, mi querido abuelo y... Megan. ¿Qué más desearía yo que retroceder en el tiempo y volver a su lado?

Quizá me esté adelantando demasiado, pienso que sería más fácil para ustedes entender que estoy diciendo si contara desde el comienzo toda mi historia hasta como llegué a parar en la cárcel. En mi opinión los problemas surgieron a partir de la parrillada a la que nos invitó el amigo extraño de Kim, mi ex niñera, a mí y mi familia. Clay, su nombre, es un buen hombre si no fuera porque es algo soso, lento, torpe e incauto. Es divertido tomarle el pelo. Estoy consciente que no es bueno burlarse, pero cuando lo has hecho tanto: Una vez más es irrelevante. Ya lo comprobarán en persona luego. Recuerdo que quería enseñarle un gorro, cuando entonces mis ojos observaron que debajo de su brazo llevaba un libro. Ella lo abrió en frente de mí, cogió un lápiz que aplastaban las páginas obsequiándomelo y dijo:

—Quiero que lo tengas, que a partir de ahora escribas todos tus sueños. ¡Es un obsequio! Y debes de prometerme que cada vez que tengas dudas mires este lápiz y no claudicarás pase lo que te pase aunque todos estén en tu contra y sientas que no puedas aguantar más, sonríe. Verás, al crecer, que incluso las pequeñas cosas nos llenan de felicidad.

Saben, en general me enorgullezco de mi capacidad superior para interpretar y analizar los conflictos y hallarles una solución eficaz —la inteligencia y habilidad de coacción no están viniendo juntas estos días, aunque no me molesta rodearme de imbéciles si puedo darme un banquete—, sin embargo, no percibí al cien por ciento lo que dijo. No sé si fueron efectos de la luz o el ruido era muy elevado. Nomás tengo la intuición de que era importante, más que un maleficio de mala suerte, por lo cual todavía sigo acordándome de sus palabras en caso si resolvía el misterio. En aquel momento yo recién cumplí los once años. ¡Apenas un pequeño niño! Y a pesar de mi corta edad ya habían caído en mis travesuras el cuádruple de personas. Como aquella vez que Dashi me llevó con una profesora, quería que recibiera clases particulares de tocar piano. Pensando que de esta forma mi cabecita se ocuparía en el aprendizaje y me alejaría de las diabluras, como no lo estaba haciendo las artes marciales.

De inmediato noté que esta señora era una maniática de la limpieza y del orden; la cantidad de productos de limpieza era exuberante. Detergente, cloro, blanqueador, desinfectante, etc. Repentinamente me nació la inquietud sobre cómo reaccionaría (o qué cara pondría) si descubriera su cocina inmaculada mugrienta. Decidí experimentar. Por tanto, antes de que la clase iniciara dije que iría al baño cuando en realidad me escabullí hasta la cocina. Estaba licuando algo, lo detuve y destapé, olía a salsa de tomate. Nada mal, pero necesitaba algo. Busqué en los estantes y en el frigorífico, vacié en la mezcla harina, leche, mantequilla y un puñado de lombrices de tierra (cuando estaba pequeño solía ir a cazarlas, nunca se sabe en qué momento las puedes necesitar para una broma). La encendí sin la tapa, la mezcolanza salpicó en todas las direcciones a la velocidad de una bala: en paredes, cajones, piso, estufa, mi ropa. Dashi me castigó por ello, obviamente. Sin embargo, valió la pena el riesgo. Me reí bastante.

No lo hacía tan mal al ser a secas un pequeño granuja en entrenamiento. A los trece era más veterano, un aprendiz, después de que mis cómplices me ayudaran a desalojar al director de la oficina inventando que habían dos alumnos peleando en el pasillo. Ingresé sin problemas, conecté el micrófono a los altoparlantes y cambiando la voz dije: Atención, se les informa a los alumnos de que hoy es viernes de pizza en la cafetería. Recuerden no atropellarse entre tanto hacen fila. Gracias. Pasé una semana entera ensayando, tratando de imitarlo para que sonara más o menos parecida a su voz. La suya era un pelín aguda y como sufría los típicos vaivenes agudos y graves, producto de la pubertad, me sirvió excelente. Cuando hay pizza, todo el mundo enloquece lanzándose a comprar y comer. Lo que ninguno suponía es que yo condimenté las pizzas con un ingrediente especial que les picaba, haciendo llorar los ojos y quemaba su lengua y garganta a los estudiantes, maestros, trabajadores. Excepto nosotros 3, los que sabíamos de la broma. No atraparon a quienes lo planificaron. Decidí fastidiar a los atletas a los quince años, esperé paciente a que entraran a las duchas. Acarreando el carrito del intendente y vistiéndome adecuado a la ocasión, eché su ropa y uniformes a la papeleta y en seguida me fui. Al cabo los pobres infelices correteaban por el patio, desnudos. Fueron castigados y suspendidos por exhibicionismo público. Bueno, ¿quién les manda ir al natural? Para entonces en su regreso alguien localizó sus prendas en la basura.

En la actualidad no son tan habituales mis bromas, a causa de que este es mi último año en preparatoria y prometí a mi padre y al abuelo que pondría mi máximo esfuerzo en portarme bien... si pudiera. Todo el mundo se distrajo en cuanto empezaron a sonar estrepitosamente los cohetes, permitiéndome trabajar, de manera que ninguno se fijó en el suelo encerado y resbalaron. Parecían fichas de dominó que iban desmoronándose una detrás de otra. Conste que esas fueron algunas jugarretas colectivas, ni le llega a los talones a las individuales. Ya habrá tiempo para que les comente una. Empero he de admitir que no me entretienen como antes, otra razón por las que estoy más "pacífico". A menos que esté de buen humor o me reten, las hago. Yo no tengo miramientos para con nadie. Gracias a ellas he adquirido cierta reputación favorable entre mis compañeros y en las calles. Creo que todos saben que si me buscan me encuentran (soy de los que toman acciones). Inclusive han llegado al extremo de fraguar rumores acerca de mí: Que tengo no sé qué cosa tatuada en la espalda, si bien otras versiones afirman que es en el pecho; que trafico con drogas o me he tirado a media docena de prostitutas. Lo anterior es falso, por supuesto. Lo más cerca que estuve de un estudio de tatuajes fue la vez que fui con Tiny, que quería hacerse uno y me pidió acompañarlo por si yo también quería. Acepté la invitación, salvo sólo me paseé por alrededor. No son drogas, son especias odoríferas que utilizo para meditar. Técnicamente soy budista. Y pretendo no relacionarme con las féminas, siempre que puedo las evito; con omisión de que esta enorme cabeza amarilla y ojos angulosos no me hace popular con las chicas en este lado occidental. Por suerte. Tengo planes más importantes que desperdiciar mí tiempo en placeres carnales tan mundanos y corrientes, o como mis amigos lo definen en una palabra: pendejadas.

Tampoco me esfuerzo en desmentir los chismes ni tengo interés en advertir quien los inició. Que ellos piensen y prediquen lo que les dé la gana. No rindo explicaciones de lo que hago. Por otra parte yo no promoví esta rueda de embustes. Y en tanto no esté en conocimiento de mi padre o mi abuelo, no me mortifico. Porque si existe algo de lo que nunca me aburriré es de las atenciones. Los inspiro, según su perspectiva soy un tipo de héroe y ¿qué daño puede causar eso? Reitero lo dicho con anterioridad "no pretendo mostrarme perfecto". En ningún instante indiqué que era un virtuoso, un santo o un ángel como ustedes prefieran designarlo. La mayoría que han intimado conmigo confirman que soy más un demonio, al contrario la minoría opina que soy un demonio bajo una apariencia angelical. A mí manera de razonar, conjeturo que no están refiriéndose a su religión. Puesto que en la mía tanto los dioses y los demonios son metáforas alusivas a las virtudes y defectos del hombre. En fin, ¿de qué sirve investigar quien de las dos partes tiene la razón? Cada cual, allegados y conocidos, formará su opinión. Considero que no soy bueno ni malo. Aunque mi percepción me dice que quien haya abordado las murmuraciones fue un afín, quizá ayudándome a verme más rudo, en una hipótesis.

Bien, basta de doctrinas. Previo a que me reclutaran indefinidamente en una celda vivía con Dashi, en una casita ubicada en los suburbios donde ves desfilar por las veredas agrietadas perros y gatos callejeros (los vecinos tienden a arrojarles sobras para que coman, si voy a la escuela y consigo a uno le doy una brizna de lo que meriendo), las bolsas negras apestando a basura se acumulan erigiendo una montaña, el pavimento está lleno de baches a falta de cemento y el viento sacude la ropa guindada en la cuerda. En líneas generales es un lugar tranquilo, sin muchísimas actividades. Ambos subsistimos a base del sueldo que papá obtiene en la lavandería. A simple vista no es la gran cosa, pero es un trabajo duro y a veces ha tenido que quedarse durmiendo allá. Es un buen hombre, noble, justo, campante y junto a mi abuelo, fueron mis primeros mentores en artes marciales. Todos en la familia sabemos manejar esas artes. Lo quiero, pese de que no se lo digo las suficientes veces, pero temo que es demasiado holgazán. De mismo modo tengo una mascota de nombre Dojo, es un lagarto, estuvieron a punto de atropellarlo cuando nos conocimos. Salvé su vida y decidí adoptarlo. Les había mencionado a mi abuelo Fung, él vive aparte en un pequeño apartamento en una acomodada residencia. Posee su propia librería y es el único encargado. Es sabio y es difícil romper su serenidad a no ser que esté metido en un inconveniente, cuidó de mí mientras yo era un niño hasta que contrataron a una niñera para hacerlo, Kim, les hablé de ella a inicios.

Kim ya no ha sido mi niñera por un largo tiempo —papá lo mantuvo así hasta los trece, no porque no supiera arreglármelas solo si no que quería vigilar mis movimientos—, empero continúa siendo mi amiga y la figura femenina más próxima que he tenido en estos años. La voy a ver esporádicamente si es que los estudios me dan un respiro. No obstante, estos años no los he derrochado en balde. Culminé la escuela de Shaolin, graduándome con honores y reconocido como uno de los mejores estudiantes que han pasado por allí. Asimismo aprendí finalmente a tocar piano, en parte por imposición y en parte por curiosidad. Y rastreando la pista de mi hermano.

Mi madre falleció cuando aún era un niño durante un tiroteo en la que se implicó Chase, mi hermano mayor. Por culpa de sus redadas ilícitas. La verdad es que no lo tengo muy preciso. Ni me lo participaron de un modo bonito, ignoraba que se había desviado al camino de la criminalidad para complacer su ambición desmedida cuando yo creía, erradamente, que lo habían vetado hasta que lo comprobé con mis propios ojos en el acto, dijo que era una prueba para demostrar mi valor — en resumidas cuentas, para no echarles el cuento largo: Fue un episodio de rebeldía contra Dashi, en que siendo un niño quise desentenderme y huir con mi hermano, pues jamás perdí el contacto y como sabía que a papá ni al abuelo le agradaría. Lo visitaba de incógnito entre clases o en pos de ellas— y me desilusioné horrorizado. Él era para mí mi modelo a seguir, lo admiraba y respetaba. A pesar que era muy joven, yo sabía qué era robar. Más tarde me enteré que Chase nos dejó para seguir en lo suyo, ya no se lo permitiría venir a casa y menos tras la tragedia de mamá. Me lo ocultaron porque no quería que sufriera ni cargara un trauma tan fuerte y grande a los once. Y no podía culparlos: Tu madre fue asesinada y tu hermano es un delincuente. Mitad de la información eran teorías, nada más era fehaciente que un balazo le quitó la vida a mi madre y Chase sólo podía explicarme el por qué.

Mi madre. Su muerte prematura fue un golpe fatal. Ni mis creencias en el comienzo de una nueva vida después de la muerte me brindaron consuelo ¿cómo se le separa a un chico que apenas está emprendiendo a vivir de su madre? Todavía viajo a ver su tumba a regalarle un ramillete de flores. Se oirá idiota, pero siento que mientras no se esclarezca su homicidio no podré proseguir en paz. Abrigo numerosas dudas. Y si sé de algo que odio con profundidad es algún tema que no puedo cerrar. Detesto los espacios en blanco. De hecho, alguna parte en mi interior me manifiesta que el reencuentro entre hermanos es inminente e irrevocable.

Por un lado, me facilitaría las cosas y tendría la excusa de enfrentarlo y por el otro sostengo la ligera impresión de que no sería bueno para mí que me ubicara primero. ¡Bueno! ¡Miren en donde acabé! No fue una coincidencia paranormal lo que me trajo aquí. Claro que fue mi hermano y mi ex amigo. Estos siete años me he sentado a leer el periódico, a espaldas de mi padre y mi abuelo —no me gusta nada embaucarlos, empero pienso que los protegeré si los mantengo al margen. No lo aprobarían ni tal vez lo entiendan, a ciencia cierta— y reviso las secciones de sucesos y sociedad en busca de las recientes peripecias en que se han envuelto. Para Chase fueron años bastante activos tal es que ahora es el líder de la panda; el precursor jefe, PandaBubba (abreviado algunas en oportunidades como El Panda), en el presente está detenido en una cárcel de máxima seguridad por obra de Chase. Coloquialmente, se ganó su lealtad autorizándole estar a su lado un tiempo, lo quitó del medio y se auto-coronó.

Por lo visto desde que la panda cambió de gestión, las criminalidades son desarrolladas con mayor violencia. He ido a esos mismos sitios esperando encontrar un rastro que me guiase a su actual guarida —por supuesto que pensé registrar el lugar en que nos solíamos reunir, no soy tonto. Empero estaba abandonado. Es posible que Chase se habría mudado en seguida de nuestra última vez juntos—. El punto es que no he tenido suerte. Son bien escurridizos los malditos. Aparte de eso, sé también que los miembros de su pandilla están identificados por medio de tatuajes de felinos.

No me es de extrañar porque, haciendo memoria, Chase ha estado obsesionado con los mininos. Poniéndome en el lugar de él creo que es debido a la sensación de poder. El rey de la selva, el más veloz en el mundo, cosas por ese estilo. En lo que me concierne es una bobada, sería como llevar un cartel pegado en el reverso que alerta a la policía: Aquí estoy. Hace unos días que era de noche, frené la moto frente al semáforo esperando que cambiara de luz roja a verde, estaba a mí izquierda un hombre con un tatuaje de tigre en el brazo, ¿destino? Parecía interesado en la moto ya que no dejaba de mirarnos. Lo que me dio pie a una brillante idea y entablar una conversación "amistosa" y al minuto, retarlo a un duelo: Una carrera. Si yo perdía, se la quedaba. En contraste, si yo ganaba, me tenía que dar una valiosa información. Espoleando su codicia, él aceptó. Los dos cuadramos vernos el martes a la misma hora.

Y es a partir de aquí que mi historia arranca.

A medio hora del encuentro yo estaba en mi habitación, de brazos cruzados oyendo música. Jermaine y Tiny, mis dos supuestos "mejores" amigos de toda la vida, se combinaron para obsequiarme simultáneamente unos audífonos súper grandes y un álbum de Sacrifice, es una agrupación musical de género metal y sus derivados, a duras penas entiendo la mitad de la letra (si nunca he sido bueno para dominar por completo el español, menos el inglés), empero me gusta la música. Recuerdo que el metal y yo hemos simpatizado desde siempre. No hay varias cosas en mi cuarto. Una cómoda con ropa en el que descansa casi todos mis efectos personales, un futón, un estante lleno de libros y cuadernos de la escuela y unas cuantas novelas de Kim y mi abuelo; una silla, mi bolso cuelga del respaldo; un reloj digital y ¡ah! Una laptop, la escuela me obliga a tener una. Igualmente necesito un área para practicar mis ejercicios. No soy de la clase de chicos que andan mendigando arrodillados a sus papás dinero y lo gasta en inutilidades. Si me urge contar un capital lo logro mediante apuestas a peleas callejeras y carreras clandestinas. Me satisface agregar que no he perdido ni una. Muy fácil fue vencerlos. ¿Cómo lo digo con amabilidad? Los muchachos que se me han enfrentado en flagrante no saben ni mover los pies, fuerza bruta descontrolada, sin usar estrategias. No se asusten, no llego al extremo de asesinar. Como mucho, en mi posición de experto en artes marciales, conozco los puntos clave para inmovilizar a mi rival. Y respecto a las carreras, he tenido un buen instructor: Raimundo, el novio de mi ex niñera y un amigo muy, muy viejo.

Será ése el motivo que esté tranquilo antes del duelo. Por lo común me inclino a tener estas salidas nocturnas cuando Dashi no mora en la casa pues que no le gusta que salga tan tarde. Deben considerar que mi padre es un adolescente en el cuerpo de un adulto, es una caja de sorpresas, hay ocasiones en los que se comporta como un pequeño niño berrinchudo y otras es un hombre serio y maduro, por lo cual intercambiamos roles dependiendo de la presión con que aborda la situación. Retomando el tema, esta era una emergencia y estaba dispuesto hacer una salvedad. Cogí las llaves, el celular y me eché el bolso al hombro. Salgo portando lo indispensable. Verán porqué la mochila.

—¡Adiós papá! ¡Voy a salir, regresaré luego! —dije rápido.

—¡¿Salir?! ¡¿A esta hora?! ¡OMI! —gritó. Si tuviera un segundo nombre asegúrense que lo hubiera dicho también. Apreté los párpados. ¡Oh maldición tan cerca! Bien, hora del plan B. La palma de mi mano estaba cernida alrededor de la perilla de la puerta y ahí permaneció mientras yo aguardaba, Dashi emergió del pasillo— ¡¿a dónde vas?!

Le lancé una mirada. Interrumpiendo mi contestación y tropezando contra las paredes, Dojo se deslizó en dirección a nosotros. Él intentó agarrarse del ruedo de mi pantalón para subir a través. Me agaché a acariciar su cabeza.

—Lo siento, amigo. Es una tarea que debo poner en marcha yo solo —me dirigí a Dashi—. Voy a casa de Jermaine, le devolveré unos libros ¿te acuerdas ese día que no me presenté a la escuela porque tenía una consulta médica?

—Sí, pero ¿no puedes esperar hasta mañana?

Esta noche él decidió ser un adulto serio y maduro y yo un muchacho simplemente. Ajá nos apegamos a nuestro libreto normal.

—No, verás sin querer le dejé algo importante metido en uno de ellos. Jermaine está todo el día encerrado en el taller mecánico que fue hasta ahora que se desocupó, si no fuera te juro que hubiera ido más temprano. Ora debo apremiar el paso o se me hará tarde.

—¡Ah! —me miró a los ojos un largo minuto. Los tenía muy abiertos de la impresión, no lo previno, llevó su mano atrás de la cabeza y se rascó—. Bueno, está bien. Ve, ten cuidado al conducir. No te rezagues en el camino.

—¡Gracias por comprenderlo, padre! Te doy mi palabra.

Me vendría un poco insultante que ustedes preconcibieran que no había preparado un plan de reserva. El secreto son los ojos: Cuando una persona ve a la izquierda está creando, pero si mira a la derecha recuerda. Las personas renuncian seguir insistiendo si los enredas en un nudo. Y con un argumento detallado convertía mi plan infalible. El morral es para cubrir las apariencias. Me apuré a salir. Aliviané el equipaje, escondí la mochila en un arbusto y lancé la pierna encima de la moto sentándome más derecho. Pateé el pedal encendiendo el motor. Empuñé ambas manos al manubrio y corrí. De niño soñaba comprar una moto. En realidad esta no es mía. Pertenece a Tiny, Jermaine y a mí. Los tres juntamos dinero y Jermaine, que conoce mejor de vehículos que nosotros, la eligió. Por lo menos no mentía cuando dije que él trabajaba en el taller mecánico, es de su familia y los ayuda con el negocio, en seguida de terminar su adiestramiento en baloncesto. Obtiene un porcentaje de las ganancias. Tiny es dependiente de una tienda de música. Yo soy el que no tiene un empleo "fijo" propiamente. Tiny sufrió casi un infarto cuando les dije que había apostado la moto de los tres. El aludido y Jermaine asistirían a ver. Como todas mis anteriores luchas. Ellos ya estaban situados en el punto de partida y salida, o sea el cruce del semáforo. Fui disminuyendo.

—¿Qué más, amigos?

Nos habíamos saludado en la escuela, ¿qué caso tenía volverlos a saludar?

—¡Por fin llegas perro! ¡Creí que nunca aparecerías! —vociferó Tiny agitando los brazos. Me tuve que morder el labio inferior reprimiendo las risas: Tenía una cara de estreñido muy divertida.

—¿De qué hablas? Sólo son... —me subí la manga y examiné la hora— justo a tiempo. ¿No ha venido el contrincante? —pregunté echando un vistazo a la redonda en general.

La verdadera razón por la que las personas llegan tarde es porque intentas controlar a la otra persona. Sin embargo, con un tipo duro lo mejor es no correr riesgo.

—Aun no... —me contestó Jermaine con las manos metidas en los bolsillos. Tiny le dio una palmadita en el brazo.

—Dame la bolsa.

Jermaine puso los ojos en blanco pasándole casi con pesadez un cigarrillo electrónico. Tiny se lo arrancó de la mano, lo metió a su boca y comenzó a inhalar y espirar humo. Se supone que la venta de los cigarrillos está restringida a los menores, pese que es legal considerada más sana. Claro está ni Jermaine ni yo creemos que sea verdad. Me parece que es una pobre excusa que le dan a los fumadores para que sigan haciéndolo y afirmen que está bien. De tal forma que el vicio no es exterminado. Tiny fuma desde los catorce/quince años a efectos de controlar su ansiedad. Como una pelota de goma anti-estrés. Jermaine y yo procuramos que lo deje "regulando" su usanza y para preservar nuestras narices, no obstante, es imposible vigilarlo a las veinticuatro horas al día y además, su primo los vende. Es la razón por la cual Jermaine la guardaba, no porque fume (es deportista, esa cosa empeora su condición física). Dame la bolsa, entre otros, son términos claves.

—Despreocúpate, Tiny —dije sin perder la sonrisa— ¿cuándo me han derrotado?

—Siempre hay una primera vez para todo —se defendió retirando el cigarrillo un momento. Desvié la mirada soltando un bufido— ¡más te vale ganar!

—Oh, oh. Aquí vienen —nos alerta Jermaine.

Me volví. El susodicho junto a unos tres, idénticos fortachones (la desproporcionada masa muscular me hace pensar que manipulan esteroides) todos ellos, aparentaban ser hermanitos. Galoparon hasta nosotros en motocicletas monstruosas. Instintivamente mis amigos reculan. Es la clase de gentuza descerebrada que va directo al grano. Sin embargo, no hay que dejar la educación.

—Buenas noches, muchachos. Os esperábamos, ¿los retrasó el tráfico?

—¡Basta de cháchara! —gruñó escupiendo las palabras mezcladas con saliva, ¡aj! Acabo de lavar mi chaqueta—. Vayamos al asunto.

—De acuerdo. Ustedes dispongan.

No la había visto. Encaramada a la parte de atrás estaba montada una despampanante mujer rubia con ropa escotada. Se bajó con cuidado y luego se paró delante de los dos. Antes que hiciera la cuenta regresiva, pretendí estrechar la mano de mi adversario. No me la devolvió. Si no que bramó con fuerza como si fuera una amenaza. Se los dije: un animal bruto y feo. Alcé mis hombros ampliando más mi sonrisa y alistándome. Al contar tres, descendí cuesta abajo por la calle 53 imprimiendo mayor aceleración. El aire era tan intenso que azotaba mi cara y arrancaba lágrimas, que pensé que no tenía, de mis ojos. Mis oídos me pitan. Se tapa mi nariz, solo conseguí respirar a través de la boca. El sudor se acumulaba en las líneas de las palmas de mis manos, empero no me importaba. Rebasé la avenida, cientos de autos me cerraban el paso. Zigzagueé adelantándome a los vehículos dejando a la deriva un concierto de bocinazos en mi honor. Me decían de todo, desde loco hasta hijo de puta. No les presté atención. Al observar aproximarse una camioneta blindada me introduje por el lado derecho del carril. Y cuando el mundo estaba desahuciado, el hombre dijo en voz potente: "hágase las trampas". Sabía de un atajo que me haría llegar más rápido. Oprimí el freno acortando la velocidad de golpe frente a la curva que iba a tomar y doblé. Aceleré. El odómetro señalaba que estaba a 130. Se asomó de sopetón un entorpecimiento: Un travesaño. Había suficiente espacio para que pasara uno de los dos.

No iba a detenerme eso.

Me erguí preparándome. Salté por encima del travesaño empujándome hacia la vanguardia. Caí sentado en el asiento. Tenía el corazón desbocado y temblaba de la adrenalina. Estaba sobrecargado de electricidad. Avancé en fila recta sin limitarme ni atañerme los demás, el flujo de circulación se fue suavizando poco a poco. Las luces de los automóviles y anuncios me encandilaban demasiado. Entrecerré los ojos protegiéndome la vista y giré la cabeza a ambos lados, no veía a la competencia en ninguna esquina. Lo que indicaba que esta carrera era mía. A un metro de distancia claramente distinguía parpadear la luz roja del semáforo. Había completado el circuito. Iba tan deprisa que tuve que inclinarme a mitad de una vuelta para parar. Sin precipitarse, las personas fueron arrimándose. Ahora es que el otro émulo arribaba. He ganado. Tiny recaudaba dinero de la comparsa corpulenta que acompañaba al hombre. Me habría asombrado de no ser que esta era la décima vez.

—¡¿Lo ven?! ¡¿Lo ven?! ¡Se los dije, este chico es un monstruo con la moto! ¡Hermoso!

—¡Hermano felicidades! ¡Triunfaste! —contempló Jermaine corriendo hasta mí.

—Jer, amigo mío, la victoria siempre ha sido mía. ¿Dónde está mi recompensa?

El hombre se desmontó de la moto al unísono que yo. Poniéndonos cara a cara. Me abstuve de cualquier emoción, desdibujando la sonrisa.

—Ganaste —dijo apenas moviendo los labios forzándose a sacar las palabras. Es obvio que está compungido por la humillante derrota.

—Eso parece —asentí serio.

—¿Qué quieres?

—¿Dónde es la localización de su escondite? Los Lao Meng's. Tengo pendiente un arreglo de cuentas con tu líder —le inquirí despacio, precisando lo que saldría de mi boca. Hay que ser específicos, jamás se sabe con qué trastada o pretexto te pueden salir esta chusma.

—No hay un escondite particular. ¿Por qué supones que todavía la policía no sabe nada de nada? Ya no me someto a las órdenes de Chase. Deserté. Concéntrate en ubicar a Komodo, a Salvador Cumo: Lo encuentras, y encuentras a Chase. Es su hombre de confianza.

—¿Un Komodo dices? Asumía que todos los que rodeaban a Chase estaban entrelazados a tatuajes de felinos.

—Ves que no.

—¡Aguarda, ¿dónde encuentro a este hombre lagarto?!

—Una pregunta, una respuesta. No más —ultimó. El tono inalterable en su voz me advertía que mi tiempo de preguntas expiró. Debí intuir que no me respondería del todo.

Él y los suyos volvieron a subirse a sus transportes y emigran pirados. Me sentía... bueno ni sé cómo se sentía. Estaba en una encrucijada entre la contrariedad y la esperanza. Jermaine y Tiny se me atraviesan. Pestañeé fuera del trance. Tiny calculaba su dinero. Se lo arrebaté de la mano y comencé a contar. Setecientos en total. Esos bellacos poseen más que yo. Me quedé con doscientos y le regresé el resto.

—Oye, ¡¿por qué hiciste eso?! ¡Me lo gané!

—Es un bono adicional. No pongas mala cara, esto es una cuota miserable menor de lo que tienes —expliqué guardándolas en los bolsillos—. Yo fui el que corrí.

—Chino, mañana es miércoles —intervino Jermaine—. Por ende, conservaré la moto, ¿está bien?

—Bien, nos vemos luego. Tengo que volver a casa, papá se preguntará por qué tardo.

—¡Adiós chino!

—¡Hablamos mañana!

Tomamos caminos diferentes y nos disgregamos cada quien por su flanco. Había dos rutas alternas. Una era corta y la otra era larga, el inconveniente es que la corta era más desolada. Siquiera estaba iluminada la segunda vía. Lo malo es que, a renglón seguido, pega un hedor a putrefacción. El gas fétido emanaba de las alcantarillas. Tuve que pellizcarme el puente de la nariz si deseaba evitar un revolcón en el estómago. ¡¿Qué humano sobrevive a esto?! La gente cerró las ventanas y corrido las cortinas. Solamente éramos la calle y yo. ¡Uf! Creí ver a una rata cabalgando. Seguí sin alterar mi curso. Me di cuenta que una viejita se había guarecido debajo del alféizar, dejó las compras en el piso en tanto recuperaba el aliento. No estaba solo. Oí a lontananza los quejidos de la anciana, esforzándose en reanudar la marcha. Tú tranquilo, Omi, no te detengas a pensar y continúa adelante. No voltees la mirada. Todo pasará rápido. La sombra me estaba alcanzando. Aligeré el paso.

—Muchacho, ¿podrías hacerme un favor? —susurró una voz gutural atrás.

Ya está. No podía fingir que no estaba ahí. En redondo me giré apoyado en mis talones. Era una señora pequeña y encorvada, se había recogido el pelo en un moño dentro de un trapo azul, sus ojos eran de un color cristalino señal de que padecía de cataratas, la piel lechosa, la de la papada le colgaba, sus manos estaban llenas de cicatrices soltando la sensación de que se las quemó, tenía un hueco entre los incisivos del medio y con dificultad cojeaba. Sus frágiles pies calzaban sandalias rotas de cuña hechas de cuero. Sea como sea, esta mujer no representaba ningún peligro. En adición de nosotros, no había nadie. Así que se refería a mí.

—¿Sí?

—¿Querrías llevar mis compras hasta mi casa? No es muy lejos de aquí. Prometo darte una recompensa.

—Vamos —dije de inmediato. Recompensa suena un buen argumento.

Las bolsas no pesaban mucho, aunque haciendo hincapié en todo el tiempo que la viejecilla las arrastraba sumado al peso de su esqueleto que no aguanta igual que unos años antes, es como cargar una cruz. Agarré el asa de las bolsas y entablamos a caminar mas en vista que la anciana se demoraba en mantener mi ritmo y yo tenía urgencia. Me desesperé, la ayudé a montarse sobre a mi espalda y le dejé guiarme. Comparecimos a la fachada de una casucha en ruinas. El lodo se metía dentro de mis zapatos. Comencé a notar que había unos ciertos puntos en que el pavimento se hundía. El sistema alcantarillado resaltaba al alcance. ¡Rayos! Ella me ordenó que la bajara y eso hice, me dio las gracias y acto seguido, me pagó con una moneda extraña. Era exorbitante, para que entiendan cabía en mi puño, dorada y reluciente. No estaba fabricada en oro, pero era un material muy fino y lindo, el que la construyó grabó en relieve algo en la superficie. Estudiándola con más contigüidad vislumbré que eran tres mujeres ancianas juntas, cada una sujetando un objeto: Una rueca, una vara y unas tijeras. Soporté la percepción de que las conocía de algo. No sé de qué.

—Discúlpame, es todo lo que me queda. Ando en precarias condiciones... económicas.

—No se mortifique, mi buena mujer —la consolé. La moneda acaparó mi total atención—. Está bien.

—Son las Moiras, diosas del destino —me explicó, apuntándolas—. Se dice en la mitología griega que a los pocos minutos de que el bebé nacía venían unas deidades a decidir acerca el destino de la criaturita en cuestión. Cloto, quien hilaba el hilo de la vida. Láquesis, quien devanaba el hilo. Y Átropo quien cortaba el hilo, tenía determinación sobre la forma en que moriríamos. Incluso los propios dioses griegos eran regidos por ellas. ¿Crees en el destino?

—Señora, ni el Buda ni yo no creemos en la predeterminación —disentí con amabilidad—El destino te hace girar en círculos sólo la visión, el medio y la práctica nos hace progresar. Todo se produce en la mente, depende de nuestras acciones en el presenten que modifiquen nuestro futuro.

—Comprendo —repone sonriendo—. Mijito, tú no me pareces que seas malo.

—¿Cómo sabe qué no lo soy? No me conoce.

—Sí, pero aceptaste traerme a mi casa.

—Por la recompensa —repliqué sin perder los estribos.

—Que al final era una moneda tonta.

—Y que puede venderse a buen precio en el mercado negro.

—¿Te da miedo entrar en contacto con tu lado bueno? —preguntó abriendo los ojos. Liberé un jadeo. No lo previne.

—No, porque no tengo uno —contesté con seguridad tirando la moneda al aire, atajándola y metiendo en el bolsillo. Le puse una mano en el hombro a modo de despedida—. Me voy, cuídese y no salga tarde a menos que la escolte alguno de sus hijos.

—Es lo que considera, no lo que es.

Le sonreí evitando enseñarle los dientes, hice un ademán conforme me alejaba más y más. Qué mujer tan excéntrica.


N/A: ¡Saludos mi gente bonita! ¡Volví con un nuevo proyecto inspirado libremente en la gran obra maestra El Conde De Montecristo escrita por Alexandre Dumas! Como lo prometí 13 de abril. Aclaro que esta es la continuación de mi anterior obra Quiero ser escritora. A los nuevos les explico que no es necesario que la lean para que entiendan de qué va ya que la información del anterior será reubicada aquí. Hace tiempo que no he escrito un fic de Omi, pero le debo el honor. Es uno de mis personajes favoritos de Showdown. Ora para despejar dudas: ¡ESTO NO ES UN TRIÁNGULO AMOROSO ENTRE OMI, JACK Y CHASE! Simplemente protagonizan junto a Omi esta historia, la conexión entre Omi y Chase ya se explicó en este capítulo, hablaremos de Jack a partir del que viene. Aquí lo que van a presenciar es OmixMegan (la adorable prima de Jack), ¡más nada! Las actualizaciones de esta historia son cada miércoles, así que los interesados estén pendientes. Estoy escribiendo esta historia conjuntamente con otro proyecto que tengo aparte, además en junio volveré a clases y las actualizaciones serán más lenta a partir de entonces para que cojan en cuenta.

La historia sigue donde terminó la otra. Omi está en una edad adolescente, vimos que está en la cárcel, fue traicionado por su mejor amigo (cumpliéndose la predicción de Madame Alice), su hermano lo emboscó, decepcionó a su padre, tampoco asistió a un supuesto encuentro y si ustedes quieren saber cómo él acabó metido en tremendo lío o a qué se refería, continúen leyendo. También van a estar presente muchos personajes de Chronicles (como vimos a PandaBubba, Tiny y Salvador Cumo) y aunque los otros monjes no son su habitual entorno en esta historia, yo haré en la medida de lo posible para juntarlos y no perder la esencia Xiaolin (Hannibal no es un personaje en este fic ya que esta historia se basa como tal en la secuencia de Chronicles, pero usé el engaño de Chase adaptándolo con PandaBubba aquí, asimismo la referencia de la obsesión felina de Chase, la mutación en lagarto de Cumo y las creencias budistas de Omi pues que más que nunca se sentirán presentes la fusión de culturas asiáticas y americanas). La banda que le gusta a Omi en realidad no existe la inventé para huir de inconvenientes legales y no sé que más; la viejecilla es un personaje dentro del marco de la serie (ninguna historia está completa sin su mujer misteriosa); las diosas griegas sí son reales para su información. Las investigué.

Verán que habrá varias frases juveniles a lo largo de la historia, yo no creo necesario explicarlas se sobreentiende por medio de clave de contexto. Al igual que Omi a mí no se me dan bien el lenguaje moderno (que leerán decir los chicos a su alrededor), incluso alguien pensó que en mi país somos demasiado formales que ni siquiera nos tuteábamos. Pero no es verdad. Soy yo que me cuesta olvidar los buenos modales por el contrario de muchos. Ojalá ninguno se haya sido aburrido en este capítulo, buscaba una especie de introducción a la historia entrelazando esta novela con su predecesora y explicar los acontecimientos un poco de lo qué eran los previos y actuales. El título hace alusión a la situación de Omi que se cree en la cima del mundo, está en su mejor momento. Es divertido escribir sobre personas arrogantes. No quería interrumpir lo que viene después (día de escuela) y por esa razón lo dejé hasta aquí.

De antemano les agradezco la oportunidad que le otorgaron a mi historia por leerla. Estaré encantada de recibir y leer sus comentarios sobre lo que les pareció el capítulo y qué se esperan en la continuación, pues ellos ya que serán bienvenidos, apreciados y contestados —si es user, por mensaje privado y si es invitado, en el próximo capítulo habrá un apartado especial que dirá mensajes al final de las notas—. No se preocupen que yo no muerdo. ¡En fin, nos leemos en la próxima semana mis queridos, capítulo 2 de Las dos caras del destino: En primera plana! ¡Cuídense, se les quiere y se les respeta! ¡Adiosito!


Mensaje para Isabel... si es que lo lee, yo creo que sí porque dijo que estaría atenta a las actualizaciones de los miércoles, en caso dado si lo entendí mal queda aquí que si lo leí y...

Alice, comienza a contestar.

¡Oh sí! Me contenta que hayas disfrutado del epílogo de Quiero ser escritora. Genial, fuiste primer comentario. ¡Ay! qué cuchi que hayas enumerado tus razones por la que te gustó. Un gesto muy tierno m.e. e.n.c.a.n.t.a Sí, quería atar los cabos sueltos de Jack. Como dije, Hannibal ya tenía su merecido con lo del cáncer y por si te consuela, él no aparecerá en este fic. En efecto, el último beso de Rai y Kim en Quiero ser escritora. Y si esa historia giraba en torno a Kim y su novela debía decir qué pasó, no podía fingir demencia. Me pareció adorable esa escena de todos juntos al final, coincido contigo. ¡Oh, ¿lo harás?! Será un honor contar con tu apoyo y leer tus comentarios. Infinitas gracias :333 En el capítulo siguiente podrás enterarte que pasó con Megan después del arresto de Jack. Estate pendiente. ¿Qué Jack se pudra por huevón y cabrón? Jajajaja XD jajajaja MUERO jajajaja "Si te soy honesta gracias por cada martes sacarme una carcajada con tus capítulos y tus ideas locas jaja. Me ha encantado hablar contigo; eres una persona muy abierta y frontal." ¡Oh basta, me pones rojita! Sí, sé que soy un amor... So sweet 3 Al contrario, gracias a ti por seguir mis historias y hacerme saber tu opinión. Para mí es súper importante.

En cuanto a tus canciones, si es el soundtrack que sea de esta historia porque Quiero ser escritora murió la semana pasaba jajajaja, A thousand years ya la había escuchado (Amanecer). Muy romántica, la uso para escribir esas "escenitas de amor". He oído a Paramore y Avril Lavigne ¡viva el punk rock! (Decode y Girlfriend por ejemplo). Por el momento oí las de Paramore, me agradó I All Wanted (no sé por qué, pero pensé en Megan), es pegajosa a pesar de ser lenta y la letra es tierna. The Only Excepcion, pues busqué la letra y la música... y no. No simplemente. No pegó conmigo. La última no me suena la banda, sin embargo, por tu criterio la letra podría pasar. Habrá que oírla. Ya te diré que pienso de las otras dos pronto. La música también evalúo. Pocas son las canciones tristes me gustan, si bien me reconforta más las canciones tristes que las alegres, raro, y he estado triste (corrijo: afligida) en estos días. Bueno, muchísimas gracias por leer, comentar y dejar tus recomendaciones, linda. ¡Tú también pasa una increíble semana! ¡Feliz miércoles!