Aquí les traigo una nueva historia. Sé que no he terminado Masen Family, pero no se apuren y disfruten mientras de esta nueva creación. Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, así como el universo, pero la historia es mía.
Comenzamos con el encuentro de Bella y Laurent, si este se hubiera llevado a cabo en el patio de los Cullen, en vez de en el claro.
Disfruten.
1.- Monsters
Bella's POV
- ¿Bella? – su delicado ceño se fruncía con curiosidad mientras sus ojos de color escarlata me recorrían.
- Me recuerdas – en realidad no debería alegrarme porque un vampiro me recordara, en especial uno tan perturbador como lo era él, sin embargo, la situación me había podido.
- Claro que lo hago – sus blancos dientes me sonrieron desde un rostro de tez olivácea, sin embargo, un incómodo silencio cayó casi al instante.
- No esperaba verte aquí – señalé con un ademán vago la mansión, que hasta hacía unos meses había sido mi refugio, pero que ahora parecía tan vacía e inhóspita como mi existencia.
- Sí, bueno… pensaba hacer una visita de cortesía… Voy de paso. – Él parecía sentir mi incomodidad, aunque no mencionó nada acerca de mi agitado aspecto y de la mochila sobre mis hombros, que había necesitado para volver a encontrar la construcción. – A mí también me sorprende verte aquí… y sola.
Sus ojos brillaban de curiosidad, buscando algún resquicio que le permitiera saber lo ocurrido en los últimos meses, como si fuéramos viejas amigos en un reencuentro en vez de bestia y presa.
Sus pies comenzaron a guiarlo en un lento recorrido en el contorno del claro, rodeándome con él.
- Sí, yo… - mis ojos, sin quererlo, se aguaron un poco y perdí algo de la seguridad con la que había soportado hasta entonces. – Ya no estoy con ellos. – Volví a señalar la casa, con menos energía.
- ¡Vaya! – se mostraba genuinamente sorprendido. – No esperaba que la situación fuera tan sencilla. – Ante mi mirada de desconcierto, continuó: - Verás, estoy aquí como un favor personal para Victoria...
- ¿Victoria? – reaccioné medianamente rápido, mientras mis ojos buscaban los suyos de nuevo.
- Sí. Imaginarás fácilmente sus motivos. Venganza. En realidad, todo se reduce a eso. Ella esperaba poder cobrarse la vida de James… con la tuya. – Yo aún no podía salir de mi estupefacción. – Claro que, si ya no eres, ya sabes, su ¿mascota? No creo que matarte le resulte satisfactorio… En definitiva, una lástima.
Fruncí mis labios ligeramente, pensando en una respuesta ingeniosa que nunca se me ocurrió.
- ¿Sabes dónde están los Cullen? – escuchar el apellido no me impactó tanto como creí que lo haría, pero sí lo suficiente para que él viera la verdad reflejada en la mueca de dolor de mi rostro. - Ya veo.
- Ahora que has visto que sería inútil, supongo que podemos, ya sabes… ¿seguir con nuestro camino? – mi pregunta sonó a súplica más de lo que me hubiera gustado, pero decidí que no había nada más que hacer.
- Eso sería lo lógico, claro está. Sin embargo…, no creo poder dejarte ir así de fácil. – Sus piernas detuvieron su andar meditabundo y sus ojos se enfocaron en mí, taladrando mi rostro con ellos. Esperaba que lo cuestionara, pero había algo en el fondo de mi cabeza, una pequeña vocecita que me indicaba que, si moría, si lo dejaba matarme como fuera que quisiera hacerlo, no tendría que volver a mi gris realidad en la que el amor de mi vida se había marchado y me había dejado en manos de los humanos, tan alejada de él.
- No me mates – dije, aun así. Sin embargo, mi tono no era en absoluto convincente, ni siquiera para mí.
De un momento a otro lo tuve frente a mí, sujetando mi rostro con una férrea fuerza que me impedía si quiera respirar sin que él lo permitiera.
- No te preocupes, seré bueno. Prometo alimentarme lo más rápido posible, y no dejar nada para Victoria. Saldrá bien – mi pobre voluntad llegó al ras del suelo, y sin querer, me encontré asintiendo torpemente, lo mejor que pude, entre sus manos.
- Está bien, supongo. – Mi mirada se desvió alicaída a la inmensa casa blanca a mi costado.
- ¿Qué? – su agarre se aflojó un poco presa de la sorpresa. Regresé mi mirada a él.
- Mátame. Si vas a hacerlo, sólo hazlo ahora. No, no, no tengo por qué seguir. Edward no va a volver. Por favor, mátame – el agujero en mi pecho se hizo presente con un doloroso espasmo, sin embargo, la promesa del pronto alivio sofocaba el dolor detrás de mis palabras.
Un brillo sospechoso en sus ojos apareció en cuanto su adelantado cerebro digirió lo dicho, un brillo tan perverso que me hizo pensar que se arrepentiría, que cambiaría de opinión y me dejaría en aquel claro, hundiéndome de nuevo en la soledad. Lo atisbé por un momento, o al menos lo intenté, ya que no quería, en lo absoluto, imaginar el resto de mi vida, fingiendo estar bien y evitando los coqueteos de Jacob, esperando desesperadamente por mi muerte.
Sus brazos me rodearon de inmediato, con sus manos acunando mi cabeza con pétrea delicadeza, orientando mi cuello hacia arriba, despegando ligeramente mis pies del suelo.
- Aunque quisiera – exhaló muy cerca de mi oreja, pasando su helada lengua por el largo de mi carótida, obligando un estremecimiento a lo largo de mi columna. – Es un regalo demasiado precioso para desperdiciarlo. – Respiró con lentitud, antes de echar la cabeza hacia atrás y tomar impulso para hundir sus dientes en mi carne.
Fui capaz de susurrar un pequeño Te Amo dedicado al amor de mi vida, que en mi mente observaba la escena con dolor e impotencia, antes de que el dolor me encerrara en mi propio cuerpo.
A raíz del sufrimiento que había sentido la última vez, esperaba retorcerme de inmediato, buscando escapar, con el familiar ardor recorriendo mis venas. Sin embargo, la suave presión que ejercían sus labios al succionar con fuerza, el leve movimiento de sus dientes buscando anclarse mejor mientras su lengua removía tejido en mi interior, deseosa de obtenerlo todo, me distrajo efectivamente, y me causó un adormecimiento que me dejó con una extraña sensación de deseo vago y de resignación total.
Poco a poco, sentí como el pulso en mis oídos disminuía, como mis venas dejaban de ser las hinchadas y esponjosas vías que siempre habían sido. Un agudo pitido comenzó en mi cabeza y el bosque dio vueltas a mi alrededor. Me había suficientes veces como para anticipar lo que me pasaría a continuación. Recé en silencio por no tener que esperar a Edward mucho tiempo en mi infierno personal.
No mucho después, mis músculos se aflojaron. Mis manos, que habían estado aferradas a sus antebrazos, en un esfuerzo por disminuir la presión sobre mi cuello, se soltaron y acariciaron sus brazos antes de caer a mis costados. Mis ojos dieron vueltas dentro de mi cráneo y una solitaria lágrima recorrió mi mejilla. Boquee un poco por aire, preparándome para el latente dolor que amenazaba con dominarme.
Sin embargo, no mucho después, la succión disminuyó. Mi mundo de relajación fue sacudido brutalmente por la sensación del veneno, que por fin había encontrado el punto en que podía fluir libremente por mi cuerpo, quemando a sangre fría todo mi interior. Mis ojos se llenaron de lágrimas y sendos gritos emergieron de mi boca, temblores azotaron mi cuerpo mientras mi agresor comenzaba a alejarse de mí, con una sonrisilla de satisfacción.
- ¿Qu… qué…? – intenté formular la pregunta, a pesar de las pesadas cortinas de sufrimiento que se cernían sobre mí.
Me miró durante lo que me pareció una eternidad mientras mis manos subían hasta mi garganta para tantear el enorme agujero del que brotaba mi sangre, mezclada con el líquido plateado que era su veneno, empapando mi suéter y el resto de mi ropa. Caí de rodillas, y la fuerza del impacto rápidamente me venció, lanzándome directo al suelo, desde donde miré como una lenta sonrisa se extendía abiertamente bajo sus ensangrentados labios. Lentamente, su lengua lamió los restos escarlata que los rodeaba, antes de retirar el resto con su manga. Mi respiración se hizo entrecortada y fuertes espasmos me recorrieron. Las lágrimas fluían ahora sin detenerse, y mis ojos se dirigieron suplicantes a los suyos, con tanta necesidad que lo hicieron soltar una carcajada.
- A juzgar por todo el jueguito que James inventó, realmente creí que valdrías la pena. Que serías la más inigualable delicia que mi lengua probaría, y que requeriría de todo mi ser el poder apartarme. Pero ahora, con tu sangre en mi boca, creo… que no es para tanto.
Sujeté mi garganta con fuerza y extendí mi otra mano hacia él, buscando con ganas mi prometida recompensa.
- No, no jajajajaja – rió con fuerza ante mi gesto. – Victoria no me lo perdonaría. Esto será más interesante. No eres rival para ella como humana, no habría forma de que la caza la satisficiera. Ni de cerca. No puedo esperar a que ella lo descubra.
Mis movimientos se vieron afectados por el dolor y me convertí en una masa retorcida contra el pasto, que gritaba a todo lo que mis pulmones le permitían.
- Así que me iré. Volveré… con ella seguramente, para observar el show. – Asintió ausentemente. Comenzó a caminar hacia el lado norte del prado, sin embargo, dio una mirada atrás y volvió con paso veloz. – Solo lo probaré de nuevo. Para el camino.
Sus manos me alzaron por el cuello, cortando mi flujo de aire, antes de sumergir sus dientes en mi carne blanda de nuevo, esta vez mucho más brutalmente, sin cuidado. Esta vez, sí que sentí el dolor que me causaba, y mientras él se alimentaba, los bordes de mi visión se pusieron borrosos y más lágrimas rodaron por mis mejillas hasta caer en su boca. Me soltó relativamente rápido, dejándome caer con fuerza contra el suelo, sin la entereza suficiente si quiera para intentar cerrar mi garganta.
Lo vi arrodillarse contra el suelo, mirando al cielo en busca de control. Su respiración era agitada, y sus ojos se veían salvajes.
- Lo lamento. Tomé de más. La conversión será más lenta ahora. No fue mi intención – dijo por cortesía. Inmediatamente supe a lo que se refería. La quemazón se hizo tres veces más intensa, y la sentí avanzar por cada milímetro de mi cuerpo a pasos lentos, con dificultad. Un grito ahogado se abrió paso desde mis pulmones y subió hasta mi garganta donde una parte del aire salió por la gran herida que ahora me marcaba, mientras la otra se desperdiciaba al llegar a mi boca y salir sin emitir sonido alguno. El pánico me recorrió, aumentando mi angustia.
- Oh. Quizás haya lesionado tus cuerdas vocales. Es posible. No te preocupes, se regenerarán, eventualmente. La ventaja es que te mantendrán callada.
Su risa fue lo único que escuché mientras la soledad del bosque me tragaba y me escupía al fondo de la desesperación. Fue entonces cuando comenzó el verdadero dolor.
OoO
Quizás me retorcí durante días. Quizás por semanas. Mis manos, llenas de la sangre y la tierra que me rodeaban, habían dejado profundos surcos con la forma de mis dedos en el cuidado pasto. Lo había hecho intermitentemente, cuando las cosas empeoraban y necesitaba canalizarlo. En algún momento, había dejado de hacerlo, sin embargo, la desesperación me había podido al no poder emitir ni un sonido. Mis uñas estaban rotas y ensangrentadas. Los cortes ya no estaban, claro, pero recordaba su dolor, añadido al preexistente. El cielo cambió de color varias veces, pasando de los grises brillantes a los oscuros azules para luego volver a empezar. Podía apreciar el contorno de las copas de los árboles incluso de noche, mientras mis ojos vagaban en un intento de distraerme de la ardiente quemazón que me consumía, y luego, para evitar enfrentarme a mi nueva realidad.
El dolor había sido insoportable. El agujero de mi pecho parecía haberse ampliado y alguien había puesto un fuego vivo dentro de el, cuyas leguas ardientes consumían y circulaban hasta cada pequeño rincón de mi cuerpo. Mi conciencia había sido oscilante. A veces podía notar a todos los pequeños insectos y animales a mi alrededor. Y por momento me olvidada hasta de mi nombre. Intenté tapar la herida de mi cuello un par de veces, sin embargo, mis manos carecían de fuerza, y las contadas ocasiones que lograba moverlas, sólo había logrado que cayeran, débiles, sobre mi herida abierta, que sangró por un largo tiempo.
En algún punto mis lágrimas se agotaron, al igual que mis movimientos. Me limité a quedarme tumbada, presa de los espasmos que me recorrían. Mi voz había vuelto, también, no mucho después, pero los chillidos que salían de mí me lastimaban los oídos.
De lo primero de lo que fui consiente fue del ruido de las hojas. Primero las de los árboles, y después los pequeños murmullos que producían al ser aplastadas por los diminutos insectos que huyeron de mí desde el momento en que renací. Después fue el viento, y el aroma de la tierra removida hacia unos días. Cuando abrí mis ojos, la intensa luminosidad me cegó por un milisegundo antes de que mis superdotadas córneas se adaptaran. Pude verlo todo. Desde las pequeñas telarañas de las copas de los árboles hasta el resplandor ligero de las lejanas estrellas, pálidas a la luz del sol, tan extraña en Forks. Podía oler la sangre, la mía propia, que me rodeaba, sin embargo, no me provocaba reacción alguna.
Las cosas de mi mochila, tan pulcramente empacadas una lejana mañana en la cocina de Charlie, estaban rotas y aplastadas contra mi espalda. Sentía el abrigo pesado y húmedo, fruto de las lluvias que me habían caído encima un par de veces. Notaba el resto de mi ropa incómoda contra mi nueva piel. Me mantuve absorta, evitando pensar demasiado las cosas, sólo absorbiéndolo todo, sin pararme a pensar en nada.
Una tristeza abrumadora me sobrecogió por momentos. Con movimientos mas rápidos de lo que esperaba, me puse en pie para observarlo todo. Dejé que mi nariz absorbiera todos los olores, desde el pino húmedo hasta mi propia ropa mojada de las lluvias de los días anteriores. Fue asombroso, al menos hasta el segundo en que capté su olor. Era un rastro viejo y se dirigía al este, a lo que era mi casa, sin embargo, ese solo atisbo fue suficiente para conjurar en mi memoria los más vividos recuerdos de la época feliz de mi vida. Mi memoria fue capaz de conjurar hasta las más pequeñas sensaciones que me recorrían cuando él me miraba, cuando me tocaba. Lo que sentía cuando me besaba y el irrevocable amor que me seguía inundando al pensar en él. Al menos hasta que llegué a su despedida. Al ultimo día en que lo había sentido mío.
"No eres buena para mí."
"No quiero que vengas."
Las palabras me terminaron y me atravesaron como si de una daga se tratara. Caí de rodillas sobre el enlodado césped que me sostenía, mientras el agujero de mi pecho se abría en todo su esplendor a mi alrededor. Mis sollozos fueron audibles por primera vez desde el ataque de Laurent, y solo sirvieron para acrecentar mi angustia. Él se había ido.
OoO
Laurent's POV
Corrí lo más rápido que pude, alejándome de la tentadora sangre fresca de la chica. Se había sentido malditamente bien. Los meses que había pasado en Alaska, ahogándome en la repugnante sangre de los animales, mientras mi único desahogo era el cuerpo pecaminoso de Irina, que me dejaba hacerle lo que me viniera en gana, con tal de que no matara humanos.
Había sido un infierno y un paraíso al mismo tiempo. Bueno, ya no más.
Victoria había tomado un avión hacia Sudamérica, en busca de crear pistas falsas para los vampiros que aún la seguían, aunque yo sospechaba que se trataba sólo de uno. Ella estaría feliz de saber que ahora podría realizar una tarea por completo diferente, y mucho más satisfactoria. Llegué a un claro, nada lejos de aquél en que se encontraba mi víctima, impregnado de los olores de ella y de su antigua pareja. Una carcajada escapó de mí al imaginar sus momentos de alegría.
La euforia se fue como llegó, agilizada por un ligero gruñido que me llegó desde las penumbras del bosque. Sin embargo, mis ojos pudieron distinguir sin problemas la forma de un enorme lobo negro, mirándome.
- No es cierto – me maravillé, ante aquella leyenda viviente.
Sin embargo, tuve que ponerme serio de inmediato. El lobo emergió de la espesura y sus amenazadores dientes se agitaron al abrir la boca para lanzar un gruñido, que descubrí llamaba al resto de los animales que lo acompañaban. Tuve a la manada entera frente a mí en un parpadeo.
No tuve tiempo de pensar en nada, antes de correr. Primero intenté huir, pero cuando la enorme bestia me dio alcance, aventajado sin duda por sus enormes patas, no tuve otra opción más que atacar. Derribé a los primeros sin problema, pero no pasó mucho para que me atacaran en grupo.
Afortunadamente, sabían que la cabeza se arranca primero.
~Sev
