Los personajes ni la historia me pertenecen, solamente se las traigo con el fin de entretenerlas un poco xD.
Summary:
Una novia inocente casada con todo un conquistador…
Lady Alice de Brandon no sabía absolutamente nada de hombres. Pero cuando recibió una trágica noticia sólo encontró un modo de escapar del convento donde era novicia: ofrecerse al enemigo… como esposa. Alice lucharía con todas sus fuerzas para seguir protegiendo a los suyos, a pesar de estar rodeada de traición e intrigas. Y en medio de todo aquello, iba a encontrar algo más que consuelo en los brazos de su esposo, sir Jasper Whitlock… aunque se tratara de un matrimonio de conveniencia.
La Novicia Inocente
Capítulo 1La novicia Alice estaba arrodillada en la capilla St Anne cuando el griterío comenzó en el exterior. El reloj de vela marcaba casi las doce del mediodía, y Alice, quien antes de entrar en el convento se llamaba lady Alice Brandon, estaba de retiro espiritual. Había hecho un voto de silencio y lo cumpliría hasta la mañana siguiente, cuando las monjas rompieran su ayuno. Para eso faltaban unas dieciocho horas, y Alice, una mujer menuda vestida con hábito de color gris, estaba dispuesta a no interrumpir su retiro espiritual.
Las lámparas daban una iluminación tenue al lugar y, sobre el altar, la luz de noviembre se filtraba por un ventanuco estrecho. Ignorando el frío que se filtraba a través de las losas del suelo, Alice inclinó la cabeza sobre su rosario.
—Dios te salve, María, llena eres de gracia. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es…
Al oír que llamaban a la puerta con fuerza, Alice volvió la cabeza.
—¡Alice! ¿Estás ahí? Tengo que hablar contigo -La mujer se calló de pronto. Y aunque aquella voz no pertenecía a ninguna de las monjas, a Alice le resultaba familiar. Trató de escuchar con atención.
Dos voces, discutiendo, y no muy calmadas. Una pertenecía a la hermana Maggie, la guardesa del convento. La otra voz era de una extraña que hablaba con tono elevado y nerviosismo.
Alice se puso en pie con curiosidad. ¿No tendrían malas noticias otra vez? ¿Acaso la pérdida de su padre y de su hermano en Hastings no era suficiente…?
Había recorrido la mitad del pasillo cuando se abrió la puerta. Su hermana de sangre, lady Bella Brandon, se soltó de los brazos de la guardesa del convento y entró en la capilla.
Bella, de diecisiete años, era un año mayor que Alice. Iba vestida de color rosa y con una capa de color burdeos. Tras tirar la fusta y los guantes sobre el suelo de piedra, corrió hacia Alice.
—¡Alice! ¡Oh, Alice, tienes que hablar conmigo!
Envuelta en un abrazo desesperado, Alice miró el rostro de su hermana. Una mirada bastó para que abandonara su voto de silencio.
—Por supuesto que hablaré contigo.
Bella sollozó.
—Ella… —giró la cabeza hacia la hermana Maggie y continuó—. Me dijo que estabas de retiro espiritual y que no podía molestarte. Que por fin ibas a tomar los votos.
—Así es —era evidente que Bella había estado llorando porque tenía los ojos hinchados. Durante los cuatro años que Alice había estado en el convento, se había distanciado mucho de su hermana mayor, pero la delicada belleza de su hermana permanecía en su recuerdo y al ver su rostro demacrado se le heló la sangre.
La hermana Maggie cerró la puerta de la capilla y permaneció junto a ella en el interior. Con los brazos cruzados, negó con la cabeza y miró a Alice, la novicia que una vez más no había sido capaz de cumplir su retiro espiritual.
Alice agarró la mano de Bella. Sus dedos eran como el hielo.
—Ha sucedido algo más, ¿no es así? Algo terrible.
Los ojos de Bella se llenaron de lágrimas.
—Oh, Alice, es mamá…
—¿Mamá? ¿Qué? ¿Qué le ha pasado a mamá? —pero, al ver la cara de Bella, Alice no necesitaba oír la respuesta.
Su madre había muerto.
Con las piernas temblorosas, Alice agarró los brazos de Bella y las hermanas se abrazaron.
—Mamá no —dijo Alice con la voz entrecortada—. Bella, por favor, mamá no…
Bella asintió, y las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas.
—¿Cuándo?
—Hace tres días.
—¿Cómo? ¿Ha sido por el bebé? —tenía que ser eso. Su madre, Renee de Brandon, tenía treinta y siete años y estaba embarazada de siete meses cuando sucedió la batalla de Hastings. Era de ascendencia normanda, y la batalla le había resultado muy difícil de sobrellevar. Alice sabía que su madre habría hecho todo lo posible para ocultar sus emociones, pero la muerte de su esposo anglosajón y de su primogénito habían sido demasiado sufrimiento para ella.
Muchas mujeres fallecían durante el parto, y a la edad de su madre, y con su estado de ánimo…
Bella se secó las lágrimas y asintió.
—Sí. Le llegó la hora muy pronto, el parto fue largo y difícil, y después… Oh, Alice, sangraba tanto. No pudimos hacer nada para cortar la hemorragia. Si tú hubieras estado allí. Aprendiste mucho durante el tiempo que pasaste junto a la hermana Mathilda, sin embargo, yo… —no pudo terminar la frase.
Alice negó con la cabeza. Era cierto que ella había aprendido todo lo que la hermana Mathilda le había enseñado, pero también sabía que no se podía salvar a todo el mundo.
—Escucha, Bella. La muerte de mamá no es culpa tuya. Una vez que empieza una hemorragia interna, es casi imposible detenerla… Y además, es posible que ella hubiera perdido las ganas de vivir después de que mataran a nuestro padre y a Felix.
Bella sollozó.
—Sí. Íbamos a enviar a alguien a buscarte. Carlisle estaba preparado para marcharse a caballo. Pero cuando nos percatamos del peligro… Era demasiado tarde —Bella agarró las manos de Alice.
—No fue culpa tuya.
—¡Nadie me enseñó! Oh, Alice, si la hubieras visto después de que el mensajero viniera de Hastings. No podía comer, ni dormir. Paseaba como un fantasma. Era como si después de la muerte de nuestro padre, una luz se hubiera apagado en su interior. Padre no era un hombre fácil y mamá no solía expresar sus sentimientos.
—Demostrar sensiblería es algo vulgar, y no es propio de una dama —murmuró Alice, repitiendo la frase que siempre pronunciaba su madre.
—Así es. Pero ella lo amaba. Si alguien lo dudaba… —Bella miró a Alice, consciente de que Alice y su padre, Charlie, se habían enfrentado más de una vez —. Si alguien lo dudaba, al verla así habría salido de dudas. Y Felix —los ojos de Bella expresaban lástima—. Sé que tú también lo adorabas.
—A mamá se le partió el corazón.- Bella tragó saliva.
—Sí.
—¿Porque los invasores fueron sus propios compatriotas?
Bella apretó la mano de Alice.
—Sabía que lo comprenderías.
—Lady Bella… —la voz de la hermana Maggie las interrumpió, recordándoles que la guardesa del convento estaba presente.
La hermana Maggie era la encargada de dar, o de denegar, el permiso para que las visitas entraran en el convento. Puesto que no era una orden de clausura, habitualmente se daba permiso de entrada, pero nunca cuando una monja o una novicia estaban de retiro espiritual. Con las manos entrelazadas y una cruz de plata colgada del cuello, la monja miró a Bella seriamente, pero con amabilidad. Alice sabía que lo que había oído la había conmovido.
—Lady Bella, puesto que ya ha interrumpido el retiro espiritual de su hermana, ¿podría sugeriros que continuarais hablando con ella en mis aposentos? El ángelus está a punto de sonar, y el resto de la comunidad necesitará la capilla.
—Por supuesto, hermana Maggie. Os pedimos disculpas —dijo Alice. Tras agacharse para recoger la fusta y los guantes de Bella, Alice agarró a su hermana de la mano y la guió fuera de la capilla.
El viento invernal movía las hojas en el jardín. Salía humo de la cocina, y el frío hacía que se formara vaho al respirar.
Bella se abrigó con la capa que llevaba sobre los hombros.
Alice que no tenía capa con la que abrigarse, se estremeció y apremió a su hermana hacia la verja del lado sur del jardín.
La casa de la guardesa era una cabaña de madera y tejado de paja. A su lado, estaba la casa de huéspedes del convento, un edificio un poco más grande y acogedor. Alice hizo entrar a su hermana.
Aunque la puerta estaba abierta, la habitación estaba oscura, ya que sólo entraba luz por las rendijas de los postigos. Puesto que no había huéspedes, no estaba encendida la chimenea central. Noviembre marcaba el comienzo de los meses oscuros, pero Alice sabía que no debía provocar la cólera de la madre Heidi encendiendo una preciada vela. Si sumaba el pecado de desperdiciar una vela a la luz del día, al pecado de haber quebrantado el retiro espiritual, tendría que hacer penitencia durante muchos años.
Tras dejar la fusta y los guantes de Bella sobre la mesa, junto al rosario, Alice abrió los postigos. Bella paseaba de un lado a otro, y Alice se fijó en que llevaba el vestido manchado de barro, el velo torcido y la diadema que lo aseguraba doblada.
—Se nota que has venido deprisa para traerme las malas nuevas —dijo Alice—. Y puesto que mamá murió hace tres días, has retrasado mucho el viaje hasta aquí. Ocurre algo más, ¿no es así?
Bella dejó de pasear.
—Sí. El bebé ha sobrevivido. Es un niño.
—¿Un niño? ¿Y está vivo? Es un milagro… ¡Una nueva vida después de tantas muertes! ¿Pero tan pequeño? Bella, él no puede sobrevivir.
—Eso pensaba yo. Es pequeño. Me tomé la libertad de bautizarlo y lo llamé Emmett, en caso… En caso…
Bella se calló de golpe, pero no era necesario que dijera nada más. Después de haber vivido en el convento durante cuatro años, Alice conocía las costumbres de la iglesia mejor que nadie. Si el bebé moría, era mejor que estuviera bautizado, ya que, si no, sería un alma perdida durante toda la eternidad.
—Emmett —murmuró Alice—. A mamá le habría gustado.
—Sí. Y no es un nombre sajón, así que si sobrevive… Pensé que tendría más oportunidades si llevaba un nombre normando.
—Ha sido buena idea reforzar el linaje materno en lugar del paterno —contestó Alice—. El hijo de un sajón, podría no prosperar si Inglaterra llega a convertirse en normanda, pero el hijo de una mujer normanda…
Bella se acercó y acarició el brazo de su hermana. Alice percibió su aroma a rosas, la suavidad de su vestido, la blancura de sus manos, y la perfección de sus uñas. Ni siquiera el barro podía ocultar la calidad de la ropa de Bella, ni su estatua.
Ella se frotó la falda de tela gruesa que llevaba en un intento de sacudirse el polvo y ocultar el agujero que se le había hecho en la rodilla al arrancar las plantas de hinojo en el jardín de hierras aromáticas. Tenía tantos agujeros en la ropa que era casi imposible zurcirlos.
—Habría venido a contártelo inmediatamente, Alice, si no hubiera tenido que cuidar de nuestro nuevo hermano.
—Hiciste bien en darle prioridad a Emmett. ¿Crees que saldrá adelante?
—Rezo por ello. Lo he dejado con Esme. Ella dio a luz a una niña hace unos meses, y se ha convertido en su nodriza. Al principio, él no quería comer, pero Esme insistió y ahora… Ahora… —su mirada se iluminó una pizca—. Creo que, después de todo, saldrá adelante.
—Al menos, eso son buenas noticias.
—Sí —Bella se volvió y tras agarrar la fusta se dio unos golpecitos en la pierna. Permaneció de espaldas a Alice, mirando hacia la puerta y observando cómo el humo de la cocina salía al jardín—. Alice… confieso que en realidad no he venido para contarte lo de Emmett…
—¿No? Entonces, ¿qué? —Alice hizo ademán de acercarse a su hermana, pero Bella hizo que se detuviera con un movimiento de la mano —. ¿Bella?
—He venido a despedirme de ti.
—¿Cómo? —preguntó Alice con el ceño fruncido.
—Marcho al norte —dijo Bella—. Después de que mamá… Después de que Emmett naciera, llegaron más mensajeros. Mensajeros del duque William.
—¿Normandos? ¿En Brandon Hall?
—A estas alturas ya habrán llegado.
Alice agarró a Bella del brazo para que se volviera, pero Bella se resistió y continuó mirando hacia la puerta.
—Ya han llegado las aves carroñeras —dijo Bella con amargura—. Al menos son eficientes y no han perdido tiempo para adueñarse de nuestras tierras. El duque sabe que nuestro padre y Felix están muertos. A través de un enrevesado mensaje que hablaba de la perfidia del rey Harold, me informaron de que a mí, la hija de Charlie, me han convertido en pupila del duque William, y que me entregarán en matrimonio a uno de sus caballeros. Y ni siquiera será a un buen hombre de sangre normanda, como mamá, ¡sino a un vulgar bretón sin educación!
Bella se dio la vuelta y con una mirada dura y salvaje, se golpeó con la fusta en el muslo.
—Alice, no lo haré. No puedo… ¡No lo haré!- Alice le agarró las manos.
—¿Lo has conocido?- Bella se estremeció.
—¿Al bretón? No. El mensajero del duque William me dijo que me seguiría de cerca, así que debía marchar cuanto antes. Alice, no puedo casarme con él, ¡así que no me digas que es mi deber!
—¿Quién soy yo para decirte eso cuando he retrasado mi compromiso con Dios durante años? —dijo Alice.
—Lo sé. Nunca quisiste convertirte en monja. Cumpliste el deseo de nuestro padre. He pensado muchas veces que era injusto que porque yo naciera primero tuviera que casarme, mientras que tú, por ser la más pequeña, tuvieras que entregarte a la iglesia y a una vida contemplativa aunque no fuera tu vocación.
—Ambas sabemos que es por una cuestión de la dote. La iglesia me aceptaba por una dote bastante menor que cualquier caballero. Padre no podía permitirse que ambas nos casáramos bien.
—Piensa, Alice. Padre ya no está; la iglesia ya ha recibido tu dote, entonces… ¿qué impide que te marches?
—¡Bella!
—No estás hecha para ser monja. Sé que padre te entregó a la iglesia con una promesa, pero ¿qué promesa has hecho tú?
—Prometí intentarlo y seguir su voluntad.
—Sí, y ya lo has hecho. Has estado cuatro años confinada en un convento. Y mírate —Bella tiró una pizca del hábito que llevaba Alice—. La tela de arpillera gris no va contigo. Y estoy segura de que pica como si fuera una plaga de piojos…
—Así es, pero la mortificación de la carne fomenta la humildad…
—¡Tonterías! ¡Eso no te lo crees ni tú! Y mira el estado de tus manos. Son manos de campesina…
—Del jardín —Alice alzó la barbilla—. Trabajo en la huerta de hierbas aromáticas. Es útil, y me gusta.
—Manos de campesina —Bella bajó el tono de voz—. Alice, sé valiente. Podrías abandonar este lugar.
—¿Y adónde iba a ir? A Brandon, ¿con tu caballero bretón? Sé realista, Bella, ¿qué puede ofrecerle el mundo a una novicia sin dote? —sonrió—. Además, te conozco bien. Me sugieres que lo haga para acallar tu conciencia.
—¿Qué quieres decir?
—Te guste o no, Bella, tu deber está en Brandon. Como has dicho, eres la hija mayor, y has nacido para casarte. La gente de Brandon te necesita. ¿Quién más hablará por ellos? ¿Y qué pasará con nuestro nuevo hermano? Te apuesto a que el duque William ni siquiera sabe de su existencia. ¿Cómo crees que reaccionará su caballero cuando descubra que Brandon tiene un heredero varón después de todo? No, Bella, tu deber es sencillo y no puedes eludirlo. Debes regresar a Brandon y esperar al caballero que el duque William ha escogido para ti.
Bella se puso pálida.
—No.
—¡Sí!
—No!
Alice negó con la cabeza, pensando en lo poco que conocía a su hermana. Bella estaba más preocupada por evitar el matrimonio con un caballero del duque que por su hermano pequeño.
—Bella, por favor, piensa en nuestra gente, y en Emmett. ¿Qué posibilidades tendrá esa criatura cuando se conozca su identidad? Una de nosotras debería estar cerca para protegerlo.
Bella frunció el ceño y su mirada se volvió fría.
—Guárdate las palabras para tus rezos. No voy a someterme a un bretón de humilde cuna, y menos a uno cuyas manos pueden estar manchadas por la sangre de nuestra familia. Y aunque todos los santos del cielo rezaran contigo, no continuaría adelante con esto.
—¿Ni siquiera por el bien de Emmett? —Alice suspiró—. Debes casarte con ese caballero. Si sales huyendo, lo mejor que podría pasar es que condenaras a Emmett a una vida falsa como hijo de Esme. Y lo peor… —Alice se quedó en silencio—. ¿Qué desearía nuestro padre, Bella? ¿Y mamá? ¿Crees que ella habría deseado que su hijo llevara la vida de un siervo? Además, ¿a dónde podrías huir? —la miró al pensar en otra posibilidad—. Tienes un amado, ¿no es así? Alguien que…
—¡No seas ridícula! —Bella apretó los dientes—. Puesto que estás tan dispuesta a proteger a nuestro hermano, deberías regresar… Sí, ¡tú! Vuelve al mundo real y mira si te gusta. Vuelve a Brandon. Cásate con el maravilloso caballero del duque. Después, podrás asegurarte de que Emmett esté a salvo. Para eso eres tan hermana suya como yo.
Sorprendida, Alice la miró. La sugerencia de que ella, una novicia, abandonara el convento para casarse era sorprendente. Sin embargo, si era sincera, la sorpresa se mezclaba con una sensación de emoción.
¿Cómo sería aquel caballero bretón?
—No… No —Alice se sonrojó—. No puedo…
Bella arqueó una ceja y esbozó una sonrisa, como si supiera que Alice se había sentido tentada.
—Bella, no puedo hacerlo. ¿Qué sé yo acerca de los hombres? —Alice gesticuló con la mano como para englobar el convento—. He estado en compañía exclusiva de mujeres desde que tenía doce años. Rezando, cantando, ayunando, cultivando, y haciendo penitencia por mis pecados —esbozó una sonrisa—. Ésas son las cosas que conozco. Pero, para mí, la vida fuera de este lugar es un misterio.
Bella se encogió de hombros.
—No eres una completa ignorante. Seguro que recuerdas algo acerca de cómo era tu vida en Brandon antes de venir aquí. Has visto cómo los sementales montaban a las yeguas…
Sonrojada, Alice se mordió el labio inferior y negó con la cabeza.
—¿Sabes cómo se llama el caballero que el duque William ha elegido para ti?
Bella frunció el ceño y se frotó el rostro.
—Sí, pero lo he olvidado. No, espera… Creo que se llama Whitlock. Sir Jasper Whitlock… Y te lo cedo, Alice, porque yo no lo quiero.
Que linda Bella pasándole el hombre jeje, la verdad como a todas yo no me imagino a Alice como monja, pero esta bien un poco cambiar no jeje…
