Supernatural no me pertenece.
Probablemente fuera de personaje.
Sam/Gabriel.
Se miró al espejo mientras se acomodaba la corbata.
—Es la última vez, Gabriel. —. Suspiró pesadamente y se dio la vuelta para tomar su saco.
—¿Estás listo, Sammy? —. Dijo esbozando una sonrisa, pasándole un brazo por la cintura y hundiendo la cabeza en su hombro.
Aun recordaba la cálida esencia del mayor, su carcajada y sus bromas pesadas.
Él siempre supo lo que su hermano pensaba de Gabriel, lo que todos pensaban de él y su relación. La voz resonando en la vacía habitación en que se encontraba, los anaranjados tonos del amanecer empezaban a colarse a través de la ventana, recordándole qué estaba haciendo desde un principio. Las cajas apiladas unas sobre otras en el ático polvoriento e impregnado con cierto aroma a humedad.
Hacía años que no había estado ahí.
Los recuerdos lo abrumaron en la oscuridad del piso, sólo su respiración quebraba el silencio que lo consumía rápidamente.
Dejó la última caja junto a las demás y salió de ahí, a rastras. Desde entonces, había odiado el silencio. Avanzó a través del pasillo muy a su pesar, había conseguido consuelo momentáneo en el alcohol e incluso otras sustancias, todo era momentáneo, tan efímero, empeorando la sensación de vacío e inestabilidad que se había creado poco a poco con el paso de los años.
El sonido de la puerta lo sacó de su ensimismo y se quedó donde estaba, paralizado. Una repentina esperanza lo embargó por unos segundos, odiaba aquellos momentos.
Y entonces sucedió, la melodiosa voz inundó la sala.
—¿Sammy? —. Preguntó, indeciso.
—Esto es frío, incluso para ti. —. Los labios le temblaron violentamente y lo estrechó con sus brazos, el aroma dulzón que siempre desprendía inundando sus sentidos, su irónico tono de voz, las bromas, todas aquellas cosas que conformaban la personalidad de Gabriel, todas aquellas cosas que tanto echó de menos.
Y por primera vez, en mucho tiempo, Sam Winchester de verdad sonrió.
