Inspirado en los retos de la comunidad 30vicios.
No soy dueña de Young Justice.
Posibles spoilers.
Kid Flash & Artemis.
#01. Límite.
Se dejó caer, con la espalda apoyada en la pared y sus manos cubriéndole el rostro.
No podía soportarlo.
Simplemente no podía olvidar la película que se repetía una y otra vez en su cabeza. Esa sucesión de imágenes que aparecían de la nada, y que eran la causa principal de sus pesadillas. Nada de lo que Black Canary dijese funcionaba. El poco desempeño y avance de su parte, solo servía para recordarle que él no había estado ahí.
No la había salvado.
Wally West soltó un suspiro cargado de emociones. Las tenues luces del pasillo lo iluminaban apenas, creando ese aspecto de cueva abandonada. Porque lo era, al menos en parte. Todos los superhéroes se habían marchado a dormir. A pesar de que la Cueva no era especialmente agradable, podía permitirse albergar a unas cuantas personas.
¿Qué hacía, de cualquier manera, fuera de su habitación?
No lo sabía. Recordaba haberse despertado, asustado, con el corazón latiéndole a toda velocidad. Por más que intentaba volver a dormir, le era imposible. No importaba cuantas vueltas diese en su cama, no podría conciliar el sueño. Por eso había salido a tomar un poco de aire, a robar alguna galleta de las alacenas, y a quedarse ahí, sentado en el suelo, con los sentimientos en una mano y pensamientos en la otra.
No pudo evitar soltar un bufido.
Ya habían pasado semanas desde el inicidente de Manhunter. Semanas, en las que el equipo no hablaba, y solo se dedicaba a mostrar sus debilidades. Sus grietas en cuanto a relaciones personales. Su temor a perder a sus compañeros, a evitar que una catástrofe arrasara con el mundo entero. Semanas sin misiones, en las que solo se dedicaban a los asuntos de la escuela, a pasar el rato frente a un televisor, y a tener terapias individuales con Black Canary. Aún así, era una rutina que todos comenzaban a odiar. Se odiaban a sí mismos por momentos. Evitaban mirarse el uno a otro, porque entre ellos solo había miradas de culpabilidad y súplica. Querían que el eco del televisor callase sus pensamientos, porque todos significaban lo mismo: un abismo en el que todos, tenían miedo.
¿A quién podían engañar?
Eran jóvenes. Ellos querían luchar contra los villanos de las caras largas y las órdenes de dictadores. No esperaban perder sus vidas ni arriesgar todo por la salvación del mundo. Y sin embargo, en aquella simulación donde incluían las muertes del equipo, todo había sido diferente. Habían caído por el abismo de sus almas, encontrándose con los peores temores de cada uno, deseando que eso no fuese más que un sueño. Esperando que esa realidad fuese buena con ellos y los rayos desintegradores no fuesen más que una lucecita parpadeante.
¿Pero, y si hubiese sido real?
Alzó su vista, mirando fijamente al techo. Esa serie de pensamientos que rondaban por su cabeza no eran buenos. No para su salud. Pensaba en ello una y otra vez, hasta que no podía más y salía corriendo. Hasta que huía de él mismo.
Se levantó de un salto, y golpeó la pared con el puño desnudo. «Eres un cobarde» se repetía una y otra vez en su cabeza. Volvió a golpear la pared, con más fuerza. «Todo es tu culpa» le gritó la voz interior, logrando que soltara un gruñido de rabia. Dejó que su frente chocara contra la pared, apoyándose de esa forma, con los puños aún cerrados, y con una mueca de desagrado en el rostro.
Unos pasos le sacaron de sus pensamientos.
No se giró para ver a la silueta, pero pudo ver por el rabillo del ojo, unos pantalones de pijama con adornos de Batman. Supo entonces que era Robin.
— Ya lo sé, ya lo sé. — murmuró Wally. Era ahí donde aparecía el discurso educacional. Donde intentaba hacerlo sentir mejor con unas cuantas palabras. Después de todo, era su mejor amigo. — Descuida. — añadió, alejándose de la pared, para mirarlo a los ojos. Por primera vez, desde que estaban en la Cueva, pudo verle las orbes azules.
— ¿Problemas para dormir? — inquirió el pelinegro, apoyando su espalda al lado contrario de la pared en donde estaba su amigo. — Te vas a lastimar. — le advirtió, señalando con sus ojos los puños fuertemente cerrados.
— No he podido dormir en semanas. — admitió, soltando la presión de sus nudillos, y volviendo a apoyarse en la pared. — Lamento si te desperté. — se refería, por supuesto, a los golpes en su arranque de desesperación. La habitación de Robin no estaba lejos, por lo que pudo haberle escuchado.
Su amigo negó con la cabeza.
— Estaba despierto. — comentó, encogiéndose de hombros. — Pensé que te escabullirías hacia... ya sabes. — se dejó caer al suelo, y el pelirrojo hizo lo mismo.
El puerto.
El único lugar al que Wally podía ir. A donde iba a descargar su furia. Donde se perdía por horas, reflexionando sobre la vida, sobre ser el sobrino del mismísimo Flash, y sobre todo, pensaba los diálogos automáticos que soltaría su boca ante cualquier pregunta de Black Canary. Y claro que su amigo conocía el lugarcito. Solía seguirlo para asegurarse de que no cometiera ninguna estupidez. «Como si fuese posible» pensó, cerrando los ojos un instante. Escuchó que Robin jugaba con algo, quizás con un cinturón para dormir, o algo. Echó la cabeza para atrás, y soltó el aire contenido en sus pulmones.
— ¿Cómo lo llevas? — le preguntó el pelinegro, moviendo su mano, mientras buscaba en uno de los compartimientos del cinturón, una golosina.
— ¿Uh? — murmuró Wally, negándose a abrir los ojos.
— Artemis. — recalcó su amigo, sin quitarle los ojos de encima. Muy en su interior, quería ver su reacción ante ese hilo de conversación. Quería saber si sus sospechas eran correctas. Averiguar por qué caía sobre ellos la mayor parte del dolor, en lugar de caer en los demás miembros del equipo.
Wally abrió los ojos, y chasqueó la lengua ligeramente.
— ¿Esa chica creepy? ¿Qué tiene que ver ella con esto? — preguntó, volviendo a cerrar los ojos. Wally lo sabía. Había sacado las cuentas, pero evitaba el tema. Sabía que Robin no se daría por vencido, y que eso, jamás se lo tragaría. Era cuestión de tiempo. Ni el mismo podía mantener todos sus sentimientos en una cajita. Eso era imposible.
— He visto las cintas de seguridad, Wally. — Robin imitó a su amigo y echó la cabeza para atrás, entrecerrando los ojos. — Gritas su nombre por las noches. — murmuró, muy bajito. — ¿Esas son tus pesadillas? — le preguntó, soltando un suspiro, para después volver a observarle. Pudo notar en su rostro un mínimo cambio, de ese estado ausente a uno de seriedad y angustia.
— Ciertamente es una pesadilla. — respondió después de un tiempo, haciendo énfasis en la parte final. Abrió los ojos, y observó al chico maravilla. No podía mentirle. Tampoco podría esquivar sus preguntas. Y él, personalmente, dudaba poder mantener sus sentimientos dentro. Soltó algo parecido a un «bah» y se llevó una mano al cabello escarlata. — No lo sé. Todas las pesadillas inician de una forma diferente, pero terminan igual. — añadió, tardío.
Pudo ver la media sonrisa de Robin.
— Entonces… ¿tienes miedo a quedarte sin rival de comentarios sarcásticos? — tanteó por el lado sencillo de la situación. Quizás rodear el punto medio era lo mejor. Al menos así le sacaría un par de respuestas.
Un silencio incómodo fue su respuesta. Evitó total contacto visual con Robin. No quería darle una respuesta.
Porque no la sabía.
Artemis.
Él, el sobrino y protegido de Flash, no había sido capaz de hacer algo por ella. La había dejado morir. ¿Por qué no había sido como en el desierto de Bialya? ¿Por qué no había escuchado el rayo como lo hizo con la bomba que cayó sobre ellos? ¿Por qué fue incapaz de cargarla y sacarla lejos de ahí?
¿Qué tan importante era para él?
Había sido la primera en golpearlo, la primera en colocarle el estúpido apodo de Baywatch, la protagonista de todas las peleas sin sentido, y la primera en preocuparse por su brazo.
Entreabrió los labios ligeramente. La respuesta había llegado a su mente con más rapidez que él comiendo caramelos y golosinas.
— No quiero perderla. — soltó de repente. Robin no pudo evitar sorprenderse un poco, quedándose callado para que continuara. Con la pericia adquirida, y para su sorpresa, Wally continuó. — Es horrible, dude. Quiero decir… pude salvarla. Yo solo quería que ese rayo desintegrador fuese como en las películas. Quería ser el héroe, salvarla… y traerla a casa. — un golpe en el suelo vino después de su confesión. — Pero no pude. — admitió, con tristeza.
El silencio volvió a apoderarse de la instancia.
Robin se movió un poco, incómodo. Considerando que Batman parecía carecer de sentimientos de ese tipo, no podía ser de alguna ayuda en ese tema. Suspiró, entonces, llevándose las manos tras la nuca.
— Entonces… — dejó la frase al aire. El pelirrojo lo miró, expectante. — ¿Te gusta? — preguntó, curioso.
Wally soltó una carcajada.
— Ni en un millón de años. — respondió, extendiendo su mano para que Robin le ayudase a incorporarse. Así lo hizo, con una ceja alzada y los brazos en jarras, esperando una respuesta.
El joven superhéroe lo miró, fingiendo sorpresa.
— ¿Tengo alguna posibilidad de que me creas? — preguntó entonces, pasándole un brazo por el hombro, para comenzar a caminar en dirección hacia sus respectivas habitaciones.
La respuesta del pelinegro le llegó, lejana, perdiéndose entre los ruidos de la cueva y el eco de sus paredes.
— Ninguna. —
Una a una, las tenues luces se apagaron.
