Autor: Horaizon/Sharin (yo) personajes de Naruto por Masashi Kishimoto

Personajes: Lía Matsumae (que yo inventé) , Naruto Uzumaki, Minato Namikaze, Kushina Uzumaki, Mei Matsumae (que invente también), Sakura Haruno, Sasuke Uchiha, etc.

Notas: He empezado un fic heterosexual después de tanto tiempo, sip, al fin. Se trata de Naruto y Lía (personaje creado por mi) pero pueden imaginársela como quieran. Aunque preferiría que sea como Miku con pelo negro y ojos pardo pero asdasdasd. Los dejo libre. Quería hacerlo con Hinata pero no. Ella no me gusta y simplemente no cabe en mi descripción de 'la chica para Naruto'. Aquí cambie un poco la personalidad de Naruto, porque es un adolescente NORMAL y tiene que actuar como tal, etc. ++Vayan a mi perfil para ver algunas representaciones de lugares++. Y ya saben, COMENTEN que necesito cariño.

Capitulo Uno

Hace ocho años esta casa tenía tanta que vida, que a estas paredes se le haría imposible ocultar. Mis días constan en tomar el té en la mañana, regar las plantas e ir al súper que a la vez me funciona como distracción y ejercicio diario. Soy una vieja mujer con una vieja rutina, y cambiar mi vida ahora será como volver a nacer y aprender a caminar, algo que está muy tarde para mi columna. No es que me sienta desdichada, mi vida es muy feliz.

Pero hace ocho años, en esta casa, unos cabellos negros jugueteaban en cada rincón, risas llenaban cada escondrijo y nunca había tiempo para sentarse a pensar. Vivía con mi nieta y mi hija. Fue mi segunda etapa dorada, cuando sentía que no existía felicidad más allá que esta, y no, no la hay. Pero mi vida es feliz, incluso ahora cuando estoy sola con estos muebles. Estos muebles que me ignoran todo el día, por eso amo mis plantas. Conversan conmigo y como muestra de su agradecimiento me muestran esas hermosas flores de sus miembros.

Pero este verano, mi nieta tiene 16 años ya. Es toda una mujercita, aplicada y ejemplar. No puedo esperar a verla. ¿Se habrá cortado el cabello? ¿Se lo habrá teñido? Espero que no, siempre me ha parecido preciosa, con ese volante cabello negro que tiene.

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- ¿Escuchaste, cariño? La nieta de la señora Matsumae vuelve. ¿Te acuerdas? La niña que jugaba con Naruto de cabello negro. Era tan linda.

Minato se le quedó mirando un poco atrasado en lo que su esposa decía.

- ¿La señora Sui tiene hijos? – preguntó entrecerrando los ojos por la extrañez.

-¡Pues claro! Tiene tres hijos, dos hombres y una mujer. La mujer vive en Tokio y los otros dos en el extranjero. – Kushina se miraba en un pequeño espejo que sostenía mientras hablaba, pasando un labial rojo cereza por los labios híper-hidratados y jubilosos.

Minato con un delantal remangándose las mangas preparándose para elaborar un refrigerio.

- ¿Y a qué viene eso, amor? ¿Viene hoy?

- No tengo idea, lo oí por ahí, las vecinas lo cuchichean. – se rio provocándole lo mismo a Minato que agarraba un tazón y una lechuga entera del refrigerador. – Pero si lo hacen recuerda husmear un poco, quiero saber que tan grande esta la niña. – se inclinó en el desayunador para esperar el beso de despedida de su pareja. - Adiós, cariño.

Y así se quedaba Minato solo todas las tardes. Su mujer salía a trabajar a eso de las tres y Naruto con suerte llegaba antes de la cena, si no era porque se cansaba de las amenazas telefónicas de su madre y los dulces e inhábiles regaños de su padre. Pero era verano, así que decidieron no ser tan duros con él, ya que el muchacho al menos consiguió trabajo y mantiene una ocupación beneficiosa.

Naruto tiene 17 años y es el único hijo de la familia Uzumaki-Namikaze. Su padre tiene un pequeño repuesto y garaje de autos que corre junto a un amigo, Jiraiya y su madre es recepcionista y representante de una modelo en una academia de modelaje. Viven en Osaka y son solo una milésima parte de lo cotidiano que hunde el mundo.

- Ah, que emoción que estés aquí, mi niña. Han pasado añales desde que te vi. Estas tan alta y bonita.

- Lo sé, abuela. – la joven no sabía que más hacer aparte de sonreír.

Estaba contenta de ver a su abuela después de tantos años, pero era imposible evitar esa sensación de extrañez por su alrededor. Vagamente recordaba que solía jugar con unos niños del vecindario pero entre sus vicisitudes, no lograba aclarar nada. Unos faroles que tendían en navidad, el parque sin juegos, el festival de verano… Cosas que probablemente olvide para mediados de la semana.

La abuela hacia un gran esfuerzo por sacar una maleta del auto y la joven pelinegra evitando que se hiciera más daño la apartó irrefutablemente del automóvil.

- Abuela, sabes que no.

- Ay, ya, ya. – se llevó una mano detrás de la espalda y se estiro un poco.

Cuando la muchacha había terminado subieron las estrechas escaleras de hierro hacia la casa. Todo estaba como lo recordaba, hogareño y acogedor.

- Tenía miedo de que te tiñeras el cabello o te lo cortaras… ó que hubieses cambiado tu forma de ser… - la mujer le hacía paso entre los muebles de tela en patrones de flores y la mesa céntrica de cristal.

- Yo no haría eso, abuela. – bufó la muchacha.

- Estaba preocupada, mi hija. Que te puedo decir.

Dejaron las maletas en el corredor y se sentaron en el balcón con un té frío que Sui había preparado de antemano.

- Ya se siente el calor. – dijo la muchacha.

- Si, a mediados de abril empezó a sentirse brisa de verano.

- Hmm, ¿y cómo te llevas con los vecinos abuela? ¿Aun sigues siendo tan popular? – se vio un repentino interés y cierto brillo en los ojos de Lía.

- ¿Qué? ¿A qué viene eso, jovencita? – se rio un poco y dejo el vaso en la pequeña mesita entre ellas.

- No sé, buscando algo de qué hablar.

La mujer rio.

- No sé, todo sigue siendo lo mismo. Supongo que sí, sigo teniendo muchos amigos.

La joven volvió a recostarse de la vieja silla como si se tratara de algún alivio.

- ¿Y tú? ¿Tienes muchos amigos?

- Aun puedo contarlos con mis dedos. – dijo como si fuese irónico. – Cuatro. – dijo al final.

- Eso está bien, así tienes menos estrés.

- Lo sé. – se inclinó del barandal buscando algo que le llamara la atención, una simple curiosidad por saber si hay algo nuevo aquí.

Vio una mujer de largo cabello rojo salir de la casa de al lado, marcando sus pasos decididos en el pavimento. Sus ojos la siguieron hasta que se perdió en una curva. Y pensar que solo son las 4:20 de la tarde. Suspiró y volteó a ver a su abuela que ya había terminado la bebida.

- Te quiero, abuela.

- ¿Eh? Yo también, tesoro. ¿Y eso por qué fue? – la mujer empezaba a cansarse de tantas sorpresas.

- Nada. Saldré a ver qué tal, casi no me acuerdo de nada. – se levantó con su vaso en mano y de un sorbo terminó la bebida.

- Yo también, iré… por ahí. – se levantó siendo seguida por la sonrisa asombrada de Lía. – Tienes que estar aquí a las 7:00. – se volteó para decir esto penetrando en los ojos de su nieta que se congeló por unos instantes, dicho esto se recogió y salió.

Lía, de alguna forma sabía que su abuela se refería a siempre, que este era su nuevo toque de queda. No es como si realmente lo necesitara, porque no era del tipo exterior, simplemente vino a gastar un poco de tiempo austero con su abuela querida y de paso pasar el verano de sus 16 años aquí.

Bajó las escaleras ignorando el tremendo rayo de sol que casi le segó la vista. Debió comprarse esos anteojos de sol que vio en la estación de tren.

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Tal vez no se le ha hecho tarde, esperaba con todo su corazón que no pero le aterraba chequear la hora. Pero el sol estaba tan resplandeciente, tan joven, no pueden ser más de las 4:00.

Terminó sacando su celular y tuvo el pasmo más extenso de su vida, no eran pasadas las 4:00, eran las 5:20. El verano le ha hecho otra mala jugada, o también la larga ducha que se dio en el gimnasio antes de salir. ¿Por qué decidió tomar una larga justamente hoy?

No le quedaba otra alternativa más que llamar y disculparse por la tardanza y así lo hizo:

- ¿Sakura? Lo siento, se me ha ido la hora en el gimnasio.

- ¡Pues, claro! ¡Nunca en tu vida has sido puntal! Ya valió, ¿Dónde estás? – le soltó de repente provocándole un pequeño zumbido en el oído.

- Ya estoy llegando, voy por el parque. ¿Esta Sasuke enojado?

- Tu qué crees. Naruto, el campo cierra a las 6:00 y nuestra reservación era a las 4:30. ¡El cupón vence hoy!

- Si, ya, lo sé. Vayan sin mí, así ahorran tiempo. Nos juntamos allá.

- ¿Seguro?

- Si, tomare un taxi.

Sakura culminó con un 'está bien' lleno de preocupación y colgó. Si, irían a un campo de paintball gracias a un cupón de descuento que salió en internet y los tres decidieron probar, no es como si tuvieran mucho que hacer tampoco.

Aseguró su mochila y se decidió a correr el trayecto que faltaba. Miró sus alrededores para comprobar la cantidad de personas que transitaban. No eran muchas, incluso en el parque había… ¿Qué es eso?

En la orilla del afluente se veía como un punto negro, o más bien un largo cabello como esos de las películas de terror, el fantasma del parque entre los árboles que te almuerza. Pero Naruto era demasiado temerario y curioso como para dejarlo así. La distancia se trataba de algunos 10 metros desde la cera de la calle hasta la orilla donde estaba… eso. ¿Será que presenciara una escena de película? ¿Qué su alma finalmente será llevada al infierno? ¿Qué divagara en la eternidad?

Obviando su cara de terror, agudizando cada sentido que se la ha consagrado, se acercaba poco a poco cuando eso se levantó, al parecer sintió su presencia, y se volteó dejándolo estupefacto.

Ambas caras de terror y confusión se encontraron y reinó un silencio tenebroso e incomodo. Lía quería saber que rayos pasa o pasó en los diez minutos que se ausentó del planeta tierra y qué le ha picado a ese joven. ¿Le iría a robar? ¿Debería correr o quedarse con cara de estúpida hasta el ocaso?

- ¿Qué? – hasta que finalmente preguntó, fue más como un murmuro que como una pregunta ocasional.

- Nada, nada… es que… - al fin se repuso y permitió la cara de Lía descansar. – por tu cabello pensé que eras de esas niñas fantasma que aparecen en las películas de terror.

Lía no pudo poner cara más disgustada, en el ranking de caras disgustadas seria el número 1. Pensó en marcharse sin decir nada para que quedara en claro lo descortés que quiso ser pero ella no era así.

- Dios mio… - dijo en cambio.

- Lo siento mucho. – se disculpó el rubio muchacho con cara de avergonzado y una sonrisa que nadie puede decirle que no.

- No hay problema, aunque es la primera vez que me pasa.

- ¿En serio? – preguntó sorprendido.

- Si.

- Me siento como un estúpido. – murmuró mirando hacia arriba y soltando un largo suspiro, luego se acordó de lo que tenia que hacer realmente y volvió en sí tan rápidamente como una cachetada. – Joder, me tengo que ir. ¡Dattebayo! Lo siento otra vez. – empezó a correr en dirección opuesta cuando se detuvo en seco asustando a la muchacha… otra vez. - ¿Cuál es tu nombre? Al menos déjame saber esto, quiero recordar este momento.

- ¿Q…que? Am, Lía, soy Lía. ¿Tu-tu nombre es…? – preguntó en voz baja intentando ser cortés y no quedar como una amargada fantasma.

- Naruto. – ante estas palabras una ráfaga de recuerdos lejanos y forasteros le vino a la mente pero no pudo ensamblar nada de eso con sus pertenencias o sus recuerdos, pensó que simplemente sería producto de su imaginación.

Pero el chico ya se había marchado y no había rastro de el en el parque ni en las calles contiguas. Decidió volver a casa y aceptar su desdicha: no tenía nada que hacer en todo el verano, ni aquí, ni en otro sitio.

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- Y bien, ¿Qué hiciste? – la redundante pregunta que trataba de evitar de parte de su abuela.

- Nada. – contestó en un tono más bien amargado y lleno de rencor hacia si misma.

La abuela rio.

- Tu hermano llamó. Dice que si necesitas algo más que puede enviártelo.

- ¿Sasori? – exclamó extrañada. - ¿Cuándo? ¿Ahora mismo?

- Como ahora mismo… Me llamó al celular para saber si habías llegado o que.

- Ah, ya. No tienes que ser ruda conmigo, abuela. – le miró graciosamente.

- Lo siento, lo siento.

Mie estaba sirviendo la cena, era un estofado de papa, zanahoria y carne acompañado de una ligera ensalada de brócoli y tomate. Era una de las más destacadas cualidades de Mie, tenía un sazón exquisito, dulce y salado a la vez, una mezcla impecable de sabores en un tazón, todo gracias a sus años de experiencia. Podría hacer de los más finos filetes hasta un pastel de triple chocolate. Y las meriendas más tropicales y sutiles.

La mañana siguiente, Lía despertó a las 10:03 y Mie no estaba, pero había dejado una nota en el desayunador diciendo que llegaría al mediodía con un plato de pan francés y trocitos de salmón en salsa de limón y ajo como pisapapeles. Había acertado en el gusto de Lía que adoraba lo agridulce, tal vez aun se acordaba.

Cuando terminó de comer y se bañó encontró un libro que le causó un poco de interés por su título tan falaz: La compañía de las moscas. Más que falaz, sonaba tétrico. Lo leyó, sumergiéndose en él cada página que pasaba. Detuvo la lectura cuando su abuela llegó a las 1:05 con una sorpresa.

- Viene alguien a almorzar con nosotros. – dijo poniendo las fundas de víveres y bebidas en la meseta. – Es el niño de al lado, por cierto, lo hace todos los viernes. – se veía muy feliz, a lo mejor tuvo una buena mañana, lo que ponía a Lía feliz también.

- Que bien. – Lía fingía husmear en lo que Mie había traído con ojos infantiles, solo por hacer ambiente. - ¿Haz tenido buena mañana, querida abuela?

- Siempre, amor. ¿Y tu como dormiste? ¿Te gusto el desayuno?

- Todo excelente. Me encantó, hazlo más seguido.

- Lo tendré en cuenta. Lía, ¿no te acuerdas del niño rubio con quien jugabas cuando vivías aquí? Había un pelinegro también y otra niña muy linda... ¿Cómo era…?

- Si, si me acuerdo, pero no de ellos en si. Ni si quiera me acordaba que había uno rubio.

- Si, es que hace tanto ya. – puso cara melancólica y luego volvió a arreglar la compra.

Unos minutos después se escuchó más ruido en la sala de estar y Lía quiso ver de que se trataba, supuso que el niño con quien compartiríamos el almuerzo había llegado pero el sonido no era exactamente de un niño. La mesa estaba servida acompañada de hermosa comida, esta vez era una típica: sushi. Y se sorprendió que en los veinte minutos que se distrajo su abuela haya hecho todo esto. Pero no fue esa la gran sorpresa, se encontró con el mismo chico que vio en el parque, por un momento pensó que no era él quien iría a acompañarlos a comer, si no que… era otro conocido o amigo de su abuela, eso quería pensar.

Al sentir la presencia de alguien más, Naruto quiso saber de quien se trataba. Sabia que la nieta de Mie estaría de visita por el verano pero al igual que Lía, él no se acordaba ni medio fragmento de ese tiempo.

- ¡¿Lía?! – preguntó magnificando la magnitud de la sorpresa.

- ¿Pues, si se conocen? Juraría que tu ya la habías olvidado por completo, Naruto. – Mie guardaba una cara de sabionda del otro lado de la cocina.

- No, es que… lo vi en el parque… ayer…

- Así que tu eres la nieta de Mie… - dijo como si de repente fuese una sorpresa agradable.

- Si, Hola. – de alguna forma, se sintió tímida con él nuevamente... o incomoda.

Él le respondió con una ancha sonrisa. Podría jurar que es la sonrisa más fresca que jamás ha presenciado y lo mejor, ha sido dedicada para ella. Un logro que serviría como buen comentario en una conversación monótona. Tal vez.

Se sentaron a comer cuando Mie puso una pequeña cubeta con hielo y el refresco.

Naruto y Mie conversaron casi durante todo el tiempo que estuvieron sentados comiendo e hizo que Lía se sintiera fuera de lugar, por primera vez, con su propia abuela.

- Me dijiste que era un niño. – comentó Lía ya cuando Naruto se marchó, igual, no sonaba como un comentario casto o una molestia que había sentido.

- Es un niño para mí. – dijo su abuela con cara confidencial.

Lía rio y empezó a ayudar a su abuela a organizar de nuevo y en menos de media hora volvió a quedarse sola en la casa. Su abuela estaba siendo mala anfitriona o le dejaba demasiada libertad. Continuó leyendo el libro pero el ataque de pretensión que se desarrollaba en ella no le dejo concentrarse. Salió al balcón y buscó la casa de al lado como si fuese una verdadera urgencia que la mataría, y sorprendiéndola salió la misma mujer de pelo rojo, pero esta vez acompañada de dos hombres rubios: la versión adulta de Naruto y Naruto.

Al cabo de unos minutos la mujer se fue al sentido contrario tras darle un beso a cada uno y el mayor entro a la casa. Naruto iba a salir, por la mochila en su espalda y ropa deportiva que vestía. ¿A lo mejor practica algún deporte? Naruto estaba revisando su celular y parecía tan sumido en eso que no se percataría de los ojos curiosos y expresión aburrida de Lía aunque este justo en sus narices, lo que realmente es, pero no. Sus ojos azules impactaron los pardos de ella dejándola desarmada por el hecho de que pueda pensar que estaba husmeado lo que no le importa.

- ¿Estas aburrida, Lía? – le pregunto sonriéndole, como si supiera que todo este tiempo ella estaba observando.

- Ah… - fue más largo de lo que pensó el tiempo que le tomó ajustarse para contestar. - … un poco. – dijo en voz baja, porque se sentía humillada por la razón de admitir que si, no tenia nada que hacer.

Naruto subió las escalaras que conducía a la casa y a la vez al balcón donde estaba Lía, estando a centímetros de ella en un santiamén.

- Te invitaría al gimnasio conmigo pero no creo que te agrade la idea.

Hasta alguien como él se preocupa por su cuerpo. Fue una sorpresa conmovedora, pero al mismo tiempo inesperada. Ahora se sentía excluida de la palabra adolescente, porque tenia uno enfrente de ella, uno típico y corriente que hace lo que un adolescente normalmente hace. Pero relegó esos sentimientos de su corrompida cabeza.

- No, gracias. – No luzcas asustada, es un humano corriente, por favor, además, parece inofensivo.

- Hmmm – volteó poniendo cara pensativa y recostándose de la baranda, maquinando algo. - ¿Quieres que te muestre el lugar? Supongo que ya no te acuerdas… - le estaba hablando a ella, era claro, pero el buscaba algo en el horizonte, confundiéndola. – Ah, ¡el caudal del parque! – exclamó de repente. – Hay un caudal, un rio con una corriente en las montañas de allá – apuntó una depresión que acunaba el lugar, no muy voluptuosa, fácilmente se podría confundir con un campo. – se ve lejos pero en realidad no lo es, ni en auto ni a pie.

Lía se sentó en la silla detrás de ella, para darse un merecido reposo después de ese balbuceo o esa información: Un extraño se le ofrecía a mostrarle un paisaje natural. Aunque, pensándolo bien, buscándole lógica y un lado positivo, lo conoció hace ocho años y pasó la mayor parte de su infancia con el, pero… ¿Por qué no? Está de vacaciones, está aburrida, su abuela no le atiende y puede distraerse otro rato y quien sabe pasar un rato agradable.

Le miró y obviamente no pudo decirle que no a esos ojos abismales. Cambió su aspecto a uno más aceptable, trató de sonreír y contestó:

- Claro, gracias. ¿Cuándo?

- Mañana, a las 3:00, aunque el sol esta bien molesto a esa hora. – se rascó la cabeza. – Se toma un poquito llegar al rio.

- Por mi esta bien. Gracias, Naruto. – esta vez, si le sonrió como era debido, incluso le salió automáticamente.

Naruto sonrió notándose el color ardiente de sus mejillas y se despidió. Se alivió de haber descartado la idea de invitar a Sasuke y Sakura, reconocía que seria un acto de suma descortesía y haría sentir incomoda a Lía que llevaría una primera mala impresión de él y aquí sabemos lo gentil y devoto que es Naruto.

Lía se veía emocionada, jamás ha tenido una excursión personal. Llevaría una mochila con un bocadillo, agua y su cámara y algunas benditas y ungüentos por si acaso. Pero en vez de seguir emocionándose prefirió seguir leyendo.