Ella estaba sentada boca arriba mirando el techo de su cuarto. Su cabeza estaba apoyada sobre la palma de sus manos. El piso estaba frío, y empezaba a sentir como su cuerpo se incomodaba con cada segundo. Había dejado todo atrás. Ese era tal vez el último día que estaba en ese apartamento, y sus recuerdos, poco a poco, fueron llegando.

Aquella melena rubia llegó a su mente, y sin pensarlo, sonrío ante la imagen. La extrañaba, de eso no había duda. Se levantó, estiro un poco su cuerpo y dirigió sus pasos hacia una caja pequeña y liviana, a comparación de las otras que estaba en la puerta. En su interior guardaba un álbum fotográfico, lleno de momentos. Aquella pelinegra dudo un segundo, pero acto seguido, dejó la caja donde estaba. No quería recordar nada en ese momento.

Cuando el bus de mudanza llegó a su casa, ella organizó todo para que le fuera más fácil al encargado bajar las cosas. Miró un momento hacia el interior de ese hogar, examinó cada rincón de ese espacio que sabía de memoria, suspiró cuando cerró la puerta. No había marcha atrás. Dejó la llave en recepción, habló con el joven que bajaba sus pertenencias, y sonrío cuando él aceptó llevarla a su nueva casa. Algunas cosas no cambiaban, eso era bueno.

Cuando acomodó las cosas más importantes, se tragó un litro de agua, mientras sentía como una fina capa de sudor le cubría la frente. Se llevó sus manos a los bolsillos, y de uno de ellos sacó un cigarrillo de su caja, lo encendió y le dio una calada. Se acercó a la ventana, miró a la ciudad, y se preguntó si en alguna de aquellas lucecitas se encontraba ella. De inmediato volteó la mirada. No podía permitirse pensar en eso ahora, por algo se había ido, y no quería volver a ese agujero negro. Dejó que el humo invadiera su vista. Se acostó en el piso, subió la mirada por la pared hasta llegar al punto que quería, dejó su vista perdida en el techo, su nuevo techo.

El sonido de su celular interrumpió el momento. Su mano se estiró hasta alcanzarlo, y ahogó un grito de frustración cuando contestó.

-Santana, ¿dónde has estado metida? – Reconoció la voz de inmediato. Sabía que pronto la llamaría, pero no esperaba que fuera tan rápido.

-Necesitaba un cambio, así que me fui por un tiempo.-

-Eso no responde mi pregunta.-

-Quinn, estoy en algún lugar del mundo, rehaciendo mi vida. Deja de preocuparte.- Santana sabía que su amiga la llamaba para saber cómo estaba, pero no quería darle explicaciones a nadie, en especial a alguien que tuviese contacto con aquella ojizarca.

-Brittany ha estado preguntando por ti.- Le soltó Quinn.

-No quiero saberlo.-

-Santana, tienes que venir a…-

-No regresaré.-

Cortó la comunicación y apagó el aparato. Sabía que Quinn no dejaría de llamarla hasta que contestara, y no quería tener el zumbido de su celular invadiendo su casa, resonando entre las paredes. De repente, Santana se sintió pequeña y débil. Se acostó en la cama y dejó caer su cabeza en la almohada. Sin darse cuenta estaba llorando.

-Maldición.- Susurró a la nada.