Disclaimer: El Viaje de Chihiro no me pertenece, pertenece a Hayao Miyazaki y a Estudios Ghibli.
Bueno, esta es mi película favorita desde que tengo memoria. Recuerdo que la vi cuando tenía seis años, con mis padres y mi hermano recién nacido. Desde entonces, la amé. Es simplemente hermosa, describe tantas cosas, un mundo único, tantas emociones.
De allí, nace este pequeño y tonto fic. Disfrutadlo.
¿Lo recuerdas?
—¿Lo recuerdas?
Haku estaba soñador ese día. Había despertado con la cabeza en las nubes, sonriente, perdido en sus pensamientos. Sabrían los Dioses que pasaba por su mente.
Chihiro le mira, expectante. Hace mucho tiempo que había dejado de tener ese rostro tan aniñado, y su cuerpo de diez años había desaparecido. Le había dado paso a una hermosa joven, más madura que cualquier otra adolescente de su edad. "Todo extremo es malo", le repetía Haku.
Él seguía sin hablar, quizás esperando a que ella respondiera, aunque ella no tenía idea de que debía recordar. Quizás no era eso. No lo sabía con certeza. El silencio se hizo tortuosamente largo, mientras ella intentaba seguir la dirección de los pensamientos de su compañero, y él seguía sumergido en su ensueño. Al final, no le quedó más remedio que rendirse, y complacerle.
—¿Recordar qué, Haku?—murmuró.
Él no le miró, sólo sonrió con una dulzura incomprensible, consiguiendo confundirla más.
—Fue hace ya muchísimo tiempo... no creo que aún lo recuerdes—ella enarcó una ceja—, pero para mí sería imposible olvidarlo.
Yo estaba herido, inconsciente, y tú te acostaste junto a mí, a hacerme compañía... o quizás a hacerte compañía a ti. Te encogías lo más que podías, evitando ocupar mucho espacio. Sabía que te morías del sueño, pero no querías caer profundamente dormida y terminar muy cerca de mí. Finalmente, el cansancio te venció, y dormiste casi acurrucada en mi costado, oyendo el latir de mi corazón.
Despertaste nerviosa. Estabas tan cerca... demasiado cerca. Te alejaste bruscamente, pero con cautela, y te sonrojaste. Diste un suspiro, mientras me apartabas el cabello del rostro; me besaste la frente, y me susurraste dulcemente al oído aquellas palabras que ansiaba oír, y que me sanarían lentamente...: "Te quiero, Kohaku". Me liberaste mucho antes, mucho antes de haberme dado cuenta. Sé que te despediste incómoda de Kamajii, quién había estado observando a escondidas.
Ella le miró, entre incrédula y apenada de aquella demostración afectiva, aquel momento de debilidad. Su labio inferior temblaba, pero él continuaba impasible.
—Tú... yo... yo le pedí a Kamajii que no te contase nada al respecto.
Él sonrió entonces, complacido.
—Y vaya que fue obediente. No me contó nada en absoluto, y se comportó muy reservado tras verme despertar. Se limitó a barrer el suelo.
—¿Entonces...?
Se acercó con una morosidad casi irritante, pero más agradable, hasta que sus labios rozaron el oído de ella. Entonces, una sonrisa se transparentó en su voz.
—Estaba fingiendo.
