La soledad… que nadie puede comprender. La algarabía de emociones que hace incomprensible la situación, el momento, la vida misma…

Había sido un muchacho con todas las de ganar. Sin embargo, un aciago día toda posibilidad desapareció. Su búsqueda, su venganza, su deseo por regresar a sus días de paz habían hecho de él una persona completamente distinta.

Aun así, el encuentro con la hechicera y los demás había logrado un giro en cuanto a su visión de la realidad. No parecían ser como quienes lo habían rechazado por ser diferente. ¿Una nueva esperanza? ¿Un cambio de criterio? Sabía que podía salir adelante. Había forma de convertir ese recuerdo nostálgico en un día soleado, apacible, donde caminar por el pueblo no fuere un castigo.

Poco a poco, esa luz en su interior que indicaba la ilusión de volver a sus días felices fue opacándose. No estaba consiguiendo las respuestas que necesitaba. La muerte de quien le había hecho tanto daño no había curado su congoja. Tantos viajes en su haber y caminos recorridos no le habían concedido una pista clara. Sus amigos… ¿eran realmente amigos? ¿Eran sólo compañeros de viaje? Habían mostrado una gran bondad para con él, de eso no había duda. No obstante, ¿no notaban su preocupación? ¿Pensaban sólo en buscar una aventura y no en otras cosas de mayor importancia?

Sabía que sus problemas no podían ser resueltos por los demás. Él debía buscar sus propias respuestas a lo largo del viaje (¿cuál era ese viaje?, ¿cuándo las encontraría?) y no pretender que haga alguien más sus deberes.

El tiempo apagaba su sonrisa, hacía pedazos su más preciado sueño. No se sentía cómodo. No se sentía apoyado. Se sentía solo…