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Tras el vivir y el soñar, está lo que más importa: el despertar

Antonio Machado

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Lo observó nuevamente, a ese chico de piel pálida y ojos tan negros como el carbón al igual que su cabello. Era atractivo, sus facciones delicadas pero varoniles lo hacían atractivo, de hecho juraba que era el chico más atractivo que había visto jamás.

Pero había algo extraño en él, algo de lo que no estaba segura pero que podía sentir.

Normalmente se avergonzaría por ver a alguien tan fijamente pero con ese chico no era el caso, él parecía tan perdido en su mundo que no le preocupaba que la viera, de hecho dudaba que lo hiciera.

Tenía una mirada tan vacía que erizaba la piel de cualquiera. Sus ojos parecían los de un gatito cuando perdían su luz, cuando abandonaban este mundo. Jamás había visto unos ojos tan vacíos como aquellos que carecían de luz, como si el propósito de su existencia se hubiera esfumado, era extraño y hasta un poco perturbador pero ella siempre había logrado ver lo hermoso en lo extraño y de una cosa estaba segura aquellos ojos tan vacíos eran en cierto punto hermosos de una manera que no se podía explicar.

Le miró una última vez al bajarse del metro y fue entonces cuando sucedió, sus miradas se encontraron la de ella llena de diversas emociones que abarcaban desde la sorpresa hasta la vergüenza y los de él en cambio apenas y brillaron, y por primera vez desde hace ya dos semanas lo vio poner un gesto en su rostro haciéndola palidecer.

—Tu…— y eso fue lo único que lo escucho susurrar antes de que las puertas se cerraran, creando un muro entre ambos, marcando una línea imaginaria que dividía sus mundos.

Con su corazón palpitando fuertemente contra su pecho abandonó aquella estación, repitiendo en su mente el momento en el que aquello ojos vacíos brillaron un segundo y a pesar de toda la agitación del momento sonrió sin saber por qué.

Camino de regreso a los dormitorios de estudiantes, llevando a cuestas su pequeño salveque, suspiro cuando reconoció el edificio a pocos metros de distancia, hacia ya un mes que se había mudado aquellas residencia para estudiantes, un mes en donde el mundo como lo conocía desde ya 16 años se había destruido a causa de un simple hecho… una simple pérdida.

—Buenas tardes Chiyo-sama.— saludo a la amable cuidadora, una mujer de unos 55 años.

—Buenas tardes Hinata-chan.— devolvió el saludo.

Solo le sonrió levemente antes de seguir con su camino hasta su habitación, el número 27 destacaba en la puerta de su habitación y bajo ella su apellido "Hyūga". Suspiro y sin decir nada más se adentro en su residencia admirandola desde el umbral de la puerta viendo las cosas tal y como las había dejado en la mañana.

Su habitación no era nada ostentosa, un simple cuarto con una cama, una mesita de luz, un armario en una esquina y un escritorio en la otra, nada de otro mundo.

Camino hasta su cama dejándose caer en ella sacando de entre su salveque un pequeño móvil en donde el rostro sonriente de una mujer se mostraba.

—Oka-san.— sonrió levemente.—Lo estoy haciendo bien.—susurro acariciando el rostro a través de la pantalla cerrando los ojos y dejándose perder en el mundo de los sueños, un mundo en donde su progenitora aún la acompañaba… un mundo perfecto para ella.

(…)

—Oye despierta.— escucho una gruesa y ronca voz entre sueños.—Despierta Hyūga.— nuevamente escucho la voz solo que esta vez pronunciando su apellido.

—Despierta.— y esta vez sí lo hizo sus ojos se abrieron lentamente confundidos buscando al dueño de aquella pesada voz.—Por aquí Hyūga.— giro su rostro en dirección al lugar donde la escuchó abriendo sus ojos un poco más al reconocer al dueño de aquella voz.

—Él chico del tren.— susurro aún medio dormida y nuevamente aquellos ojos brillaron escasamente.

—Me puedes ver.— lo escucho susurrar con un poco de sorpresa en su voz.

—Por que no podría.— pregunto, estaba segura que aún soñaba sus ojos cansados se lo decían al igual que su seguridad para responder.

—Por que… estoy muerto...— susurro él con amargura en su voz y el vacío en sus oscuros ojos.

Lo miró unos segundos antes de cerrar nuevamente sus ojos y susurrar un quedó.—Lo siento.— estaba dormida de eso estaba segura, solo en sus sueños hablaría con un muerto, solo ella sería tan extraña para hablar con un muerto en sueños.

Y cerró sus ojos nuevamente al ya no escuchar nuevamente aquella voz ni ver su silueta recostado contra la pared de su habitación.

Era un sueño.

N/A

¡Hola! Me gustaría presentarme soy Aratani y esta es mi segunda historia aquí en fanfiction.

Espero esté pequeño prólogo les haya llamado la atención, trataré de escribir una historia de amor algo que jamás he intentado en mis 18 años de existencia por un motivo muy importante…. No conozco el "amor", no conozco las famosas mariposas ni nada de ese estilo, pero me gusta leer de ello.