Adiós, amados míos (one-shot, Loricoln)

Amigos, este one-shot trágico es una secuela directa de: "Te extrañaré, Conejito"y es la precuela: "Te adoro, mi amor". Ambos se encuentran disponibles en mi perfil, en esta plataforma.

Es probable que en el futur me decida a convertir todo esto en una verdadera saga, de la cual estos tres relatos serían las primeras partes.

A todos los que disfruten de género angst, espero que sea de su agrado.

Octware.


Esto parece un sueño. Debería ser un sueño; pero estoy segura de que no lo es.

Noto muy bien la sangre caliente que baña mi rostro, que escurre sobre mi ojo izquierdo y no me permite abrirlo. Me cuesta respirar. Siento que el volante se comprime contra mi estómago, y no deja sitio para el aire.

Creo que me parece que todo es un sueño porque no siento dolor. Y vaya que debería sentirlo. No puedo sentir mis piernas, pero sí logro ver que el hueso roto de mi muslo izquierdo desgarró mi carne, y atravesó la piel. Un tubo de metal atraviesa por completo mi cuerpo, a un lado de donde se supone que está mi corazón. Todo allá abajo está lleno de sangre. Supongo que mi cara también. Siento en la boca la sensación del vidrio molido de las ventanas.

¡Qué rápido ocurrió todo! Manejaba tranquila hacia el trabajo. Luego, un camión invadió mi carril, y después... nada. No sé cuánto tiempo dormí; antes de despertar en esta situación de pesadilla.

Voy a morir, ¿verdad? Es inútil que me engañe... Voy a morir.

Escucho un sonido a mi derecha. Un hombre joven se acerca, y trata de hablarme a través de la ventana. Me pregunta si estoy bien. Se agacha para mirar, y luego se cubre la boca con la mano. Parece que sus ojos van a salir de sus órbitas.

No es ninguna pesadilla. Es la realidad. Voy a morir...

¡Dios mío! ¡De verdad, voy a morir!

¡Lincoln, mi amor! ¡Ayúdame! ¡Ayúdame!

¡No me quiero ir! ¡No me quiero morir!


Una vez que pasa el pánico, tengo ganas de llorar, pero ni siquiera pudo hacer eso. No puedo sollozar por la falta de aire. Las lágrimas y la sangre me impiden ver. Siento que me desconecto, y la consciencia me empieza a fallar.

¿Alguna vez se han desmayado poco a poco? ¿Se han dormido sin poder evitarlo? Pues es algo parecido. Es como... como cuando apagan un ventilador. La consciencia se va, así como las aspas dejan de girar. Poco a poco, pero de manera inevitable. Tan solo puedo llorar en silencio, y cada vez me cuesta más trabajo pensar, sentir... Apenas puedo ver.

Esto no tiene remedio. En mi desesperación, trato de moverme; y por fin siento dolor. El tubo que me atraviesa se siente como fuego en mi pecho. Cada vez me cuesta más trabajo respirar, y empiezo a sentir un sabor raro, como metal en mi boca. Es como... ¿sangre?

¡Dios mío! De verdad, estoy muriendo...

Cierro mis ojos y vuelvo a llorar. ¡Por dios! ¡Todo esto es tan injusto!

¡Yo solo iba a mi trabajo! Iba a hacer lo de siempre, terminar mis pendientes del día e ir de nuevo a mi casa, para pasar la tarde y la noche con mi esposo y mi hija... ¡Mi Lincoln! ¡Mi Loan!

¡Dios, por favor! ¡Dime que los voy a volver a ver! ¡Dime que los podré abrazar y besar de nuevo, decirles lo mucho que los amo!

Mi Lincoln... Mi Loan...

No sé por qué, pero pensar en ellos me da una sensación de paz. Siento como si estuvieran aquí, como si pensar en ellos mi diera algo de tranquilidad y resignación. Esto ya no tiene remedio. Ya no los volveré a ver. Aunque me atendieran de inmediato... simplemente, ya no llegaré. Siento que mi consciencia se apaga... Me recuerda a un programa de televisión que vi sobre las personas en trance de agonía. El cerebro se desconecta para evitar el sufrimiento, y creo que eso es lo que me está pasando.

No puedo sentir. Ya solo puedo pensar... Y recordar.

Hace solo quince minutos besé los labios de mi esposo... La mejilla de mi hija. Todavía tengo esa sensación en mis labios. ¡Por dios! ¡Cómo los amo! Y se los dije antes de salir en la mañana. Los besé, los abracé, y les dije cuánto los amaba. ¡Es lo último que van a recordar de mí!

"Nunca te vayas sin decir te amo". ¿De quién eran esas sabias palabras?

Bueno, no importa. Quiero pensar que, aunque me extrañen mucho, al menos se van a llevar ese recuerdo de mí. ¡Que recuerden que siempre los amé! ¡Siempre!

Desde que supe de ellos por primera vez.


Mi amado conejito... ¿Sabes que yo te esperaba ansiosa, mi amor? ¿Sabes que estaba más desesperada e ilusionada por verte que nuestra propia madre?

Te juro que podía sentirte y hasta escucharte cuando estabas en el vientre de mamá. ¡Me pasaba horas con el oído pegado a su barriga! Te sentía moverte, y me gustaba acariciarte a través de la piel de su barriga.

Mi hermanito... ¡Por fin, un hermanito!

Creo que todas las chicas se pusieron algo celosas cuando te vieron, ¡Pero yo no! Incluso, tuve que discutir con Leni y Luna sobre quién te daría por primera vez el biberón. ¡Siempre fuiste tan lindo!

Eras único, ya desde que naciste. Eras hermoso. ¡Me derretías con una sonrisa! Creo que me enamoré de ti desde que eras un bebé, corazón. Así de tierno y cariñoso fuiste siempre.

Ahora que me queda tan poco tiempo, no puedo evitar pensar en cómo se dio todo.

¿Sabes? Cuando estuve en la universidad, tuvimos una profesora de psicología que nos habló del tema del incesto. ¡Hubieras visto las caras de repulsión de mis compañeros! Pero como podrás imaginar, yo presté mucha atención y fui toda oídos. Nos habló del efecto Westermarck, de la atracción sexual genética y de que las mujeres son mucho más propensas a sentir repugnancia por el incesto.

No necesito decirte que no fue mi caso.

Sin embargo, debo reconocer que mis sentimientos sí me hacía sentir mal... culpable, sobre todo. Cuando los dos crecimos, traté de ocultarlos durante mucho tiempo. Tuve otros novios, y tú sabes... Bobby Santiago me funcionó durante un buen tiempo. O al menos, eso creí. Porque cuando creciste más y te convertiste en un hombrecito tan guapo que seguía pareciendo un niño, yo... Nada más, ya no pude resistir.

Claro, tal vez no hubiera hecho nada, si no hubiese visto que yo no te era indiferente. Empecé a notar tus miradas en mis piernas, en mi escote... incluso en mi trasero. Y yo, lejos de enojarme... Me sentí encantada. Halagada. Me gustaba que lo hicieras, y empecé a provocarte yo misma.

Al principio no pasaba de ahí. Pero cuando por fin llegó el día en que me iba a la universidad, me di cuenta de que si no me decidía a hacer algo, te iba a perder para siempre. Seguro que ibas a conocer a alguien, y con lo guapito que te estabas poniendo...

Por eso me dejé llevar por mi locura. Por eso fragüé ese plan demencial que acabó saliendo a la perfección. ¡Por dios! Sabía que la experiencia iba a ser buena, pero jamás imaginé que íbamos a disfrutar y a entendernos tan bien en la cama. Te hice mío, y me hiciste tuya. ¡Fue tan delicioso! Algo tan tierno, apasionado, maravilloso... ¡Nada que ver con mis experiencias anteriores! Literalmente, amor: nunca supe de verdad lo que era hacer el amor, hasta que lo hice contigo.

Pero incluso eso no fue nada comparado con lo que ocurrió después, cuando me sentí tan culpable que me puse a llorar. ¡Fuiste tan tierno y comprensivo! Aunque ya te amaba, creo que fue en ese momento cuando de verdad me enamoré de ti. Cuando supe que si no era tuya, no iba a ser de nadie más. Eras mi hombrecito, mi pareja ideal. El hecho de que fueras mi hermano nunca logró cambiar mis sentimientos.

Qué batallas, ¿verdad? ¡Tuvimos que luchar tanto!

Primero, los seis años que estuvimos separados. Créeme, mi vida, que todavía no entiendo cómo lograste serme fiel durante todo ese tiempo. ¡Tantas y tantas chicas tan bonitas que intentaron algo contigo! Haiku, Cristina, Polly, Tabby... Incluso Becky y Beatrix. De verdad, no sé cómo fue que venciste esas tentaciones. ¿Tanto me amabas, corazón? ¿Ya era tan importante para ti?

Creo que por eso cambié tanto. Por eso nuestra vida juntos no fue tan complicada. Es cierto: peleábamos de vez en cuando, nos gritábamos y nos dejábamos de hablar. Sobre todo al principio. Mucho tiempo antes de que tuviéramos a nuestra preciosa nena.

¡Qué lindo y comprensivo fuiste siempre, mi amor! La verdad es que, si no hubieras sido así, tal vez no hubiéramos permanecido juntos. Aprendí tanto de ti... Y también, como contigo ya tenía todo lo que deseaba del amor, pues... supongo que de alguna manera comencé a comportarme de la manera adecuada para conservarte.

Y Loan... ¡Mi Loan! ¿Recuerdas cómo nos asustamos al principio? Ya habíamos hablado de eso, y sabíamos que había muchos riesgos de por medio. Queríamos planearlo, y someternos a estudios para asegurarnos de que nuestro pequeño viniera bien. Y ya en ese momento, se lo íbamos a decir a la familia.

Pero nos llegó de sorpresa... ¿Recuerdas cómo lloré en tus brazos aquella noche? Pero tú me contagiaste tu valor. Sabía que estabas tan asustado como yo. Y aun así, lograste convencerme de que todo iba a estar bien. ¡Que todo iba a salir bien! Trataste de mostrarte tan seguro, que yo me di cuenta de inmediato de que estabas mintiendo.

Lo bueno, fue que todo salió muy bien. ¡Qué embarazo tan hermoso! Me sentí tan ilusionada... Tan llena de amor. ¿Recuerdas los masajes que me dabas cuando mis pies se hinchaban? ¿Todas las noches que salíamos a caminar durante horas, para hacer el ejercicio que el ginecólogo me recomendó? Siempre estuviste allí, mi vida. Incluso me apoyaste durante el parto, y también cuando la familia descubrió que no había ningún novio. Excepto tú; por supuesto.

Tú sabes que siempre he tenido un carácter fuerte, difícil. Pero cuando tuve a nuestra hijita en brazos, me volví una verdadera leona. Y sobre todo porque tú me apoyaste en todo. ¡Qué duro fue poner en su lugar a la familia! ¿Verdad? Todavía recuerdo los sermones de mamá, los insultos de Lynn y Lola, la indiferencia de Luan y Luna. La decepción de papá...

Pero pudimos con todo eso, mi vida. ¡Siempre pudimos! Solo tenía que verte a ti y la carita de ángel de mi niña para sentir que se llenaban todas mis reservas de valor...

Debimos tener más niños, ¿verdad? Pero teníamos miedo. Ojalá nos hubiéramos decidido a platicar con Lisa antes, corazón. Siempre pusimos de excusa nuestros trabajos y las dificultades para cuidar a Loan. Pero ahora creo... sé que hubiéramos podido. Quizá ahorita hubiera dos, tres, o más pequeñitos que se quedarían contigo.

Y ¿sabes? Creo que no me gustaría saber que en este momento... un pequeñito iba a fallecer en mi vientre. Nos decepcionamos mucho hace una semana, pero ahora veo que fue una suerte que la prueba de embarazo saliera negativa.


De verdad, me siento muy feliz por haberme puesto a recordar. ¡Mis últimos momentos son tan apacibles! Me duele mucho, pero me estoy llenando de esperanza y alegría. Ya no puedo abrir mis ojos. No puedo pensar; solo sentir. Sé que estoy llorando porque siento dolor y alegría a la vez. Voy a dejar a mis amores para siempre, pero... a pesar de todo, estoy contenta...

¡No! ¡Estoy feliz! Sé que me iré para siempre, pero también sé que les di todo mientras estuvieron vivos. ¡Los amé y los protegí con cada célula de mi cuerpo! Y estoy segura de que, cuando logren superar el dolor, recordarán el amor que intenté darles todos los días de nuestras vidas.

Linky... Mi amado Conejito... ¡Ojalá no llores demasiado, corazón! Ojalá la pena no te impida recordar los mil momentos maravillosos que construimos juntos... Las mil batallas que ganamos para defender nuestro amor. ¡Siéntete orgulloso, porque hiciste que te amara mucho más que a mi propia vida!

Por favor, ¡Intenta ser feliz! Eres joven, guapo y maravilloso. Quizá algún día llegue una buena mujer a tu vida. Quizá ya está por ahí, esperando su oportunidad... ¡Tómala, mi amor! Que el dolor que estás a punto de sentir no te quite el valor de amar. Mientras te amen como yo lo hago, te juro que estaré bien. ¡Estaré contenta! Lo único que pido, es que de verdad te amen. Ni siquiera me molestaría que fuera una de nuestras hermanas... Siempre he creído que Lynn y Lisa sienten por ti casi lo mismo que yo...

Y nuestra Loan... ¡Ámala y cuídala, mi amor! Mi pobre niña se va a sentir tan triste... ¡Nunca la abandones, Conejito! Ojalá tenga una vida maravillosa. Y ojalá, cuando sea mayor, se encuentre con un hombre bueno y comprensivo... Alguien exactamente como tú, Conejito.

Por dios... Tengo tanto sueño... Quisiera seguir hablando con ustedes, amor; pero debo irme.

¡Adiós, amados míos! Sé que tendrán una vida maravillosa. Ojalá piensen en mí de vez en cuando. Y el día en que el dolor los deje volver a sonreír, espero que recuerden que no me fui sin decirles y demostrarles lo mucho que los amo.

FIN.