Bueno, aquí vengo con un nuevo one-shot James/Rose… he de confesar que jamás me había gustado el incesto, pero…. MY GOD! Learilla me abrió los ojos a un nuevo mundo de luz, alegría y color con la pareja James/Rose… xD desde ese momento me quedo insatisfecha juntando a Rose con otro pj que no sea James… xD es ésta pues, mi gran excepción en cuanto al incesto! Bueno, en realidad tampoco he quedado demasiado satisfecha con el resultado pero no podía evitar escribir sobre estos dos porque me resulta completamente irresistible… ruego REVIEWS :P si consigo alguno no descarto o hacer un fic completo de ésta pareja, o seguir haciendo encuentros prohibidos entre ambos :p

Aviso: One-shot perversamente pervertido, medio lime pero más tirando a lemon, la verdad… INCESTO entre primos (A quien no le guste en incesto, que no lea!)

Disclaimer: Evidentemente no soy JK., ella no haría estas aberraciones con sus queridísimos personajes!

GRACIAS, BESOTES Y… A LEER!:

Sueño o realidad:

Sueño o realidad. Todo en la vida trata de eso. ¿O no? Pertenencia y posesión. Dominancia y sumisión. Fuego, hambre, sed y rendición. Placer. Oscuridad. Perversión. Y aquellos enigmáticos, salvajes ojos castaños que le seguían a donde quiera que fuera y que tan familiares le eran. Que le ponían la piel de gallina. Que hacían que todos sus sentidos vibraran salvajemente, dejándola totalmente excitada.

Aquella hambrienta mirada que hasta en sueños le perseguía. Siempre el mismo sueño: él, poderoso, musculoso, varonil. Su aroma corporal, masculino, irresistible, enloquecedor. El castillo oscuro, desierto, la luna entrando por la ventana. Su brazo de pronto presa de una fuerte mano con violencia, con ansia, con dominación. Era él, siempre él. Se veía obligada a entrar en un aula, arrinconada contra la pared. Todo era rudo e impulsivo. Él sonreía maliciosamente debajo de su máscara. Seductor. Una sonrisa que ponía los pelos de punta y le hacía querer ser su esclava por el resto de la eternidad. Someterse a sus más profundos, perversos y desesperados deseos. Entregarse. Y luego todo terminaba. Cuántas noches frías de intensos gemidos y desesperadas súplicas en su fría cama se habían convertido en tórridas veladas soñando sus besos, recordando su mirada, evocando su sonrisa. Cuántos momentos de profundo deseo frustrado al comprender que todo era parte de un sueño, y nunca realidad.

Se levanta de la cama, y camina descalza por los pasillos. Por inercia llega hasta el eterno lugar de sus sueños, consciente de que allí, y sólo allí logrará evocar aquellas adictivas sensaciones casi a la perfección. Cierra los ojos, y desea intensamente que aquel misterioso y varonil hombre dueño de la mirada que la desarma por completo aparezca con su oscura máscara. Ella se estira, se despeina, y suspira suavemente pegándose a la fría pared, intentando retener todas aquellas increíbles sensaciones que tan sólo aquellos excitantes sueños logran traerle. Sus párpados cerrados arden por la incidencia de aquellos fogosos ojos del dulce color del chocolate en su mente. Rose Weasley abre los ojos, y se encuentra de lleno con esa mirada que le hace perder la cabeza. El violento hambre que destilan aquellos ojos marrones la aterra y la llena al mismo tiempo de una húmeda y demasiado agradable, adictiva calidez. Y en ese momento se rinde a él. Cae de rodillas, ofrece sus brazos. Pide órdenes, ruega en silencio placer. Vuelve a ser la muchacha sumisa y entregada que es siempre que se encuentra con su mirada. Y es que, en los sueños como en la realidad todo trata de eso. ¿O no? Pertenencia y posesión. Dominancia y sumisión. Fuego, hambre, sed y rendición. Placer. Oscuridad. Perversión.

…..

Espera y desespera a que se haga la hora. La noche es profunda y fría, y las arremetidas del furo viento contra las ventanas de su dormitorio no hacen sino ponerlo más impaciente. Los minutos pasan, y poco a poco llega el momento que lleva todo el día esperando. El momento en el que por fín se siente liberado. El moreno baja las escaleras con precipitación, y una oleada de placentero cosquilleo recorre sus caderas al ver que el objeto de toda su rabia, furia y pasión ya se encuentra allí. Aquella irresistiblemente hermosa pelirroja, dulce y delicada, sumisa pero a la vez pasional ya está allí, despeinada, descalza, condenadamente atrayente. El fino camisón blanquecino se pega a sus atractivos contornos de forma exquisitamente irresistible, sus labios hinchados de tanto mordérselos, su melena de fuego, despeinada y alocada, cae salvaje por su pálida cara, sus hinchados pechos, su dulce y blanca piel de pecado, sus pies descalzos, y aquel aire de vulnerabilidad, delicadeza y extrema sumisión hace su mera visión enloquecedora para el más casto de los hombres. Ella suspira, vuelve a morder sus labios, y él siente que necesita devorarla como nunca, como siempre. Que es cuestión de vida o muerte, que tiene que hacerla suya. Ella debe gritar su nombre como nunca antes lo ha hecho. Quizá haya llegado el momento de quitarse la máscara, quizá haya llegado el excitante momento en el que ella conozca su identidad, y así sólo así ambos puedan disfrutar como jamás antes. Rose Weasley abre los ojos, y ambas miradas se encuentran, hambrientas. La de la muchacha cambia en un segundo, volviéndose torturada, inquieta y sumisa, y ella cae de rodillas, entregándose al hombre que poco a poco, arranca su máscara, con el corazón en un puño y más excitado de lo que ha estado en toda su vida. El ruido de la máscara cayendo al suelo alarma a la muchacha que se muere por mirar pero no se atreve, tan sólo espera al próximo movimiento del muchacho, quien, sin poder aguantar un solo segundo más, la agarra con delicadeza, y la coloca frente a frente, ordenándole abrir los ojos, obligándola a mirarle.

La nerviosa pelirroja sube nuevamente la mirada, consciente finalmente, y como siempre lo ha sido en lo más profundo de su alma, de la identidad de aquellos penetrantes y fogosos ojos marrones, vienen a la mente de ambos en ese instante los implacables y numerosos recuerdos de insatisfechas y fogosas miradas en los pasillos, roces de manos en la biblioteca, suspiros y frustrados deseos en la madriguera. James sabe que debería estar mal, pero no se lo parece. Rose sabe que lo está, pero eso sólo logra excitarla más. Es incapaz de sentirse por ello mal. Después de todo… sólo es un sueño. ¿O es realidad?

James Potter sonríe con la más pasional de las lujurias, y sólo con su ardiente mirada le dice que es suya, que siempre lo ha sido. Que le pertenece. Sólo con esa sonrisa endemoniadamente sexy y traviesa que es capaz de desarmar por completo a cualquier mujer, que la hace sentir desnuda, vulnerable y horriblemente excitada. Sólo con ese pequeño gesto es capaz de hacer a su prima deseadora de ir al infierno para poder pecar con él durante el resto de la eternidad.

Ambos se desean, y los segundos se hacen eternos. James observa hipnotizado el acompasado y rápido movimiento del pecho de su prima al respirar, ella muerde su labio con tanta fuerza que logra hacerse sangre. Pasa la lengua por sus labios, incitante. Tortura a su primo, tortura al insaciable hombre que tiene delante. Y ahí permanecen observándose durante un segundo que les parece una eternidad. Puede que durante el día sean prohibidos, pero la noche es su momento, el mundo de los sueños les impide pensar en el qué dirán o en si está mal.

Rose Weasley tiembla de miedo y placer ante la profundidad del hambre que ella misma inspira en su primo, por su parte James ya no puede resistirlo más. Agarra un mechón del rebelde cabello de Rose, lo acomoda tras su oreja, con la misma mano recorre cada uno de los contornos de su cara. Puede que sus gestos sean delicados, pero no dice lo mismo su mirada. James la observa cual león en la Sabana preparado para cazar… La aparente pasividad de James incita a Rose, permitiéndole por vez primera llevar la iniciativa, dar el pistoletazo de salida a una noche que promete ser la mejor noche de sus vidas. El dedo índice de James recorre el contorno de los rojos e hinchados labios de su prima, esos labios que necesita lamer y morder de inmediato, esos mismos labios que aprisionan por sorpresa su impaciente dedo. Rose muerde el dedo de su primo, sus ojos centellean de puro deseo. Su cálida lengua entra en juego en ese momento, lamiéndolo con torturante y seductora lentitud. Los ojos de su primo se desorbitan, el calor y el deseo se hacen insoportables y en ese mismo instante comprende que no puede más. Agarra a Rose de la mano, tira de ella con brusquedad, y no para hasta encontrar un aula vacía donde entrar. Cierra la puerta con la varita, y empuja a Rose contra la pared. Ella gime excitada, siente que no puede más. Él se acerca con deliberada lentitud, mostrándole con su mirada una nueva forma de hacerle el amor. Rose siente ganas de llorar, no puede resistir mayor espera. En ese mismo segundo el musculoso cuerpo de su primo la aprisiona contra la pared, dejándola sin respiración. Sus labios se unen, sus lenguas se enredan con salvaje brusquedad. La mano de James explora con impaciencia las largas piernas desnudas de su prima, el suave roce de su delicada y fría piel lo hace gemir de placer. La muchacha se cuelga de él, rodeando la cintura de su primo con las piernas, y James la traslada con sorprendente facilidad hasta la mesa del profesor, donde la tumba. Muerde su camisón, presa de un insaciable instinto animal, y la despoja de todas sus ropas. Rose se ruboriza, aún en tal situación es capaz de mostrar inocencia, y eso la hace todavía más irresistible. La delicada piel de su prima se torna irresistiblemente sonrosada, y James se pregunta con ironía si ella puede ser consciente de lo terriblemente insoportable que está resultando para él no poseerla salvajemente durante el resto de la noche. Desea ser brusco, salvaje y despiadado, pero teme hacerle daño. Observa por unos momentos la imagen desnuda, inocente, y bella de su prima, parece la viva imagen de la femineidad de Afrodita, y en tan sólo medio segundo pasan por su candente mente todas las insoportablemente excitantes placeres a los que piensa someter a su prima esta noche, y desde ahora, todas las demás noches, durante el resto de la eternidad. La voz de Rose rompe sus delirantes pensamientos, rogándole posesión, dominación, rudeza, placer, oscuridad y perversión. Él arranca sus ropas también, Rose se deleita en sus músculos, recorre con sus manos sus marcados pectorales y gime con desesperación. Vuelve a rogarle rudeza, y su primo James obedece de inmediato, dejando atrás toda precaución o cuidado. Sus cuerpos han nacido para amarse durante el resto de la eternidad. Es su prima, y aún así le resulta imposible sentirse por ello mal. Después de todo, sólo es un sueño… ¿o es realidad?