Titulo: Ramble On
Autor: Dee Spiegel
Fandom: Supernatural
Pareja: Dean/Castiel
Disclaimer: Supernatural ni sus personajes me pertenecen.
Advertencias generales de la historia: Violencia física y psicológica, adicciones, cadáveres, una morgue, lenguaje soez, abandono, transexualidad, prostitución, menciones de (violencia, maltrato infantil y animal), tortura, etc...
Comentario: Hmm. Hey. Soy Dee. Es la primera vez que escribo un fanfic, ergo un Fic de Supernatural. Espero haber captado bien la esencia de los personajes. Bueno, este fic es completamente en un universo alterno, así que primero quise dar una introducción al mismo. No lo sé. Es una idea que rondaba por mi cabeza, pero como episodio piloto o prólogo está bien para mí...


Prólogo

Dean Winchester tenía 27 años cuando su padre murió. La bebida, el insomnio, la depresión, su amiga la cebada y su compañero whisky habían acabado con él… Aunque, quizá John Winchester no murió cuando Dean tenía 27 años, tal vez "murió" mucho antes.

Dos de noviembre de 1983, aquella noche en que el amor de su vida, Mary Winchester, murió en las llamas del incendio. Fue un corto circuito en los cables del techo, dijeron, aunque cuando John bebía más de la cuenta, lo cual era frecuente, hablaba de que alguien asesinó a Mary y provocó el incendio.

Trastorno post-traumático, dijeron los doctores. Un pequeño Dean cargó a un bebé Sam hasta la puerta y ya en el jardín esperó a un John que no salía de la casa en llamas. Los vecinos pronto salieron y los bomberos hicieron su aparición, pero John no salió. Los uniformados entraron a la casa y salieron de ella llevándolo inconsciente a causa del humo, justo cuando el primer piso se venía abajo.

Dean no recuerda mucho de esa noche, pero piensa que el haber perdido a mamá, se llevó una buena parte de la vida de su padre; la parte que hacía a John un papá cariñoso, responsable, y buen padre, murió junto con Mary aquella noche.

Por supuesto, eso Dean no pensaba en aquel entonces. En esa noche, lo único que pudo hacer fue ver a Sammy dormir plácidamente en un cunero, junto al sillón en un cuarto de hospital con John en una camilla.

Incluso con sus arranques, con sus problemas de bebida, con su carácter volátil, Dean no culpaba a su padre por aquella vida. Él sabía cuán roto su padre estaba. Sammy no se enteró de mucho de éstos episodios dramáticos y viscerales de John, y ciertamente quien lo crió durante toda su infancia y parte de su adolescencia fue, en su mayor parte, su hermano mayor Dean.

Habiendo John derrochado completamente los fondos de universidad de ambos hermanos, Dean se vio obligado, al principio, a estudiar y trabajar al mismo tiempo. Sammy no se quedará sin escuela, Sammy tiene que ir a la universidad, pensaba Dean mientras tomaba trabajo nocturnos, como velador, tiendas de 24 horas, o cualquier cosa que llevara dinero a casa. Y aunque Sam también se las arreglaba para trabajar, el dinero hacía falta más y más y Dean dejó la escuela para seguir trabajando, para seguir sosteniendo a su familia. "De todos modos no me gusta ir a la escuela, Sammy", le decía con una sonrisa socarrona a su hermano menor.

Luego de años difíciles y duros, Sam tuvo la oportunidad de irse a Stanford a estudiar. Beca completa. Dean, aunque no le gustaba la idea de la lejanía, tuvo que aceptar que le haría más bien a su hermano irse que quedarse. Sammy ya no era un niño al cual había que servirle la cena, calentarle la comida, llevarlo a la escuela, defenderlo de John cuando a éste se le pasaban las copas… su hermano menor había crecido, y tal y como alguna vez Dean deseó, Sammy entró a la universidad.

Entonces, cuando Dean Winchester tenía 27 años, John murió. Un derrame, y ahí quedó todo. A pesar de cómo vivió su padre, de las carencias que tenían, de los malos ratos, de las incesantes peleas, Dean sentía como un agujero crecía en su estómago. No podía decir que estaba triste, o enojado, o resignado. Era una especie de bomba andante, era una amalgama de emociones y sentimientos que tarde o temprano iba a estallar, y bien a lo lindo.

Los Winchester nunca fueron tan devotos como para ir todos los domingos a la iglesia. Y ciertamente Dean tampoco era fan de ella, de los diez mandamientos y esas mierdas, porque si había algo que a Dean Winchester le gustaba era el sexo, bebidas –pero no tanto como John–, comida, no le importaba mentir, o tener aventuras incluso de menos de una noche… Sin embargo, Sam había insistido en darle una despedida apropiada a su padre.

Dean no había entrado a una iglesia desde la muerte de Mary, y aquella primera vez, la iglesia le pareció un lugar lúgubre, tenebroso y triste. Esa había sido su impresión cuando niño y seguía siendo la misma que entonces, pues su mente asociaba iglesias con pérdidas, con funerales… y sin embargo ahí estaba Dean, en la banca de mero enfrente, junto con Sam y su novia Jessica, en una pequeña iglesia de aquella ciudad.

La mirada de Dean estaba ausente, perdida en la vasta construcción. Lo único que escuchó en aquella misa fue al padre decir "estamos aquí reunidos para rezar por el alma de nuestro hermano John…" y ahí se perdió. Sumido en sus pensamientos, en su memoria.

Buscaba algún buen recuerdo con Mary, John y el pequeño Sammy. Teniendo un almuerzo-picnic, pasarle las herramientas a John en un taller mecánico, Mary untando mermelada al pan tostado para su desayuno… cosas triviales como esas, en tanto que aquel agujero negro en su interior seguía creciendo y creciendo. Dean no se dio cuenta pero derramó lágrimas.

Cuando la misa oficialmente terminó, la iglesia se fue vaciando poco a poco. No es como si hubiera ido mucha gente, igual. Sam se levantó del banco y se acercó a su hermano. Dean alcanzó a decir "cinco minutos" con la voz ahogada.

Sam entendió el mensaje y salió con Jessica de la iglesia.

— Tu hermano se ve muy afectado — comentó ella tomando del brazo a Sam.

— Él estuvo con papá todo este tiempo, además, Dean necesita tiempo a solas. No ha tenido tiempo de lidiar esto por su cuenta — comentó Sam recordando lo caóticos que habían sido los últimos días, muchas visitas, muchos "lo siento por su pérdida" —. Iremos a comer algo y después vamos a casa con él.

Dean se quedó en su mismo sitio en la iglesia. Sus codos se apoyaban en sus muslos, cerca de las rodillas, la mirada gacha, los ojos mirando el suelo. Un remolino de emociones que Dean quería evitar subió a su garganta, del estómago hacia allí, todo el camino hacia arriba, como una sensación de vómito. Allí estaba, aquel alboroto, aquel agujero, luchando por salir.

Una gota de sus ojos cayó al piso.

¿Por qué mamá tenía que haber muerto? ¿Por qué había dejado a papá solo? ¿Por qué tuvo que atravesar por todo aquello? ¿Por qué le tocó lidiar con tanta mierda en su vida? ¿Por qué tuvo que ver por Sammy y preocuparse por dinero, y rentas, y qué comerían la noche siguiente, en lugar de, no lo sé, jugar videojuegos, comer helado? No era justo, la carga que caía sobre sus hombres no era justa. Y siempre que Dean se permitía pensar, y dejar salir sus emociones, se preguntaba: ¿por qué él? Una y otra, y otras gotas más cayeron al suelo.

Los hombros de Dean subían y bajaban a un ritmo errático. Estaba enojado, estaba furioso, estaba roto, estaba cansado, y las malditas lágrimas no paraban y eso lo hizo enojarse más.

— ¿Estás bien?

La pregunta resonó en toda la iglesia. No había nadie allí además de dos almas, de modo que el eco fue grandioso. Dean miró aterrado el origen de aquella voz, como si un niño fuera atrapado infraganti viendo el vestidor de chicas. El hombre estaba allí de pie, a unos tres metros de Dean, vestía una larga gabardina kaki, traje color negro, camisa blanca, corbata azul. Llevaba el cabello negro alborotado, una barba de tres días y sus ojos azules le miraban de una forma ciertamente incómoda. El extraño llevaba también una maleta en la mano derecha, al parecer había llegado hace nada y Dean ni siquiera había escuchado los pasos.

— Sí, estoy bien — fue lo único que Dean atinó a decir coherentemente. Se secó rápidamente el rostro.

El hombre pareció no importarle el estado en que se encontraba Dean, o quizá por eso fue que se acercó un poco más y trató de entablar una conversación.

— No sé el motivo de tu visita a este lugar tan sagrado… pero sea lo que sea que hayas hecho, no pudo ser tan malo.

Dean parpadeó un momento, y miró fijamente al extraño. Aquello había sido lo último que había derrumbado la pila de mierda para desatar a un Winchester muy, pero muy enojado.

— ¿Lo que he hecho? — Escupió la frase al tiempo que se levantaba del banco —. ¿Quién diablos crees que eres? ¿Lo que he hecho? ¡¿Cuidar a mi hermano durante toda su vida, porque mi padre fue un hombre débil que no podía estar un solo día sin tomar un par de cervezas? ¿Lo que he hecho? ¿Crees que estoy aquí llorándole a Dios y pidiendo que me perdone por mis pecados?

El extraño se quedó con los ojos muy abiertos, inmóvil, su boca formaba una pequeña O.

— Yo sólo estaba tratan-

— ¿Acaso pedí tu ayuda?

— N… No, pero, yo sólo quería… — la forma en que Dean le miraba lo dejó helado, en cualquier momento pensó que éste iba a agarrarle y practicar box con él. Y su temor se volvió realidad cuando Dean se aproximaba a él, con esa mirada, hasta pareció verle echar humo por la nariz.

— ¡Qué pasa aquí! — interrumpió la riña el padre que avanzaba hacia aquellos dos a paso lento, ayudado por un bastón —. Por el amor de Dios, por qué están peleando — el anciano miró al hombre de la gabardina, no lo conocía, y después miró a Dean… su mirada se torció en algo triste — Dean, muchacho, qué te pasa.

El tono condescendiente del anciano hizo estallar aún más la cólera de Dean.

— Qué me pasa, que qué me pasa Padre Andrew, ¡no pasa nada! Mi padre está tres metros bajo tierra, eso es lo que pasa, al igual que mi madre, ¡eso es lo que pasa!

Dean sintió que si no salía de ahí iba a empezar a lanzar puñetazos, así que salió del lugar, subió al Impala y se alejó de la iglesia conduciendo nerviosamente. No tenía ganas de regresar a casa, porque ahí estarían todos los recuerdos y Sammy le preguntaría cómo estaba, y tendrían una charla sobre sus sentimientos, lo último que quería en ese momento era romperse de nuevo y que alguien más lo viera en un estado tan vulnerable. Lo que haría sería comprar un par de cervezas en alguna tienda, conducir como si no hubiera mañana y detenerse en algún punto de la noche en algún lugar alejado de la civilización para poder ver el cielo estrellado, o alguna otra cursilería que hacía cuando estaba a solas.

Fin del prólogo


Si alguien leyó hasta aquí (jaja) muchas gracias por ello. Aunque la historia se centra en Dean y Cas, de éste último no se vio mucho en este capítulo... lo siento por eso. Pienso continuarlo lo más pronto posible, pero quería colocar el piloto para ver si era algo bueno, o digno de comentar... Como sea, si hay algún error sepan disculpar, y gracias por leer.