Mission Baby: Prelude
Cuando a Tsuna-kun le entregaron los boletos para una fiesta de "graduación" organizada en Italia no pudo más que sentir que se trataba de un mal augurio.
Maldijo a su suerte un par de segundos estrellando su frente contra la paleta de su silla. Aunque no desease admitirlo, en ocasiones, la violencia hacia si mismo le ayudaba a calmar sus crecientes e interminables nervios.
De entre todos los lugares, tenían que escoger la escuela de Namimori para entregar dicho encargo, así fuese en el último día de clases.
Reborn lo vio por el rabillo del ojo desde la ventana adyacente, seguramente planeando alguna estrategia sádica para su preparación dentro del mundo de la mafia a lo que, tras sentir una serie de escalofríos recorrer su columna vertebral, prefirió ignorar.
Gokudera-kun se había enfadado con el organizador tras serle prohibido fumar. Sería sincero, el humo le molestaba, bastaba comprobarlo con la tos que le ocasionaba.
En un principio no le dio mayor importancia a su discusión, escuchando la voz cada vez más subida de tono de su fiel camarada con cierta monotonía. Su cabeza estaba recargada en sus manos, presionando sus mejillas contra sus palmas en un vano intento de dormir. Ya se las arreglarían, pensó.
Un par de segundos después, un débil olor a humo caló en las entrañas de sus fosas nasales, alertándolo instintivamente. Cuando giró la cabeza pudo ver la dinamita en las manos de Gokudera, con pequeñas chispas doradas botando desde sus finos dedos.
Solo unas milésimas de segundo más tarde, los vidrios estallaron estrepitosamente y las paredes se tiñeron de carbón tras un sonido ensordecedor.
Una densa nube de humo le impedía ver y dentro de todo el desastre solo una sombra era distinguible. Esperó a que el humo se desvaneciera para reconocerla.
Hibird voló por encima de su cabeza a la vez que un pulcro uniforme de Namimori hacia presencia. Tenía miedo, tanto que podría orinar los pantalones.
—Sawada, te morderé hasta la muerte.
Tragó saliva con dificultad, si en verdad valoraba su vida debía de comenzar a rezar. Comenzó a correr lo más rápido que sus pies le permitían, tropezando con cualquier objeto frente a su camino. Hibari expedía un aura tenebrosa, casi tanto como su mirada penetrante.
Resignado, juntó las rodillas al pecho, cubriendo la cabeza entre sus manos.
Solo entonces, una parálisis azotó su cuerpo, dilatando sus pupilas. Las llamas comenzaron a brotar de su cuerpo, levantándolo de súbito de su posición.
— ¡Re-born!
Se sentía tan vigoroso, incluso cuando la fricción hacia que sus pies ardieran.
Hibari le observaba con el ceño fruncido, esperando con la espalda recargada en la pared el momento indicado para joderlo.
Finalmente, cuando sus pies se negaron a obedecerlo, fijo su mirada en el techo, desplomándose en el suelo. Parecía que todo era normal, como se supone debería de permanecer, por ahora.
— Te vigilaré Sawada. —Amenazó, saliendo con un rostro frívolo y un par de tonfas en mano.
Suspiró, como si hubiese despertado de una pesadilla. La bala de última voluntad siempre lo salvaría de cualquier situación, tal vez, también lo haría en la fiesta de graduación.
Por cada review que me des tardaré una hora menos en actualizar (es en serio), ¿qué dices, hacemos trato?
