Capítulo 1: La desaparición
Cada vez que le dejaban solo en esa casa se acordaba de Sirius. El dolor ya no era tan agudo y había aprendido a ignorar la culpa, pero no podía evitar sentir cómo una pesada melancolía se acomodaba en la boca de su estómago. Conocía la sensación, pero eso no le hacía sentirse mejor. Se incorporó y fue hasta el piso superior.
El verano anterior Hermione había tenido una idea que de tan simple era brillante.
-Harry,- había dicho.- creo saber cómo solucionar nuestros problemas de comunicación.
Harry habría estado dispuesto a considerar cualquier posibilidad en ese momento. La comunicación entre los miembros de la Orden era lenta y por esa razón dos magos habían muerto días antes. Por supuesto había métodos mágicos como los pergaminos de Bhör, en los cuales escribías el mensaje y se escribía al mismo tiempo en diferentes pergaminos hermanos, o las velas que Bill había traído de Rumania. Si quemabas un mensaje en una vela de esas, el destinatario recibía el mensaje en forma de susurro dentro de su mente. Era práctico, pero no cuando te encontrabas en un lugar ruidoso. Y los espejos. Como el que Sirius le dio aquellas Navidades en esa misma casa... Pero eran objetos relativamente preciosos y no tenían suficientes para todos los miembros de la Orden.
-¿Cómo?- preguntó.
Entonces Hermione rebuscó en su mochila y sacó un teléfono móvil. Al principio la miró perplejo.
-¿Un móvil?
-¿Y por qué no? Nunca se imaginarán que utilizamos métodos muggles. Jamás se les ocurriría vigilar las líneas telefónicas, y mucho menos los satélites o Internet.
¿Sería posible? No pudo evitar sonreír mientras se imaginaba a una miríada de magos esparcidos por el mundo con una varita en una mano y un móvil en la otra.
-¿Te imaginas el Sr. Weasley?- preguntó Harry todavía divertido por la idea. Hermione rió.
-Sí, les resultará raro y muchos quizá lo rechacen, pero es un medio demasiado bueno para no aprovecharlo.
-Quizá, pero hay lugares en los que los aparatos electrónicos no funcionan por exceso de magia en el ambiente.
-Lo sé, pero no son la mayoría por los que se mueve nuestra gente, excepto algunas personas. Por ejemplo Dumbledore, los profesores, los topos del Ministerio y alguno más. El resto hace trabajo de campo, y en esta casa tengo cobertura.
Y la habitación que en tiempos fuera la que ocuparan Ron y él en sus estancias en la Mansión Black se había convertido en la centralita de operaciones de la Orden del Fénix, con 6 ordenadores conectados con todas las células de resistencia del mundo las 24 horas al día. Normalmente había una o dos personas frente a las 6 pantallas, pero justo cuando él llegaba de sus clases salía Holly, una de las chicas que se encargaba de la supervisión aquel día. No tardaría en regresar. Sin embargo...
Abrió la puerta y el aire caldeado por las 6 torres le dio la bienvenida junto con el leve ronroneo de los aparatos. Sin verdadero interés miró las pantallas.
Ventanas de documentos de texto, alguna de correo, páginas de Internet muggles que hablaban de fenómenos extraños... un solitario a medio hacer...
Miró el reloj. Eran las 5:30 y había tenido un día agotador. En su primer año de carrera para auror estaba teniendo que trabajar lo indecible sólo para poder ir sacando las asignaturas. Lo de que sólo terminaban los mejores no era broma. Aquel día, por ejemplo había tenido que habérselas con dos horas seguidas de Venenos y Sus Antídotos, asignatura que se le daba especialmente mal... Estaba claro que las pociones no eran lo suyo. Aunque lo que peor le sentaba era que en el colegio le podía echar la culpa a Snape de sus malas notas. Ahora no podía decir lo mismo de su profesor... Heyman era un hombre encantador, pero durísimo. Además había tenido que aguantar varias horas de estudio en la biblioteca del Ministerio reuniendo bibliografía para 4 trabajos a entregar en dos semanas. Y por si fuera poco, en Estrategias, le habían puesto examen para la semana siguiente. Harry estaba agobiadísimo y sólo era 8 de Diciembre. No quería ni pensar en cuando llegara Febrero y los primeros parciales.
Y eso sin contar con las cada vez más responsabilidades que Dumbledore sin prisa, pero sin pausa, le iba cargando con respecto a las actividades de la Orden.
Al principio se había vuelto medio loco tratando de tenerlo todo controlado, pero se había dado cuenta de las virtudes de la delegación. Después de 2 semanas de caos y de un gasto telefónico absolutamente insoportable había diseñado con ayuda de Hermione un sistema jerárquico que hacía que él sólo se encargara de supervisar lo que hacía un grupo reducido de personas que a su vez recibían información de otras muchas. El sistema de información seguía una corta cadena hasta que llegaba a él exceptuando momentos extraordinarios en los que ocurría algo verdaderamente grave. Entonces la comunicación era directa vía móvil o método mágico. De hecho Harry era uno de los pocos que tenía teléfono y espejo. Durante un tiempo se había enfadado con Dumbledore por cargarle con tanto trabajo, pero después pensó que al fin y al cabo tendría que hacerlo tarde o temprano.
Su relación con el viejo director se había vuelto un tanto más fría desde aquella noche en la que Sirius cayó tras la cortina de terciopelo negro de la Sala de la Muerte del Departamento de Misterios. Mantenía una relación estrecha con él, y cualquiera diría que se comportaba igual, pero era evidente para los más cercanos notar una leve nota de cortesía forzada, de respeto profesional eficaz, pero frío. La admiración que Harry sentía por el anciano mago continuaba intacta. No en vano era el más grande de su época. Pero la información que aún sólo ellos dos conocían le hacía mirarle de diferente manera. No desde abajo, sino desde igual altura.
Harry había meditado mucho sobre ello. Quizá fuera arrogancia. Ser "el elegido" podía muy bien elevarle al pedestal en el que sólo magos de la talla de Dumbledore o Griffindor podían estar. Pero en el fondo sabía que no era arrogancia, sino todo lo contrario. Era resignación.
Entonces sonó su teléfono. No era buena señal. Los informes de la semana no le debían llegar hasta dos días después.
-Sí.
-Harry, ¿has visto a Moody?- era la voz de Ron.
-No.- Harry oyó una maldición apagada.- ¿Qué pasa, Ron?
-Estoy con mi padre en Oxford porque habían avisado en el Ministerio sobre unos "acontecimientos extraños".
-¿De qué se trata?
-No te lo vas a creer. Verás, aquí hay una universidad muggle y los "acontecimientos extraños" los causa el ojo mágico de Moody.
-¿Qué?
-Los estudiantes lo han encontrado y están experimentando con él o algo así. El caso es que ha reaccionado de alguna manera.
-Pero, ¿y Moody? ¿Cómo ha perdido su ojo? ¿Le habéis llamado?
-Sí, y no contesta.
-A veces se le olvida recargar el teléfono...
-No Harry, da señal, pero no lo coge.
-¿Has llamado a alguien más?
-Eres el primero.
-Vale. Voy a tratar de localizarlo. Entre tanto intentad recuperar el ojo.
-Pfffff... no sabes lo que estás pidiendo, pero vale. Avísame con lo que sea.
Los diez minutos siguientes fueron de llamadas por diferentes métodos a las personas inmediatamente por debajo de él para que rastrearan cualquier pista de Moody. Mientras esperaba los primeros resultados de la cadena de llamadas que supuso se estaba produciendo alrededor de medio globo envió un correo electrónico a la otra mitad para no dejar ninguna posibilidad. Unos 20 minutos después recibió 5 llamadas, todas negativas. Harry maldijo la manía de Moody de trabajar solo.
Nadie tenía la menor idea de dónde estaba el veterano auror. Harry se preocupó en serio. Nada menos que Ojoloco Moody estaba en paradero desconocido. Sonó su teléfono otra vez.
-Potter.- dijo la voz de Kingsley Sacklebott.- Katie y yo vamos a buscarle. Estamos cerca de Oxford.
-Vale. Contactad con Ron y el Sr. Weasley y que os pongan al tanto.
-De acuerdo. Te llamaremos.
-Muy bien. Adiós.
Colgó y se levantó de un salto de la silla. Tenía mucho trabajo que hacer pero Moody era primero. Al acercarse al perchero Holly entraba en la habitación con una bolsa de papel que desprendía olor a comida. Al ver que Harry se marchaba le preguntó qué pasaba. En un par de frases Harry le puso al corriente.
-Bueno. Suerte.- contestó la chica forzando una sonrisa en su rostro visiblemente preocupado.
-¿Qué es eso?- dijo Harry señalando la bolsa de papel mientras se enfundaba el abrigo.
-No se lo digas a Molly.- dijo Holly azorada.- Se ofendería muchísimo si se enterara de que no como su comida.
-A quién se le ocurre trabajar en la Orden y ser vegetariana.- Harry sonrió y salió del cuarto.
Bajando las escaleras se encontró con Lupin.
-Hola Harry. ¿Te vas a Oxford?
-Sí. ¿Sabes algo?
-No. Me lo ha contado Tonks por teléfono. Acabo de llegar de Berlín.
-¿Qué tal?
-Duro. Están muy ofendidos y no es para extrañarse. Cientos de años marginados, despreciados...
-Bueno, ellos tampoco han sido muy agradables con los seres humanos.
-Sí, quizá. El caso es que los hombres lobo de Europa no saben a qué sombra arrimarse. Muchos han mostrado su buena voluntad, pero el resto alega que la comunidad mágica no les aceptaría de todos modos y que para vivir marginados les da igual con quién.
-Vaya, Hermione debe de estar decepcionada.
-Un poco. Pero ya está preparando otro encuentro para dentro de 2 meses en Viena. Está trabajando mucho. No es tarea fácil la que le ha tocado.
-Bueno, ya conoces su faceta "pro-criaturas mágicas".
-En carnes propias...- Lupin ahora trabajaba de nuevo como Profesor de Defensa contra las Artes Oscuras en Hogwarts tras 5 años de paro con un amplio apoyo del Consejo de Administración y padres de alumnos.- ¿Crees que su proyecto de Ley saldrá adelante?
-¿Con Fudge como Ministro?
-Ya, qué pregunta.- respondió Lupin irónico.- ¿Y los gemelos?
Harry sonrió. La tienda de artículos de broma de Fred y George había tenido tanto éxito que habían cruzado el Canal de la Mancha y habían abierto un par de franquicias en Francia... y de paso captaban aliados a la orden.
-Me mandaron el informe por e-mail la semana pasada. Si quieres míralo, pero ya sabes cómo son sus informes. Eso sí, han conseguido muchos adeptos a la causa.- dijo Harry con un deje de sarcasmo.
-Otra cosa no, pero son unos relaciones públicas excelentes.
-Me voy.- dijo Harry dando una palmada amistosa en el brazo a su antiguo profesor. Antes de tocar el suelo del hall ya había desaparecido.
