La Guerra del Milenio
Ahora traigo este fanfic de -man, espero que disfruten leyendo tanto como yo escribiendo.
¡Aviso! Este fanfic contiene spoilers de todo el manga.
¡Aviso II! Si son sensibles a las críticas religiosas, no lo lean.
Todo marchaba acorde al plan del Conde del Milenio. El akuma introducido en los círculos del poder, que se hizo pasar por Ministro, mató incidentalmente a un oficial, provocando con ello el cese a las negociaciones para detener el fuego: la Guerra se había desatado.
Muy pronto, el conflicto armado no sólo se extendió, sino que ahora se recrudecía; ya fuera por rencor ante el retardo histórico de una repartición colonial, o bien, por mantener su poderío, los países habían formado un sistema de alianzas. Alemania, Italia y el imperio Austro-Húngaro se unieron en un bloque, a lo que Francia respondió a su vez aliándose con Rusia y Gran Bretaña.
La evolución de los akumas en esta guerra tomaría un cariz que ningún miembro de la Orden Oscura hubiera previsto. El hecho de haberse introducido en los círculos del poder, le daba al Conde una ventaja inusitada. Los soldados tenían órdenes estrictas de mantener informados a sus superiores acerca de los nombres exactos de aquéllos que caían en el campo de batalla, aun cuando estuvieran a punto de morir, su prioridad era informar cuáles miembros habían causado baja. Esta información era meticulosamente manejada por los oficiales en los centros de mando; todos ellos, sin excepción, eran akumas. Diariamente, los oficiales de los ejércitos de ambos bandos enviaban telegramas a los familiares de los caídos. No se escatimaban gastos para anunciar una sola defunción, se comunicaba no sólo a los familiares, sino también a los amigos y conocidos, puesto que al ser reclutados, los soldados eran obligados a proporcionar dicha información.
-¿Cómo? ¿Cómo es posible? -se escuchaba la voz titubeante de una mujer, quien sostenía en la mano el sobre de un telegrama.
-¿Qué pasa mamá? -se escuchó la voz de un pequeño de aproximadamente unos cuatro años de edad.
-Tú padre... tú padre, no va a regresar, él murió en el campo de batalla -al pronunciar la última palabra la mujer rompió en llanto.
El infante se contagió con el llanto de su madre. Ambos se abrazaron, sus rostros se unieron tanto, que sus lágrimas se mezclaban. La calle estaba desierta, pues había toque de queda permanente. El mensajero se alejó dejando atrás a los inconsolables, mientras caminaba, un pentáculo apareció en su frente.
Al día siguiente se realizó el cortejo fúnebre. Las personas asistentes eran mujeres y niños principalmente, sólo había dos hombres adultos presentes, uno de ellos era el sacerdote oficiante y el otro era el panteonero.
-Tú ausencia dejará un vacío eterno en nuestros corazones, jamás lograremos superar la pérdida de un hombre tan magnífico, que ofrendó su propia vida para proteger a los seres que amaba. Guardamos la esperanza de que un día regreses a este mundo de los vivos, para caminar entre nosotros los que te amamos -finalizó su discurso con esta frase el sacerdote.
La viuda y su hijo no paraban de llorar. El sacerdote se alejó a oficiar en otra tumba, dentro del mismo panteón. Cuando se situó ante la lápida, un pentáculo apareció en su frente. Su discurso fue muy semejante al anterior, pero la última frase era idéntica, la repetía sin falta en cada oficio que realizaba. Cuando la pronunciaba, el rostro de las personas que asistían al funeral parecía iluminarse, como si esperaran que realmente fuera posible traer de vuelta el alma de los muertos.
Día tras día aumentaba el número de lápidas en el panteón. Un anciano, de lánguido rostro, ropas raídas y botas lodosas, era el encargado de cavar las tumbas y colocar las lápidas.
-¿Mucho trabajo? -le inquirió el sacerdote al panteonero.
-Lo normal, pero pronto empezarán a llegar más, esto es sólo el comienzo -respondió con una leve sonrisa en los arrugados labios.
-Nos seguiremos viendo entonces -le puso la mano en el hombro.
El panteonero se ladeó un poco el sombrero de paja que le cubría del sol abrasador, un pentáculo apareció en su frente cuando lo hizo.
Estas escenas eran casi idénticas en todos los poblados del mundo. No había día en que no se anunciaran defunciones en todas las ciudades de la orbe. La guerra trajo noticias de muerte a mujeres y niños que esperaban en vano el regreso de sus esposos y padres. Millones de personas morían. El escenario que el Conde del Milenio había planeado por fin estaba cuajando. Millones y millones de personas lloraban por la muerte de sus seres queridos, la frase "Guardamos la esperanza de que un día regreses a este mundo de los vivos," retumbaba en sus cabezas. A fuerza de tanto escucharla llegaron a creer que realmente era posible. Incluso aquéllos cuya religión no era la católica, encontraban esperanza en esas palabras, de tal suerte que terminaban por convertirse a esa fé. Millones de voces se escuchaban diariamente clamando por el regreso de sus seres amados.
En ese momento, el Conde del Milenio consideró que ya era tiempo de aparecer. Una transmisión se difundió a todo el mundo, una elegante y gentil figura apareció ante los ojos de todo el mundo.
-Ciudadanos que sufren la pérdida de un ser querido, yo puedo traer de vuelta las almas de aquéllos que se han ido, sólo me es menester un poco de su ayuda. Si llaman desde el fondo de su corazón a ese preciado ser que se fue, si duda alguna regresará -anunció el Conde en un breve y preciso discurso.
-¡No es posible! -dijeron todos al unísono en la Orden Oscura.
-¡Este era su plan! -la taza de café que Komui sostenía cayó al suelo estrepitosamente, haciéndose pedazos.
-¡No podemos detenerlo! -Leverier gritó apretando los puños.
-Para, para por favor -susurró Allen Walker y cayó postrado con el rostro hundido entre las manos.
Pero era imposible, aunque hubiese gritado con todas sus fuerzas, los corazones dolidos de todos las personas que habían perdido a alguien en la guerra no lo hubieran escuchado, pues añoraban su regreso. Millones de voces se elevaron, millones de nombres se dejaron escuchar. En todo el mundo, de los cadáveres de soldados que atestaban los campos de batalla emergían sus almas, las cuales iban directo a los akumas que el Conde había fabricado. En pocos segundos pelotones completos resucitaron, la consecuente muerte de aquéllos que los invacaron fue inmediata. Pero, no sólo eso, la mayoría de quienes habían pedido la resucitación del soldado caído no estaban solos. Muchas eran mujeres, que tenían hijos, padres ancianos y parientes incapacitados para ir a la guerra. Al momento en que el akuma acataba la orden del Conde, de asesinar a quien le había invocado, se econtraba con muchas más personas a quienes asesinar. Los akumas recién creados evolucionaban rápidamente.
Muy pronto ciudades enteras fueron devastadas por los akumas. Pocas personas lograron escapar de la matanza. Los sobrevivientes vivían aislados, escondiéndose unos de otros, pues pronto aprendieron que los akumas tomaban apariencia humana. En muy poco tiempo, el mundo había sido arrasado por los akumas. Tal cantidad de akumas era imposible de manejar, incluso para los exorcistas, quienes tenían que enfocarse en sobrevivir a los ataques de cientos de ellos. Sólo algunos privilegiados, como Komui, Bak y otros pocos pudieron ser protegidos, el resto murieron a manos de los akumas. En pocos días, el Conde del Milenio había transtornado al mundo entero y lo había sumido en el caos completo. Los exorcistas se vieron forzados a esconderse en las catacumbas, único refugio que los resguardaba del horrible exterior.
-¿Qué vamos a hacer? ¡No podemos continuar así! -gritó Lenalee mientras escondía su rostro en sus rodillas.
-Primero que nada, hay que calmarnos. Desde que el Conde obtuvo a los akumas de los campos de batallas, no ha habido día en que no tengamos que pelear. Así no podemos sentarnos a pensar -aclaró Lavi y acarició el cabello de Lenalee.
-No hay tiempo para pensar, lo que tenemos que hacer es abrirle el estómago a ese gordinflón, muerto el perro se acabó la rabia -dijo Kanda.
-Sí, eso lo tenemos claro. Pero hay que planearlo detenidamente, de lo contrario, sucumbiríamos antes de siquiera poder aproximarnos -dijo Komui, al tiempo que se acomodaba los lentes.
-Yo iré -se irguió Allen Walker, hablando con voz fuerte.
-Es una locura, no puedes ir así nada más -dijo Krory abriendo los ojos.
-No lo es. El Conde me necesita, soy el único que puede manejar el arca -tenía esa mirada imperturbable.
-Pero el arca, está en nuestras -se interrumpió a sí mismo Chaoji, la verdad era que habían tenido que abandonar todo, hasta el arca.
-Aunque ya no esté en nuestro poder, ¿para qué querría el arca ahora que todo el mundo está bajo el terror de los akumas? -inquirió el general Sokaro.
-No es del todo descabellado, el Conde puso mucho empeño en construir una nueva arca, al darse cuenta que la vieja había caído en manos de los exorcistas. Debe haber algo que él mismo no puede controlar y por eso tenía que tener lista el arca, para poder escapar a un lugar seguro, junto con la familia Noé -Bookman entornó los ojos- El problema es, ¿cómo piensas acercártele, mocoso? ¡Estamos rodeados de akumas!
-Eso no lo sé, pero definitivamente tengo que ir -Allen fijó su mirada en un punto, sus hombros estaban caídos.
Algo había estado ocultándoles el joven exorcista a sus amigos, en parte porque no habían tenido un solo respiro desde que millones de akumas inundaran la Tierra y en parte porque ni él mismo entendía qué sucedía. Un deseo irrefrenable había nacido en él por reunirse con el Conde y la familia Noé. Gracias a la maldición de su padre, era el único capaz de ver las almas de los akumas, por eso sólo él podía darse cuenta de lo que estaba pasando: las almas que permanecían atadas no estaban retorciéndose, no era como cuando querían liberarse de las máquina que el Conde del Milenio construyera; no parecían sufrir como antes, cuando las viera los primeros años. Parecía que algo extraño estaba pasando, ya que las almas de los akumas que antes estaban encadenadas a las máquinas ahora parecían estar controlando los actos de las máquinas con esas mismas cadenas. Era como si estuvieran guiando los movimientos de un perro encadenado, sólo que la máquina era el perro y el alma ahora el dueño. Las lágrimas de las almas que antes veía Allen Walker ahora habían desaparecido, esbozos de sonrisas se podían apreciar en sus rostros desfigurados, incluso un brillo parecía manar de sus ojos cuando atacaban a los humanos. Era algo que Allen no soportaba ver de frente, en las últimas batallas destrozaba el cuerpo del akuma sin mirarlo.
-Yo, tengo que ir -repitió.
Komui le puso una mano en el hombro y le sonrió. Sus ropas estaban raídas y ostentaba múltiples cicatrices y moretones. Nadie sabía qué decirle al chico, parecía estar ausente, a pesar de mostrarles a todos su típica sonrisa, la que siempre tenía cuando algo iba mal. Bak apretó con fuerza los puños. Bookman y Lavi se miraron entre sí. Kanda hizo un chasquido con la boca y ladeó la cabeza cerrando los ojos. Krory lo miraba fijamente. Pero la mirada de Chaoji era ardiente, tenía el ceño fruncido y lo miraba de lado. Miranda lo abrazó llorando mientras pronunciaba su nombre suavemente. Marie y los generales mantenían la compostura. Sin embargo, Lenalee no se contuvo y también corrió a abrazarlo, como Miranda.
-¡Allen-kun! -gritó- ¡Tienes que regresar! Prométeme que regresarás -gruesas lágrimas rodaban por sus mejillas, mientras apretaba con fuerza el cuello del joven.
-Hai, Lenalee -musitó- pero, suéltame, no puedo respirar -su rostro empezaba a ponerse morado.
Lenalee reaccionó y lo soltó, llevándose una mano a la boca al ver el color de Allen, éste se arregló el cuello de su chaqueta de exorcista y se encaminó hacia la salida de las catacumbas.
-Definitivamente regresaré, Lenalee -fue lo que dijo antes de que su silueta desapareciera en la oscuridad.
A medida que caminaba solo por esa inmensidad de tinieblas algo en su interior se estaba retorciendo, tratando de dominarlo.
-No me importa que seas el hermano de Mana -dijo cayendo postrado, tomándose la cabeza con ambas manos, apretando muy fuerte los dientes hasta hacerlos rechinar- no voy a permitir que los asesines, ¡ellos son mis nakamas!
El pentáculo que su padre putativo le había hecho en el rostro parecía ahora del color del fuego, Allen escuchaba un par de voces internas discutiendo entre sí.
-¿Qué pasa contigo? ¿Acaso no era este el plan desde el inicio? -una voz grave habló.
-Eso ha pasado a un segundo plano. Allen tiene derecho a decidir por él mismo -esta vez fue la voz de Mana, Allen podría reconocerla bajo cualquier circunstancia, más habiéndola albergado en su interior por tantos años.
-¡Es sólo un sacrificio! ¿Piensas que debo vivir bajo su sombra? -la voz retumbaba en su cabeza, aturdiéndolo.
-¿Y por qué tendría él que vivir bajo tu sombra? -parecía como si Mana estuviera conteniendo físicamente a alguien.
-¿Estás traicionando a tu propio hermano? ¿Prefieres que el Conde destruya el mundo entero? -la voz sonaba cada vez más clara, opacando la de Mana.
-¡Allen! Escucha con atención, yo no creo poder soportar por más tiempo. Tú posees la inocencia, la única materia en el mundo que puede oponerse a la oscuridad, es a lo que tanto temen -no alcanzó a terminar de hablar, un alarido se escuchó y el fuego en el pentáculo del rostro de Allen se extinguió.
-¡Mana! ¡Mana! -Allen lloraba, se oprimía con fuerza el ojo izquierdo.
-Tú me perteneces -la voz grave se dejó escuchar.
-Te equivocas, todo ser humano debe ser dueño de sí mismo, de poder construir su propio camino, ¡nadie me dirá lo que tengo qué hacer! -gritó y la frase resonó con fuerza en las catacumbas, haciendo un gran eco.
Los exorcistas escucharon. Lenalee se sobresaltó, iba a correr en dirección hacia la voz de Allen, pero Lavi la detuvo.
-Esto es algo que él mismo tiene que resolver -le dijo asiéndola del brazo.
Allen se irguió lentamente y empezó retomar su camino.
-Mana, yo te prometí que siempre seguiría caminando, sin importar lo que sucediera -se apoyaba en la pared a medida que iba avanzando, tropezaba involuntariamente hasta con diminutas rocas.
Pronto empezó a distinguirse la luz al final del camino. Hacía tanto tiempo que Allen y sus nakamas estaban refugiados en lo más profundo de las catacumbas, que la luz del sol le cegó por completo. Tuvo que cubrirse el rostro con el brazo e irlo quitando poco a poco para acostumbrarse de nuevo a la claridad. Cuando por fin pudo abrir los ojos, vio que estaba rodeado por cientos de akumas.
-¿Qué piensas hacer mocoso? Los akumas nunca escucharán tu voz, pero la mía sí -la grave voz se escuchó burlona.
-Entonces háblales -Allen gritó ordenando.
-¿Es que te has vuelto loco? Yo no obedezco tus órdenes -la voz grave resonó con fuerza en la cabeza de Allen.
-Pero quieres salir, no quieres vivir bajo mi sombra. Te propongo esto, tú podrás obrar en ciertas ocasiones, bajo ciertas circunstancias, pero tendrás que prestarme tu poder y no podrás dañar a mis nakamas -sonrió mostrando esa gentileza característica en él, la que siempre sacaba a relucir en los momento más difíciles.
-¡Me rehúso! No lo haré, me niego a quedar reducido a la sombra del músico -la voz ahora despotricaba.
-Entonces no salgas, nunca volverás a salir, te quedarás ahí para siempre porque yo no te voy a dejar salir -su voz firme fue acompañada por la acción, se echó a correr, de inmediato los akumas le atacaron.
Él mató a unos cuantos, pero la aplastante cantidad de akumas era algo que no podía controlar, empezó a recibir profundas heridas, una en el brazo derecho, otra en la pierna izquierda, una gran cortada en la mejilla derecha.
-¡Crown belt! -con ese ataque logró librarse de unos cuantos, pero en cuanto cayeron los akumas, otros más entraron de inmediato, hiriéndolo aún más.
-¡Estúpido! No podrás vencer a tantos akumas juntos, sólo conseguirás salir cada vez más herido -la voz grave sonaba cada vez más alto.
-Aunque mi vida se extinga no me detendré, voy a seguir adelante, continuaré porque así se lo prometí a Mana -nuevamente fue atacado por más akumas, logró derrotar a unos cuantos, pero cada que lo hacía, nuevas heridas eran causadas por nuevos akumas combatientes.
Había tantos akumas que parecían un enjambre atacándolo.
-¿Qué objeto tiene seguir adelante si vas morir? ¿Qué clase de promesa es esa? -la voz se escuchaba titubeante.
-Una promesa hecha con el corazón -dijo con voz suave.
-¿Con el corazón? -repitió débilmente la voz grave.
En esos momentos los fragmentos de la inocencia que habían formado parte del corazón de Allen, para sanarlo de la herida que Tyki le hiciera, empezaron a refulgir con fuerza. Era el deseo de la inocencia que Allen no pereciera a manos de los akumas. El Noah interno de Allen, el número 14, se deslumbró. La inocencia estaba empezando a expandirse desde el corazón de Allen hacia todo su cuerpo, el cual resplandecía con tal fuerza, que aquellos akumas que lo veían, simplemente eran destruidos al instante, desvaneciéndose como la neblina.
-A este paso, la inocencia se apoderará por completo de este chico, si eso sucede -pensaba su Noah interno- seré consumido por ella también -entonces gritó-¡Está bien! Acepto, acepto tu trato, te prestaré mi poder a cambio de que me dejes actuar en su momento -la voz grave parecía estar hablando como sumergida en el agua, el joven exorcista apenas alcanzaba a entender lo que decía.
-Muy bien. Permitiré que te asomes, pero no debes abusar de tu poder o dejaré que la inocencia te consuma -el semblante del chico era serio, la sonrisa había desaparecido por completo de sus labios y su entrecejo estaba levemente fruncido.
Entonces, la blanca luz de la inocencia se mezcló con la negra voluntad del Noah, el color del cuerpo de Allen, antes tan blanco que deslumbraba, se tornó gris.
-Apártense de mi camino -una doble voz fue lo que emitió la garganta del chico, una voz grave, espectral, se superponía con la juvenil voz de Allen Walker.
-Los akumas no tenemos por qué obedecer las órdenes de un traidor -fue la respuesta de los akumas e inmediatamente se lanzaron al ataque.
Allen estaba usando su inocencia en forma de garra, un simple movimiento de su mano izquierda bastó para deshacerse de miles de akumas.
-Ustedes, gusanos insignificantes, más vale que se aparten de mi camino, si no quieren perecer -nuevamente la voz doble se dejó escuchar.
Los akumas permanecieron inmóviles por unos instantes, sin embargo, cuando Allen empezó a avanzar, lo atacaron. Ni siquiera le fue menester agitar su mano en esta ocasión, antes de que pudieran tocarlo, se desvanecían. El equilibrio entre el poder de la inocencia y el poder del Noah se había estabilizado, Allen despedía un aura extraña, caminaba a paso lento, pero impertubable. Cientos de akumas eran destruidos por donde él caminaba. Así llegó hasta el lugar donde se encontraba el Conde del Milenio reunido con la familia Noah.
Una gran mansión se extendía ante la vista del chico, cruzó el portón con su andar lento, sin mirar a los lados. Atravesó un verde jardín con muchas rosas, gardenias, dalias y árboles frutales. Pasó el umbral para adentrarse a una estancia iluminada únicamente por una decena de velas. Afuera era de día y el sol brillaba, pero, a pesar de que las ventanas de la estancia no tenían cortinas, no permitían el paso de la luz del sol. Numerosos marcos rectangulares y ovalados decoraban las paredes. A la mortecina luz de las velas apareció la elegante figura de Tyki Mikk.
-Catorceavo, no, ¿eres Allen Walker? Siempre me pareciste un chico raro, pero en fin, el Conde y el resto de la Familia Noah estamos esperándote, sígueme -su impecable frack, su inmaculada camisa blanca, su calzado reluciente, su cabello perfectamente bien peinado y su andar majestuoso, enmarcaban a la perfección la personalidad de ese hombre.
Los dos caballeros atravesaron la estancia y se dirigieron al salón principal. El Conde y la familia Noah estaban ahí reunidos, todos voltearon al verlo entrar.
-Extraña aparición es esta. Si bien es cierto que decidiste aliarte con los exorcistas, pensé que sólo era para lograr tus propósitos, jamás pensé que te dejaras dominar. Esperaba que en algún momento ahogaras la voluntad de este chico -habló el Conde dirigiéndose a la persona que vivía en el interior de Allen-. A pesar de todo, me da gusto que regresaras.
-¿Te da gusto que viniera yo o que puedas usar el arca? -se escuchó la doble voz.
-Qué sensible, ¿acaso no es lo mismo? -respondió el Conde con su tono gentil.
-No, no es lo mismo, tú sabes que puedo asesinarte en este momento y usar el arca por mí mismo -al escuchar estas palabras, la Familia Noah, que hasta el momento habían estado platicando entre ellos mismos en pequeños grupos, callaron súbitamente y se precipitaron a rodear al Conde, dispuestos a defenderlo.
-Qué poco cortés te has vuelto, no recuerdo haberte educado así, ¿será que el estar tanto tiempo rodeado por inmundos humanos te ha corrompido? -esta vez su voz fue seria.
-No es sólo él quién habla -la voz de Allen Walker dominó por completo la del Noah- yo mismo me encargaré de asesinarte si es preciso -su semblante se tornó más serio y transformó su mano izquierda a garra.
-Ya nos hemos enfrentado en otras ocasiones y no has podido ganarme, ¿qué te hace pensar que esta vez sería distinto, mi estimado Allen Walker? -dijo el Conde entre risitas.
-Nada en particular, sólo que ahora tengo la certeza de poseer el corazón -estas palabras provocaron un silencio sepulcral en el salón.
-¡Imposible! ¿Padre es cierto? Si él tuviera el corazón, nosotros deberíamos haberlo sabido, ¿no es así? -dijo Road Camelot con los ojos desmesuradamente abiertos y retrocediendo mientras hablaba.
-¿Cuál creen que fue la razón por la que el catorceavo decidió sometese a mí? -Allen se irguió y les mostró una leve sonrisa.
-Si lo que dices es cierto, no tenías necesidad siquiera de hablar, podrías destruirnos a todos nosotros y al Conde rápidamente, ¿qué es lo que te hace ser condescendiente? -dice Tyki al tiempo que se dispone a atacar.
-Mi intención nunca fue asesinarlos, yo sólo quería destruir a los akumas, por su propio bien. Sin embargo, nada tengo contra ustedes, que son tan humanos como yo -su voz seguía dominando la del catorceavo, pero ahora se escuchaba más serena.
-¡Absurdo! -Tyki hace salir las teasse de sus manos y está por lanzarlas hacia el chico, pero el Conde lo detiene.
-Tranquilo, parece ser que no hay necesidad de pelear. Allen Walker, yo he criado a todos estos pequeños que son quienes albergan las memorias de Noah, tú, que no tuviste padre y que fuiste criado por un desconocido que te adoptó, debes conocer el sentimiento que me une a ellos. No puedo tolerar que nadie los lastime. Aunque posees el corazón con la fuerza necesaria para destruirnos, no lo has hecho. ¿Puedes decirnos cuáles son tus intenciones? -la voz del Conde sonaba paternal, como la de un anciano cansado que sólo espera ver a sus hijos felices.
-Quiero que detengas a los akumas, para que la humanidad se salve -su voz resonó en todo el salón, alzándose fuerte, grande.
-Lo siento, pero ahora eso es imposible para mí -su característica sonrisa continuaba inmutable.
-¡Maldito! -de un solo movimiento apartó a todos los Noah, quienes se estrellaron pesadamente en las paredes del salón, de inmediato apuntó con su garra al cuello del Conde- ¡Haz que se detengan! ¿Cómo no vas a poder detenerlos? ¿Acaso no son ellos tu creación? ¿Acaso los akumas que tú creas no están hechos para obedecer tus órdenes? -su rostro estaba desfigurado por la ira, sus dientes rechinaban, sólo un pequeño movimiento de su garra bastaría para arrancar de un solo tajo el cuello del Conde.
-Escúchame bien, Allen Walker, aunque me mates los akumas no se detendrán. ¿Tú puedes ver sus almas con tu ojo izquierdo, cierto? Entonces puedes ver que ya ha comenzado. Esas almas ya no me obedecen. ¿Por qué crees que los akumas evolucionan? Al principio ellos me obedecen, por que yo controlo las cadenas que los atan a este mundo, pero, conforme más asesinan, ellos van cobrando consciencia de sí mismos, ellos van dominando esas cadenas con las que yo los detengo aquí -empieza a caminar sin preocuparse por la amenza de muerte-. Ven conmigo.
Se dirigen hacia la parte más alta de la mansión. Desde ahí pueden ver a la distancia millones de akumas buscando afanosamente por todos los alrededores.
-¿Sabes qué están buscando? Humanos, están dominado por la sed de sangre. ¿Ves a esos otros de ahí? -se distingue a un grupo de akumas devorándose entre sí- Ellos han llegado al punto en el cual ya están tan desesperados que se matan entre sí. Puedo saber que aún quedan algunos humanos vivos en este mundo porque los akumas siguen buscando. Pero, en cuanto ya no quede ni uno solo, comenzará la verdadera guerra entre ellos. Cuando eso suceda, los akumas dominantes, aquéllos que obtengan el poder de sus congéneres, empezarán a destruir no sólo a otros akumas, sino también animales, plantas a todo ser vivo que se cruce en su camino. Después que lo hayan conseguido, arremeterán contra las montañas, los ríos, contra toda la Tierra entera, eso creará un caos en la naturaleza, será la devastación total -ahora su voz sonaba seria.
-¡Tú! ¡Maldito! ¿Por qué no los detienes? Dices que los akumas tienen sed de sangre, ¿pero eso no es por que tú los obligas a asesinar? ¡Tienes que detenerlos! -gruesas lágrimas brotaban de los ojos del joven, una sonora bofetada recibió el Conde de la mano derecha de él.
-Así era al principio, te lo acabo de explicar, pero al fin y al cabo son almas. Las almas también se corrompen después de un tiempo de llevar esa existencia. ¿No pasa lo mismo con los humanos? Empiezan robando pan por hambre, luego lo hacen por gusto y finalmente, por maldad. Ésa es la naturaleza humana, no es de extrañar que si su alma regrese a este mundo, siga siendo suceptible de ser corrompida. Yo ya no puedo hacer nada -fija su mirada en el horizonte.
-Si sabías que eso iba a suceder desde el inicio, ¿por qué los construiste? ¿Para qué fabricaste los akumas? -ya no hablaba, ahora gritaba. parecía que iba a desgarrar su garganta a fuerza de tanto gritar, pero además, las lágrimas no dejaban de fluir- ¡Debería matarte! -lanzó un pueñetazo a una pared y la destrozó por completo.
-Puedes hacerlo, si con eso logras consolarte -empezó a decir el Conde sin intenciones de oponérsele- sólo te pido que salves a esos niños -señaló a la Familia Noah, todos estaban dentro observándolos desde ahí.
-Construiste el arca con el único propósito de salvarlos a ustedes. ¡Eso es tan egoísta! -musitó- Es increíble que ya no haya nada qué hacer -se dejó caer postrado, enjugándose las lágrimas que no dejaban de salir.
-¡Deja de llorar! -la voz grave resonó su interior- Es imposible que puedas luchar tú solo contra el mundo entero, que ahora está repleto de akumas, incluso siendo el poseedor del corazón, no lo puedes hacer. Deja de lamentarte y sigue caminando, ¿no es esa la valiosa promesa que habías hecho? ¿No dijiste que sin importar lo que sucediera seguirías adelante?
-Tienes razón, yo, tengo que hacer lo que esté a mi alcance, aunque no sea mucho -se levantó, las lágrimas dejaron de brotar, empezó a caminar y antes de salir del salón habló- Vamos -extendió la mano hacia el Conde y la Familia Noah.
Allen Walker se dirigió hacia a la derruida Orden Oscura, donde estaba el arca, encabezando al grupo de nobles.
-¿Por qué tenemos que seguir a este payaso? -preguntó Jasdevi por lo bajo a Tyki.
-¡Pero si es tan lindo! -respondió Road metiéndose en medio de ellos.
Por el camino, Allen se preocupaba por terminar con cuanto akuma podía. Se esforzó tanto, que su respiración se volvió agitada y numerosas heridas cubrían su cuerpo.
-Si sabes que es imposible terminar con todos ellos, ¿para que te esfuerzas? -le preguntó Tyki.
-Cuando un exorcista destruye un akuma, esa alma es salvada, puede ir al cielo. Me gustaría poder salvar tantas almas como fuera posible. Así sea sólo una, estaría dispuesto a dar mi vida con tal de librarla de su sufrimiento -respondió con una sonrisa.
Tyki parecía que iba a protestar, pero al final sólo suspiró, se encongió de hombros y sonrió. Antes de llegar a su destino, Allen tomó una pequeña desviación.
-¡Oye! Baka-teshi, ¿no se supone que el arca está en aquélla dirección? -le interpeló Jasdevi,
-Sí, pero primero tenemos que recoger a mis amigos.
-¿Qué? -gritaron todos al unísono.
-Una cosa es tolerar al chico que alberga las memorias del catorceavo de nosotros, pero mezclarnos con sucios humanos, ¡jamás! -dijo el padre de Road.
De inmediato toda la Familia Noah empezó a objetar. El Conde sólo escuchaba, no intervenía. La alegata llegó a ser tan fuerte, que uno de los Noah incluso llegó a decir que si veía a un exorcista lo mataría.
-¡Yo no voy a permitir eso! -gritó Allen- ¿Por qué no podemos salvarnos todos? ¿Por qué tenemos que pelear entre nosotros, los únicos humanos sobrevivientes?
-¡Nosotros no somos iguales a ellos! -gritó igualmente Lulubell- ¿Qué no lo entiendes? -apretó fuertemente los dientes, parecía como si fuera a atacarlo en cualquier momento.
-¿Y qué pretendes hacer una vez que estemos a salvo en el arca? ¡Todos los Noah son familia! -empezó a decir Allen- Ya que toda la catástofre haya pasado y que podamos salir del arca para hacer nuestras vidas nuevamente, ¿con quién te casarás? ¿Con quién tendrás hijos? Si sólo salvamos a la Familia Noah, el incesto sería inevitable. ¡Eso es repugnante! ¡Peor que ser animales! ¿Qué sentido tendría sobrevivir para cometer semejantes pecados?
Todos guardaron silencio, nadie tenía con qué refutar el argumento de Allen. Pero el Conde habló.
-Sabía que esto iba a suceder. Es inevitable. Lo mismo pasó la última vez, cuando el diluvio. El estúpido Noah desobedeció y terminó salvando a algunos amigos y vecinos suyos -dijo suspirando.
Los Noah empezaron a murmurar, pero luego se callaron, cuando Allen les ordenó que guardaran silencio. Se adentró en las catacumbas y al poco rato salió, con todos los exorcistas sobrevivientes y algunos miembros de la Orden Oscura, como Komui, Reever, Bak, Lou Fa y otros. El choque de miradas fue atroz, si Allen no estuviese de mediador, aquéllo se hubiera convertido en una aguerrida batalla a muerte. Chaoji era quien menos podía contenerse, Lavi y Kanda tuvieron que llegar a golpearlo para que no se lanzara contra el Conde.
-¿Podemos hacer otra pequeña escala? -le dijo en secreto Tyki a Allen, éste se extrañó, pero al ver la sonrisa en los labios del Noah, comprendió.
Poco después, estaban todos reunidos en el arca, la Familia Noah, los exorcistas y sus protegidos, los amigos de Tyki y además, otros pocos humanos que Allen rescató de los akumas. Allen le preguntó al Conde cuál sería el destino del arca para librarse de los akumas, éste le dijo que ahora que el mundo entero estaba sumido en el caos, lo único que podían hacer era entrar al arca y cerrar todas las puertas, después de unos años las abrirían para ver si el caos ya había terminado.
Allen Walker interpretó la melodía, esta vez no con el objeto de reconstruir el arca, no para recuperar a sus compañeros, sino con la esperanza de reconstruir sus vidas.
Soshite bouya wa nemuri ni tsuita
Allen
cayó dormido después de interpretar la melodía
ikizuku
hai no naka no honoo
Cuando
despertaba, a veces era él mismo, pero a veces, las memorias del
Noah, se apoderaban de él
hitotsu,
futatsu to ukabu fukurami itoshii yokogao
Cuando
era él, se refugiaba en Lenalee, única a quien podía confiar sus
miedos
daichi ni
taruru ikusen no yume, yume
Pero cuando el Noah se adueñaba de él, serios conflictos tenía, huía de Lenalee entonces
Gin no hitomi no yuragu yoru ni
No
es que no pudiera confiar en ella
umare
ochita kagayaku omae
Eran
las memorias del Noah las que le provocaban amargos sueños
ikuoku
no toshitsuki ga
Eran
esos sueños sobre los vicios humanos, lujuria, avaricia, gula, los
que lo atormentaban
ikutsu
inori wo tsuchi e kaesshitemo
Sólo esperaba que pronto pasara todo, para salir otra vez del arca y pasear por el campo tomado de la mano de Lenalee
Watashi wa inori tsuzukeru
Cada
que caía dormido, rezaba para que al despertar todo hubiera
terminado
douka
konoko ni ai wo
Lenalee
velaba en secreto silencio su sueño
tsunaida
te ni kisu wo
Pero al despertar Allen, la hallaba dormida, sosteniendo su mano entre las suyas, entonces las besaba y Lenalee despertaba.
