Descripcion: "Oscuridad, dolor y muerte, siempre me acompañaron como una segunda sombra en mí andar. Hasta que el recuerdo del dorado de tus ojos; esos que en sueños se presentaban como una lámpara guía, me hizo desear alcanzar la felicidad..."

Parte del pasado que ella no recordaba, era la consecuencia del porqué él la buscaba.

Los personajes de Inuyasha y compañia, pertenece a la grandiosa Rumiko Takahashi. Solo la historia y sus adaptaciones a la real me pertenece, ya que salieron de esta retorcida mente XD


En la época en donde la tierra era una sola; cuando el antiguo Japón aun permanecía fusionado al gran continente, los dioses aburridos de ver la inmaculada belleza del mundo recientemente creada, decidieron aportarle algo necesariamente mas para diversificarlo: seres andantes.

El Consejo de los Ochocientos se reunió por orden de los superiores. Y fue así como los ochocientos de los principales dioses de los diferentes niveles, sin derecho a negación se presentaron y oyeron sin mucho ánimo por lo cual fueron llamados.

La creación de vida tomaba sus riesgos, tiempo y preocupación, algo de lo que la gran mayoría no estaba dispuesta a pasar. Sin embargo, el Gran dios alzo la voz y exigió el brote de vida en la tierra, ya que la existencia de ellos dependería de aquel hecho.

Muchos no entendieron a que se refería, en especial si tomaban en cuenta que eran seres inmortales. Criaturas terrestres no representaban nada para la vida de ellos y para su existencia.

Pero, el Gran dios les dejo ver que la llama eterna que los mantenía con vida se estaba consumiendo, en el transcurso del tiempo la vida de todos llegaría a su fin.

Solo el crear vida hacia que esta se fortaleciera, y si se negaban –como lo hacían en cada creación-, sucumbirían sin poder evitarlo.

El pánico inundo la inmensidad y la atención de todos se centro ante la aclaración de aquello. Pero los que aun no lo creían, miraron a la diosa Guardiana de la Llama, y esta sin titubear asintió afirmando lo dicho.

— Muchos mundos hemos creado — alzo la voz uno del concejo — ¿Por qué este nos salvaría?

El Gran dios guardo silencio por un prolongado tiempo, llenando de suspenso a todos, a pesar de que varios ya supieran la respuesta a esa pregunta.

Las nubes que los rodeaban se tornaron rosas, e irguiéndose, el Gran Padre hablo:

— Porque ellos serán llamados también mis hijos. No serán dioses como ustedes. Pero a diferencia del resto de las criaturas de los otros planetas, no nacerán por medio de las plantas, si no de dos de mis propios hijos.

Eso dejaba claro el motivo del reunirse. Era para ver cuales se ofrecerían para la labor.

El silencio cubrió los cielos. Hasta que una pareja, tomados de la mano se levanto. El favorito del supremo junto a su esposa con una simple venia dejó claro que ellos se colocaban a disposición de sus padres; a lo que el Gran dios y su esposa sonrieron.

Varios se opusieron, a lo que el supremo exigió por parte de ellos la satisfacción de algo mejor, pero al estos guardar silencio, se sentencio: el dios Izanagi junto a la diosa Izanami descenderían a la tierra y la poblarían.

Y así mismo fue.

Todos estos seres -mortales e inmortales- que cubrieron la superficie terrestre y las aguas, y por debajo de estas, vivían en armonía unos con otros, con el único propósito que era honrar a los dioses y lograr sus favores como hijos obedientes.

Durante siglos, este comportamiento de buenos siervos mantuvo la paz sobre la tierra.

Los dioses de los niveles menores, orgullosos del perfecto complemento, se daban el gusto de deambular entre los humanos, Youkaiy demás seres, con una sola regla que mantener: "A ninguno se les permitiría involucrarse con un residente terrestre, o intervenir en ellos", ya que según ellos, la Llama Eterna exigía ese comportamiento para su fortalecimiento, y como nadie los corregiría, y como la comunicación entre los otros dioses de los niveles más altos tomaba años luz para ser alcanzada, y a la vez ser respondida...

Lo mas probable es que el mensaje dando aviso del comportamiento de todos fuera en camino al Gran Padre, sin embargo, para que este le llegara, muchas vidas humanas transcurrirían, y muchas más para que él tomara cartas en el asunto.

Y debido a esto, al creer en el "buen" vivir de los terrestres, nadie, aparte de Ame no Uzume -la diosa de la felicidad, la fertilidad y la danza-, se opuso, creyéndolo lo mejor. Ella, por decisión propia, permaneció entre ellos, ayudándolos y cuidándolos, rompiendo las reglas, como varios que encontraron placer en realizar lo contrario…

La preferencia de la diosa hacia los terrestres, no era apreciada, en especial por Susanowo -el dios de las tormentas y de las batallas-; quien obsesionado por ella, no lograba entender su favoritismo hacia esos seres inferiores y su nulo interés hacia él, cuando día tras día le profesaba su amor.

Y debido a este amor no correspondido, Susanowo bajo a la tierra y capturo cuatro criaturas de admirable belleza y presencia, con la idea de que en el día en que se celebraban las festividades en honor a ella, obsequiárselas como símbolo de su eterno amor. Pero, debido a que las criaturas no soportaron el cautiverio, para cuando iba a entregárselas, estas estaban en estado agónico, con un aspecto lamentable.

Susanowo, enfurecido y repugnado, las lanzo de los cielos, y las cuatro bestias cayeron en la cima del Monte de las Ánimas, acortándoseles la vida producto del impacto.

Si bien, el dragón, la serpiente y el ave fénix, ya se encontraban transitando hacia el otro mundo al no haber resistido, el tigre blanco, en su último aliento, lanzo un rugido que hizo estremecer la tierra como queja ante la crueldad cometida hacia ellos.

Ame no Uzume, escucho su aclamación de justicia, y horrorizada, tomo los cuerpos inertes de las criaturas y se dirigió a Izanagi para implorar en llanto por ellas.

Éste intento convencerla de la inutilidad de lo solicitado, pero al ver que su desconsuelo aumentaba y que por lo mismo la tristeza se esparcía por sobre la faz de la tierra, con una leve orden expulso a los demonios mensajeros del otro mundo. Y la deidad pudo ver como las bestias lentamente comenzaron a reaccionar, siendo a ella, a quien vieron apenas sus ojos se volvieron abrir.

El amor que le profesaron desde ese momento fue incondicional, y por lo mismo, Ame no Uzume, temerosa de que Susanowo quisiera dañarlos por su causa, los llevo a su templo sagrado, y sacando una porción de su propia llama interna de la inmortalidad, la dividió en cuatro y se las dio a tragar a cada uno, dotándolos con esta.

Con los años, cada uno demostró haber adquirido un dominio sobre los elementos, como una preferencia en habitar un sector especifico.

Genbu, la serpiente amante de las tortugas, manejaba el elemento tierra a su antojo por su placer a reptar, y los habitantes del norte al saberla rondar la zona, la nombraron su guardián.

Seiryu, el dragón azul, debido a su pasión por el elemento agua, se volvió parte de ella manipulándolas con destreza e inteligencia, y por igual motivos que los habitantes del norte, los del este lo nombraron su guardián.

Susaku, el ave fénix siguió su antiguo placer, y regreso a las montañas del sur entre los ríos de lava en donde el fuego respondía ante él bajo una danza de satisfacción. Y los habitantes de los alrededores lo nombraron su guardián.

El gran tigre blanco, Byakko, quien a pesar de asegurarse de mantener la paz en la zona oeste; tal como el elemento que manejaba, en todas parte se dejaba sentir cual ráfaga de viento, siempre en busca de su apreciada Ame no Uzume, la cual, continuamente lo esperaba al sentirlo acercarse.

Él mantenía en control cada uno de las criaturas al Ame no Uzume encontrarse a límite de las reglas impuestas por sus iguales. Y al creerla nula del manejo de los seres, ejércitos enteros portaron como emblema la imagen de un tigre, a la espera de que los ayudara dominando a los enemigos habitantes de las tierras de las otras bestias. Sin embargo, Byakko, era un ser protector al que le gustaba la paz, y por lo mismo, a la hora de grandes batallas, con un solo rugido desencadenaba grandes venticas haciendo los batallones retroceder en sus direcciones de origen. Cosa que las otras tres criaturas imitaron.

Terremotos, tormentas, erupciones y ciclones se desataban al primer indicio de conflictos, y los dioses, al encontrar la supuesta solución para que el Gran dios los perdonara en la hora de ser condenados, tomaron a las cuatro criaturas y los alzaron a los cielos para nombrarlos Las Cuatro Bestias Celestiales, otorgándoseles a cada uno la responsabilidad de mantener en orden una estación del año.

Aquello afecto a Susanowo, y más al ver la adoración del felino y los otros hacia su ama. Y el que ella demostrara afecto por ellos, hizo que un acto de locura, soltara su ira sobre los habitantes de la tierra.

En el inframundo tentó a los demonios; seres perversos y mentirosos por naturaleza. Los hizo desear más de lo que se les concedió en su creación.

En secreto, estos seres idearon arrasar con todo y todos. Los que se les unieran, no serian tratados como aliados, si no como simples esclavos permitiéndoles sobrevivir, y los que no, no obtendrían perdón, ya que los demonios, iban a ser los nuevos gobernantes.

Por más de cien años deambularon sobre la tierra, corrompiendo a toda criatura viva, formando un gran ejército de vástagos ambiciosos y maliciosos.

Sus marionetas, los humanos; simples mortales sin ninguna habilidad sobre natural que sobre pase a otros seres, fueron fácilmente seducidos, con la promesa de poder y gloria. Cosa que nunca sucedería, ya que los demonios, guardianes del otro mundo, no compartirían con nadie, nada.

Y al nadie cuidar las puertas del otro mundo, las almas de los fallecidos vagaban sin descanso por sobre la tierra, trayendo sobre esta el caos.

Los dioses, vieron con pánico como la Gran creación decaía, sin hacer nada por solucionarlo.

Los Yokais, comandados por sus generales, junto los seres no corrompidos, trataron por todos los medios regresar todo como era antes, sometiéndose a horribles guerras por más de trescientos años, en donde ya las esperanzas de paz se estaban perdiendo.

Y los dioses, al ver que nada cambiaba, decidieron aniquilar los seres vivos y comenzar todo de nuevo para dejar como si nada hubiese ocurrido, dejando a la vez impune el acto de Susanowo.

Ame no Uzume, no lo aprobó. Para ella, las esperanzas no estaban por completo pérdidas, y aborrecía aquella decisión tan falta de compasión y humildad, ya que todavía había seres que creían en lograr la paz y luchaban por alcanzarla. La salvación de la tierra valía la pena por ellos…

Intento hacer que sus iguales entraran en razón, pero, al ver que la decisión se prolongaría al ninguno decidir nada, violando las leyes, intervino.

Bajo a la tierra junto a sus cuatro bestias celestiales.

Todas las criaturas la vieron descender irradiando luz por todos los confines de la tierra montada sobre Byakko, seguidos por Genbu, Seiryu y Suzaku.

Con viento, tierra, agua, fuego y luz, purificaron la tierra. Los demonios regresaron donde pertenecían junto a sus seguidores, esperando el día en que lograrían su cometido. Y Susanowo, oculto entre las sombras, se mantuvo a la espera de obtener lo que deseaba: a ella, y la aniquilación de todos los seres que impidieron que lo amara.

La Marca del Tigre y las Bestias Celestiales…

Capítulo I

Oscuridad… el aire frio ingreso por su garganta hasta llegar a sus pulmones como una llama quemante dejando un rastro ardoroso en su sendero. Sin embargo, no se detuvo…

La piel, los músculos, los pies, y por sobre todo, el corazón le dolían como nunca, pero aun así, no se detuvo… no podía hacerlo, y por lo mismo se sentía morir por el esfuerzo.

Debía huir. Debía correr con todas sus fuerzas. Y así mismo lo hacía, ya que el detenerse, significaba la ventaja para sus persecutores…

Un ruido seco atrajo su atención, instándola a volverse, dando con una nube borrosa que a gran velocidad se avecinaba a ella…

Si no se apuraba, la alcanzarían.

El temor la lleno de nuevo, y los ojos se llenaron de lagrimas nublando la poca visibilidad que tenia, lo que la llevo a caer al instante al no logran apreciar la delgada raíz de un árbol que sobresalía de la tierra de modo peligroso para una persona en las condiciones de la pequeña…

Se apoyo en sus raspados codos intentando dar inicio a recuperarse, sin embargo, los músculos le jugaron una mala pasada, ya que más de ese simple movimiento, no le permitieron. Y las lágrimas de desesperación no tardaron en aumentar el torrente que caían por las mejillas.

En algún momento encontró fuerzas para lograr girarse y ver como la nube adquiría forma; la forma de demonios. Los cuales se acercaban de manera inevitable…

Era el fin, lo sabía. Y por lo mismo, se dejo caer completamente sobre el suelo a la espera, con una sola frase en susurro que logro articular en sus labios lastimados: "Madre…".

Y fue ahí, creyéndose alcanzada, a unos centímetros sobre su rostro, unos penetrantes y preocupados ojos oscuros la miraron con fijeza, llevándola a un estado de adormilamiento producido por el cansancio y la derrota. Si bien, antes de pestañar estos se mantenían aun sobre ella, al hacerlo, ya no estaban, si no que ahora un par de esferas doradas los remplazaban…

Luego de eso, el resplandor de una luna creciente la encegueció y la oscuridad la inundo….

— Kagome. Kagome, despierta… — con un movimiento de exaltación reacciono incorporándose, sin lograr distinguir entre lo que era sueño o realidad por la oscuridad de la madrugada y lo nublosa que su visión se mantenía.

La misma pesadilla de siempre… Últimamente la atormentaba sin motivo, cuando ya habían transcurrido más de diez años desde que aquel suceso había ocurrido.

— ¿Estás bien? — la joven volvió a escuchar la suave y melodiosa voz.

Kagome volvió el rostro hacía el llamado, y como modo de comprobar su propio estado, llevo su mano al pecho sintiendo en la palma las palpitaciones de su aun acelerado corazón.

— Si — contesto intentando calmarse —. Ha sido… una pesadilla — respiro profundo y exhalo quitando un poco de tensión.

Pudo ver la mirada preocupada de la señorita Midoriko; misma mirada que le daba cada vez que las pesadillas se presentaban obteniendo la misma respuesta por parte de la joven: llantos y nerviosismo por todo el día sin poder quitarse las imágenes de la mente... No era la primera vez que le sucedía, y la mujer de amable mirar siempre aparecía en el momento indicado.

— La misma — afirmo Midoriko, y Kagome por simple costumbre asintió al tiempo en que agachaba un poco la mirada, ¿Por qué esos sueños no le dejaban tranquila?

Para Kagome, revivir noche tras noche el día en que murieron sus padres, los señores Akino; era demasiado. Las emociones, las imágenes le eran tan reales e insoportables, que se sentía morir con cada una de ellas, haciéndola volverse pequeña e insignificante otra vez, incapaz de poder ayudarlos tal y cuando ocurrió.

La señorita Midoriko guardo silencio unos minutos y acaricio la cabellera de Kagome tratando confortarla. No dijo nada, y tampoco era necesario; ella tenía una habilidad en hacer que su corazón se calmara con un simple contacto, sin que este fuera un don especial como el de varias de las muchachas en el lugar. Lo de la señorita Midoriko hacia ella, era algo más maternal, o Kagome prefería interpretarlo de ese modo... y es que debía reconocer que, nunca le había visto comportarse de ese modo con ninguna otra muchacha…

La vio levantarse para luego, observa por la ventana. Los leves destellos de luz que entraban, le daban a Kagome una muestra clara del cercano amanecer.

— Ven. Un té te tranquilizara.

No la espero. Con infinita elegancia, Midoriko se dirigió hacia la entrada de la habitación, corrió el panel corredizo y salió del cuarto dejando en el aire su imponente presencia.

Kagome, procuro levantarse con cuidado para no despertar a su compañero de cuarto. Aunque dudaba seriamente que eso ocurriera…

Furyoku era de sueño pesado, y por su posición de descanso -recostado de costado con sus cuatro extremidades estiradas-, dejaba más que claro, que no despertaría ni aunque le saltara encima un grupo de gordos luchadores...

Era tan adorable.

Por mera tentación, Kagome le tiro de los bigotes, y el enorme felino moviendo una de sus patas intento quitarse lo que le molestaba soltando a la vez su típico "Gang-Gang" desde lo hondo de su garganta como queja ante su maldad, haciéndole realizar su primera sonrisa del día. Cosa que siempre sucedía por su causa.

El animal se estiro a lo largo y comenzó a girarse hacia ella, dejándole ver que si no era rápida, quedaría atrapada debajo del bestial felino. Y así habría sido, si no hubiera rodado en el mismo sentido que él al tiempo en que él lo hacía, dejándolo sobre todo su futón.

En su posición, recostada sobre el piso de madera, observo como su apreciado amigo restregaba su rostro sobre la almohada en donde había dormido y volvía a su agradable sueño.

Cualquiera que lo viera, jamás se imaginaria que en su momento había sido una menuda bola de pelos del tamaño de un niño de tan solo un año. Y que sus adorables rayas negras por sobre su lomo, patas y rostro acompañado con un pelaje de suave anaranjado por todo el pelo exterior más uno blanco en toda la zona interior y en la mandíbula, al crecer, estos se acentuarían y resaltarían la belleza del felino y su bravosidad.

Desde que estaban en el templo, solo una vez lo había visto mostrarse sobreprotector y desconfiado con alguien, y fue cuando una de las nuevas aprendices ingreso al templo hacia unos meses. Una muchacha de solo catorce años, de cabello negro y ojos rojizos más parecidos a dos piezas de oxido. La joven llamada Kimo, se había mostrado con ella en exceso interesada -y ni hablar de lo amable-, y aquello no le gusto a Furyoku. No había permitido que la saludara, empujándola para quedarse frente a ella constantemente. Y cuando intento estrecharle la mano, al la muchacha acercar la de ella por sobre el animal, el tigre se agazapo y un intenso gruñido comenzó a brotar desde su garganta.

Jamás hasta en ese instante había tenido problemas. Furyoku era educado. Una bestia amorosa que le encantaba que le acariciaran la punta de las orejas y la barriga cuando se colocaba de espaldas al suelo. Pero para evitar peores, la señorita Kaede la traslado a un cuarto propio. Una habitación al fondo, a un lado de la salita común de la señorita Midoriko.

No había esperado tantas consideraciones, cuando había más cuartos en el templo; y es que las dimensiones majestuosas de su nueva habitación, ni en sueños las habría esperado, y mas por el hecho de ser vecina de habitaciones de la Sacerdotisa Principal del templo...

Intento pedir que se le tratara con las mismas consideraciones a que las otras muchachas, y que le cedieran un cuarto más pequeño, pero lo único que recibió por respuesta, fue: "Midoriko lo prefiere así" por parte de Kaede.

Y como era orden de la señorita Midoriko, se dirigió hacia ella. Sin embargo, antes de alzar su petición, la mujer en un suave susurro le dijo: "La actitud de los animales, muchas veces tiende a ser mal entendida, pero su instinto, jamás falla".

Ante lo oído, Kagome giro el rostro a su inmenso amigo -el cual se limpiaba las patas entre lengüetazos con su áspera lengua con suma inocencia- e intento entender las palabras de su apreciada mentora, pero al no lograrlo, se volvió a ella, a la acostumbrada espera de que ya le haya leído el pensamiento y que la respuesta fuera inmediata. Sin embargo, la señorita Midoriko ya no estaba junto a ella.

Por lo visto, la respuesta a su nueva interrogante deberá buscarla por sí misma.

Kagome al sentir que su mejilla era bañada con calidez por un fino rayo de sol, alarmada comprendió que estaba haciendo esperar a la señorita Midoriko.

Con la agilidad de Furyoku, se levanto, acomodo su Nemaki -el típico kimono sin adornos utilizado para dormir- y corrió hacia la salida.

El sol no se apiado de ella, y con imponencia se dejaba asomar por el horizonte entre las montañas bañadas de blanco, inundando el paisaje con su enceguecedor resplandor.

Salió al pasillo; corrió otro panel corredizo. Llevo su vista a un lugar especifico en el fondo de la terraza, exactamente al pabellón que se alzaba sobre la laguna siendo soportado por una serie de pilares tallados con las siluetas de las cuatro bestias celestiales.

Siempre le gusto ese lugar. La vista era algo único, sumado a la paz que se respiraba. La caída de agua por efecto del desagüe de la laguna, los peces "Carpas Ondulas" de variados colores que nadaban de un lado al otro; los arbustos bajos de tonos entre verdosos y purpuras de formas redondeadas que de manera armoniosa se esparcía por alrededor de esta.

Enormes cerezos de flor que, con sus formas majestuosas aportaban un aire ancestral y calmo, en especial cuando estos estaban cubiertos por millones de flores rosas y blancas que en sus largas ramas, se permitían un baño esperado en cada floración.

Las azaleas y rododendros cumplían su función al aportarle un maravilloso colorido cuando los cerezos estuvieran ya en periodo de frutos; como era en esos instantes… las verdes montañas a espaldas del templo que en sus cimas están cubiertas de blanco, se sentían como los brazos protectores de un padre, y actuaba del mismo modo. Nadie los veía, nadie los sentía, nadie aparte de ese grupo de mujeres que habitaba aquel templo sabía de la correcta ubicación de ese templo de tranquilidad, y el campo de energía creado por la Suprema, aportaba lo restante: Nadie, sabia de ellas…

Miro el centro del alto pabellón de pilares y barandas de madera pintadas en rojo, dando con la mujer arrodillada junto a una mesa con los implementos para llevar a cabo una correcta ceremonia del té.

A medida que se acercaba, la excusa y el modo correcto para disculparse se revolvieron como una tormenta provocando el comienzo de un dolor de cabeza en la mujer que la esperaba.

Kagome se dejo caer sobre el futón y se quedo a la espera de la reprimenda. Sin embargo, al ver la expresión en el rostro de la mujer, comprendió que esta no llegaría.

La vio sonreír y llevarse el pequeño pocillo de cerámica con delicados dibujos de flores de cerezo a los labios.

— Extrañare esto — le escucho murmurar antes de beber.

Kagome la miro sin entender, y un "¿esto?" se formuló en su cabeza, provocando que la señorita Midoriko sonriera de nuevo.

— Las personas se sienten intimidadas ante mi cuando saben de lo que soy capaz...Sé que no es por mi aspecto. — sonrió otra vez y Kagome se sonrojo al ver que continuaba leyéndole la mente —. Todo se debe al hecho de que les pueda leer los pensamientos — le vio bajar el pocillo con ceremoniosa calma hacia sus muslos y mantuvo la vista en el horizonte —. Yo decido a quien o cuando hacerlo, pero aun así, se muestran desconfiados por temor; los seres humanos son desconfiados... Sin embargo tu, mi dulce Kagome, a pesar de lo que te ha tocado vivir... te mantienes inocente y honesta, y con la capacidad de confiar. Tu mente es un libro abierto y me permites leerlo sin temor, o cuando no, simplemente me dices lo que piensas; lo que me es muy apreciado.

Se volvió hacia ella, y con movimientos gráciles tomo la tetera y con su mano izquierda corrió su manga y al instante siguiente, con la yema de sus dedos mantuvo la tapa de la tetera para así servir sin incomodidades te en el recipiente para la muchacha.

— Me agrada hablar con usted de ese modo — le dijo Kagome, observando con atención los delicados movimientos de la mujer. Le daba la sensación de que sus manos bailaban en el aire —. La intimidad me hace sentir...Aceptada y protegida.

— Con los exterminadores era igual — afirmo la mujer volviendo acomodarse en su puesto.

— No con todos — aclaro Kagome —. Desde que me llevaron junto a ellos, los ataques a la aldea aumento el triple. Muchos me odiaban, otros me culpaban, otros me ignoraban y unos pocos, temían.

— Sin embargo… Katsumoto y su familia te acogieron como uno de ellos.

Kagome asintió.

— Fueron muy amables — agrego dando paso para que una suave sonrisa se asomara en sus labios —. Y sé que me aceptaron de corazón, aunque les haya tocado ir en contra de los otros aldeanos. Solo una vez me atreví a preguntar el por qué de arriesgarse, y él solo supo decir qué, a todos sus hijos los protegía por igual y de manera incondicional.

Una melancólica sonrisa se desvaneció en los labios de la sacerdotisa luego de que Kagome finalizara lo último, y por un momento para la joven le pareció que aquello solo había sido producto de su imaginación, por lo que decidió no darle importancia.

— Los debes… — se aclaro con dificultada la garganta — los debes extrañar — volvió afirmar con seguridad la señorita Midoriko.

— Debo reconocer que bastante. Sin embargo, mi vida no ha sido tan tranquila desde que llegue aquí junto a ustedes.

El rostro de la mujer se ilumino, y este brillo pareció aumentar a medida que agregaba:

— Han transcurrido cuatro años desde entonces.

— Si… — susurro Kagome agachando la mirada.

Si bien, Midoriko prefería no mirar el rostro de la joven para no dar con su mirada acongojada, limitándose en mirar el paisaje, los pensamientos tristes no dejaban de llegarle sin modo de bloquearlos; haciéndole sentir el pecho apretado. Aspiro aire de modo disimulado y se irguió en garbo.

— Pronto será el periodo de Byakko.

— Sí, lo sé — dijo la joven con el mismo tono lastimoso —. Y a pesar de que el resto no piense igual, el otoño es mi estación favorita.

— Por Furyoku — Kagome asintió y Midoriko se tomo su tiempo en continuar —. Tengo entendido que, la aldea de exterminadores son seguidores de Byakko, y para cuando llega el paso de estación lo celebran.

— Así es. Todos se visten con sus mejores prendas para la fiesta nocturna en donde le imploran al Gran Tigre Blanco que los bendiga. Es una celebración importante.

— Ya lo creo… muchos exterminadores miden sus capacidades a través de batallas como modo de ofrenda a Byakko.

Siempre le llamo la atención a la joven de dulce ojos color chocolate el que la sacerdotisa principal del templo supiera tanto del modo de vida de los exterminadores cuando tenía entendido que gran parte de su vida la había vivido ahí ¿o no…? Y el que la interrogante se mantuviera con respecto a sus conocimientos… ¿Cómo lo hacía? ¿Sería qué conoció algunos o alguno? No sabría responder aquello, y ella no lo haría a pesar de que estuviera consciente de su curiosidad.

Suspiro y agrego con gusto:

— Sí. Mi hermana Sango participo en la última festividad de otoño. Demostró ser tan buena, e incluso mejor que el resto de los contrincantes. Es muy aplicada… todas las mañanas procuraba entrenar, ya sea bajo la lluvia, sol o nieve... nunca faltaba a sus obligaciones.

— Algo que tú haces. No me mires así. Sé que, a pesar que las reglas del templo te prohíben actuar de un modo a como eras antes de llegar aquí, tú sigues entrenando.

— Me siento cerca de ellos… lo siento.

Se quedo a la espera del "con el tiempo te acostumbraras", cosa que todas las muchachas ya por costumbre decían a las nuevas, o cuando alguna se mostrara melancólica en fechas importantes para la otra, sin embargo, las palabras de la mujer no tomaron ese esperado rumbo…

— Eso lo decide todo... Son semanas de viaje… — murmuro para si Midoriko con la vista perdida —. Tres, o más. ¿No me equivoco?

— No… — susurro sin entender.

— No hay demasiado tiempo. En un mes es la llegada del otoño, por lo que te permitirá llegar a tiempo.

La expresión de Kagome lentamente se fue compungiendo, hasta dejar que la sensación de desapego que le daba la mujer la inundara de un modo doloroso.

No podía evitarlo. Sentía que se querían deshacer de ella y deseo llorar. Otra familia que repetía lo mismo con ella.

Frunció el ceño e intento mantenerse recta, pero la lagrimas con rapidez se acumulaban en sus ojos, y el ardor producidos en estos ante el querer controlarlas se lo dificultaba.

Extrañaba a la familia de exterminadores que la acogió. Pero, la idea de alejarse de la mujer frente a ella, no le agradaba. Incluso, se le hacía más doloroso que cuando dejó la aldea acompañada por el señor Katsumoto para ser dejada en manos de la anciana Kaede para ser llevada al templo…

El aprecio que sentía por aquella mujer de bellos cabellos oscuros, de vibrantes ojos de un miel achocolatado, y de un rostro demasiado hermoso como para considerarlo terrenal, le hizo hacerla su modelo maternal.

Y por lo visto, la señorita Midoriko no la veía como esperaba...

Y al hecho de dejar a la mujer, se le sumaba el temor a volver a lo mismo; a vivir con el miedo y a mantenerse alerta. A las interminables noches de desconsuelo entre agotadoras vigilias, sumado el temor de ver seres queridos morir por su causa...

No. No quería eso. No podía regresar a eso…

— Debes volver junto a ellos — le dijo Midoriko con su apacible voz —. Lo necesitas tanto como tu necesidad de recordar aquellos años perdidos en tu memoria — la escucho suspirar con fuerza —. Y puede que no me creas, sin embargo, quiero que tengas claro, que tú marcha me dolerá tanto como… lo necesaria que será para ti.

Un calor agradable inundo el pecho de Kagome al momento en que la escucho decirle aquello, sin embargo, no sabía y no entendía sus palabras ¿necesario?

— No entiendo — musito.

— En su momento lo harás. Eres fuerte y valerosa. No permitas que el miedo te inunde.

— No es mi vida por la que temo, si no...

— La de tus seres queridos.

Kagome asintió.

— Kaede te enseño el modo de pasar desapercibida — continuo Midoriko —; tu medallón lo dotamos con la capacidad de que tu esencia confunda a los Onni, lo que té facilitara las cosas, ya que los Yokai su gran mayoría tiene buen olfato. Esperemos que el penetrante olor de Furyoku los confunda.

La mente de Kagome quedo en blanco. Acontecimientos pasados la atormentaron, y el hecho de que con este viaje su memoria posiblemente se recuperara por completo, la hizo dudar de si seria en verdad bueno que ello ocurriera.

Y si… ¿lo que olvido, no debía recordarlo por su bien? Quizás, alguien sufrió por su culpa durante ese periodo perdido; alguien importante… si era así, ya no se sentía tan segura. Pero, la señorita Midoriko podría decirle lo que necesitaba para afrontar lo que se le avecinara, ya que su mente no lograría nada. Y peor aun si su cabeza parecía apunto de estallar…

— Se que... — comenzó dudosa — ¡¿Puede ver mi futuro? — pregunto impaciente y la mujer solo sonrió volviendo el rostro hacia la muchacha.

— Lo he visto ya, y por lo mismo, no te niegues a lo que te solicito. Ve donde los exterminadores — "…así se me rompa el corazón…".

Kagome suspiro con fuerza, y recargándose de energía, alzo la mirada con decisión y pudo ver en los ojos de su guía dolor. Un dolor tan antiguo, como la vida misma.

Se sintió desencajada por ello. No era la primera vez desde que la conocía en que veía en sus ojos algún tipo de sufrimiento. Más de una vez pudo apreciar cierto grado de culpabilidad, sin embargo, solo ocurría en la temporada en que se preparaban para el paso del otoño… a decir verdad, justo para esa fecha.

Algo atormentaba a la señorita, un hecho que la hacía sentir culpable y que la entristecía. Podía sentirlo, a pesar de que se mostrara siempre tan serena y segura. Sabía y sentía que en el fondo de su corazón existía un dolor que no le permitía sonreír como Kagome creía que merecía hacerlo…

Kagome iba a decir algo al respecto, olvidando por completo el hecho de que Midoriko le pudiera leer los pensamientos, y olvidando a la vez todo grado de respeto que le debía por ser su superior, pero la mujer le interrumpió con celeridad.

— Muchos demonios van a estar esperando tú regreso — le dijo Midoriko con voz plana.

— Lo sé — musito Kagome recordando con desagrado aquel hecho.

— Usa tu energía espiritual solo si es necesario. Ocúltala para que así el medallón cumpla con lo otro. Y sobre todo…recuerda lo que dije sobre Furyoku.

Kagome vio como la señorita Midoriko volvió su rostro al horizonte, y como cerrado sus ojos permitían que los rayos del sol bañaran su rostro, y un conocido "Gang-Gang" le hizo ver que se encontraban acompañadas.

Una sonrisa apareció en los ojos de la mujer, mas no en los labios, y el corazón de Kagome se sintió confortado al ver aquel detalle, preguntándose a la vez qué sería lo que lo causo.

Termino de beber su te, y realizando una leve inclinación de cabeza como modo de respeto, con cuidadosa costumbre se levanto dispuesta en ir donde el tigre.

— Kagome — la susodicha se volvió a mirarla a la espera del motivo por el cual la llamaba —. Confía en las esferas doradas — después de decir aquello, la señorita Midoriko fijo su vista en el horizonte en señal de que no diría nada más, y a Kagome solo le quedo continuar su camino.

¿Qué quiso decir con ello? Tenía claro que debía estarla escuchando. Si bien, no detuvo sus pensamientos a la espera de una respuesta, ella de todas formas no la realizo.

Esferas doradas… de manera inconsciente toco la cabeza de su felino amigo con la yema de sus dedos, y este ante el contacto emprendió rumbo junto a ella dejándola mantenerse entre sus pensamientos.

Nada le cuadraba. En verdad, nunca de lo que la mujer le decía le cuadraba, ya que la señorita Midoriko era así.

Furyoku soltó un quejido y Kagome se detuvo a verlo. La observaba con ternura y curiosidad, y ella entre el destello del sol pudo apreciar los brillantes ojos del felino adquirieron un toque oro que la desconcertó… ¿sería posible…? ¿Furyoku, el del sueño…?

Una penetrante punzada atravesó su cabeza y la hizo detener todo intento por querer descubrir sus recuerdos perdidos. Pero, si era él ¿Por qué no lograba recordar nada ni a nadie y menos a él?

Se volvió a su amigo y sin poder aguantarlo, se agacho y abrazo con fuerza el cuello del tigre esperando encontrar el consuelo que siempre recibía.

— Si tan solo recordara… — Furyoku soltó un sonido gutural y ladeo su enorme cabeza hacia ella intentando acariciarla de ese modo…

Cuando llego al pasillo principal, varias de las muchachas se dejaban ver desde las habitaciones dirigiéndose a los baños comunes, y el arrastraran los pies, dejaba más que claro que la anciana Kaede debía ser la responsable del despertar de todas.

Y al escuchar el "¡Ya es tarde!" de una voz madura, comprendió que así era. La vio salir farfullando la flojera del resto, cosa que siempre hacia cada mañana mientras agitaba una rama de laurel para calmar los aires que se producían ante malos despertares –cosa que sucedía siempre-.

Entre un "¡Vamos, vamos!", vio a Kaede agitar la rama de laurel de un lado al otro con desesperación en el momento en que dos muchachas salían de dormitorio de al fondo para corre por su lado desapareciendo en la esquina en dirección a los baños con rostro de desesperación, siendo seguidas por la anciana sacerdotisa. La cual, cuando paso por su lado, le tomo por un significativo momento una de sus manos con absoluto cariño, para luego correr en la siga de las jóvenes.

— De seguro deberán asear los baños si no se apresuran en arreglarse.

Furyoku ladeo su cabeza demostrando que no entendía el comentario. Kagome sonrió para él y el fiel felino se apego a ella en busca de una caricia, la cual recibió inmediatamente.

Debía reconocer que ese comportamiento diario de malos despertares entre las jóvenes y obligaciones diarias, era una de las cosas que más extrañaría.

Se volvió al tigre y en sus ojos amarillentos vio cariño y ternura. Y por lo mismo, con sus manos le sujeto la base de las orejas y se le quedo viendo por un largo tiempo deseando que este se detuviera y que el momento de la partida no llegase jamás...

Muchas veces se sentía sola; sola de acompañamiento humano, y más por la pérdida de parte de sus recuerdos, por el simple motivo, de que en lo profundo de su ser, sentía que había dejado en el olvido a alguien importante. A alguien del cual a través de Furyoku sentía cerca de si. Ya que de algún modo, su subconsciente le decía que así debía ser y era lo correcto para no olvidarlo por completo… solo que, el "quién era" se formularía hasta el día en que muriera, eso lo tendría claro, ya que si perdiera su ancla a la cordura, todo estaría perdido para ella… y esa ancla, era el enorme felino frente de ella…

Sabía que si lo perdía, la soledad la dominaría por completo, arrastrándola a la tristeza por verse sin nadie.

— ¿Siempre estarás junto a mí, cierto?

Furyoku soltó un suave ronroneo, y con la cabeza entre restriego en ella, le contesto, y ella no pudo menos que sonreír.

— ¡señorita Kagome! Ya esta levantada — Kagome se separo de Furyoku y con lentitud y manteniendo la sonrisa, se volvió a la muchachita que corría en su dirección.

— Rin… ¿otra vez te quedaste dormida? — la muchacha se sonrojo y apretó contra sí sus implementos de baño que se mantenían bien ordenados en un canastillo de gruesas espigas tejidas —. No debí permitirte quedarte jugando tanto tiempo con Furyoku.

— Lo siento. Es que estaba muy divertida, y no me acorde que hoy era el viernes que la anciana Kaede había señalado hacia un mes…

Hacia un mes y todos los días de ahí en adelante, recordó Kagome con diversión.

— ¿está nerviosa, señorita Kagome?

— un poco — contesto.

Kagome se levanto y comenzó camino hacia su habitación, siempre seguida por Rin y Furyoku, los cuales jugaban entre leves empujones. Claro que el tigre se contenía de utilizar su fuerza para no lastimar a la muchacha.

Rin rio en el momento en que casi cae al ingresar al cuarto de la joven con el felino.

Aun recordaba el primer día en que la pequeña Rin fue traída al templo. De eso hacía casi dos años, era tan pequeña e indefensa. No hablaba con nadie, y nadie se atrevía a dirigirle alguna palabra.

La anciana Kaede decía haberla encontrado de camino a una de las aldeas que visitaba. Que los aldeanos se la dejaron en sus manos al ninguno querer hacerse responsable de ella luego de la muerte de la familia.

Aquello no era de asombro, ya que la gran mayoría de las jóvenes que habitaban ese lugar había pasado por circunstancias iguales productos de las constantes guerras en los poblados, y la pequeña Rin, solo era una de la muchas personas que había quedado desamparada a causa de ello…

Se volvió a verla, y no pudo evitar sonreír al ver al felino quejándose por ser jalado de los pelos de las mejillas.

La primera vez que vio al tigre, Rin se quedo petrificada en un rincón y empeoro cuando Furyoku se agazapo y camino hacia ella mostrando los dientes de manera amenazante soltando suave pero intimidantes gruñidos.

Kagome habría intervenido, sin embargo, en lo profundo de su ser descubrió que aquello sería un error, y no se equivoco. Furyoku se acerco lo bastante como para que la pequeña criatura recibiera todo el aliento del felino en su rostro, pero aun así, no se movió, si no todo lo contrario, lo miro fijo y cuando creyó que sería devorada, ladeo el rostro recibiendo la áspera lengua del animal. Y desde aquel momento, la pequeña se volvió inseparable a ellos.

Dormía junto a Furyoku en las noches de tormenta, y aquello se mantenía a pesar de no compartir el mismo dormitorio…

Recogió su traje de sacerdotisa de pantalonesrojos; sus impecables calcetines blancos y un par de sandalias. Tomo del mueble de la esquina su canastillo con implementos para baño y se irguió esperando ser seguida. Sin embargo, la pequeña de solo siete –la cual ahora estaba bajo una de las enormes patas del tigre mientras este se aseaba con calma-, reía sin parar entre su intento de escapar.

— Furyoku, déjala. Se nos hace tarde.

Furyoku soltó un resoplido sobre el rostro de la pequeña y con su áspera lengua le paso sobre la delicada mejilla de Rin, la cual se quejo de dolor por ello.

Solo tomo un par de segundos para que ambos la acompañaran en dirección a los baños, como también, para que en la mejilla de la muchacha se viera una gran marca roja por el paso de la lija que poseía por lengua el felino.

— Deberás aplicarte unos ungüentos de hierbas para que te quite el ardor — le dijo al verla sobarse con cuidado.

— ¿Me dejo piel? — Kagome se arrodilló y le examino la zona irritada —. Siento como si no.

— Si dejas que lo siga haciendo, en algún momento ocurrirá — le acaricio la otra mejilla y le sonrió —. Solo tienes rojo, se te aliviara sin problemas.

— ¡uf! — Dijo la muchacha llevándose una mano al pecho — ¿Furyoku no la lengüetea a usted, señorita Kagome?

— Lo hace de vez en cuando, solo cuando no logra contenerse — a paso calmo emprendieron camino —. Y mi mejilla queda igual o peor que la tuya.

— no recuerdo habérsela visto así.

— eh… aplico un emplasto que la anciana Kaede me enseño hacer — era verdad, aunque solo en parte, ya que por naturaleza, toda herida o daño interno tendía a curarse con mayor rapidez que si fuera una persona normal…

Nadie aparte de Kaede y Midoriko sabían aquello. Y no quería que el resto se enterara. Bastante llamaba la atención al destacarse en sus habilidades como para demostrar que algo mas la hacia menos normal que el resto de aquel grupo de muchachas…

— No me ha ido muy bien reconociendo hierbas medicinales — le escucho musitar con desgano. Se volvió a mirarla y su rostro estaba entristecido manteniéndose gacho, lo que la hizo enternecerse olvidando cualquier incomodidad —. La anciana Kaede debe repetirme varias veces los nombres y sus atributos, pero aun así no los recuerdo todos…

— No todos tienen las mismas capacidades, mi buena Rin. Otras, como te habrás dado cuenta, sufren lo mismo que tu, solo que no se atreven a pedir ayuda a sus superiores.

— Usted, señorita Kagome, es la mejor entre todas. La anciana Kaede lo dijo.

— Si fue así, no recuerdo haberlo oído. Sin embargo, puedo enseñarte un truco para que tu memoria se potencie.

La muchachita la miro ilusionada y brillante en esperanzas.

Rin a un tenía solo siete, era absurdo que se presionara de ese modo cuando le quedaban años por delante para aprender lo aleccionado.

— eres buena en el dibujo. Puedes aprovecharlo.

La muchachita la miro confusa, y acelerando el paso para observarle el rostro la siguió atenta.

— Me gusta dibujar — contesto sin mayor agregado.

— Dibuja las plantas y sus detalles, y aun lado, le colocas el nombre y sus propiedades. Con eso, tu memoria se nutrirá de un modo distinto y más placentero para ti, y el aprender no será un sufrimiento.

Mientras Rin meditaba lo dicho, Kagome le dio la orden a Furyoku de esperarlas en el pasillo, de lo cual el animal se recostó aun lado de la puerta apoyando su enorme cabeza sobre sus patas delanteras a la espera de la salida de ella.

— ¿cree que resulte? — pregunto Rin de pronto mientras buscaba Kagome con la vista un lavadero desocupado, sin dar con ninguno en el ingreso.

— no sacas nada si no lo intentas.

La jovencita asintió y como siempre sonriente, corrió en dirección a uno de los lavaderos del fondo, que al parecer estaban desocupados.

Aquel día se tomo más tiempo del que nunca se había tomado en su aseo personal, por el mero placer de absorber cada momento en aquel lugar cargado de rutina y alegría.

Escucho a Rin reír con ímpetu cuando una jovencita le tiro un poco de agua…

Jamás habría prestado atención a algo como eso, a la rutina. Sin embargo, su pronta partida la mantenía en un estado de completa absorción de recuerdos… en donde la añoranza por aquel mundo, ya se estaba dejando ver. Lo único que lamentaba, que aquel día; aquel ansiado día en que sería nombrada oficialmente sacerdotisa, no la hacía sentir tan feliz como había creído un día antes, ya que algo le decía que las cosas cambiarían en su marcha. Y ya las sentía, en especial, en ella…

Continuara…


N/A: jejejeje nueva historia.

espero que el comienzo les haya gustado. Esta historia la tengo desde hace mucho tiempo, incluso, desde antes de Mas que Deseo, es solo que la otra me motivo mas que esta misma. Y quizas la gran mayoria esperaba que publicara ya la segunda parte de Mas que Deseo, pero, quiero terminar esta y tres mas que estan en proceso (donde la ultima es El Sendero de las Lagrimas).

Incluso, no tenia planeado publicar hasta tenerla completa, pero, la verdad es que necesito un poco de presion ya que las ideas se me van jejejeje y la Universidad me demanda bastante, y cuando tengo tiempo libre me dispongo en continuar, pero, me desconcentro y preocupo de otras cosas y el capitulo queda tal cual estaba antes de abrir el archivo.

Pero bueno.

Espero que les guste, ya que a mi si jajajajajaj esta historia puede que no sea tan candente como la anterior, pero quien sabe. Todo puede suceder ;)

Y una ultima cosa. Los capitulos los ire publicando a medida tenga el siguiente listo. En estos momentos acabe el segundo y el tercero esta en proceso. Asi que, mientras las musas no se decidan por irse de vacaciones (¿o no, Blesdlyn jejejeje), todo estara super.

Muchisimos saludos, y hasta la continuacion!

NOS LEEMOS...

Pd: Mi buena Blesdyn, MUCHISIMAS GRACIAS! kisses.

La Conquistada de la Vida...