Sólo una cosa antes de empezar¡Pamplinas, papanatas, chinches, malaria¡Que os guste!
Capítulo 1
Hola a todos. Me llamo Henry y realmente no sé por qué escribo esto, tal vez porque me aburro y no tengo nada mejor que hacer. Lo mismo será porque tengo algo que contar…. Espera… realmente sí que tengo algo que contar, pero no me creeríais si os lo contara.
Bah, qué más da. De todos modos, no creo que nadie llegue a leer esto.
La verdad es que soy mago.
Nunca os lo hubierais imaginado, pero resulta, que no soy un caso aislado y que hay hasta colegios de magia y un Ministerio de Magia.
Me enteré hace bien poquito de que las cosas raras que pasaban a mi alrededor las causaba yo. No fue hasta que me llegó una carta del colegio Hogwarts en el que solicitaba mi ingreso cuando por fin lo entendí.
Por supuesto, acepté. Lo malo es que el hombre… guarro (en la foto se ve que lleva el pelo echo un asco) ese va a tener que ser mi escolta hasta que llegue allí. Según la carta que me enviaron, es profesor de pociones y se llama Severus.
¿Pociones¿Qué clase de clase es esa?... En fin, el caso es que he hecho mi maleta y ahora estoy esperando a ese… ese "Severus" para que me de algunas explicaciones de todo y de cómo llegar al colegio. ¿Me llevará él en persona? No sé, por la foto que venía en la carta (que, por cierto, se mueve) no me imagino a ese tío conduciendo… espera, ya ha llegado.
Abren la puerta. En el interior me espera un mocoso más o menos de la edad de los de primer año. Me mira. Y no se asusta. Eso no me gusta. La verdad es que no me gusta nada de lo que hago últimamente, pero esto es peor. Yo, recogiendo críos de muggles, haciendo el trabajo de ese estúpido mestizo de gigante, solo porque le ha dado por irse de luna de miel. No lo soporto. Para colmo, este crío tiene pinta de listillo y me recuerda desagradablemente a alguien.
Respiro hondo.
-Buenas tardes, por lo menos para usted. – añado.- Soy maestro de pociones en la escuela de Hogwarts de Magia y Hechicería. Como supongo que ya le habrán informado, va a usted a venir conmigo para…- no le gustaba esa palabra- "acompañarle" a comprar su material escolar y… "enseñarle"… el mundo mágico – esto último lo dijo a regañadientes .
"¿Por qué tengo que hacer de niñera?"
En fin. Miro al muggle, que no se ha movido de su sitio y sigue con la misma expresión.
-¿Y bien? – pregunto fríamente.- ¿Acaso no tienes nombre o simplemente no vas a presentarte?
Eso parece haber encendido una luz en su cerebro, porque abre mucho los ojos y al final asiente.
-Me llamo Henry. – dice.
Maldición.
Henry.
Henry. Harry.
Harry.Henry.
Grito para mis adentros de rabia. Ya sabía yo que me recordaba a alguien, al estúpido de Potter. ¡Es igual que él¡Hasta sus nombres se parecen! Maldito Albus… ésta me la pagarás. Seguro que lo ha hecho adrede.
Pero, como siempre, consigo que mis sentimientos de profundo desprecio no asomen a mi cara más de lo habitual. Simplemente asiento.
-Bien, coge tus… cosas… y vamonos.- digo. Me doy la vuelta con mi paso firme y rápido, sintiendo un desagradable placer al pensar lo que le costará seguirme…
Un momento. Miro a mi derecha. El chico ya está a mi lado y no le cuesta nada seguir mi ritmo. Frunzo el ceño y ando más rápido. Por el rabillo del ojo veo cómo me sigue igualmente, así que desisto y sigo con la marcha principal. El muggle no parece estar cansado.
Henry se sentía a la vez emocionado y expectante. ¡Por fin alguien lo iba a sacar de ese maldito orfanato! Aunque fuera… aunque fuera un tipo como ese.
Era muy raro.
Para empezar, no parecía decidirse por el paso con que quería andar. ¡Menos mal que Henry era muy ágil! Siempre lo había sido, y le encantaba andar rápido. Como ese tal Severus.
-Severus, oye…
Snape se paró en seco y no precisamente para escucharle más atentamente, como creía Henry, quien siguió hablando.
-… está muy lejos?
-TRÁTEME CON RESPETO.
Henry también paró de hablar y ladeó la cabeza para observar al hombre quien, en opinión de Henry, o estaba loco o muy estresado. Henry parpadeó. A lo mejor estaba sordo y no había entendido bien. Bueno, probaría a hablar más alto.
-TE DECÍA SEVERUS QUE….
Snape se llevó la mano a los párpados. Ese crío era realmente estúpido.
Mientras Henry seguía hablando a gritos y tratándole con total familiaridad, Snape retomó su paso e ignoró al chaval.
Tenían muchas cosas que hacer y cuanto antes empezaran, antes se desharía del chico.
Bueno, eso era relativo, porque de todos modos tendría que darle clase. Mientras no estuviera en su casa… Snape miró de reojo al clon de Potter. No. Algo le decía que sería un excelente Hufflepuff.
Llegaron a la parada del autobús, como había demasiada gente en esa parte de la ciudad, Snape llevaba ropa negra, pero muggle. Y no le agradaba demasiado. Albus le había buscado una especie de… abrigo de cuero negro que le llegaba hasta los tobillos y que no se diferenciaba mucho de su túnica de mago. Debajo llevaba una camiseta negra de un grupo de ¿rock? Muggle y… lo que menos le gustaba: un pantalón que se le pegaba al trasero con demasiada facilidad.
Severus se paró en el poste del autobús, y cruzó los brazos, esperando. La gente de su alrededor se apartaba de él con miedo, tanto por su pinta como por su mirada. El único que parecía inmune a ello era Henry, que se plantó de inmediato junto a él, sonriente.
Era una pareja muy rara, así que la gente (sobre todo las muggles viejas, como decía Severus) empezaban a cuchichear y a pensar cosas extrañas. Severus fruncía cada vez más el ceño mientras leía sus estúpidas mentes, hasta que al final llegó a una señora que se había pasado todo el rato mirándole con ojos suspicaces.
Severus no podía creer lo que estaba pensando, así que se encaró con ella.
-¡Métase en su asuntos!-gritó.
La gente se apartó y se asustó aún más. La señora se fue corriendo.
Por fin llegó el autobús, y con él, problemas, pues Henry no tenía billete. Así que Severus tuvo que comprarle uno revelándose como un auténtico desconocedor del dinero muggle. Después del altercado se fueron a la parte de atrás del todo, y se sentaron. Henry mirando hacia delante y Severus, a regañadientes, mirando hacia atrás.
El tiempo transcurrió y el autobús se llenó de gente. Por su parte, Henry no había vuelto a hablar con Severus lo que éste agradecía, pues no le apetecía tener que lidiar con el muggle gritándole al oído otra vez. El chico estaba entretenido mirando la ventana.
De repente Severus notó que algo le golpeaba fuerte en el hombro. Miró sin mucho interés lo que parecía un bolso de señora muggle. Intentó hacer caso omiso y siguió mirando por la ventana.
El bolso le dio de nuevo, esta vez más fuerte. Junto a este nuevo golpe, una voz chillona:
-¿Está usted cómodo?- la muggle lo miraba con evidente enojo y descaro esperando que Snape se disculpase y se levantara enseguida.
Severus parpadeó atónito y la miró. Era una señora gorda y redonda. Le recordó a una albóndiga por su traje marrón. Henry los miraba a los dos, expectante. La señora parecía opinar lo mismo que Henry respecto a la sordera de Severus, porque le repitió la pregunta en un tono más alto.
Severus esta vez frunció el ceño y mantuvo la vista clavada en ella. No funcionó. La mujer seguía en sus trece y además, como Severus leyó en su mente, la muggle se creía en su derecho de usurpar su sitio.
Snape juntó los labios y se cruzó de brazos.
-Sí.- dijo fríamente- estoy muy cómodo, y yo que usted me agarraría a algo antes de que eche a rodar.
La mujer parpadeó incrédula, pero después su cara se tornó roja. Aún así, dejó en paz a Severus y empezó a incordiar a Henry. Henry miró a Severus, pero éste lo ignoró así que, como tampoco tenía ganas de levantarse, indicó a la señora por señas que era sordomudo y que no entendía nada de lo que le decía. La señora albóndiga, frustrada, se fue a gritar a otro chico del asiento de adelante.
Severus sonrió, tal vez no fuese Hufflepuff después de todo. Tal vez tuviera alguna posibilidad con Ravenclaw.
Cuando llegaron a Londres (por el camino, la Sra Albóndiga se había bajado y Severus le había lanzado un hechizo de pústulas a través de la ventana) Severus y Hanry se bajaron y el mayor le guió hasta el Caldero Chorreante. Una vez allí, Severus se sintió como en casa y con un toque de varita (Henry notó que era negra, como toda su ropa) se cambió enseguida y se puso su túnica normal. Sin decir nada, condujo al chico al patio trasero, tocó los ladrillos y salió al callejón Diagon.
Henry no podía aguantar más, necesitaba preguntar:
-SEVERUS¿QUÉ HACES?
Snape apretó los labios y tomó aire antes de responder.
-Señ… ¿cómo se llama usted?
Henry parpadeó.
-HENRY
-No grite, me refiero a su apellido.
Henry dudaba.
-¿Snape?
-¿Qué quiere?- dijo el profesor automáticamente.
Henry parpadeó. Dijera lo que dijese, ese tío o estaba sordo o no se aclaraba. Repitió por si acaso.
-¡SNAPE!
Snape se sobresaltó. ¿Por qué le gritaba ahora?
-¡Qué no me grite¡CÓMO SE APELLIDA USTED!
Henry empezaba a pensar que el hombre le estaba tomando el pelo o que la pregunta tenía trampa así que con toda la calma del mundo respondió de nuevo.
-Snape, me llamo Henry Snape. ¿O es que entre los magos el "apellido"es otra cosa?
Snape se quedó mirando fijamente al niño, viendo a través de él.
-¿Te encuentras bien, Severus?
Snape tardó en reaccionar.
-¿Eh…? Quiero decir… no me llames Severus… Lo que quería decirle es que en Hogwarts los alumnos llaman a sus profesores "profesor" o "Señor". Nunca por el nombre de pila.
-Oh, bien.- así que Henry paró de hablar y esperó a pasar delante de él, aún un poco aturdido.
Fueron a muchas tiendas interesantes, como a las de ropa mágica, en las que Severus le compró una túnica; otra en la que compraron ingredientes de Pociones, la asignatura que Severus daba; una librería para material escolar y un sitio en el que vendían palitos de madera que resultaron ser varitas. El viejo, que era muy gracioso, hizo a Henry probar todas las varitas de la tienda y sacudirlas hasta que se cansó por fin (pensaba Henry) y le dejó llevarse una de pluma de… de algo.
A la salida, Severus parecía feliz de poderse ir de allí. Henry le seguía contento de tener cosas nuevas y mágicas. Tan feliz estaba, que tropezó con un mago que había en su camino. El rubio soltó un rugido y le golpeó con su bastón.
-¡Mira por dónde vas, mocoso!
Henry levantó la vista enfadado. ¡No tenía por qué golpearle! Iba a decírselo cuando Severus se acercó rápidamente y le ayudó a recoger sus cosas. Después miró al otro mago.
-Lucius, lárgate. Es un alumno nuevo, lo llevo a Hogwarts. Vamos.- Dijo señalando a Henry.
Henry fue a seguirle, pero el otro mago, Lucius, le puso el brazo alrededor del hombro.
-Hum… Hogwarts¿eh? Y… ¿Ya sabes a qué casa vas a ir…? Em… ¿cómo has dicho que te llamabas?
Henry dudó un momento. ¿Le preguntaba por su nombre o su apellido? Al final se acordó de que Severus le había pedido insistentemente su apellido, así que supuso que eso era lo que le estaba preguntando el mago.
-Snape.- Dijo Henry.
El mago frunció el ceño y miró a Severus que se quedó rígido.
-¿Pero qué…?
Pero Severus le quitó al niño de las manos y se lo llevó.
-Lo siento, Lucius, tengo prisa, adiós.
En el camino que siguió hasta la estación Henry estaba un poco preocupado. Cada vez que decía su apellido, los magos se ponían extraños y se quedaban mirándole a él y a Severus. ¿Por qué? Bueno, ya se lo preguntaría.
Antes de llegar a la estación, se encontraron con otro mago pero era mucho más simpático que el anterior y estaba sorprendido de verles allí.
-¡Hola, Severus¿Quién es? Se parece a ti. No sabía que tuvieras un hijo.- Y se rió sin malicia. Henry observó que Severus se ponía pálido. -¿Cómo te llamas chico?
-Snape.- dijo Henry sonriendo.
A lo que el mago respondió riendose más alto
-¡Muy bueno! Yo so Remus, Remus Lupin. Seré tu profesor de Defensa. ¡Nos vemos en Hogwarts!- añadió cuando Severus se llevó a Henry a rastras.
Cuando subieron al tren Severus lo acorraló en la pared.
-Oye, escúchame atentamente, cuando te pregunta tu nombre, simplemente di. "Henry".- Le miraba como un loco, así que Henry asintió.
Severus suspiró y lo dejó solo, desapareciendo.
Habiéndose desentendido de Henry, Snape buscó entre la concurrida muchedumbre de padres que acudían a despedir a sus hijos, una cabeza rubia. Al distinguir a Lucius Malfoy, se encaminó directamente hacia él. Malfoy, quien estaba de espaldas a él, no tuvo reprimir un gesto de sorpresa al notar que alguien le cogía del hombro y bruscamente le giraba.
-Lucius, tenemos que hablar. – le dijo Snape. El rubio, quien por una breve fracción de segundo, se había sentido ofendido, se deshizo de su mujer y siguió a Snape a un rincón.
-¿Si, Severus?
-No se quién es ese niño, pero el hecho de que se apellide como yo, es mera coincidencia.
-Si no sabes quién es¿cómo sabes que realmente no es de tu familia? Por cierto, se parece a Potter. ¿Es el eslabón perdido entre los Potter y los Snape?
-Muy gracioso. No se lo digas a nadie o te…
-¿Y cuánto crees que tardará todo el colegio en saber cómo se apellida, teniendo en cuenta tu fama?
Snape gruñó. La verdad es que era una chorrada discutir por eso.
-Adiós, Lucius.
Y se apareció en Hogwarts.
Mientras, el tren se había puesto en marcha, llevando en él a un montón de estudiantes entusiasmados, entre los cuales se encontraba Henry. El pobre chico se hallaba un poco desorientado y como no conocía a nadie, se sentía algo marginado del resto de sus compañeros, que charlaban animadamente. Pero necesitaba encontrar un compartimiento vacío, cosa ya imposible, así que al final decidió hacer de tripas corazón y se metió en el primer compartimiento que vio. Al abrir la puerta, descubrió un grupo de chicos mayores que él, que hablaban como conspirando y que tardaron un poco en darse cuenta de la intrusión.
-¿Qué quieres?- dijo con voz de asco un chico rubio rubio que parecía ser el líder.
Henry parpadeó y respondió.
-No encuentro ningún sitio libre¿puedo…?
-Lárgate – dijo el rubio.
Y Henry pensó que, si bien era de mala educación que le echaran de allí sin consideración, sería aún peor quedarse. Se encogió de hombros.
-Vale. –y saliendo, volvió a cerrar la puerta.
Pasó de largo todos los compartimientos de ese vagón y llegó al siguiente. Bien, lo intentaría con ese otro compartimiento. Sin llamar, abrió la puerta y se encontró con que sólo había cuatro personas: una chica extraña con collar de corchos leía una revista al revés; mientras que a su lado, un chico gordito, miraba embobado una planta feísima. Enfrente de estos, una pelirroja se enroscaba en el brazo de un chico, que se parecía mucho a Henry.
-Eh…disculpad.- dijo Henry- ¿Estásn estos asientos ocupados?- dijo señalando los asientos vacíos.
-Eh… no.- dijo el chico que se parecía a él. La pelirroja a su lado arrugó la nariz.
-Oye niño, este vagón no es para los de primero.- los otros dos, la del collar de corchos y el de la planta horrible, se volvieron para ver la expresión del chico. Luego, la otra chica le dijo a la pelirroja:
-Ginny, si no encuentra sitio, puede quedarse. No molesta. Yo se muy bien lo que es no tener amigos y que nadie te deje sentarse a su lado.
A Henry le pareció que todos ponían cara de incomodidad, pero pensó que Ginny tenía razón, así que cerró la puerta y fue a buscar algún compartimiento en el que hubiera gente de su edad. De todos modos seguro que sería muy aburrido estar con ellos durante todo el trayecto. Salió de allí sin decir nada más y probó suerte en la puerta contigua. Afortunadamente allí parecían todos de primero y enseguida le hicieron un hueco. Henry no tardó en acomodarse allí y en entrar en la discusión. Como él provenía de un orfanato muggle, había muchas cosas que no entendía, pero no por eso, dejó de participar.
Mientras, Severus se había aparecido en Hogsmeade, había pedido un Whisky de fuego en Cabeza de Puerco y había echado a andar hacia el colegio. Allí, buscó inmediatamente a Albus, que estaba en su despacho. Irritado, descubrió que había cambiado la contraseña de las gárgolas. Probó con toda suerte de estupideces, hasta que, frustrado, pegó una patada a la gárgola. La gárgola se apartó y Snape, entró. Arriba, en el despacho, le esperaba Albus Dumbledore, comiendo, seguramente, un caramelo de limón. Cuando Severus entró cojeando, le sonrió.
-Hola, Severus¿qué te trae por aquí¿todo bien?
Severus se sentó delante suyo y le fulminó con la mirada.
-¿Por qué? – exigió al director.
Albus lo miró enarcando las cejas.
-¿Por qué qué?- preguntó inocentemente.
-Sabes perfectamente a qué me refiero, Albus.
Albus pareció confuso un segundo. Después, como si consiguiera recordar poco a poco, su sonrisa volvió a aflorar.
-¡Ah! Supongo que te refieres a Henry.
-¡Sí! – exclamó Snape.- ¡Henry¡Ese….ese….muggle!
-¿Tienes alguna queja de él?
-¿Sabes cómo se apellida?- dijo Snape.
-Eh…pues….en este momento….er…no..me acuerdo….
-¡Snape¡Se apellida Snape, como mi padre!
-¡Oh, sí¡Ya lo recuerdo!- Dumbledore levantó un dedo, triunfal.
-¿Cómo que ya recuerdas¿De dónde ha salido ese crío y por qué me has mandado a mí por él?
Dumbledore se encogió de hombros.
-No se de dónde ha salido, te mandé a ti porque Hagrid está de luna de miel, pero eso ya lo sabías, Severus.
Snape se tapó la cara con las manos. Estaba claro que no le iba a sonsacar nada al viejo. Al final, con un resoplido, se levantó furioso de la silla y abandonó la habitación. Dumbledore se metió otro caramelo en la boca.
Los alumnos de primero ya estaban pasando el lago con las barcas. Al no estar Hagrid, Lupin había ido a recibirlos y era el que estaba sentado en la primera barca, junto con algunos de los alumnos. Uno de ellos, Henry.
-Así que eres de familia muggle ¿no?- Le preguntó Lupin cuando quedaba poco para llegar a la otra orilla.
-No lo sé, profeso.- contestó Henry.- He pasado toda mi vida en el orfanato, no sé quienes son mis padres.
Lupin asintió. No era la primera vez que chicos del orfanato poseían dones para la magia, aunque en casi todas las ocasiones, acababan en Hufflepuff. Remus suspiró y observó a Henry hablar con los otros alumnos. Le recordaba a alguien. Pero entonces, llegaron a la orilla y tuvieron que desembarcar.
Bajaron de la barca y Lupin los dirigió a la puerta principal donde le pasó el relevo a McGonagall para ir luego al Gran Comedor, a esperar en la mesa de los profesores.
Henry estaba un poco asustado mientras seguía a la extraña mujer con sombrero gigante. Los guió hasta una gran sala en la que había cuatro mesas llenas de chicos y otra en frente, con los que parecían los profesores.
La mujer, McGonagall les indicó que se pusieran en fila, y así lo hicieron. Desde donde estaba, Henry no veía lo que había delante, así que se dedicó a observar a los lados y al poco se dio cuenta de que cada mesa tenía un escudo distinto. León, tejón, serpiente, aguila.
Al preguntar a sus compañeros, estos le dijeron cómo se llamaba cada casa y más o menos lo que se decía de ellas. Al fondo, en la mesa de Gryffindor, vio a los chicos del vagón del tren, la pelirroja, el que se parecía a él y los otros dos.
En otra mesa, a otro lado, vio al chico rubio antipático que conspiraba en el primer vagón. También vio en otras mesas a gente que conocía de vista del tren.
Pronto, se dio cuenta de que llamaban a los chicos por su nombre y que estaban llegando a la "S" así que se preparó. En efecto, pronto se quedó a la cabeza de la fila, mientras otro chico, el anterior a él, estaba sentado en un taburete en medio de la sala con… con una especie de sombrero que hablaba en su cabeza.
A Henry le dio mucho miedo. Pero entonces vio en la mesa de los profesores a Severus, y se le pasó un poco. Ver a alguien conocido allí le reconfortaba.
-¡Henry S….¿eh?- McGonagall leyó el papel y miró a Henry y después a Severus. Finalmente, parpadeando, volvió a mirar el papel.- ¡Henry Snape!
Y toda la sala quedó en silencio.
Henry, timidamente se acercó al sombrero. Se sentó y esperó mientras sus ojos se tapaban por la oscura tela del sombrero.
-Hum… -empezó el sombrero- Vaya… oh… vaya…
-¿Qué pasa?- preguntó Henry en voz alta.
-¿De dónde has salido tú, chico?- dijo el sombrero. -No tienes ninguna noción de magia. ¿Tus padres son muggles? No encuentro lo que busco…
-Vengo de un orfanato –dijo Henry encogiéndose de hombros.- de un orfanato muggle.
-Muggle… hum… sí, ya veo. Entonces… pero como no puedo ponerte allí… Oh, esta sí que es una elección difícil. Antes nunca me había pasado algo así, bueno, sí, una…Sí, sí, creo que es lo mejor. Aunque seas muggle serás… ¡Slytherin!
Miles de bocas se abrieron de par en par. Henry se quitó el sombrero y se dirigió, dudando, a la mesa del chico rubio antipático. Justo había un sitio vacío a su lado, y se sentó allí. De inmediato el chico rubio le miró, al igual que los demás Slytherin, los murmullos llenaron el Gran Comedor y los Slytherin hablaron acaloradamente entre ellos señalando a Henry. Éste miraba al rubio, que parecía atontado. El rubio levantó la mirada y la dirigió a Severus, que se acercaba a la mesa.
-Profesor… -dijo el chico señalando a Henry.- ¿Debemos darle un trato especial por tener su apellido o podemos lincharle?
-¿Mi apellido?- Preguntó Henry.- ¿Qué pasa con mi apellido?
El rubio le miró extrañado.
-Nuestro jefe de casa, Severus- dijo señalando al profesor.- su nombre completo es Severus Snape.
Entonces Henry lo entendió todo y abrió la boca.
-Ah- dijo.
Severus Snape se acercó y le miró con cara de desagrado. Muchos de los alumnos se encogieron al verle, Henry no. Ya estaba acostumbrado.
-No entiendo cómo ha podido entrar en esta casa, pero lo averiguaré.
Henry le sonrió.
Severus parpadeó y se alejó muy disgustado.
Henry miró al chico rubio de su lado aún sonriendo.
-¿Y tú cómo te llamas?
El chico lo miró con cara de asco como dudando si debía molestarse en hablar con él. Al final suspiró.
-Malfoy. Draco Malfoy. Y no vuelvas a hablarme.
Pues así empieza este fic. Está escrito por dos personas: Kaworu y yo misma. De momento sólo tenemos hasta aquí, así que cualquier duda, sugerencia, queja o lo que sea, será bien recibida y escuchada.
¡Gracias por leer!
Snape white
Miembro de la Orden Severusiana
In Severus I trust
