Este es el fic al que le tengo más aprecio, desde mi perspectiva es mi mejor trabajo.

Una secuela trágica de la serie original de Avatar: the last Airbender. Después de la guerra la realeza de la Nación del Fuego pretende reconstruir su país. El nuevo heredero a la corona de la Nación del Fuego esta a punto de subir al trono, pero antes deberá escuchar de boca de su moribunda madre las trágicas historias que siguieron a la guerra.

Disclaimer: Avatar: The last airbender y todos sus personajes no me pertenecen, yo sólo me divierto inventado formas de matarlos.

Primera parte: PASADO


El palacio era tan grande, los jardines tan extensos, la ciudad tan imponente, el mundo tan lejano y el futuro tan próximo.

Un joven alto, de cabello castaño y ojos dorados se paseaba por los jardines admirando la grandeza del reino que sería suyo dentro de poco. Él en verdad desearía que no fuera dentro de poco, pero las circunstancias eran adversas, su madre empeoraba cada día y sabía que su orgullo no le permitiría cambiar las ridículas órdenes que había dado. Todo ese reino, toda esa gente, toda esa carga, las responsabilidades lo asustaban un poco, pero sabía que había sido educado para eso toda su vida. Se mantenía absorto en sus pensamientos cuando escucho a un guardia correr por las escaleras, los pasos tan presurosos siempre traen malas noticias.

- Es su madre, su majestad esta… – balbuceo el guardia al quedar frente a él, el rostro del joven cambio sin que el guardia hubiera terminado la frase y salió corriendo lo más rápido que pudo hacia la torre más alta, hasta la habitación de su madre.

El joven llego jadeando a la habitación, estaba muy adornada, todo parecía caro; pero nada que no se esperara de la habitación de una reina. El príncipe se acerco a la cama principal, retiro la suave cortina semitransparente para observar a su madre que yacía en lo que sería su ultimo lecho.

La reina era más bien joven, al menos para estar muriendo. Su condición física era en general buena, o lo había sido durante muchos años, pero desde que su amado esposo había fallecido ella se había encargado de llevar todo en la nación del fuego, siempre orgullosa y siempre pensando cada paso, siempre meticulosa y algo obsesiva. Pero nunca trato mal a ningún pueblo, se mantuvo firme hasta el final para guiar a su gente lejos de la horrible guerra que habían propagado por más de cien años. Todos la sabían firme y entera, pero con su hijo era más bien dulce; no descuido su educación y crianza y todos sabían que lo amaba más que a nada en el mundo; porque si se hablaba de mas allá de este mundo si que había alguien a quien amaba más. Ella jamás se volvió a casar, a pesar de que enviudo muy joven. Cuando enfermo no quiso ningún tipo de tratamiento complicado, ella misma decidió que su hijo heredaría pronto la corona, su estado empeoro rápidamente y cayó en la agonía. Fueron horas de angustia, luego días, semanas, dos meses llevaba ya la reina sin recibir atención médica, agonizando en el mismo lecho, sin mucha comida y con el agua para subsistir, pero no moría.

- Madre- dijo con ternura el príncipe- por favor, deja que te atiendan, si quieres que yo gobierne lo haré, pero no te dejes morir tan terriblemente.

- No hables de cosas que no comprendes – reprocho la madre- esta enfermedad me ha consumido durante los últimos meses, pero si he decidido morir es por que así debe ser.

- Pero, no mueres madre – el príncipe se desesperaba- aun no llega el tiempo en que debas marchar, simplemente la muerte no viene por ti, estas enferma y mal comida, pero esto no se acaba, llego a pensar que incluso con un cuchillo clavado en tu corazón no podrías morir.

Los ojos de la reina se humedecieron, eso era extraño, ella por lo regular no era muy expresiva. El príncipe se avergonzó de sus palabras.

- Eres imprudente – contesto la reina- no entiendo cómo, pero heredaste eso de tu padre, como hubiera deseado que lo conocieras.

- Es casi como si así fuera – prosiguió el príncipe- tú hablas tanto de él…

- Supongo que es por eso que no puedo irme – la voz de la reina se mostró un poco mas áspera, respiro con fuerza, miro los ojos dorados de su hijo, puso con dificultad sus manos sobre las de él y prosiguió como quien cuenta su ultimo relato- hay cosas que debes saber… cosas que nunca he contado…

1º Relato: Visita

Era una habitación grande, completamente cerrada, adornada extrañamente, parecía fina, pero no lo era. Tres chicas tomaban el té en la mesa principal, estaban sentadas en el suelo, riendo y platicando, como si fueran viejas amigas.

Siempre es bueno tomar el té juntas – dijo Azula levantando su taza, llevaba puesta una blusa y un pantalón rojo muy simples- las cosas han estado sin mucha actividad aquí desde que Zuzu fue desterrado, ya no hay nadie a quien hacerle maldades.

- Supongo – dijo Mai con su tono habitual-

- Pero bueno, mi padre me ha comentado que quiere que lo vaya a buscar, si es que realmente tienes muchas ganas de verlo – dijo con tono burlesco la princesa-

- No hablemos de cosas como esas – dijo Ty lee nerviosamente – que hoy no estamos para pensar cosas tan tristes.

Mai volteo a verla con un gesto triste y de preocupación.

- Que ocurre? – pregunto Azula con cierto tono de perspicacia-

- Nada, nada – corrigió Mai – yo, no puedo creer que lo hayas olvidado, es todo – dijo mientras movía nerviosamente los bordados de su túnica-

- Hoy es tu cumpleaños – dijo Ty lee incorporándose y sonriendo hasta acercarse a la princesa-

- Hoy es…mi…- Azula perdió su mirada en el horizonte, miro a las dos chicas un instante, miro a su alrededor con preocupación, se recupero y prosiguió – claro que hoy es mi cumpleaños, ¿Por qué otra razón las abría invitado?

Mai y Ty lee respiraron con alivio.

- Seguro mi padre tiene preparado algo grande, a los seis años me regalo diez animales exóticos – siguió la princesa presumiéndoles a sus amigas- Ty lee, abre la ventana, tal vez pueda haber algún regalo para mi en el patio.

- Ham…creo que es mejor así, el aire podría enfriar el té – respondió la circense con nerviosismo, miro a su alrededor sin notar ninguna ventana-

- Te trajimos un regalo – dijo Mai cortantemente, depositando una caja grande sobre la mesa-

- Que bien – respondió Azula- pero no debería abrirlo sin tener primero todos mis regalos, seguro que Zuko me dará uno también, después de lo mucho que le ayude en Ba Sing Seng es lo menos que puede hacer – su mirada se perdía cada vez mas-

- Azula – llamo Ty lee – ya nos tenemos que ir, quédate con el regalo si? Volveremos, en serio – Ty lee tomo la mano de su antigua líder, los grilletes en sus muñecas estaban fríos-

- Claro que volverán – mandare preparar una cena para la noche- anden y cámbiense esa ropa de segunda que traen, mas tarde deberán venir vestidas para una verdadera fiesta.

Las tres chicas se pusieron de pie. Azula llevaba una camisa y un pantalón rojo, mas bien simples y que parecían algo viejos, Ty lee llevaba su ropa de siempre, pero Mai iba un poco más arreglada, atuendo negro con bordados dorados en las mangas.

Las dos chicas caminaron hacia la salida y descolgaron del perchero gruesos abrigos de piel.

- ¿Hace frió afuera? – Pregunto la princesa-

- Tan solo un poco más que aquí – respondió Mai-

- Vuelvan cuando estén mejor vestidas – dijo por ultimo Azula mientras movía con dificultad sus manos encadenadas para decir adiós, Mai le devolvió el gesto tristemente, pero Ty lee ya no le podía sostener la mirada.

Dos hombres vestidos como guerreros de la tribu agua salieron de los muros, uno a cada costado de Azula, manteniéndose en posición de combate, pero la princesa parecía no verlos, seguía haciendo el ademán con su mano. La puerta detrás de Ty lee y Mai se abrió, entro el aire helado y las dos chicas salieron del terrible iglú- prisión. La puerta se cerró, las chicas quedaron afuera y la princesa adentro. Ty lee se desplomo al suelo.

- No es nuestra culpa – dijo Mai volteando a verla, pero ambas sabían que esas palabras eran más para auto convencerse que para reconfortar a su amiga.

Era un iglú muy grande, con muchos guardias alrededor, vigilancia por todas partes. Hacía mucho que la princesa se había estabilizado, su conciencia se mantenía en un espacio seguro entre todos los periodos de tiempo donde estaba feliz, tranquila. Se la pasaba en esa habitación, fingiendo que escogía su ropa, ideando planes para cuando su padre la llamara, en ocasiones se soltaba llorar, otras a reír eufóricamente, tratar de peinarse la perturbaba mucho, pero casi todo el tiempo se la pasaba hablando sola. Días realmente raros, como este en particular, recibía visitas, siempre de las mismas personas.

- Ya casi va a ser un año – dijo Mai, con la voz un poco más apagada que de costumbre-

- Al menos, a excepción de este pequeño rincón en el polo norte todo el demás mundo parece mejorar día a día - respondió Ty lee mientras se recuperaba -

Las dos chicas dejaron la pequeña prisión del polo norte, ambas tenían muchos asuntos que atender.