Título: Rachas de suerte. (AU)

Capítulo uno: La suerte de los Greene.

Rating: T.

Parting: Beth/Daryl.

Advertencia: es un AU así que me disculpan mis errores, ya que es el primero.

Espero les guste, sin más, el primer capítulo.

La suerte de los Greene (I)

Beth Greene se acomodó un poco más su chaqueta liviana y se miró al espejo por última vez. Revisó que su leve delineado no estuviese demasiado corrido y nerviosamente, se llevó las manos a su trenza desordenada.

Era la tercera vez en la semana que un bar de cuarta la contrataba para cantar durante la noche. Si se hablaba de la paga, era muy baja pero lo que en realidad la menuda rubia quería, era hacerse conocer un poco más. Y como todos los grandes artistas, ella empezaría desde abajo. Por eso se negaba a tentar la suerte y forzarla yendo a Los Ángeles o Nueva York para cumplir el típico sueño de la chica de campo.

No, Beth Greene lo haría bien: no se vendería, todo sería por mérito propio. Desde abajo, trabajo humilde, como sus padres les enseñaron a todos sus hijos.

—Bethy, realmente debes cambiar de vestimenta si quieres hacerte conocer.

Beth bufó exasperada. Su mejor amiga Riley estaba con ella en la nueva presentación. Como en todas las anteriores. Era una hermosa persona, tanto por dentro y fuera, pero su sentido de la moda muchas veces exasperaba a la gente en general. Y Beth, como buena chica granjera, era muy simple.

—Yo creo que está bien— retrucó la rubia mirándose por última vez en el espejo de pie de aquel baño, acomodándose una falsa arruga en su remerón.

—Ay, Beth. Algo más ajustado y brilloso hará milagros— Riley retocó su perfecto maquillaje y se volteó hacia Beth—dejemos ese aspecto de tu vida de lado -por ahora- y centrémonos en el canto. ¿Has bebido todas esas cosas raras que preparas antes de subir al escenario?

Beth sonrió. Por más que su morena amiga fuera bastante insoportable cuando se ponía en plan Top Model, era una de las pocas personas que la había apoyado con su futura carrera como cantante. Aún recuerda cuán difícil había sido para ella abandonar la tranquilidad de Mert County y más cuando sabía, que su hermano estaba enfadado con ella. Pero como Hershel Greene había dicho: él no le cortaría las alas, y si el sueño de su hija menor era ser cantante, que corriera tras él.

—¿Eres Greene? — preguntó un muchacho joven y alto con un delantal. Estaba bajo el marco de la puerta del baño de mujeres y miraba a ambas chicas con ansiedad.

—Sí, ella es— respondió Riley bajando unas octavas el volumen de su voz. Beth rió internamente.

—Ya, al escenario— ordenó bruscamente pero antes de irse, le regaló una sonrisa ladina a la morena.

—¡Aiiiiiiinsh, pero qué guapo! — Chilló ésta entusiasmada, empujando a Beth por el camino— ¡anda, ve y conquista al mundo! Que yo conquisto al barman.

—Eh… hola— Beth frunció el ceño cuando el micrófono hizo un fuerte chillido y se alejó de él con inercia.

Si había veinte personas en el bar, era buena suerte. Todos repartidos entre las mesas de pool y las mesas de bebida con sillas precarias. Una barra bastante más corta de lo normal a la derecha de Beth, donde Riley estaba sentada haciéndole ojitos al barman. Beth tragó un suspiro y luego de mirar al joven deejay quien le hacía señas para que intentase hablar de vuelta, se acercó al instrumento.

Se armó de valor, respiró hondo y largó de sopetón.

—Soy Beth Greene y cantaré una canción— inmediatamente, se sintió patética pero luego de los aullidos y aplausos de su amiga, comenzó a tocar los acordes con su guitarra.

Beth se sintió nerviosa y angustiada, pero cuando los minutos pasaron y canción tras canción cantó, se sintió bastante tranquila. Pasaba siempre lo mismo y se preguntaba si alguna vez las cosas cambiarían. La verdad era que no muchos le prestaban atención. Estaban concentrados en liar con alguna muchacha e irse de allí algún hotel de mala suerte. Pero a Beth no le importaba, porque alguien la oiría en algún momento.

Cuando la hora reglamentada para cantar llegó a su medida, agradeció a todas –quien Riley sólo le contesto- y se bajó del pequeño y casi cuadrado escenario del rincón. Guardó su adorada guitarra en el estuche y lo dejó detrás de la barra, donde Riley ya estaba curioseando.

—¿Qué haces aquí? — preguntó la rubia medio riendo.

—Scott me ha invitado— contestó su amiga guiñándole el ojo— ¡te invito un trago, mini Greene!

Beth se rió y bebió un poco de su botella de agua. No debería beber alcohol, su profesor de canto se lo advertía cada clase cuando aún iba a bachillerato. Pero una vez cada tanto, no dañaría a nadie. Sintió una presencia a su lado y Beth se giró disimuladamente, para ver a un hombre un poco mayor que ella. Ya lo había visto en la mesa de pool, recostado con un taco en sus manos. Beth le sonrió un poco, por mero compromiso y aceptó el vaso que Riley le entregaba.

—Nuevamente, Rockstar ha sido mi favorita— comentó la morena sonriendo a Beth, orgullosa— es taaaaaaan tierna.

—Lo que pasa es que…

—Espera a que te contagien tu primer herpes.

Las cabezas de ambas chicas se giraron casi rígidamente hacia la voz que había dicho semejante grosería. El hombre tenía una pequeña sonrisa ladeada y le dio un trago a su cerveza.

—¿Disculpa? — graznó Beth, comenzando a sentir calor en sus mejillas.

—Que cuando idealizan a los rockstars— gruñó el hombre moviendo sus dedos formando falsas comillas en el aire— les contagian el herpes. No son así cómo tú piensas, las drogas son su vida. No tú.

Beth giró su taburete para quedar totalmente enfrentada hacia aquel hombre que honraba burlarse -y degradar- una de sus canciones favoritas y por supuesto, de su cantante favorita.

—¿Y tú quién eres para decir semejante…

—¿Idiotez? — advirtió Riley que parecía divertirse con la situación.

—Exacto— asintió su amiga rubia provocando una risa sarcástica de parte de su interlocutor.

—Soy mayor que tú, eso lo dice todo.

¡Mayor que ella! Odiaba, Beth odiaba a toda persona que se dignara a intentar denigrar su edad. ¡Ella no era una niña! ¡Ya no más! era una mujer, con todas las letras, estaba harta que el mundo no fuera capaz de ver que ella ya era mayor y completamente independiente. Se paró de su taburete, roja de la furia, tomó el estuche con su guitarra y miró a su amiga.

—Riley, me voy. Te veré mañana. Y usted, viejo— siseó la menor de los Greene hacia aquel hombre de pocas pulgas— verde —agregó con cizaña, notando la pronta rigidez de los hombros del hombre-con-músculos-pero-sin-tacto— espero y tenga todo el herpes del mundo.

Y salió de allí, olvidando la paga, olvidando su trago, ignorando la sonrisa pícara de su amiga y furiosa con el mundo.


—Cacharro del demonio— maldijo por décima vez pero ya en el estacionamiento del conjunto de departamentos donde vivía con su hermana Maggie.

Su Dodge parecía querer morir cada vez que Beth necesitaba huir de algún lado. No, la palabra huir no era la correcta. Cuando ella necesitaba irse de algún lado, eso le gustaba más. Y esta ocasión, no era la excepción. La menuda rubia golpeó el volante con su bolso, desquitando un poco de su furia y se apeó del carro. Cerró de un portazo que sacudió todo y un poco arrepentida por esto último, sacó su guitarra de los asientos traseros con un poco más de dulzura.

Beth miró el cielo. Estaba despejado en la ciudad de Atlanta pero tantas luces y bocinas hacían extrañar su pueblo natal. Caminó por el pasillo hasta legar a las escaleras que la llevaban al ascensor. Pulsó el piso ocho y dejó que su espalda reposara unos instantes en la pared espejada. Todavía podía sentir la rabia correr por sus venas cuando aquel hombre le había hablado. ¡Burlarse de Rockstar! Y esa canción que era tan perfecta.

Con esos pensamientos merodeando su mente, dejó el ascensor y colocó la llave en la cerradura de la puerta de su departamento. Tan distraída venía, que no escuchó ningún gemido, ningún lloriqueo.

—¡Maggie!

—¡Beth!

La mayor de las hermanas Greene se hallaba en una situación –y posición- muy comprometedora en el sillón (¡de su madre!) con su novio, Glenn. Inmediatamente, Beth cerró la puerta violentamente y zapateó cual niña pequeña, furiosa de nuevo.

¡Era la tercera vez en la semana que pasaba lo mismo! Así que sin esperar disculpas (repetidas, vale aclarar), bajó corriendo las escaleras (olvidándose que eran ocho pisos) y se subió a su carro rápidamente, escapándose, huyendo de allí.

La mala suerte, tocando la puerta de Beth Greene una vez más.

Unas lágrimas calientes se escaparon de sus ojos aunque ella les ordenaba que se quedaran en sus respectivos lagrimales. La carretera correctamente iluminada y el carro de Beth eran los únicos testigos de la desazón de la rubia.

Las cosas no podían empeorar.

Desde que su madre había muerto hacía ya unos años, Beth se había triplemente apegado a su hermana. Y todo marchaba a la perfección, hasta que la morena Greene conoció al repartidor de pizzas. Beth nunca podría saber si siempre había sido así, ya que cuando Maggie y Glenn formalizaron, la hermana menor aún vivía en la granja. Digamos que las cosas se mostraron tal cual eran, cuando Beth decidió abandonar Mert County y se mudó con Maggie a la ciudad de Atlanta.

Maggie comenzó a cambiar de a poco, hasta casi olvidarse que tenía una hermana. Y Beth la necesitaba, en las presentaciones, en la vida. Así que las discusiones llegaron y las lágrimas de parte de ambas tamibén, pero la mayor de los Greene no cumplió su promesa de cambiar. O de volver a ser la misma de antes.

Beth aún no entendía qué había sucedido pero había decidido que no le prestaría atención, que por fin se mudaría y comenzaría de cero. Sin Maggie y sin Shawn. Aunque le partiera el corazón y aunque la tercer guerra mundial (Greene) se le viniera encima, ella ya no lloraría más por las faltas de respeto de su hermana.

Y acá llegó el momento en donde la frase "las cosas no podían empeorar" cobró vida y mutó. Mutó a un desastre mucho mayor que el anterior, destrozando la fuerza de aquellos seres indefensos que les rodea la mala suerte.

El Dodge, el cacharro, se detuvo. Y no encendió a la primera, ni a la segunda, ni a la tercera. Y cuando los ojos de Beth estaban más anegados de lágrimas por su bendita suerte, se fijó en que el tanque de gasolina del tablero estaba en rojo. Un rojo tan fuerte como su furia.

—¡Mierda!


—Ya no llores Bethy—suplicó Riley por décima vez por el teléfono— escucha, estoy yendo a casa para prepararte la cama y un chocolate caliente.

—Yo… ¿por qué a mí? — hipó la rubia sobándose la nariz lastimada a causa del llanto.

—La grúa ya llega, ¡me lo juró! Dijo que llegaría en cualquier momento y que te llevaría a mi casa, ¿sí?

—Creo que ahí la veo— murmuró Beth tratando de tranquilizarse y no hacer más el ridículo— las luces de emergencia se ven.

—¡Perfecto! Ahora te dejo, así puedes hacer el trámite en paz. Te esperaré aquí.

Beth asintió al aire y colgó la llamada. Salió del carro y se limpió las lágrimas. La grúa se detuvo a unos metros y Beth esperó unos minutos. Un hombre con gorra (¿para qué usas gorra de noche?) caminó hacia ella con un andar un poco gracioso.

—Hola, gracias por…— Beth casi se atraganta con su propia lengua al ver a ese hombre frente a ella—¡¿tú, aquí?!

—Sí rubita, agradece que mi turno inició hace media hora— el hombre de la barra le sonrió malignamente y comenzó a tomar los datos de la chapa del carro y demás— entonces, ¿fallo eléctrico?

—Yo… yo…— el brazo de Beth parecía danzar en el aire, avergonzada— meolvidédecargargasolina.

—¿Qué?

—¡ .gasolina! — gruñó Beth enterrando su rostro entre sus manos, ignorando la risa burlona del hombre.

Beth ahogó un grito y también evitó zapatear contra el suelo, declarando esa noche de verano, como la peor en mucho tiempo.

HOLA, HOLA.

¿Y cómo van esos preparativos para las fiestas? DIN DON DAN, DIN DON DAN LINDA NAVIDAAAAAAAD *rompe vidrios*

ES QUE AMO LA NAVIDAD *-* que daría yo para que en estos pagos nevase para estas fechas pero no, estamos cocinándonos, literalmente.

Entonces…si llegaron hasta acá, es porque están como yo, curando su corazón Bethyl.

NUNCA, NUNCA PERDONARÉ A KIRKMAN Y CIA HABER ARRUINADO SEMEJANTE OPORTUNIDAD DE PERSONAJE POR FAVORITISMOS AJENOS. Dios, los odio. Pero acá no estamos para eso, sino para HACER INMORTAL A BETH. Que se lo merece, mierda.

Bueno, espero les haya gustado. No creo que sea muy largo este fic, es más que nada para reírnos un rato y el espíritu navideño. Es mi primer fic AU e intenté ser lo más fiel posible a los personajes, me avisan si ven oOc, sí?

SE LAS QUIERE Y CAMBIO Y FUERA.

Kicky.