Christmas Quod Mutari Omnia

Contest FFAD: Perfecta Navidad.

Escrito por: Dulce Sanabria.

Beteado por Sarita Martínez Beta FFAD ( www . facebook groups / betasffaddiction/)

Disclaimer: La saga le pertenece a S. Meyer. La trama le pertenece a "Las Hijas del Frío."

- Capítulo 1 -

Estaba devastada. ¿Cómo podía haber personas tan horribles en el mundo? Él, al que tanto había amado, al que me había entregado en cuerpo y alma… Sólo así de la nada mi novio termina conmigo. Alec, el nombre del hombre que acababa de destrozar mi vida y todo lo que me importaba. Un día tan bueno que terminó siendo uno de los peores de mi vida.

Flashback

Nos habíamos reunido como todos los sábados para cenar juntos. Era como una tradición única de nosotros dos, algo que nos distinguía y nos la pasábamos muy bien así. Recordaba todos esos momentos especiales con él. Algunos días sólo comíamos, pero en otros me traía sorpresas, como quedarse toda la noche viendo películas juntos, abrazados en el sillón de su casa. Sabía que eso me encantaba, solo tener su piel junto a la mía era… especial.

Pero este sábado se comportó muy distante conmigo… casi como si no deseara estar ahí. Al principio no le di importancia, pensé que debería de estar agobiado con sus obligaciones de arquitecto, por todas esas veces que no podíamos estar juntos por su trabajo y esos proyectos.

Cenamos en silencio, comentando de vez en cuando lo que nos había pasado a lo largo de toda la semana; pero como el silencio se volvió un poco incómodo para los dos, decidí levantarme y poner un poco de música que nos gustaba a ambos. Diferíamos mucho en ese aspecto, por lo cual yo debía ser muy cuidadosa de no poner nada que no le gustara.

Mmm… Esme… —dijo con voz entrecortada. Bajó la mirada y después de un rato de pensarlo suspiró y agregó—: Tengo que decirte algo. —Me tomó de la mano y suspiró de nuevo—. Creo que esto ya… ya no está funcionando. —Solté su mano. Pensé que me iba a decir unas palabras de amor o tal vez había llegado por fin el momento que tanto había ansiado de que me propusiera matrimonio, algo que había estado esperando después de rebasar el año juntos. Pero esto fue como si él me hubiera dado una descarga eléctrica justo en el corazón.

Pero, ¿por qué? —Fue lo único que acerté a decir; tenía tantas preguntas, pero mi mente no podía procesar nada estaba en 'shock', me levanté de la mesa indignada y empecé a sollozar era lo que siempre hacia cuando me sentía tan frustrado, cuando no podía ni siquiera decir algo. Él me miró, sus ojos no denotaban más que vacío, no le importó que estuviera a punto de desmayarme y como la persona más insensible del mundo, tomó su saco de la silla y con una voz de desprecio me dijo:

¿Sabes? Ya presentía que harías esto, así que me voy, no puedo soportar tus ataques de sentimientos y de quejas. No necesito a alguien tan… Olvídalo. Me voy con mis amigos. —Salió disparado azotando la puerta detrás de él.

En ese momento me derrumbé por completo. Todo mi ser estaba colapsando. No podía entender lo que había dicho… ¿que no me quería?, ¿que era muy…? No me importaba lo que pasara en lo que quedaba de la noche. Me dolía la cabeza, sólo quería dormir… y olvidar.

Fin de flashback

El sol que entraba por la ventana me deslumbraba. Ya era de mañana y no me había dado cuenta. Para mí sólo había pasado un instante. Aunque fuera diciembre, el sol me cegaba con fuerza… Apenas logré levantarme como pude y cerré las persianas. Suspiré. Quizás estaba exagerando, pero es que con él pasé momentos tan…

No pude evitar sumergirme en una serie de recuerdos. Creo que esto solamente me atormentaba, todos esos momentos: las salidas, las cenas, los paseos, los bailes donde estaba tan orgullosa de tener a un novio tan guapo sólo para mí… Pero estaba muy equivocada. Después de pensarlo un poco, me di cuenta que yo no hice nada para molestarlo de esa forma. Siempre fui buena y hasta llegué a dejarme controlar para complacerlo, todo para nada. Quizás sería algo que hizo él…

Pensando en mi cama jadeé repentinamente. Me llegó a la cabeza un recuerdo que había enterrado en lo profundo de mi subconsciente.

Todo había empezado en una pequeña reunión en mi casa. Exactamente la primera vez que les presenté mi novio a toda la familia. Mi prima, si así podía llamarse a pesar de que nos odiamos desde el día que nos vimos, se pasó todo el día mirándolo y yo había sonreído. Me encantaba ganarle en lo que fuera. Vi cómo ella se acercó, empezó a platicar animadamente con él, le rozó la mano y le 'acomodó' el cuello de la camisa. No lo tomé en cuenta porque pensaba que Alec me era leal, pero ahora sospechaba que ella había tenido algo que ver en su abandono. Encontré más detalles, como cuando conversaban usando palabras que nadie más que ellos entendían, o cuando Alec se iba después de ella y regresaban al mismo tiempo.

No podía seguir pensando en eso, me estaba haciendo daño. Estaba claro, ella me lo había quitado.

Me inundaba un sentimiento de intensa humillación e ira, y aunque no me agradaba sentirme así, mi cuerpo lo acogió.

Fue entonces cuando llegué a un acuerdo conmigo misma. Uno de los acuerdos que sólo conoces tú y es para cumplirlo por tu beneficio. Decidí que no me iba a afectar su abandono… No volvería a sufrir por él. No le iba a prestar atención si me lo encontraba del brazo de mi prima, no existiría en mi mundo y no volvería a ser lo único que me importaba.

Mi corazón estaba tan dañado, se había partido en miles de pedazos pequeños que nadie podría llegar a unir; así que solamente deseaba pasar el resto de mi vida sin sentir nada. Absolutamente nada.

No volveré a enamorarme… ¡Jamás! Mis manos se hicieron puños con la fuerza con la que estaban apretadas y me levanté de la cama. Ese sentimiento me ayudó, me dio fuerzas para seguir y volver a vivir. Mi vida volverá, pero será sólo mía.

-CQMO-

Era el día en el que mi familia decidiría qué organizaríamos esta Navidad. Podía ser un viaje, un baile en un salón o alguna otra cosa que se les ocurriera. Amaba esas fiestas, la verdad no era porque pasaría un tiempo con mi familia, sino porque era como una competencia con mi prima de quién era mejor: el mejor vestido, el mejor peinado, los mejores zapatos, y hasta el mejor novio. Todo en lo que pudieras ser mejor que la otra.

El último año que nos reunimos, mi prima había ganado el mejor vestuario, pero yo le gané llevando al novio más guapo. Alec era perfecto para estar rodeado de esa gente. Elegante, presumido y… encantador.

Este año ya no podría llevarlo, pero no podía quedarme atrás y dejar que mi prima me opacara. ¿A quién llevaría? Mis amigos no eran lo suficientemente buenos para opacar a Carmen y que le gustara a mi familia.

Bajé a almorzar un cereal y un jugo de naranja, prendí la tele y me quedé absorta pensando en alguien que tuviera suficiente para satisfacer a toda mi familia, hasta que llegó como un rayo la imagen del hombre perfecto para eso. ¡Carlisle! El guapo doctor que me atendió cuando me lastimé la mano por accidente un fin de semana.

Recuerdo cómo al pasar, todas las mujeres inevitablemente volteaban a mirarlo, su hermoso cabello dorado y su hermosa sonrisa que hizo que no pudiera evitar devolvérsela a pesar del fuerte dolor que me aquejaba. Todo combinado con esa bata blanca que le daba un aire de superioridad, hicieron que no pudiera evitar sentir atracción por él.

Cuando entró al consultorio su voz era tan encantadora y al mismo tiempo tan tranquilizante, pero lo que más me dejó absorta es que él no me trataba como cualquier hombre lo haría por ser muy hermosa. Era muy caballeroso conmigo y eso me encantó.

Tenía que verlo. Mi familia no podía pensar que era una solterona, pero el problema era… ¿cómo?

Pensé en topármelo algún día por 'coincidencia' cerca de su casa, en un café, en la librería o simplemente en la calle. No era posible, sencillamente porque no tenía ni idea de dónde vivía ni a dónde iba, mucho menos conocía a alguien que lo supiera.

Sólo sabía que trabajaba en el Hospital St. Mary. Lo había conocido en una ocasión, en un torneo de tenis en el que me lastimé la mano y el hospital más cercano era ese, aunque para mí fuera un hospital de cuarta. ¡Eso era! Tenía que verlo por casualidad ahí. Pero de nuevo, otro recuerdo llegó a mi mente como un rayo e hizo que mis esperanzas se esfumaran.

Flashback

Cuando llegué sólo quería que me atendieran. Mi mano me dolía demasiado y la verdad no me importaba quién llevara ahí más tiempo. Empecé a quejarme con mi chofer y él trataba de hacer lo posible porque yo no me enojara.

Señorita, cálmese, en un momento la atenderán. Sólo sea paciente…

¡Me estás diciendo que sea paciente! le grité en la cara. Ese chofer no me iba a hablar así—. ¡Déjame en paz! ¡Sólo quiero que me atiendan!, ¿no hay un doctor o alguien que sea capaz de atenderme?

Creo que el doctor Cullen fue el único que se atrevió a lidiar conmigo en el estado en el que estaba, ya que de inmediato me pasaron a un consultorio; me trató como un caballero, me hizo pasar y con voz serena me pidió que me sentara en una camilla. Su voz tenía un claro tono de amabilidad y yo lo obedecí. Me causó un poco de conmoción ver que me trataba igual que a las demás personas, no sólo como una niña rica. Trató de que no me lastimara mientras me revisaba la mano, me preguntó amablemente cómo me había pasado el accidente mientras me la vendaba. Yo le empecé a contar y él me escuchó con mucha atención, cosa que me hizo sentir muy cómoda; algo que no sentía con otras personas. Sentía que podía ser yo misma, aunque fuera una berrinchuda en esos momentos.

Pero de repente pareció que el mismo diablo entró al consultorio.

Aparentemente era su esposa quien, sin importarle que estuviera en medio de una consulta, entró como si fuera la dueña del lugar.

Era hermosa, lo acepto, pero no tenía ni una pizca de buenos modales, mucho menos trataría de ser cordial cuando le decían algo, eso podía notarse inmediatamente. No se parecía en nada a su esposo.

Después de llegar le gritó desde la puerta con una terrible voz y aún peores modales.

Carlisle, ¡ven ahora!

Carlisle me sonrió con un poco de pena y su rostro se sonrojó un poco: Lo siento mucho, creo que es una emergencia. Ya vuelvo. Salió rápidamente del consultorio. Al parecer su conversación fue muy corta, porque un momento después volvió. Podía notarse que estaba furioso, pero después de un largo suspiro olvidó todo y tuvo una sonrisa de nuevo.

Fin de flashback

Sí, eso iba a ser un problema. Él tenía una esposa. Creo que tendría que hacer otra cosa. Buscar a alguien más, quizás. Esto iba a ser todo un reto.

— ¿Esme? —me llamó mi madre.

Salí de mis pensamientos para encontrarme con toda mi familia mirándome como si hubiera perdido la cabeza.

— ¿Sí?

—No has dicho nada sobre los arreglos de la fiesta de Navidad —dijo Carmen con una sonrisa burlona—. ¿Qué te pasa? ¿Alguna noticia que quieras decirnos?

Estaba provocándome, lo sabía. Pero no le iba a dar el gusto de verme molesta.

—De hecho sí, Carmen —respondí con una sonrisa amable—. Lo que sea que elijan está bien. ¡No puedo esperar a que conozcan a mi nuevo novio!

— ¿Pero qué pasó con Alec? —preguntó mi madre—. Él es un buen chico.

—Será bueno, pero parece que no aprecia lo que tiene y prefiere a la basura —dije esto último dirigiendo mi atención hacia Carmen, quien me trataba de asesinar con la mirada.

Al final se decidió que haríamos una cena con una pequeña pista de baile para todos los que desearan bailar. Antes de irme alcancé a ver cómo un familiar auto rojo se detenía y Carmen subía en él, entonces pude verlo por un momento. No pude evitar mirar a Alec y Carmen mientras se iban juntos en su lujoso auto.

-CQMO-

Había sobrevivido unos días más, ya era miércoles, faltaban cinco días para la cena de Navidad y quería salir. Podría esperar a fin de semana, pero no quería hacerlo. Mis dos amigas, Chelsea y Renata, tenían ganas de ir de compras y creo que yo también. Porque esto me ayudaría a "superar" a Alec, aunque también era un buen pretexto para faltar a clases sin preocuparse de ser regañada después. Sólo con una cara de niña buena con mi querido padre y todo estaba solucionado: el permiso, el auto y sobre todo la tarjeta de crédito. Así que me hallaba en camino al centro comercial para encontrarme con Chelsea y Renata, y comprar algo.

— ¡Ah! —solté un gran suspiro al darme cuenta de mi situación. Ya tenía 24 años, había terminado mi carrera en decoración de interiores en la universidad del estado, pero por cumplir los deseos de mi padre y por no querer empezar a trabajar (ya que tengo todo y no lo necesito). En mi último año me había inscrito en la especialidad de Decoración del Renacimiento. Me encantaba la elegancia que presentaba esa época. Todos esos lujos, decoraciones, y sobre todo ese amor que se profesaban a la antigua. Yo quería algo así, pero al parecer en esta época ya no existe tal cosa como el amor verdadero.

A pesar del logro de terminar mi carrera y ser una de las mejores de la generación, no me sentía satisfecha. Y eso se debía a que no estaba casada y mucho menos comprometida. Mi gusto por decorar no podía superar mis ansias de casarme, ser feliz y comenzar a formar una familia. Todas las mujeres de mi familia se encontraban con pareja, comprometidas, o felizmente casadas. Yo tenía miedo de no tener a alguien con quién estar, de no ser feliz como ellas.

Mientras iba en el auto me fijaba en todas las familias felices que paseaban por la calle, a esas hermosas parejas que llevaban toda su vida juntos y recordé a Alec recogiendo a Carmen después de nuestra 'reunión familiar'. Debía admitir que aunque hubiera resultado ser un desgraciado, había sido mi posibilidad de sentar cabeza y casarme. En serio debía conseguir a alguien.

Cuando llegué al centro comercial, pensé que podría ser buena idea buscar de una vez el vestido para Navidad. Tenía que encontrar el perfecto para deslumbrar a todos y hacer que ciertas personas no se sintieran las líderes del mundo.

— ¡Hola chicas! —les dije a mis amigas que ya se encontraban ahí desde hacía unos minutos.

— ¡Hola Esme! —Llegaron, me dieron un gran abrazo y yo se los devolví. Ellas eran mis mejores amigas y las quería mucho, habíamos pasado tantos momentos juntas y ahora estaban dispuestas a subir mis ánimos con algo que todas amábamos.

—Oigan, chicas… —Empecé diciendo para llamar su atención—. ¿Me harían un gran favor? —les pregunté con una falsa cara de preocupación para ver sus reacciones y me encontré encantada con sus caras que se llenaron de preocupación al instante. Me encantaba ver que podía contar con ellas a todo momento.

—Claro, Esme. ¿Qué pasa? —contestó Chelsea, a lo que continuó Renata.

—Claro, sabes que estamos aquí para ayudarte, querida.

Yo sonreí y les dije con una gran sonrisa:

— ¡Vamos a comprar mi vestido para la fiesta de Navidad! —Ellas dieron pequeños gritos de alegría acompañados de un par de saltos.

Cuando traté de tranquilizarlas, casi me llevaron a rastras hacia las tiendas. Pasamos un rato muy agradable entre tienda y tienda, también tomamos un pequeño descanso para tomar un café y de paso ver a los chicos que pasaban por ahí, aunque yo no estaba de humor para eso precisamente. Pero ellas sabían perfectamente cómo alegrarme el día. Logré reírme y casi olvidar todas mis penas.

Al llegar a mi tienda favorita, empezamos a ver los posibles vestidos, y encontré el atuendo perfecto. Justo en frente de mí estaba el mejor vestido de todos los tiempos: largo, blanco, entallado, con algunos brillos en la parte del pecho y la espalda cruzada.

Todas gritamos al verlo y me animaron a que me lo probara. Al estar dentro del probador escuché a unas señoras hablando, pero no les puse mucha atención hasta que escuché que lo mencionaron.

— ¡Sí! ¡El doctor Cullen! —exclamó una voz chillona. Pegué mi oreja a la pared. Por supuesto que no me iba a perder lo que ellas decían de él.

—Escuché que su esposa lo acaba de dejar hace algunas semanas —dijo la señora de la voz chillona.

—Sí, es cierto. Mi esposo trabaja ahí y me dijo que en todo el hospital andan muchos rumores respecto a eso —le contestó otra voz.

— ¿Cuáles rumores? Pobre del doctor, tan guapo que es y aparte tan buena gente. —La voz chillona resonó en el probador y yo seguí en silencio, tratando de que no descubrieran que las estaba escuchando.

—Pues deja te cuento todos los chismes. —Empezó a contar la otra voz en un tono de suspenso—. Él era muy buen esposo, aunque ella fuera muy mala y mal educada, le soportaba hasta los berrinches que hacía tan seguido en el hospital. Creo que por una parte fue por su hijo. No quería dejar al pobre niño indefenso, sin padre, hasta que un día él salió temprano del trabajo, lo cual era muy raro en él…

La voz chillona reaccionó con un bufido de indignación, pero el relato continuó.

—Dijo que era por motivos personales y salió corriendo, llegó a su casa para encontrar que su esposa se había largado, dejándolo solo con el bebé. Al parecer tan solo se despidió con una nota. Creo que decía que se había ido con alguien mejor… y más rico. La muy descarada se fue del país sin dejar rastro.

Las señoras siguieron con comentarios, en ese instante salieron así que no pude seguir escuchando.

¡Pero qué malvada mujer! Yo nunca le hubiera deseado algo tan cruel a nadie, mucho menos a él. Pero eso facilitaba que diera rienda suelta a mis planes, ahora con mi camino libre de esposas histéricas. Ya no dañaría a una familia. Sólo iríamos a la fiesta y fingiríamos que éramos novios. Eso si él aceptaba.

Ese día había sido muy bueno, conseguí el vestido que quería, y las noticias que me salvarían de las habladurías de mi familia.

Sólo faltaba planear cómo lo lograría, cómo lo conquistaría… Y ahí sentada se me ocurrió la idea perfecta.

Al salir de los probadores, fingí que me torcía el tobillo en uno de los escalones. Mis amigas se preocuparon por mí inmediatamente y me llevaron al hospital más cercano, que casualmente era el Hospital St. Mary; pero no sin antes comprar mi vestido.

Llegamos a la sala de urgencias y les pedí a mis amigas que por favor me atendiera él, porque era el único en el que confiaba. Ellas lo aceptaron y después de un rato por fin pude llegar a su consultorio.

Al entrar me quedé paralizada, él me sonrió y me pidió que pasara, pero algo en él había cambiado. Su sonrisa ya no era la de antes, ahora estaba vacía.

— ¿En qué te puedo ayudar? —me preguntó tan amablemente como la vez pasada.

Tardé un momento en responder ya que se veía muy mal, tenía unas grandes ojeras y se notaba simplemente triste.

—Sí, me torcí el tobillo y me duele. Ayúdeme por favor.

—Claro, con mucho gusto señorita. —Me revisó cuidadosamente y mandó a hacer unas radiografías para ver si era grave. Al estar esperando fuera de la sala de Rayos X, decidí preguntarle por qué se veía tan mal, aunque ya supiera la respuesta.

— ¿Qué le pasa doctor? —indagué. Sinceramente, no esperaba lo que me dijo, pero me sorprendió al contestarme.

—Es que… mi esposa me dejó. Creo que no pierdo nada en comentarle, considerando que todos aquí parecen ya saberlo.

Se veía tan triste, que de verdad me apené al haber preguntado eso y sin planearlo le dije:

—No se preocupe, a mí también me acaba de dejar mi novio. —No creía lo que acababa de decirle, ¿cómo se me pudo ocurrir semejante tontería? Él volteó y me dedicó una pequeña sonrisa de ánimo antes de desviar la vista. Tendría que aprovechar eso—. Doctor, usted y yo tenemos mala suerte en el amor, pero con algo hay que contentarnos, ¿no?

Me miró y los dos sonreímos. Era todo tan fácil al estar con él. En ese momento llegaron los resultados del estudio y, por supuesto, no tenía nada. Volvimos a su consultorio y en ese momento antes de irme le hice la pregunta.

—Doctor, ¿quiere ir a tomar un café conmigo uno de estos días para animarnos? —Él volteó, un poco extrañado por mi pregunta, pero creo que le agradó la idea.

—Está bien, ¿qué le parece mañana a las nueve de la noche al salir de mi turno? Nos veremos en el café de aquí en frente. Dejaré a la niñera por un rato más. —Le dediqué una sonrisa de asentimiento y me marché.

Toda la noche estuve pensando cómo le haría para invitarlo a la fiesta con tan poco tiempo de antelación y creo que la almohada me dio la respuesta…

-CQMO-

Al día siguiente me pasé todo el día pensando en cómo me comportaría en la 'cita' para lograr que aceptara mi invitación. Estuve de pie frente a mi armario por casi una hora, pensando en qué atuendo escoger. Después de una gran búsqueda, encontré un conjunto que decía "soy linda" y no gritaba "estoy desesperada". Conduje lo más rápido que pude al café y cuando llegué elegí una mesa para esperarlo.

—Buenas noches, Señorita Esme —me saludó cordialmente Carlisle con una sonrisa, yo lo saludé y le pedí que se sentara. Después de pedir lo que ordenamos, decidí empezar una conversación.

—Y... dime, ¿qué fue lo que pasó con tu pequeño? Claro, si es que te gustaría que yo lo sepa.

Su semblante se llenó de tristeza cuando mencioné a su hijo, pero aún así comenzó a contar la historia.

—Él está en mi casa y… como sabes, mi esposa lo dejó conmigo y ahora sólo yo me tengo que hacer cargo de él. Pero cuando estoy en el hospital, la niñera es quien lo atiende. Es algo difícil, pero aún así lo sacaré adelante, no importa lo que cueste. Yo amo a mi hijo.

Eso fue tan… sincero. No noté ni una nota de ironía, enojo o sarcasmo mientras hablaba. Era un hombre dulce y bueno. —No creo que esa mujer te mereciera. Te mereces a alguien mejor —le dije honestamente. Él se rio y me respondió.

—No lo creo. Ella era una buena mujer en el fondo. Yo la amaba… y la sigo amando. —Esa declaración lo puso algo incómodo y le dio un giro inesperado a la conversación—. Y a ti, ¿qué te pasó?, ¿por qué tu novio terminó contigo?

Me reí con nerviosismo y decidí responderle con la verdad.

—En resumen, me dejó por mi prima y yo no sé qué hice para que me dejara por ella. —Él me miró sin decir nada, me tomó de la mano y las estrechamos, en señal de que nos apoyábamos mutuamente.

Después de eso sólo pudimos hablar de cosas como el trabajo, nuestros pasatiempos, y algunos de nuestros gustos. Insistió en pagar la cuenta y después de salir nos pusimos a caminar por la calle. En nuestro camino nos topamos con una pista de hielo e inmediatamente entramos, nos pusimos patines y entramos a la pista. No era muy buena patinando y casi terminé resbalándome, pero él me tomó de la mano y evitó que me cayera. Se rió un poco y apretó mi mano.

—Creo que mejor nos quedamos así —dijo señalando nuestras manos—. No quiero que te vuelvas a lastimar.

Yo asentí y le dediqué una sonrisa. Pasamos más tiempo en la pista, riendo a más no poder porque era pésima y seguía resbalándome. Después de un rato, decidimos que era hora de irnos. Nos estábamos quitando los patines y le pedí que me pasara mi bolsa. Al dármela, se me cayó y descubrió en ella mi vestido para la cena.

—Creo que de aquí te irás a una fiesta muy importante, ¿no? —Yo me sonrojé sin saber por qué, pero me recuperé rápido debía aprovechar la oportunidad.

—No, es para la fiesta de Navidad. —Tenía que hacerlo en ese momento. Era la oportunidad perfecta—. Tengo una idea, ¿por qué no me acompañas? Será divertido y aparte no tengo a nadie que quiera ir conmigo. —Entonces me puse a considerar que tal vez él ya tenía planes—. Aunque no sé si ya tengas planes de ir con tu familia… —Ahora me sentía como una tonta por haber considerado eso antes.

—La verdad no. —La voz de Carlisle se escuchó antes de que pudiera pedirle una disculpa—. Mi familia vive en otra ciudad y casi no los veo. En años pasados, siempre la pasábamos… en la casa de los padres de Elizabeth.

En ese caso, entonces quizás aún podría convencerlo.

— ¿Lo ves? Vamos, así nos hacemos compañía y te divertirás. ¡Vamos! —le pedí e hice un gran puchero para que aceptara. Eso le causó mucha gracia y después de seguir insistiendo un poco más, aceptó. Me acompañó a mi auto, le dije dónde sería la cena y dónde nos veríamos. Me deseó una buena noche, se despidió y se fue.

Faltaban cuatro días para la cena y yo lo había logrado. Ya tenía con quién ir.