Airi: ¡Hola! ¿Cómo están?
Airi Shiroi reportándose con un nuevo Fic de Shugo Chara! XD espero que les guste, y sea bien recibido tal y como el anterior que tuvo una buena acogida n.n por cierto, es un UA.
Como todos sabemos Shugo Chara no me pertenece, es de Peach Pit, yo solo estoy escribiendo esta historia porque tengo algo de tiempo libre.
Prologo
Tres jóvenes se encontraban en el cementerio, observando con tristeza el mausoleo que tenían en frente, se trataba de una joven de larga cabellera rubia y ojos amatistas, un muchacho mayor que ella de cabellera azul y ojos del mismo color, y por último la mayor de los tres presentes en el lugar, una chica de larga cabellera albina y sus ojos eran azules como los de su medio hermano. Sus nombres según lo mencionado: Utau Tsukiyomi, Ikuto Tsukiyomi y Meiko Tsukiyomi.
Los tres visitaban el sitio donde descansaban los restos de la que alguna vez hace un tiempo atrás fue su madre, era el día de aniversario de su muerte, aquella hermosa mujer que había sido la madre de Ikuto y Utau, tanto la madrastra para Meiko, había padecido la cruel enfermedad que le produjo la muerte: Leucemia. Desde ese día, el padre de los tres jóvenes que era un hombre de negocios, contrato a una mujer llamada Kaede para que cuidara a sus hijos, ya que cuando aquella mujer que fue su esposa falleció, los tres niños eran muy pequeños, dejando a Meiko de tan solo quince años, Ikuto de catorce y Utau con solo doce años en aquel entonces.
En la actualidad, Meiko tiene veinte años, mientras que Ikuto cumplió hace no mucho los diecinueve y Utau cumplirá los diecisiete en unos meses, por lo que Kaede la anciana a cargo de ellos, ya no tiene que preocuparse tanto por los jóvenes, siendo así que cada uno de ellos hace lo que le viene en gana, aprovechándose de que su padre nunca se encuentra en la gran mansión en la cual viven. Siempre se les concedieron todos los caprichos que tuvieron, nunca les falto nada a los tres chicos, nada excepto claro el amor de una familia, siendo reemplazado solo por el cariño que aquella niñera les entregaba, pero eso nunca es suficiente.
Es aquí donde comienza esta historia, que no es precisamente un cuento de hadas, claro que no. Esta historia narra lo que puede llegar a suceder por causa de mucho dinero y poco amor, es lo que sucede cuando un padre descuida a sus hijos y solo le preocupa su dinero y su trabajo.
- Oye Ikuto – Exclamó Meiko mirando al chico a su lado, pero este no le prestaba atención – Ikuto – Insistió, pero el joven solo le ignoraba. - ¡Ikuto! – Gritó mientras le acertaba un golpe en el brazo al joven, quien automáticamente salió de su ensimismamiento.
- ¿Ah? Lo siento, no estaba escuchándote – Ikuto miraba con sorpresa la expresión en el rostro de su media hermana, había algo en ella que era… diferente.
- Regresemos a casa, no porque nos quedemos aquí todo el día ella regresará a la vida, y lo sabes ¿verdad?
- Eso dices tú, porque no es tu madre biológica – Utau le miraba con rabia reprimida, ella desde siempre había odiado a su hermana mayor, que para ella no era su hermana.
- Nadie ha pedido tu opinión, Utau – Meiko miraba con burla a la menor de los presentes, cuando eso ocurría Ikuto siempre defendía a Utau, pues el amaba a su hermana menor más que a nadie, pero esta vez estaba algo distraído.
- Pues yo opino cuando quiera, no cuando tú lo ordenes ¡Bruja! – Utau le enseño la lengua infantilmente a Meiko, quien frunció el ceño molesta. – Ikuto, regresemos a casa, será lo mejor – Agregó mientras tomaba de la mano a su hermano mayor, mientras miraba desafiante a la albina.
- Esta bien – Ikuto hizo una pequeña reverencia a la tumba de su madre y luego los tres jóvenes emprendieron su camino de regreso a la grande y solitaria mansión en la cual vivían.
Una vez allí, Utau se fue directo a su habitación, ella no estaba muy feliz así que prefirió irse para no pasar malos ratos con Meiko, pues siempre solían discutir por cualquier cosa
- Oye Ikuto… ¿Ya conseguiste una novia nueva? – Preguntó inquisitiva Meiko mientras se sentaba en el sillón, logrando así incomodar al chico que se encontraba sentado junto a ella.
- ¿Por qué lo preguntas? – Ikuto encendió la televisión mientras se relajaba, o al menos eso intentaba. Y es que él estaba enamorado de su media hermana desde hacía un par de años, pero ese no era motivo suficiente para que él desistiera de cortejar a otras chicas, porque tenía fama de ser un conquistador que solo juega con las chicas a las que encuentra atractivas.
- Curiosidad… - Simplemente, Meiko era una chica bastante astuta, y era tanto así que para ella no era un secreto que Ikuto la amaba, pues ella sabía muy bien que su medio hermano menor estaba loco por ella, y la pregunta era ¿Quién no lo estaría? Ella era una chica hermosa, su cuerpo estaba bien desarrollado y por si fuera poco, vivía en una gran mansión y el dinero le sobraba.
- Ya veo… - En ese momento, en la televisión estaban entrevistando a una joven y hermosa chica.
- Entonces díganos señorita Amu Hinamori, ¿tiene planeado un nuevo proyecto? – Pregunto un hombre algo mayor a la chica en la televisión. Ikuto se quedo observando embelesado, si bien la chica era hermosa no era eso lo que llamaba su atención. Ese apellido Hinamori… ¿Dónde lo había escuchado con anterioridad?
- ¿No es esa la escritora que está de moda, con sus libros sobre vampiros? – Preguntó Meiko con desagrado en su voz – Si, es ella… la hija de ese director de peliculas, el tal… Hinamori no recuerdo cuanto.
- ¿Es escritora? – Preguntó Ikuto mirando con más interés la televisión.
- Si, es escritora ¿Te impresiona? – Meiko estaba comenzando a molestarse, y es que se ponía muy celosa cuando Ikuto le prestaba atención a otra chica, para ella Ikuto era su juguete y de nadie más. El no podía interesarse en otra chica a no ser que solo se tratase de un juego para él. Y ella siempre conseguía salirse con la suya, sobre todo cuando el joven de azules ojos comenzaba a enamorarse de una chica, era ella quien se encargaba de alejarla de él.
- Es que es bastante joven… - Murmuró sin dejar de ver la televisión, y es que estaba verdaderamente embelesado, la chica lo había cautivado, aunque él no quisiera reconocerlo.
- Lo es – Meiko se puso de pie – Iré por un refresco ¿Quieres algo? – Preguntó
- No, estoy bien, gracias
- Como quieras – Meiko fue hasta la cocina por un trago, mientras Ikuto seguía viendo la televisión.
- Entonces ¿Está planeando casarse? – Preguntó el entrevistador a Amu mientras ella sonreía dulcemente.
- Si, mi novio Tadase y yo planeamos casarnos muy pronto – Respondió la pelirosada.
- Amu-san, disculpe mi intromisión pero hay una duda que la gente nos ha hecho saber, y queremos preguntarle – Suspiró y luego continuó - ¿Es cierto que usted y el joven Hotori son vírgenes? – Exclamó el hombre con un leve sonrojo, si bien le incomodaba hacer ese tipo de preguntas, debía hacerlas para llamar la atención de los televidentes.
- Bueno, no creo que sea algo malo, como creyente en Dios que soy, estoy orgullosa de ser virgen hasta el matrimonio, tanto Tadase como yo lo estamos – Sonrió.
- ¿Es virgen? – Preguntó Meiko mientras regresaba de la cocina, no había dejado de escuchar en ningún momento la entrevista, pues a ella también le interesaba aquella chica.
- Así dice – Ikuto desvió la mirada y la situó en Meiko, quien se sentó en sus piernas con una copa en su mano izquierda y con la derecha acaricio la mejilla del peliazul.
- ¿Sabes que odio a las chicas vírgenes? – Ronroneó en el oído del muchacho, él por su parte acaricio sin disimulo una de las piernas que la chica siempre llevaba al descubierto, pues usaba faldas demasiado cortas y provocativas, si había algo de Meiko que a Ikuto le fascinaba era lo sensual y erótica que en ocasiones llegaba a ser su adorada media hermana.
- Lo sé… - Respondió Ikuto mientras en un rápido movimiento capturaba los labios de aquella chica, que se los entregaba en bandeja de plata a él sin pedirle nada a cambio, ambos sabían que aquello estaba mal pero ¿Quién les diría algo al respecto? Nadie. Utau no estaba al tanto de la clase de relación que llevaban aquellos dos hermanos, aunque nunca habían llegado al sexo, si hacían realidad los deseos más oscuros del otro.
- Entonces ¿irá a Tokyo para continuar sus estudios universitarios? – Preguntó el hombre a Amu, quien continuaba respondiendo a las insólitas preguntas que este hacía.
- Claro… Tadase no está muy feliz, pero le prometí serle fiel y esperar hasta terminar mis estudios para regresar junto a él – Respondió la pelirosada con una gran sonrisa adornándole el rostro.
- Y él ¿está de acuerdo?
- Claro que si, el confía en mi así como yo en él…
- Entonces para finalizar esta entrevista, señorita Hinamori ¿Le gustaría enviar un saludo?
- Claro que sí, a mis tíos que me acogerán en su casa. ¡Los quiero mucho! – Exclamó Amu mientras agitaba su mano frente al camarógrafo.
- ¿Escuchaste eso? – Preguntó Meiko mientras se separaba un poco de Ikuto y daba un sorbo a su copa.
- Si ¿Por qué?
- Pues… como ya te dije, odio a las niñas santurronas como ella… - Se puso de pie y luego de tomar el control apagó el televisor.
- ¿Y? – Ikuto también se puso de pie y abrazó a Meiko posesivamente
- ¿Quieres jugar? – Sonrió con maldad la muchacha, mientras miraba a los ojos a Ikuto.
- ¿A qué te refieres con jugar? – Comentó mientras acercaba sus labios a los de la muchacha.
- Fácil… apostemos… - Suspiró y alejó a Ikuto de ella – Si ganas la apuesta, yo haré realidad tu sueño más codiciado… Seré tuya… pero si pierdes el juego me quedaré con tu deportivo – Su sonrisa se amplió dejando consternado a Ikuto.
- Hmm… es algo injusto, pero estoy de acuerdo – Sonrió también el peliazul – ¿En qué consiste el juego?
- Conquista a esa niña, a esa Amu Hinamori y… hazla tuya – Rió sin disimulo – Destrózale la vida y su futuro matrimonio a esa chica puritana
- ¿Eso es todo? – Preguntó Ikuto aparentando desilusión.
- Vamos, que no es tan fácil conquistar a una chica así – Y rodeo al muchacho de azules ojos por el cuello, atrayéndolo así para besarlo una vez más.
En eso estaban cuando Kaede entró al recibidor y los vio allí abrazados a punto de besarse.
- Disculpen que los moleste jóvenes – Habló la mujer llamando la atención de los dos, quienes inmediatamente se separaron
- ¡¿Que quieres Kaede? – Gritó molesta Meiko, mientras miraba fulminante a aquella mujer.
- Lo siento mucho, señorita; pero mi hija Mitsuki quiere hablar con ustedes
- Hágala pasar – Exclamó Ikuto intentando no perder la paciencia.
- Enseguida – Sonrió con dulzura la anciana mujer y salió a buscar a su hija, para llevarla a donde se encontraban Ikuto y Meiko.
- ¿Qué querrá esa estúpida psicóloga esta vez? – Preguntó Meiko a su interlocutor mientras le miraba con intriga.
- No lo sé, supuestamente nuestro tratamiento había acabado ¿Entonces?
- Ya veremos… - Finalizó la albina esperando a que llegara la mujer.
Minutos después se encontraban sentados en los sillones, con Mitsuki en frente de ellos mirándoles con rabia reprimida.
- Meiko… Ikuto, no saben cómo me desagrada volver a verlos – Exclamó y luego suspiró mientras se cruzaba de piernas.
- Es mutuo – sonrió con ironía Meiko.
- ¿Sabes que papá no está en casa? – Ikuto también fulminaba con la mirada a aquella mujer, pero luego la situó en su joven acompañante. Una chica que parecía tener la edad de Utau, con una bella sonrisa y vestida indecorosamente que le miraba con insistencia. Ikuto se sintió incomodo, pero luego se percató de que la joven se veía bastante inocente.
- Lástima, esperaba que él se encontrara aquí
- Pues no, así que lárgate como la mujerzuela barata que eres – Meiko se puso de pie y miró altiva a aquella mujer.
- Como la tercera esposa de tu padre, tengo todo el derecho de quedarme aquí cuanto desee – Exclamó mientras sonreía con cinismo Mitsuki.
- Y este encanto ¿Quién es? – Ikuto no le quitaba la mirada de encima a la chica, lo que molestó más aún a Meiko.
- Esta es Yaya, mi hija menor… en fin, resumiéndoles. Quería saber si permitirán a Yaya quedarse a vivir aquí, pues este año al igual que Utau entra a la universidad.
- ¡No lo permitiré! – Gritó Meiko.
- Será un placer tener a tan bella dama viviendo con nosotros – Ikuto sonrió con picardía haciendo sonrojar a Yaya.
- ¡¿Qué? – Chilló Meiko mientras fulminaba a Ikuto con la mirada.
- Lo que oíste, será todo un placer que Yaya se quede – Meiko se molestó mas si es que eso era posible y se fue a su habitación.
- Eso me deja más tranquila… pero ¡Te advierto una cosa Tsukiyomi! – Ikuto le miró con fingida inocencia intentando pretender que no entendía porque le estaban amenazando. – Cómo le pongas un dedo encima a mi hija… ¡No vivirás para contarlo!
- ¿Tan poco confías en mí? – Preguntó
- Claro que sí, eres una leyenda entre las jóvenes de la universidad.
- ¿En serio? No lo sabía – Sonrió burlesco
- Bueno me retiro, Kaede cuidará de ti – Le dio un beso en la mejilla a Yaya, quien no había hablado en todo el rato que llevaba allí.
- Está bien – Sonrió Yaya mirando a su madre
- Ten cuidado con Ikuto – Repitió la mujer
- Está bien.
- Bien, Adiós – Se puso de pie y se retiró del sitio siendo acompañada por Kaede, quien le esperaba en la puerta. Ikuto espero a que la mujer se fuera y luego de eso observó minuciosamente a su nueva victi… huésped. Sonrió.
- Vamos Yaya, te llevaré a tu habitación. – Se puso de pie y la chica lo imitó - ¿No traes equipaje? – Preguntó con curiosidad.
- No… mamá me traerá mi maleta mañana – Sonrió inocentemente.
- Vamos pues – Le tomó de la mano y la chica no se negó, ambos caminaron hasta llegar a una gran escalera la cual subieron, al llegar arriba caminaron por un extenso pasillo hasta llegar a una de las tantas habitaciones que se hallaban desocupadas.
- ¿Te gusta está? – Preguntó Ikuto mientras la chica entraba rápidamente al cuarto.
- Es tan grande y maravillosa… ¡me encanta! – Parecía una niña pequeña en un parque de diversiones. Observando todo emocionada girando y brincando – ¡Y tiene balcón!
- Me alegra que te guste… aunque luego te presentaré otra cosa más grande y maravillosa que esta habitación, y sé que te gustará – Sonrió ante su comentario para nada sano, y es que Ikuto era un pervertido y no lo podía ocultar.
- ¿Eh? – Yaya le miró sin comprender nada de lo que el peliazul había dicho, Ikuto sonrió.
- Nada Yaya, instálate… nos vemos después – Y salió del cuarto cerrando la puerta tras de sí. Entonces se encaminó a la habitación de Meiko para continuar lo que habían dejado a medias. Cuando estuvo frente al cuarto, golpeó a la puerta.
- ¿Quién osa molestarme? – Preguntó la chica con la voz cargada de molestia.
- Ikuto Tsukiyomi, tu amor platónico – Meiko entonces fue a abrir la puerta y abrazó a Ikuto en cuanto lo tuvo al alcance de su vista.
- Esa mocosa es virgen, y muy ingenua
- Ikuto, eres un goloso ¿Verdad? – Rió divertida la albina.
- Claro que sí, y he decidido hacer más difícil la apuesta ¿Qué tal dos por uno? – Susurró al oído de Meiko, ella volvió a reír y luego suspiró.
- ¿Qué quieres conseguir? – Preguntó la chica mientras se acercaba a los labios del peliazul, rozándolos suavemente.
- Si gano, no solo tendrás que ser mía, sino que también lo serás cada vez que yo quiera… te casarás conmigo – Y le besó apasionadamente, pero la chica se separó de él molesta.
- ¡¿Casarme contigo? Estás demente Ikuto – Rió con burla y se alejó de Ikuto. – La apuesta es la misma, tu solo acuéstate con las dos y quítales su virginidad, sino tu deportivo es mío – Lentamente comenzó a cerrar la puerta - ¡Suerte hermanito! – Y en un rápido movimiento cerró la puerta dejando a Ikuto boquiabierto del otro lado.
- Que injusta… pero al menos, me divertiré – Sonrió con maldad mientras se relamía los labios. – Así que una leyenda… pues sigamos en las andanzas… cómo el buen gato callejero y pervertido que soy.
Continuará…
Airi: Bien ¿Qué tal?
Bueno, Malo… quizás ¡Muy malo!
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Ya saben, mediante reviews :3
Bueno, me despido hasta el siguiente capítulo
¡Sayo!
