Autor: Blue Windy
Advertencias: AU: Universo Alterno, Shounen Ai implicado, posible uso de palabras altisonantes (xD, oh dios, que termino tan comico), maltrato a menores, relaciones de caracter sexual entre adultos y menores de edad... y lo peor de todo… EdXwinry… NOOOOOOOO! xD ((saltandonos obviamente a Bradley violandose a Ed, verdad?...O.O es broma, lo juro!! calma! que no cunda el panico!!))
Si alguna de las cosas arriba mencionadas te es incomoda, no tienes compromiso de quedarte a leer. No quiero reclamaciones mas tarde por lo que mi putrefacta mente pueda inventar. Por favor que las criticas sean constructivas, no cosas sin sentido ofendiendo sin bases. Gracias.
Parejas: Varias. Desde Envy X Edward y Edward X Winry , pasando por King Bradley X Edward conduciendo finalmente a Roy X Edward. Principal: Edvy, royed.
Negación De Responsabilidad: FullMetal Alchemist, sus personajes y términos no me pertenecen. Así como tampoco estoy haciendo ninguna clase de negocio al publicar esta historia, tan solo es para entretenimiento.
Sumario: Edward Elric es arrancado de su vida y adentrado en una completamente nueva y diferente, con la que no esta seguro pueda lidiar, se corrompera y llegara al punto en que lo insano es natural? Envyed royed insinuaciones diminutas de edwin o.O
ººCapitulo dedicado a mis primitas hermosas, animo chicaaas! estoy con ustedes niñas n.n no olviden jamás que les quiero millones!ºº
·Crimson Pleasure·
--Life laughed at him,
Life gave him everything
and then simply took everything away.
Life slapped his cheeks again and again,
yelling: This is not a dream!
Life was a cheater...
That hated him--
Ahora sentado en la fría y destartalada cama, Edward Elric no podía saber como todo había acabado de esta manera… como toda su vida se había ido muriendo asi hasta llegar a este estado ruin.
No siempre había trabajado en ·Crimson Pleasure·, no, antes había tenido la vida ejemplar con la que cualquier persona soñaría.
Había vivido en Rizembool, la villa más hermosa, aunque campirana y algo rupestre, que se podría encontrar hoy en día.
Tenía una familia hermosa, su madre, cariñosa y siempre dispuesta, entregando su máximo por su familia, su hermano, el mejor hermano, en su opinión, del mundo y su padre, trabajador y amable, un padre que amaba a su familia como a nada en el mundo.
No solo eso, también tenía a la más hermosa novia de todas, la mujer con la que había soñado casarse y formar una familia tan ejemplar como la que había tenido.
Se limpió las lágrimas de sus ojos dorados, ahora sin ese brillo de inocencia que tanto lo habían caracterizado en el pasado. Recordaba como había llegado hasta aquí, no culpaba a nadie más que a si mismo, no podía culpar a nadie, pues para él no había persona más sucia y asquerosa que él mismo.
Su padre, Hohenheim Elric era un hombre joven y fuerte, de cabello rubio y ojos castaños, tenía un rostro amable y nunca se negaba a ayudar cuando podía hacerlo. Él era un artista, un hombre devoto del arte que construía, con solo sus manos, hermosas piezas, talladas en madera, con barro, de cristal, con intrincados diseños que siempre le recordaban a sus hijos a complicaos círculos de alquimia que describían los libros de fantasía. Hohenheim era famoso por tan hermosas piezas y de eso se sustentaba la familia.
Trisha Elric, su madre, de cabello castaño y ojos pardos, preparaba los manjares mas deliciosos que él jamás hubiera probado, los vendía en el pequeño mercado de la villa, y con eso se secundaba a la principal fuente de ingresos.
Él, Edward Elric, de cabello rubio y ojos dorados, demasiado pequeño para su edad, y su hermanito menor, Alphonse Elric, con su cabello castaño y sus enormes ojos pardos, se dedicaban tan solo a estudiar, con la esperanza de tener un gran futuro. Así es, esa era la vida preciosa que tenia en aquellos días, en que su sol brillaba triunfante sobre su cielo despejado.
No podía olvidarse de su princesa mas hermosa, de la persona que con su belleza le robaba la respiración, la niña que comparada con cualquier flor hermosa la dejaba atrás por mucho, avergonzada de su fealdad.
Ella, Winry, que poseía toda la luz de los cielos en sus ojos azules y la brillantez del sol en sus rubios cabellos, que poseía la hermosura de los Ángeles en sus facciones y la inocencia también.
A ella, a quien le había echo la promesa de un día convertirla en sus esposa… ¿Cómo podría olvidarla?
La vida perfecta de Edward Elric comenzó a resquebrajarse cuando los problemas foráneos comenzaron a marcar su huella en las calmas tierras de Rizembool. Las guerras civiles sin sentido que azotaban a los pueblos cercanos frenaron casi en su totalidad el frágil comercio de la villa. Para Hohenheim era más difícil conseguir clientes que adquirieran su arte, y los manjares exquisitos de Trisha Elric llegaban a endurecerse en la mesita de mercadeo.
Edward y Alphonse estaban por demás preocupados, cada ver era más difícil traer comida a la mesa y el dinero ya no era suficiente para mantenerlos.
Hohenheim tenía que arriesgarse a salir del tranquilo poblado para llevar su mercancía a clientes dispuestos, aunque indispuestos a venir hasta Rizembool para comprar. Podía pasar, el hombre, días enteros fuera de casa, manteniendo en una fría preocupación a su familia que aguardaba su regreso con las manos empuñadas y los ojos llorosos.
Los padres de Winry habían ya sufrido las consecuencias de tales guerrillas, habían sido asesinados, confundidos por adversarios peligrosos, dejando a su hija sin las dos personas a las que más admiraba en el mundo.
Era lógico pensar que algo similar podía ocurrir a su padre, por tanto la espera a su regreso no era fácil, como tampoco era nada sencillo verle partir, cargando con él un pequeño saco, lleno de sus tesoros, que había formado con tanto esmero.
Edward se sentía mal, por dejar a su padre solo llevar a cabo tan duro trabajo, deseaba ayudarle, deseaba poner de su parte en mantener a su familia, no podía aguantar el sentirse tan inútil, viendo a su padre desgastarse de esa manera, mientras el disfrutaba de las comodidades en su casa. Quería ganarse el derecho de tener esas comodidades, quería sentirse orgulloso de haber ayudado y sacado adelante a su familia y finalmente Hohenheim accedió un día a recibir la ayuda de su hijo mayor.
Le entregó a Edward el mas hermosos y caro de los objetos que había creado ese mes y sonriente le dijo que lo cuidara bien, Edward asintió, la fidelidad y el entregó total a su encomienda grabados es sus ojos.
Partieron esa mañana de Rizembool, después de despedirse de su familia, que se quedaba mas preocupada que otras veces, y después de despedirse de Winry, a quien prometió que volvería pronto, a quien aseguró que extrañaría con toda su alma y traería un obsequio a su regreso.
-no habrá mejor obsequio que el tenerte de vuelta, Edward- le había dicho ella, con una sonrisa nostálgica y los ojos empapados. Compartieron el más dulce beso que Edward recibió jamás y caminaron lejos de su hogar.
Edward sin saber que jamás lo volvería a ver. La ultima imagen que quedo en su mente de su hogar fue su madre en la puerta agitando los brazos, Winry abrazada de Alphonse llorando tristemente y el cielo, anunciando buenas nuevas a todos.
No volvió a mirar atrás después de eso, concentrado en su misión, con su padre a su lado, en su boca esa sonrisa de amabilidad tan característica.
Caminaron por varias horas, y con cada una de ellas la sonrisa en los labios de su padre se desvanecía más y más, remplazándola el fruncimiento de sus cejas.
Se detuvo abruptamente al llegar a un campo abierto y clavó sus orbes castañas en su hijo mayor, que se veía nervioso. Esta era una parte peligrosa del viaje.
-Edward escúchame… si sucede algo… quiero que corras y te escondas. No te preocupes por el objeto que llevas entre tus brazos, solo huye ¿de acuerdo?-
Edward había asentido fervientemente, determinado a no dejar que eso sucediera.
-quiero que me lo prometas-
-lo prometo- aseguró Edward, adelantándose y dando un paso para entrar en el campo que marcaría su vida, su padre le siguió de cerca, más nervioso que antes.
El grito de alarma de Hohenheim llegó demasiado tarde a sus oídos, se bloqueó completamente al ver salir de entre los arbustos cercanos a cinco hombres fornidos y sucios, con marañas de cabello enredado ocultando sus rostros, y sin embargo Edward supo de inmediato, sin tener que ver sus expresiones, que eran malignos.
Se giró hacia su padre que le indicó con la mirada que corriera, que escapara de todo aquello, que él los detendría… al menos eso fue lo que Edward quiso ver en los ojos de su padre. El miedo lo invadía, corrió pasando a su padre hacia el otro extremo del campo donde se podría ocultar entre los arbustos y árboles.
Su carga ralentizaba su paso, pero el se veía determinado a no soltarla por ningún motivo, la llevaba bien sujeta contra su pecho, resguardándola con sus brazos.
-¡Edward, suelta el paquete!- escuchó el distante grito de su padre, se volvió para ver como tres de los hombres lo rodeaban, y golpeaban, derribándolo. Sabía que después de eso lo asaltarían y despojarían de cualquier cosa preciosa.
Pensó de inmediato en el anillo de compromiso y un dolor en su pecho se hizo evidente. No podía respirar y aun así se giró e intentó seguir corriendo. Los otros dos hombres le dieron rápido alcance, Edward sintió el golpe a su espalda y al caer en lo único que pensaba era en mantener a salvo la carga.
-prometí… que la mantendría a salvo- 'y también prometiste a tu padre que la dejarías si estabas en peligro' le recordó su mente, pero Edward ese pensamiento lo borró, o tal vez fue el golpe a su cabeza lo que lo eliminó.
Mientras uno de los hombres le sostenía, otro arrancaba de sus frágiles manos su preciado paquete.
-¡NO!- gritó Edward forcejeando por recuperarlo, causando por el intento que le golpearan más fuerte hasta casi la inconciencia.
-debo mantenerlo a salvo- le informó al hombre que inspeccionaba el jarrón, finamente manufacturado.
-¿ah si?- se burló el hombre, cuya voz era gruesa y seca. Ante los ojos del chico rubio fracturó con sus propias manos el frágil material que componía aquella obra de arte.
Edward Elric gritó y maldijo a aquellos hombres, luchando por escapar de aquel agarre de hierro y darles su merecido castigo.
Otro de los hombres, el más grande de todos, que parecía ser el líder se acercó y agarró bruscamente la mandíbula del pequeño rubio.
-es bonito, puede servirnos- afirmó acercando su rostro maloliente al furioso rostro de Edward quien escupió con toda su rabia sobre los ojos negros del hombre.
Lo que supo después fue que caía al suelo y no importaba lo que su cerebro le ordenara al resto de su cuerpo no podía moverse.
En la distancia vio a su padre alzando un brazo para intentar ayudarle, esa fue la última vez que le vio, después todo se tiñó de negra insensibilidad.
Cuando sus ojos volvieron a abrirse el panorama era completamente distinto al antes visto. Iba montado sobre un caballo, asegurado por los brazos peludos de un hombre. Tenía las muñecas atadas a la silla del caballo y su cuerpo se quejaba dolorosamente de tal trato recibido.
No se movió ni intentó escapar, tan solo se dedicó a observar el entorno y memorizarlo para poder volver a su hogar siguiendo ese camino.
Tenía que regresar… buscar ayuda para su padre, volver con su familia y su prometida. No podía abandonarles a todos así simplemente.
Y de sus ojos resbalaron dos lágrimas que marcaban el inicio en una nueva etapa de su vida.
El hombre que lo mantenía en su lugar, al percatarse que Edward estaba ya despierto lo bajó a golpes del maltratado animal sobre el cual viajaban y le obligó a seguir a pie el resto del camino.
Edward no reconocía a este hombre de los que había visto antes, ni a ningún otro del grupo de tres que se movían con velocidad por el camino empolvado, lo cual le informó que había sido entregado, quizás intercambiado por algo. Agachó la mirada, intentando mantener el paso del caballo que, abusado, seguía sin quejarse la dirección que su amo le indicaba. Pensando en todo ese tiempo… que ahora se había convertido tan solo en un trozo mas de carne que era comerciado entre la gente. Por como le miraban los malhechores que le aprisionaban no era mas que un esclavo sin opinión ni palabra que tuviera derecho a nada, era tan solo mercancía valuable que de ser perdida no seria extrañada del todo.
Lleno de rabia llevaba una lucha con las cuerdas que mantenían sus muñecas una contra la otra, amarrado al vehículo de sus captores, buscando solo la hora de poder liberarse y matarles a todos.
Tales pensamientos no eran normales para él ni su mente, que antes habían dicho estaba llena de bondad. Tenía tales ganas de encontrar a esos bandidos que habían herido a su padre, habían destrozado su arte y partirles el cuello que ya no pensaba claramente, comenzaba a quedarse atrás y a casi perder el equilibrio por los tirones del animal que lo remolcaba.
El caballo comenzaba a desesperarse y a resoplar con frecuencia. El hombre sobre este lo notó y estiro su poderoso brazo hasta Edward, le tomó la cabellera y jaló hacia él.
-camina, mocoso infeliz- le ordenó, empujándolo al suelo de nuevo, causando que finalmente el equilibrio le abandonada y cayera.
El caballo siguió andando arrastrándolo consigo. Después de unos intentos logró levantarse, con el pantalón negro desgarrado y las rodillas heridas.
-eres un estúpido, si esta herido baja su precio- gritó uno de los hombres al otro que tan solo le hizo una seña obscena y le ignoró.
Después de lo que parecieron eternidades para Edward el rudo suelo bajo sus zapatos cambió, levantó la vista perdida para encontrarse con una ciudad preciosa. Sus ojos se iluminaron y la menor de las sonrisas se proyecto en su boca seca.
Fue bruscamente jalado por la cuerda en sus manos hacia delante, haciendo que sus piernas cansadas cedieran y se diera de rodillas en el suelo, hizo su mayor esfuerzo y se levantó de nuevo, con una mirada de determinación aun en sus invencibles ojos.
El hombre bajó del caballo y lo desató de la silla, aunque no deshizo el nudo que oprimía sus muñecas y que ya había dejado una cruel marca.
-vamos, mocoso- le indicó llevándolo entre un mar de personas, importándole poco al hombre que se estrellara con cualquiera ser que se le pusiera enfrente.
Otro de los hombres venia detrás de él, empujándole de tanto en tanto y gritando a la gente que se metía en su camino.
A cualquier persona que posara los ojos sobre los de Edward, él les suplicaba que lo ayudaran, mas ellos apartaban la mirada de inmediato y seguían con su camino, al parecer conscientes de su situación.
Los sonidos y olores del mercado eras más fuertes y grotescos de lo que jamás fueron en Rizembool, pensó Edward tristemente, viendo a sus lados pasar puestos llenos de deliciosa fruta que quería tener dentro de su boca. Moría de hambre y sed.
El hombre que dirigía se metió entre las callejuelas del mercado hasta una parte alejada, había una carroza y un hombre con pinta de ser rico parado fuera de ella, con el cabello negro, vestido de traje y con un monóculo en el ojo, hablando animadamente con una mujer que casualmente se había cruzado en su camino.
Los ojos del hombre y de Edward se encontraron por unos segundos, y el hombre entendió el mensaje. Se disculpó con la mujer y de inmediato corrió hasta donde el hombre que dirigía.
-disculpe buen hombre, no he podido evitar fijarme en el chico al que lleva¿es su hijo?- le habló el hombre rico al otro que le miraba desconfiado.
-¿este mocoso bueno para nada? No… es solo mercancía-
El rico parpadeó perplejo varias veces, antes de sonreírle al hombre.
-ya veo… así que esta a la venta-
-pues si, señor… pero ya esta apartado para otro lugar-
-le ofrezco el doble de su precio por él-
-no se si…-
-el doble señor… yo la tomaría, es una gran oferta- le aconsejó el rico acercándose a Edward quien de pronto ya no se sentía tan nervioso. Tal vez gracias a este hombre había una posibilidad de regresar rápidamente a casa.
El hombre rico le tomó la mandíbula y lo inspeccionó.
-si, es una gran oferta… después de todo es muy flaco para hacer trabajo pesado- meditó el hombre que dirigía, su compañero se le acercó y coincidió con el en que era justo el trato que proponía el hombre.
Intercambió un par de billetes por él y ambos bandidos volvieron por entre el mar de gente, relamiéndose los labios.
-gracias- le dijo Edward al hombre que ahora sostenía en su mano la cuerda que ataba sus manos.
-no le hables así a tu señor- le advirtió el hombre señalando su carruaje. Edward no se disculpó, este sujeto era tan arrogante como los otros… pero menos violento.
-déjeme ir- se rebeló Edward, intentando correr, pero a pesar de lo débil que se veía aquel hombre rico no se movió ni un poco y mantuvo el forcejeo de Edward a raya dándole un tirón y llevándolo a estrellarse contra el suelo por nueva vez.
-cállate, niño… no pienso liberarte. Eres hermoso, yo se quien pagaría mucho por tenerte. Si, mucho más de lo que di a esos dos bastardos- informó el hombre rico pateándolo levemente, incitándolo a levantarse.
Edward no dudó ni un segundo, se irguió, llevándose su orgullo la mejor parte de él.
-señor Bradley…- dijo un muchacho que llegó corriendo de pronto desde el mercado.
-ah, Salen… ¿ya hiciste las compras?-
El muchacho asintió y metió en la parte trasera del vehículo unas bolsas de tela repletas de solo dios sabe que, después volvió al frente del carruaje y subió, dispuesto a manejar a los caballos que impacientes resoplaban.
El señor Bradley forzó a Edward dentro del carruaje y después el mismo entró y se acomodo en los asientos. Segundos más tarde el vehículo estaba ya en movimiento.
-¿Cuántos años tienes, niño?-
-quince- respondió Edward de mala manera, lo más lejos que podía del hombre frente a él que le miraba de arriba abajo.
-ven aquí chico, siéntate junto a mi- invitó el señor Bradley, palmeando el lugar en el cojín rojo a su lado. Edward no se movió ni un milímetro asustado de estar cerca de aquel hombre, no le gustaba como le miraba en ese momento.
-obedéceme-
Lo siguiente que Edward supo era que se había levantado temblorosamente de su lugar y tomaba, incomodo, nuevo asiento junto al señor Bradley.
-realmente eres bonito…- decía el hombre, acariciando al tiempo el muslo contraído de Edward quien soltó un grito ahogado. No estaba seguro de lo que pretendía aquel sujeto, aunque tenia una ligera idea.
-si… precioso- aclaró, subiendo su mano por la parte interna de su pierna hasta un lugar prohibido.
-no…- gruñó Edward alejándose del hombre, que le observaba hambriento de deseo. El hombre se acercó de nuevo a Edward y lo acorraló contra la estrecha pared del interior del carruaje, con una sola mano sostuvo ambas manos del rubio y las sujetó sobre su cabeza, burlándose de su patético intento por resistirse. Su otra mano la paso por la pierna que se agitaba constantemente, subiéndola por el vientre, por dentro de la camiseta hasta el pecho de Edward que subía y bajaba en un ritmo acelerado, mientras de su boca salían protestas y sus ojos cerrados con fuerza se negaban a introducir gráficamente en su mente lo que pasaba.
La enorme mano del hombre volvió a bajar siguiendo el mismo sendero hasta los pantalones de Edward, que desabrochó sin ningún problema.
Dedos intrusos encontraron lugar en una zona indebida y Edward tuvo que gemir, contrario a lo que realmente sentía. Echó la cabeza hacia atrás, metiendo aire en sus pulmones por la boca rápidamente y expulsándolo de igual manera.
-basta- pidió Edward, mordiendo su lengua para evitar emitir más sonidos, mas estos seguían apareciendo, ahogados en su garganta. –señor… por favor-en las esquinas de sus ojos se congregaban lágrimas y la vergüenza se apoderaba por completo de él.
-por favor- suplicó, y para su beneficio el hombre se detuvo, retiró la mano infractora de aquel lugar y liberó las manos de Edward quien escapó de inmediato hacia el otro lado del vehículo. El hombre tan solo sonrió.
-ya será después- informó, abriendo la puerta del carruaje. Bajó del vehículo y esperó a que Edward bajara detrás de él, aun temblando y respirando pesadamente, con dificultad para mantenerse en pie y una sensación de asco a sí mismo en su piel.
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Era ya el ambiente oscuro fuera de la enorme casa cuando Edward despertó.
Tras entrar en la enorme residencia, una chica lo había conducido a una enorme habitación, con una cama mullida y cobertores tibios y suaves.
Había dormido por horas, o al menos eso le había parecido, y solo el sonido de la puerta cerrándose bruscamente le había devuelto la conciencia, se irguió lentamente entre las cobijas, temeroso de saber quién había entrado.
El señor Bradley le devolvía la mirada, que Edward apartó de inmediato, sonrojándose profundamente, había intentado entonces esconderse bajo las cobijas y desparecer de aquel lugar.
El señor Bradley se metió en una de las puertas que había en el perímetro de la habitación, de reojo Edward pudo ver dentro de esta un precioso baño, con una tina grande en el centro de este. El hombre abrió el grifo, y una vez llena la bañera introdujo dentro de esta líquidos viscosos, aceites y jabones, removió el agua y levantó la vista a donde Edward.
Caminó hasta donde él estaba, petrificado y confundido, tomó su mano y lo llevó hasta el baño, cerró la puerta con llave, una llave que guardó en una cajita en el tocador de aquel lujoso lugar.
El hombre se despojó entonces de sus ropas, Edward se concentró en ver solo el suelo de piedras blancas y lustrosas e intentó no prestar atención a las manos sobre su cintura que tiraban de su playera hacia arriba.
Estaba asustado, forcejeó por dejar su ropa en su lugar, eso hasta que fue estrellado contra la pared.
Con un fuerte dolor en su cabeza se dejó hacer y cuando estuvo completamente desnudo fue guiado ciegamente dentro de la bañera.
El agua tibia le calmó y reconfortó increíblemente, aunque su mente seguía revuelta y sus mejillas coloreadas.
El señor Bradley deshizo la ya destruida trenza que mantenía el cabello de Edward aplacado, y lo lavó lentamente.
Sentó a Edward sobre sus piernas y siguió lavando su cuerpo, y Edward siguió repitiendo mil veces en su mente 'no, no, no, no, no, no…' su vista se nubló, su sistema cerró sus puertas a cualquier pensamiento lógico que pudiera querer abrirse paso en su mente y dejó que aquel bastardo le tocara cada centímetro de piel que tenía, y él se entrego a todos y cada uno de esos toques, suspirando, sudando y sonrojado hasta el ultimo momento.
Esa noche perdió una pequeña parte de su inocencia, una inocencia que jamás habría sido pérdida de otra manera… que era supuesta a quedarse con él por lo que le quedara de vida, y esa noche se fue simplemente como si jamás hubiera estado ahí.
A la mañana se descubrió a si mismo vestido, con ropas extrañas que no le pertenecían, en esa enorme cama en la que había estado durmiendo el dia anterior y completamente solo.
En un arranque de furia llevó a pedazos un cómodo cojín que estaba a su lado, y gritó hasta que le dolió la garganta, ahogando los sonidos entre las almohadas, con el rostro empapado y los ojos rojos e hinchados.
Cuando el señor Bradley volvió a buscarlo Edward no tuvo el valor de siquiera verlo a la cara, y se alegró mucho cuando le dijo el hombre que ya había cerrado el trato y que Edward se iría esa misma tarde.
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Era un auto bonito y amplio, de color negro con una placa que decía: CP en letra cursiva y elegante. Dentro había, además del conductor, solo un hombre, de cabello grisáceo, que parecía estar inspeccionándolo, después de asentir varias veces durante el viaje pareció conforme con la adquisición que su amo había echo.
Por la diminuta hendidura que hacia una cortinilla dentro del auto podía Edward apreciar el paisaje que continuaba su curso normal fuera de aquel vehículo. Se había preguntado con los ojos llenos de lágrimas que estarían haciendo su hermano, su madre… si su padre habría muerto, si lo habían encontrado y salvado de la muerte. Si podría volver a ver a Winry de la misma manera. Se sentía tan sucio, tan desagradable… no podría, jamás. Winry no merecía una abominación como él…
Se detuvieron en otra ocasión, y otra chica que parecía igual, sin no mas, asustada que él entró en el vehículo y se sentó tan lejos de ambos como pudo. Edward no se sintió mejor por esto… de verdad era una abominación, de verdad era desagradable…
Winry.
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Cuando sus pies volvieron a posarse sobre el asfalto era ya el atardecer. Se había detenido el auto frente a una casa, grande y hermosa, con un letrero iluminado que decía en enormes letras rojas: ·Crimson Pleasure·. Edward meditó unos segundos sobre el nombre… Placer Carmesí, si no se equivocaba, era la traducción para aquello, pero aun así no hacia ningún sentido.
El hombre lo guió a él y a la chica por una esquina, introduciéndolos dentro de aquel lugar por una puerta trasera.
Había un sujeto muy extraño ahí, que parecía coordinar esto y aquello en aquel diminuto cuarto. Vio Edward con horror a una chicas con unos vestidos diminutos asentirle al sujeto con sonrisas picaras y después andando todas por un pasillo, dándose nalgadas entre ellas y riendo.
-señor… Greed- habló el hombre que los había traído hasta aquí. El aludido se dio la vuelta con una sonrisa maligna en su enorme boca de dientes anormalmente afilados.
-ahh, mis nuevas adquisiciones- dijo acercándose para observar a Edward y a la chica de cabello castaño, piel morena y ojos azulados oscuros mas de cerca.
-valla, si que son buenas adquisiciones, hermosos… ¿sus nombres?-
-Edward Elric… señor- se forzó Edward a decir, contrariado por el aspecto de aquel sujeto, con el cabello corto y negro.
-bien ¿y ella?-preguntó seguidamente, mirando al hombre de cabello gris detrás de ellos.
-doña Dante dijo que su nombre era Roze, pero casi no habla… de hecho no ha dicho ni una palabra desde que la vi, señor Greed-
-ya veo… eh Russell- llamó el señor a un chico rubio platinado que intentaba pasar desapercibido sentado en el borde de unas escaleras de metal que estaban cerca. Él chico se levantó y se acercó con una mirada de aburrimiento.
-lleva a Ed, el rubio enano a…-
-no soy enano- gruñó Edward con las manos en puños. Greed alzó ambas cejas en falsa sorpresa.
-no tienes derecho de hablarme así, enano. Te referirás a mí de ahora en adelante como señor, y solo señor… cualquier insolencia de tu parte no la tolerare- acto seguido le dio una fuerte bofetada que dejó la zona en rojo y el orgullo de Edward por los suelos.
Greed se dio la vuelta y se alejó, tomando a Roze y llevándola consigo.
Russell se acercó con cautela a Edward.
-¿a dónde debo llevarlo, señor?- pregunto en voz apagada. Greed, quien acariciaba la cintura de Roze le miró de reojo aburridamente.
-ehhh… mételo con Envy-
Russell asintió y pasó una mano por sus hombros, guiándole por las escaleras de caracol metálicas que había al fondo, en las cuales había estado sentado tan solo unos momentos antes.
-¿estas bien?- preguntó Russell preocupado, Edward asintió ausentemente. Russell, que poseía un bellos ojos azules, aunque apagados, abrió una puerta, algo triste y se rehusó a mirar dentro tan solo apuró a Edward dentro del cuarto y cerró la puerta tras de él.
Estaba oscuro y no podía ver bien lo que había dentro, pero las difusas siluetas de camas y un diminuto mueble podían apreciarse levemente.
Se podía distinguir también de entre el silencio una respiración pausada, Edward estaba asustado y a tientas logró encender el interruptor.
Con ojos adormilados le miraba desde una cama un chico desnudo, de largo cabello negro y piel pálida, con ojos violetas y golpes repartidos por todo su cuerpo, manchas de sangre fresca decorando sus extremidades y torso.
-hola- le dijo el chico débilmente, para después cerrar sus ojos con una expresión de dolor.
Esa fue la primera vez que lo vio… y desde ese momento no pudo sacarlo de su cabeza, por todo el tiempo que siguió…
-Envy…-
((Continuará))
Introduccion a mi nueva historiaaaaaa! TADDA! Disculpen, por favor esa fumadencia tan fumada de king bradleeeeeeeey, relacionado con mi Ed! NOOOO xD incluso a mi me dio cosa releerlo... omg...pero no podemos negar que el supuesto Fuhrer tiene buen cuerpo. ¡Oh dioses, yo-no-acabo-de-decir-eso!
Origen: Me compré el libro de Armand el Vampiro… hahaha pero solo lo compré por el morbo xD buh, soii una pequeña niña perveeee!
--En fin, estaba yo súper aburridísima, mareada y al punto de vomitar en una carretera llena de curvas, pensando en lo desafortunado que era el pobre chico Armand cuando mi perturbada mentecilla de escritora entró en funcionamiento y me metió esta idea en la cabeza.
Entonces me pase el resto del viaje creando esto, que se ve algo competente… según eso vdd? xD
Umh… de donde salió el edwin (y más aun el edwardXkingbradley xP)? No tengo ni la menor idea… pero bno, no es lo principal aquí, creo eso que vendría siendo envyXed y mas tarde royXed…
Gracias por leer hasta aquí! Por favor díganme que tal quedo, y si gusta la idea… muchas gracias!
··Blue Windy··
