Viejos Amigos

Prólogo

Sabía que detrás del árbol estaría segura, nadie podría verla allí. El plan era sencillo, apenas se asomara por la puerta principal, ella le daría el regalo y saldría corriendo. Solo tenía que esperar que saliera. Cualquier vacilación sería imperdonable. Hoy no era un día para dudar, era su última oportunidad, pronto llegarían las misiones y ya no habría tiempo para regalos de cumpleaños…

¿Y si no salía? ¿Y si cuándo lo hiciera aparecía alguien más? Tenía que dárselo, no importaba cómo, tenía que conseguir que ese mismo día recibiera su regalo. Hacía una semana que había cumplido doce años, y aún no se había atrevido a felicitarle. ¿Cómo podía congratular a alguien qué siquiera la miraba a la cara? Estaba acostumbrada a que no quisieran hacerlo, era la rutina de todos los días, pero cuando él tomaba esa actitud, no podía soportarlo. Lo había intentado todo, al menos, todo lo que ella sabía. No se le daba bien tratar con la gente, estaba acostumbrada a pasar desapercibida por lo que sus métodos de disuasión eran un poco más que nefastos. Hacer amigos no era su especialidad, y era poco probable que a esas alturas lograra algún cambio.

Había trabajado muy duro, y había dormido muy poco, estaba agotada, apunto de entrar a aquél lugar donde posiblemente la sacaran a patadas con tan solo un par de miradas. Odiaba especialmente como todos ellos la miraban, como si hubiese algo malo con ella, como si fuese su madre, o algo peor.

La situación comenzaba a parecerle ridícula, se sentía un ser absurdo en medio de un escenario del que no formaba parte. Suspiro decepcionada consigo misma, se había armado de coraje para llegar hasta allí y ahora se iría como siempre, con las manos vacías y repitiéndose así misma que mañana sí lo lograría. El mañana siempre llegaba y ella repetía aquel acto. Sí, era una cobarde, sí, ya no le importaba decirlo, estaba demasiado molida como para preocuparse de eso. Iba a dejarlo pasar, otra vez…

Abandonó su escondite entre suspiros, queriéndose golpear la cabeza contra algo, ¡contra cualquier cosa! Decidió echar una última mirada con la tonta esperanza de verlo, pero no lo vio. La persona que caminaba hacía ella no era él sino Obito.

Allí estaba quizás el único Uchiha que no la miraba como si estuviese infectada de un virus letal y extremadamente contagioso. Ella le sonrió, él pareció no percatarse de ella hasta que se encontró frente a sus narices. Si había una persona en el mundo a quien no se hubiera imaginado triste y abatido era a aquel muchacho que ahora no mostraba más que una terrible y desalentadora derrota. Tenía los ojos hinchados, aún vistiendo esas gafas de lente bergamota, podía asegurar que había estado llorando. Pensó que quizás se había peleado con alguno de sus parientes, después de todo, Obito no era la clase de persona que disfrutará pertenecer a uno de los clanes más poderosos y admirados de Konoha. Sin embargo, ella sabía que quería ser digno de llevar el Uchiha en su nombre, y se esforzaba por conseguir la aprobación de su familia, y de sus compañeros de equipo. Ella estaba segura que con el tiempo, Obito lograría ser uno de los ninjas más poderosos de la aldea, quizás uno de los Uchiha más poderosos. Confiaba en él porque era un buen chico y siempre la hacía reír. Tenía una manera de ver la vida un tanto peculiar por no decir única, era optimista, y el optimismo no era algo que proliferara en Konoha en aquellos tiempos. Además, tenía un poder de la palabra admirable; cualquier cosa que le dijese por trivial que fuese siempre lograba ponerla de buen humor, creía en lo que le decía, cualquier tontería tenía sentido si salía de su boca.

—¿ Nireno? ¿tú, aquí? Espera, ¿tú, aquí? — Tartamudeó él mirando de un lado a otro sin poder creer lo que estaba presenciando.

—Si, yo aquí…—Respondió sonrojada bajando la mirada.

—¿Qué haces aquí? —Prosiguió confundido.

Obito sabía que el clan al que pertenecía Nireno no se llevaba para nada con el clan Uchiha, y el sentimiento era mutuo. Ella había decidido continuar la tradición, a pesar de ser la única que quedaba con vida. Trataba de evitar a cualquier miembro del clan, claro que evitarlos era algo problemático por no decir imposible ya que velaban por la seguridad de la aldea, y se encontraban constantemente vigilando las calles. Esa fue la razón de su sorpresa al verla de pie frente a la puerta principal. Había demasiados Uchihas juntos en ese lugar como para considerar su comportamiento como algo normal y natural. Nireno tenía que tener una muy buena razón para encontrarse en "terreno enemigo".

La niña lo cogió del brazo y lo arrastro hacía el árbol donde había estado escondida hacía horas.

—Prometes, que no dirás nada, promételo y te lo diré…—Le dijo ante la mirada aturdida del muchacho.

—Sí, te lo prometo—Prometió desganado.

La verdad era que la situación le parecía cómica, y la mirada inquisidora de la niña lo ponía nervioso. Ella comenzó a zarandearlo de un lado al otro.

—¡¡ Oye qué haces, te dije qué te lo prometo!! —Repitió bruscamente tratando de zafarse del zarandeo.

—¡ Promételo, promételo por lo que más quieras! —Replicó ella estampándolo contra el tronco del árbol.

Obito debió confesar que a pesar que la niña era menuda, pequeña y bajita tenía bastante fuerza, también estaba al corriente de que posiblemente en unos años podría darle una paliza de muerte… Después de todo, él contaba con conseguir el sharingan algún día, un arma invalida para contrarrestar la herencia de sangre del clan de Nireno.

—¡Oye, no tengo tiempo para esto, Nireno! —La detuvo violentamente. Ella se atajó. —Tengo una misión dentro de unos minutos, y siempre estoy llegando tarde, ¡ya no sé ni como lo hago! Rin y Kakashi se enfadaran conmigo, y le daré la oportunidad a Kakashi para meterse conmigo, ¡ y tú sabes como le gusta hacerme quedar como si fuera un inútil…!

—No, no lo sé, pero vale, seré breve…—Dijo tomando aire como si estuviera a punto de revelar un gran secreto milenario.

Obito entorno los ojos esperando que la gran verdad fuese revelada. Nireno lo observó, sus ojos comenzaron a picarle, ¿ porqué siempre qué miraba a un Uchiha tenía esa sensación? Suspiro nuevamente y no pudo evitar sonrojarse…

—QueríaveraSaizoporqueletrajesuregalodecumpleaños…—Confesó precipitadamente, Obito entrecerró los ojos tratando de descifrar lo que la niña había dicho.

—¿ Saizo? Joder, Nireno, no me entero de nada… ¡ Y no tengo tiempo qué perder! — Replicó confuso, aquel nombre era lo único que había podido percibir con claridad.

Ella le extendió el regalo. Obito observó un paquete mal envuelto color rojo con lo que parecía ser un moño. Jamás en su vida había visto una cosa tan fea… pero no iba a compartir su opinión estética, no con una persona que lo miraba de aquella forma. A los ojos de su amiga, aquel regalo era especial y por sus gestos presentía que le había llevado bastante tiempo y esfuerzo.

—¿ Y por qué no se lo das en persona cuándo lo veas? —La cuestionó evitando a toda costa centrar su atención en el maltrecho envoltorio.

—Porque si se lo doy mañana, va a decir que soy una irresponsable y una tonta y… y… o… o algo así, y no quiero darle pie ningún comentario de ese calibre—Contestó frunciendo el entrecejo imaginándose el rostro enfado de su compañero de equipo. —Y tampoco quiero preguntar o entrar a su casa por las razones que tú ya sabes...

Obito giro sus ojos como si quisiera desprenderse de ellos. Nireno, descorazonada, retomó la casi olvidada idea de que era una tontería hacer lo que estaba haciendo. La aparición del chico le había de vuelto las esperanzas, el coraje había resurgido… y comenzaba a apagarse.

—¡ Ya sé! —Exclamó él repentinamente—Creo que Itachi estaba jugando en la puerta, podemos usarlo de mensajero…

Las esperanzas renacieron, y la sonrisa de Obito le transmitió confianza, quizás después de todo, podría lograr su objetivo.

El chico desapareció tras la puerta de entrada, Nireno aguardó detrás del árbol. En tan solo unos segundos, él volvió a aparecer con un niño en los brazos.

—¡ Venga, aquí está! —anunció el recién llegado, y apoyando al pequeño en el suelo continuó—Itachi, esta chica tiene una misión para ti, tu primera misión ninja, así que escucha detenidamente…

Su voz sonó imponente como si estuviera encargándole una misión de vida o muerte. El crío asintió divertido, parecía gustarle la idea. Nireno, por otro lado, observaba a ambos aprensiva. ¿Podría ser capaz ese chiquillo de que su regalo llegará sano y salvo a manos de Saizo? ¿Y si Itachi se equivocaba?

—¡ Vamos, dile! ¿Qué esperas? —Prorrumpió él despertándola de sus planteamientos sobre el destino de su regalo.

—¡ Vale, vale!—Bufó indignada ante la solución final que Obito había encontrado a su problema—Itachi, ¿ podrías buscar a Saizo y entregarle esto?

Itachi que escuchaba atentamente las indicaciones observó el paquete con curiosidad. Finalmente levanto la vista hacía ella y asintió. Había aceptado la misión con solemnidad, y ella no pudo evitar sonreír. Se veía tan mono poniéndose serio de ese modo. Tras entregarle el regalo, Itachi desapareció de escena dejándolos solos nuevamente.

—Bien, ahora debo irme, tendré que buscarme una buena excusa para que Kakashi no me de la vara sobre llegar tarde… Al maestro le dará igual y Rin evitará los comentarios… pero Kakashi… ¡ Uff, no tengo ganas de soportarlo! Ya he agotado mi dosis de discursos sobre lo que significa ser un buen ninja…—Dijo entre suspiros cogiéndose la cabeza como si tuviese miedo de que le explotará o se le partiera en dos.

—¿ Por eso estabas llorando…? Ya me parecía…—Replicó recordando sus ojos hinchados.

—Yo no estaba llorando—La interrumpió rudamente cruzándose de brazos. —Se me había metido algo en el ojo, siempre se me están metiendo cosas en los ojos, los tengo delicados, sabes…

Nireno prefirió mirar hacía otro lado. Obito se quitó las gafas, cogió un pequeño frasco de colirio y se echó una gota en cada ojo.

—Otra vez te estuvieron presionando por lo del Sharingan, ¿verdad? —Prosiguió ella mirándolo de reojo.

—No quiero hablar de eso—Refutó ofendido.

—Si te sirve de consuelo, a mi tampoco me va muy bien con mi herencia sanguínea, de hecho, me va fatal… Se supone que a mi edad ya tendría que haberlo desarrollado, pero no, soy anormal—Rió ella—…pero al menos yo no tengo presiones, mi madre, cuando esta en si, se alegra de que no lo posea aún, y creo que al resto de la gente lo prefiere… pero la verdad es que tengo muchas ganas de que mis ojos despierten, estuve averiguando como adelantar el proceso ¡ y adivina qué! —Obito la miró con desconfianza, no se atrevía a preguntarle ese qué—Si miró fijamente a un portador del Sharingan, mis ojos despertaran automáticamente, una especie de sistema de defensa o algo así…

—¡ Entonces eso significa…!— Exclamó divertido.

—¡ Qué si logras despertar tu Sharingan, yo podré despertar mi Midori! ¡Y estoy segura qué dentro de poco lo conseguirás!—Concluyó eufórica como si al fin hubiera visto la luz luego de un largo recorrido por un túnel oscuro y asfixiante.

—Hagamos un trato, te prometo que para cuando vuelva de esta misión, traeré el Sharingan conmigo, y a cambio tu me harás un favor…—Le propuso mordiéndose los labios.

—¿Un favor? —Repitió entre risas —Ya sé de que va…

—¿Tanto se nota? —Suspiro poniéndose las gafas nuevamente.

—¿Quieres qué te ayude con Rin, verdad? —Adivinó ella. Obito le dio la espalda. —Te ayudaré con ella aunque no lo consigas, no me importa. Rin me cae bien, al menos me mira a la cara…

Obito se giró por última vez, sonriendo ampliamente, ajustándose las gafas por última vez antes de abandonar el escenario.

—¡Cuándo vuelva no seré el mismo!— Le prometió—¡ Despertaré el Sharingan, ya lo verás!

—¡ Suerte! ¡Y asegúrate de hacerlo!—Gritó a viva voz — ¡O Itachi lo conseguirá antes qué tú!

Si ella lo hubiese sabido, presentido o imaginado quizás le hubiese dicho otra cosa… Obito nunca volvió a casa ni vivo ni muerto, todo lo que quedo de él fue tan solo su nombre grabado en una placa de mármol y sus gafas bergamotas.