Desde entonces

"Me tienen encerrado en esta pocilga… como si esto pudiera aplacar mi poder… como si pudieran contener a los mil demonios que he devorado"

Las gotas caían desde el techo hasta el suelo por fuerza de gravedad. No quería saber qué contenía esa agua, si es que era agua… no le importaba… no era un líquido en el que estuviera interesado y por eso no merecía su atención.

¿Sería de día? ¿O seria media noche, su hora preferida para salir a cazar? No podía saberlo por el pequeño espacio en el que estaba encerrado, la luz que llegaba desde una pequeña ventana en la parte superior de la mazmorra podía pertenecer al sol, a la luna, o incluso a algún aparato generador de luz falsa que los humanos llamaban faros.

¿Cuánto tiempo tenia encerrado? No lo sabía con certeza tampoco, pero debía ser demasiado tiempo… sentía su cabello llegar ya por debajo de los hombros… cuando fue encerrado lo tenía recién cortado y alineado, justo como le gustaba a ella…

Su cuerpo se convulsionó involuntariamente ante el recuerdo de unos fríos ojos azules que lo miraban, que lo consumían… que lo devoraban.

Cayó al suelo dejando que las gafas que cubrían sus rojizos ojos se quebraran y sus pequeños trozos de cristal bailaran por el frío piso que en ese momento le servía de cama. Se quedó estático por segundos, minutos, horas… ya no estaba seguro de nada, ya no sentía nada… no tenía el control sobre nada y a veces se preguntaba si realmente estaba ahí encerrado y no siendo libre y destrozando el mundo como debió de haberlo hecho… y otras veces comenzaba a convencerse de que siempre estuvo ahí encerrado y que los recuerdos de libertad que tenía sólo eran trucos de su mente retorcida y cansada.

Restregó su mejilla en el frío piso, incrustándose algunos trozos del cristal de sus anteojos pero sin que estos le causaran el mínimo dolor, ni el mínimo sentimiento. Una sonrisa retorcida apareció en su rostro y lamentó no tener cerca un espejo para poder admirar ese brillo de locura que estaba seguro bailaba en sus ojos. Extendió su brazo y este se desintegró en millones de arañas diminutas que corrieron y escalaron la pared de piedra, esquivando los ríos de agua que escurrían por las paredes y saliendo por la rendija que le servía de ventilación.

Cerró los ojos y trató de concentrarse en la sensación de su brazo faltante… ah… ahora tomaría forma en cuatro diferentes lugares y atraparía a algunos incautos. Un hombre gordo que caminaba nerviosamente entre la penumbra de la noche sudando a chorros… una niña desobediente que había salido de casa para dar una lección a su madre… oh, un sacerdote católico que cubría su rostro bajo un sombrero, que gracioso se veía… y una mujer; una que regresaba cansada del trabajo, agotada…

Walter y la chica policía tenían que estar completamente dementes al pensar que podían mantenerlo por siempre encerrado. No estaba seguro en qué momento había arrastrado su cuerpo hacia la pared en la que se encontraba la ventana, tenía su espalda recostada contra el frío muro, pero no lo sentía, tenía los ojos cerrados y la sonrisa torcida seguía adornando su rostro, permitiendo ver uno de sus afilados caninos.

Sin aviso alguno de pronto todas las arañas regresaron por donde se habían marchado, tomando su lugar en el hombro para dar paso a su mano de nuevo.

-Delicioso… - se lamió los labios y miró su mano enguantada de nuevo en su lugar.

Su barba le provocó cosquillas y se dio cuenta que hacía mucho tiempo que no se rasuraba. No es como si le importara… tampoco el hecho de que aun tenía el armazón de sus lentes, que su antiguamente rojo traje estaba manchado con el barro del suelo de su prisión. Nada lo retenía realmente ahí, estaba por gusto, por un placer masoquista de sentir menguados sus poderes cada momento que pasaba, y sin embargo eso tampoco tenía importancia, solo aquel sutil olor, el olor que ligeramente inundaba toda la prisión, un olor que para él tenía forma, que podía moverse a su alrededor envolviéndolo pero al mismo tiempo rechazándolo cuando se daba cuenta que impregnaba toda la habitación, y no se concentraba únicamente en él… y eso era lo único que le dolía… él quería ese delicioso aroma con él, por siempre…

.-.-.

-Walter… - la rubia llamó con miedo al hombre delante de ella, no por miedo a él en cuestión, sino por el lugar donde se encontraban – Este lugar se está volviendo más tétrico cada día…

-… Alucard necesita la sangre para seguir vivo… el que este encerrado no significa que lo dejaremos morir…

El hombre no se giró para ver a la vampiresa que le seguía el paso, pero ella sabía que su rostro no habría experimentado ningún cambio. Llevaban sangre para que su maestro pudiera mantenerse con vida, o más bien para que pudiera sobrevivir… cuatro bolsas de sangre de diferentes personas.

Ambos se detuvieron ante la enorme puerta de metal que separaba al vampiro de ellos. Estaba completamente llena de símbolos y demás conjuros para mantener a Alucard sellado.

Al principio había dudado de la efectividad de un pequeño conjuro para mantener a su todo poderoso amo encerrado en tan diminuto espacio… pero en cuanto el vampiro puso un pie adentro y la puerta se selló para ser activado el conjuro, jamás volvió a escucharlo… y la única muestra de que seguía vivo era que las bolsas de sangre que dejaban fuera de la puerta desaparecían, pero no había ningún otro rastro.

-Él no sale porque no quiere…

La rubia levantó sus ojos del frío piso donde colocaban las bolsas de sangre, pero solo alcanzó a ver la espalda del mayordomo perderse entre la oscuridad.

¿Qué podía mantener a su amo encerrado en aquel lugar tan lúgubre, ahora que era libre? Sir Integra había muerto hacia más de un año de un cáncer de pulmón invasivo… no hubo nada que se pudiera hacer para salvarla y había muerto dejando una organización sin líder, una mansión sin señor, y a dos esclavos sin amo.

-Chica policía, tú tienes que cumplir con lo que te ordene mi ama… esta es la ultima orden que te doy como tu master… ahora eres su esclava como yo lo soy…

Esa fue su última orden hacia ella… y la ultima orden de Sir Integra, en su lecho de muerte, había sido sellar a Alucard con un conjuro escrito en uno de los antiguos libros de su biblioteca personal…

Al principio pensó que se había equivocado de conjuro… si ella y Walter habían podido realizarlo sin mayor dificultad quería decir que cualquiera podría hacerlo ¿O no? ¿La neutralización del inmenso poder de su amo era tan simple como una oración y un conjunto de pentagramas en la puerta?

Quizás… quizás la sangre marcaba la diferencia… la sangre de Sir Integra Fairbrook Wingates Hellsing.

Fin

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