Grandes Héroes como sus personajes le pertenece a Disney


.

Carpe Diem

.

Es difícil no sentir melancolía del entorno. Es difícil cuando los recuerdos no hacen más que invadir mi cabeza.

Ocupan mi mente a cada instante, reprochándome todos aquellos momentos que me son imposibles olvidar, pues son tesoros que de forma masoquista me obligo a recordar, a repetir una y otra y otra vez, temiendo no poder volver a hacerlo dentro de algunos años.

— Si vas a ayudarme a mover esas cajas, ve más rápido.

— ¡Oh, vamos amiga! Mantén la calma y Carpe Diem.

— ¿Que mi carpa qué?

— No carpa, Gogo. "Carpe Diem", en francés significa "Aprovecha el momento." Era eso o un insulto.

— ¡No digas algo si no estás seguro de qué es!

— ¡Ja Ja! No Wasabi, lo que Freddie dice está bien.

— Ya oíste a Honey.

— ¿Y por qué yo querría consejos que vengan de ti?

— Oye, no te lo tomes a mal. Tú sólo Carpe Diem.

— ¿Lo ves, Gogo? ¡Él me comprende! Gracias, hombre.

— ¡Tadashi, no le sigas el juego!

Aún si jamás lo admití con mis palabras, siempre vi nuestro círculo de amigos como un rompecabezas de personalidades diferentes, que encajaban a la perfección. Cada quien poseía algo que lo volvía único y lo distinguía. Mas sin importar qué, al único que mis ojos miraban especial era a ti.

Había algo muy atrayente en tus expresiones, en tu personalidad, en tu comportamiento, en tu forma de ser. Eras un espíritu indomable, un alma noble, una persona demasiado valerosa, de esas que las chicas como yo consideraban imposibles de encontrar.

Quizás por eso me fue difícil creer que no tuvieses padres, pues usualmente la gente que nos criamos sin ellos tendemos a no ser buenos a los ojos de todos, por varias razones.

No era común ver a alguien sin familia siendo tan feliz. No te quejabas de tu vida, no maldecías a tu entorno, ni a la vida, ni al destino por haberte quitado a los que amabas. Agradecías lo que tenías, lo que otros llamaban poco tú lo valorabas demasiado y lo considerabas tu mundo.

Yo me había topado con muchos callejones sin salida en mi vida, pero tú con tus palabras me hacías creer que éstos no existían.

— ¡Vaya! No debiste.

— Por el amor de... ¡Un simple obsequio de cumpleaños, Hamada! No uno de bodas.

— No seas dura contigo misma Gogo. Me va bien tener otra sudadera hoy que tenemos gimnasia y olvidé lavar mi ropa.

Le resté importancia aquella vez, como debía ser y como tú deberías haber hecho. ¿Pues qué hubo de especial a una de las muchas suderas de la escuela? Deberías haberte ofendido porque me atreví a darte un regalo de último minuto, pero en su lugar, miraste dicho objeto tal cual caja de oro. Me sonreíste de vuelta y me abrazaste de imprevisto, demasiado cariñoso para mi gusto y por eso mismo no dudé el golpearte en el hombro.

— ¡Auch! ¡Me desangro!

— No. Vuelvas. A. Tocarme. ¡JAMÁS!

Por ese grito hiciste lo que sabías me fastidiaba, pues siempre me quejaba cuando fingías entristecerte. Te repetía que no hicieras eso, pues no eras un cachorro y los ojos grandes sólo funcionaban cuando ellos los ponían, pero muy dentro de mí admitía que los imitabas muy bien, por ello yo debía apartar la mirada con naúseas causadas por tanta dulzura.

Porque dentro de mí, no me consideraba lo suficientemente buena para la felicidad que una simple sonrisa, de ti, me provocaba. Ninguno conocía quién fui antes de entrar a la Universidad, pues pensaba que si se los decía jamás querrían volver a hablarme y los apreciaba demasiado. Eran lo único que tenía, pero relatarles mis pecados, harían que consideraran como un ángel a un ladrón cualquiera.

El día acordado había llegado, dos oficiales se habían presentado en el laboratorio pidiendo hablar conmigo, y al terminar, había sido imposible que no me asaltaras con preguntas. Alarmado temías por mi vida. Vaya ironía, pues te dije que por mí era por quien menos debías temer.

Todos nuestros amigos preguntaban lo mismo y a todos les negué furiosa tener problema alguno. Para no seguir siendo interrogada, había decidido quedarme hasta tarde en el laboratorio. Ese fue mi error pues olvidé no ser la única que se empeñaba demasiado en lo que hacía.

— Dímelo.

— Deja de joder, Hamada.

— No hasta que me lo digas.

— Vete.

— ¡Ethel!*

Yo te había mirado sorprendida. Desde que te lo pedí, jamás me habías llamado por mi nombre y que lo hicieras me hizo saber que ibas en serio con tu deseo de averiguar qué me pasaba. Supongo sabías bien cuál parte de mí mentía y cuál no, de alguna manera podías ver através de mí, saber que algo me aquejaba. Lo que más detestaba de esto, era que a diferencia de todos, tú jamás fallabas a la hora de adivinar, de leerme, de comprender cuánto de mi mirada fría era verdad.

Detestaba esa amabilidad, pues sentía que no la merecía y necesitaba que lo supieras. Que hasta hace poco, había estado en la Correcional de menores.

— No fue tu culpa

— Yo disparé.

— No sabías si la pistola estaba cargada

— Pero sí quería que lo estuviera.

— Sólo buscabas defenderte

— ¡Era mi padre, Tadashi! Para la ley y para ti puede ser defensa. ¡Pero para MÍ y las pesadillas que no me dejan dormir por las noches, sé que eso es un asesinato!

Por primera vez me derrumbé, por primera vez después de días seguidos de mostrar seriedad, de actuar con indiferencia, de fingir frialdad. Por primera vez no soporté y tú te atreviste a secar las lágrimas que derramaba en nombre de una familia que destrocé, de una madre que jamás conocí y un padre que no pudo ser lo que deseé cuando niña.

No importa si lo que hice lo hice sin intención, pues en mi corazón yo deseé que aquello sucediera.

— Gogo...

— ¡No quiero tu lástima, Hamada! Yo no... No la merezco... No luego de que...

— No es lástima. Eres mi amiga y aún si no lo fueras, esto es algo que no le desearía a nadie.

— Ese es tu problema. Pretendes creer en todos, que todos merecen ser salvados, ¡pero en el mundo nadie es como tú, no todos conocen la piedad!

— ¡Pues es su problema! El rencor, la falta de piedad, daña más a los que la transmiten que a los que la reciben y ellos se causan su propio mal. Pero aún así, todos merecen una segunda oportunidad. Todos merecen ser perdonados.

Este tortuoso dolor que me asaltaba por las noches, de pronto con tu compasión había logrado desaparecer mágicamente. Tu voz había calmado cada grito de mi culposa conciencia, había limpiado cada vieja herida y con el paso de los días tus buenos cuidados, tu mirada divertida, me contagiaba y me daba el aliento para continuar.

Me encantaba poder ser parte de tus alegrías, de tus salidas, de tus bromas, de tu vida. Me gustaba sentirme parte de tu felicidad, del mundo perfecto que formabas donde quiera que fueses. Respirando a tu lado, el aire se sentía más fresco, el sol se sentía más tibio y el agua tenía dulzor. No era la única en pensarlo, ni en verlo, pues estaba segura de que era lo mismo con cualquiera que te llegase a conocer.

Mas sí fui la única que tuvo la casualidad de ir más lejos, de conocer otra faceta que guardabas muy dentro de ti.

Y hasta hoy mi corazón aún late a mil, se acelera con esa rapidez por la que me desvivo en vida, cuando repaso en mi mente los hechos de esa noche.

— Debiste hacerle caso a Wasabi, tú no sabes beber.

— Wasabi no saaabe disfrutaaar de la viiida, algún día se arrepentirá... ¡H-Hip!

— Pero no hoy, que lleva a media clase en el auto a sus casas.

— Oooye, ¡hip!... ¡Mi casa también tieeene clase, groseeera!

—No dije eso, pero... ¡Ya! Te traje a mi casa, por tus quejas de que la última vez tu tía casi te quita tus grandes orejas con las uñas por llegar tarde.

— Shuupp, Hiro no deebe sabeerlo

—¿Qué no debe saber Hiro?

— ¡Las orejas de coneejo que s-siempre le pongo en laas footos!

Aún después de tantos meses una sonrisa tira de mis labios al rememorar esa mirada desenfocada, tus mejillas sonrojadas y tus labios abiertos, que no dejaban de decir palabras aún más extrafalarias que cuando no estabas ebrio. Esa prueba de locura valía oro o al menos unas cuantas fotos.

Pero no fue aquello lo que me impresionó o lo que más me desvela siempre, presentándose de forma fresca, como si hibiese pasado hace menos de un segundo.

— Ethel...

— Pensé que ya no estabas molesto conmigo.

— No soy molesto

— ¡No me hables si vas a confundir todo lo que digo! Tsk, ahora mismo me pregunto por qué me agradas.

— Me agradas porque me caes bien.

— Deja de decir malinterpretar lo que digo.

— No tengo malas intenciones sólo porque me gustas.

Mi cuerpo había temblado, de pie frente al saco de dormir que arrojé al suelo de la sala para que te recostases allí. Mi mente rechazaba la idea, de que siquiera hubiese una posibilidad de que fuese real lo que acababas de confesar. Quise culpar a la cerveza y el revoltijo que le había producido a tu cerebro.

No puedo negar que me agradó cuando me tomaste del brazo, haciéndone caer forzosamente sobre ti. Una sonrisa embobada y de ojos entrecerrados, que me pareció canalla en toda su dulzura.

— ¡Hola otra vez!

— Tadashi, tengo que irme a dormir.

— No es justo que yo sea el único en el piso, me haces sentir que no me aprecias.

— Sabes que no es verdad, idiota. Déjame levantarme que debo... ¿¡Lo estás haciendo a propósito!?

— Shuu, los vecinos del apartamento oirán. Y... yo sólo quiero...

— ¿Q-Qué?

— Esto.

En otra ocasión, me habría reído como histérica de la idea de algo entre tú y yo. No porque te viese como una mala compañía, o porque yo me creyera mejor que tú. De hecho, alguien como tú era quien estaba por encima de cualquier cosa que pudiese imaginar, las veces que te veía en clase ya eran momentos que apreciaba bastante y jamás me había detenido a pensar en obtener más de ti que aquello que me ofrecías.

Quizás por ello mismo cedí. Por ello mismo, aunque presentí que me arrepentiría, aún en tu estado ido me permití sentir tus cómodos y grandes brazos, tus suaves labios, tus dulces besos. Era muy sensible a tu fulgor, a tu candente corazón y esas palabras tiernas que ningún chico antes me había dicho.

Porque tú eras diferente, siempre habías sido una luz brillante en un mar de oscuridad. Eras Tadashi Hamada, eras honestidad, eras dulzura, pureza y franqueza.

— Lo siento yo... Lo siento, yo no.

— No importa, Hamada.

— ¡Claro que importa! Yo no, jamás te habría hecho algo como si... No soy de ese tipo de personas. No quise aprovecharme de ti.

— Quizás fue lo opuesto.

— Gogo, hablo en serio.

— También yo, si quieres que lo olvide y te deje en paz no hables más de eso y asunto cerrado.

— No es tan fácil como parece, no eres cualquier chica. ¡Eres tú!

— ¿Ese es el problema? Oh, lamento no ser lo suficiente buena chica como para permitirme caer a tus pies.

— ¡No! No malinterpretes lo que digo, ¡y las chicas no caen a mis pies!

— ¿Qué hay de los hombres?

— ¡Nadie!

— Estás ciego.

— No es algo que me agrade, te soy sincero.

— Deberías no serlo

— ¿Por qué no?

— La sinceridad no es lo mejor en estos casos, menos cuando tuviste sexo con una amiga y ambos quieren dejar de lado lo que pasó.

—... Quizás yo no quiero.

Me habías mirado severo, pero más severa fui yo conmigo misma por lo que sucedió. ¿Acaso se trataba del final? ¿Había echado todo a perder por mi debilidad? Me odié con toda mi alma, la simple idea de imaginarme una vida sin ti me dejaba helada.

— Sé que creerás que no estoy siendo sincero, mucho menos luego de esto. Recuerdo lo que pasó, no estaba en mis cinco sentidos o bueno, sí lo estaba pero si lo hice fue porque yo lo quería, quizás no de ese modo... Pero no me hubiese molestado si las cosas hubieran sucedido cuando tú supieras que... Te amo.

Las dudas revolvían mi mente, pues creí que eso era una burda mentira.

Los días siguientes fueron incómodos para mí. Durante un mes, pues ya no me preocupaba en entablar pláticas contigo. Desde ese momento te evitaba a toda costa, escapaba de ti con excusas tontas.

Luego noté que poco a poco, que tu sonrisa ya no hacía acto de presencia tan seguido. Tus ojos no brillaban y sólo me saludabas fingiendo una sonrisa.

Mas no lo soporté aquella noche en el laboratorio, cuando te vi entrar en silencio en tu sala. Faltaban dos días para la feria estudiantil y supuse que tu venías a buscar herramientas para ayudar a tu hermano.

— Carpe Diem

Había dicho Fred y yo me negaba a oírle, pues no suelo tomarlo en serio a él que la mayor parte del tiempo tiende a confundir francés y español. Mas cuando se fue giñando un ojo para dejarnos sólos, supe que había descubierto la verdad. ¿Quién más lo sabría? Honey Lemon no me había dicho nada, pero si pensaba bien en ello, quizás había mencionado algo de arreglar las cosas contigo.

Como si mis ojos se abrieran de repente, pude ver la verdad.

Te empeñabas en demostrarme que yo valía más de lo que creía valer, que era importante y al aceptar que era valiosa para ti, pude soñar con no caer libremente en la tristeza de nuevo.

No me hacía a la idea de perderte, porque te quería a mi lado todo el tiempo que pudiese y evitándote, mintiéndome, sólo te hacía daño.

Siempre había sido mala a la hora de hablar de sentimientos y tú decías todo sin tapujos, que me atemorizaba, pero aún así adoraba esa sinceridad.

Me di fuerzas, pues necesitaba decírtelo, aunque al llegar a tu lado un nudo en mi estómago no me dejaba hablar.

— Ah, hola Gogo. ¿Necesitas algo?

— ¿Puedes parar ya, Hamada?

— Lo siento si el ruido te molesta, ya me detendré. Sólo necesito encontrar...

— Tadashi, me gustas.

— ¿Q-Q-Qué?

Si fueses del tipo tímido, luego del sonrojo que tuviste probablemente te habrías desmayado, pero en su lugar te levantaste rápidamente para poner las manos en mi cintura y abrazarme con fuerza. Me sonrojé furiosamente cuando apoyaste tu frente contra mi frenre. Respirábamos el mismo aire, pero por la sonrisa traviesa que diste estaba claro que lo que menos deseabas en ese momento era respirar.

Me besaste y sentí todo a mi alrededor detenerse. Pero aún lamentaba no poder decir lo mismo que tú, no poder admitir que te amaba.

Aún lo lamento, siento no habértelo dicho en ese entonces. Siento no haber aprovechado el momento, siento haber sido débil para confesarte todo aquello que mi corazón sentía por ti.

Cuando han pasado ya dos meses desde tu muerte y me es imposible olvidar los únicos dos instantes donde me permitiste ser yo misma, sin temor a que me dañaran.

¿Qué irónico, no? Porque sólo ahora acepto estos sentimientos, cuando ya no estás aquí para demostrártelos.

Lo siento, Tadashi. También te amo.

.


*Jamie Chung ha dicho que ese es el nombre de Gogo.

*"Carpe Diem" pese a que Fred lo dice de manera correcta, no está en francés, sino en latín. Olvidé anotarlo antes, lamento si hubo confusiones ^^U

Si alguien leyó mi one-shot "Butler Café", por si alguien se pregunten por qué lo borré. ¡Fue un error!

Estaba editando dos fics guardados en fanfiction, Familiar Dolor y Butler Coffe, y cuando terminé reemplazé los fanfics, luego borré los documentos tanto del celular como de la página. Para cuando quise ver si había quitado los errores, me sorprendí al ver había puesto el mismo documento en ambos, eliminando el fanfic de BC. El resto lo imaginan, como no tenía copias lo he tenido que borrar.

Pero pienso reescribirlo y postearlo de nuevo.

Sobre este one-shot, ¿a que me odian por hacerlo triste? Pues no sé que me pasa con el drama, la verdad.

Mil gracias por leer, les veré pronto ^^