Tras un mordisco
Disclaimer: Hetalia es de Himaruya.
Advertencias: Sexo, golpes, peleas, la historia puede variar según el estado de ánimo de la escritora.
Espero que les guste, nada de esto hubiese pasado si no me hubiesen obligado a publicarlo.
Uhuru: Holi, yo la obligué y la beteo, siempre he querido que esta mujer escriba un USUK, tiene muy buenas ideas cuando anda malvada, te amo bruh.
Capítulo uno.
Pedaleó con todas sus fuerzas mientras iba calle abajo hacia su casa. Aprovechó la bajada para tomar más impulso que su adversario, pero éste se benefició la misma bajada para intentar alcanzarlo, ese idiota de Alfred Jones era un matón, y Arthur tuvo la mala suerte de ser su tiro al blanco durante toda su vida.
A sus veinte años estaba acostumbrado a escapar de él, llevaba toda su vida viviendo en la misma ciudad, ambos conocían la ciudad de memoria y cada pequeño posible escondite. Se sabían cada calle, cada callejón, plaza, árbol, bar. Todo se sabía en esa pequeña jodida ciudad. Y él había marcado cada rincón de la ciudad con cada paliza que le daba.
Pedaleaba cada vez más lento, estaba cansado, llevaba horas tratando de correr. No importaba a dónde fuera, Alfred lo seguía, decidido a darle caza y alcanzarlo. Vio la calle que lo llevaba hasta su casa y la esperanza lo inundó. Reunió la poca energía que tenía y se apresuró en llegar. Ya casi la podía ver era grande, dos pisos, tres si contabas la azotea. Su casa era de un muy pálido color damasco, casi blanco. El patio era abierto, no había rejas en la parte de adelante, pero si atrás y a los lados, en los sectores que medían el territorio de cada hogar.
Apenas llegó a la parte delantera de su vivienda saltó de su bici, dejándola tirada, no le importó, no es como si se la fueran a robar o algo. Pudo sentir como Alfred frenaba y derrapaba unos momentos después y corría de su bicicleta también. Pero no lo alcanzó, Arthur logró entrar a su casa y cerrar la puerta de un golpe.
-Oh, el conejito se esconde en la madriguera- Escuchó como le murmuraba Alfred desde el otro lado de la puerta. – Puedo olerte, sé que estás al otro lado, Arthur- Alfred siempre ponía énfasis en su nombre, pronunciándolo demasiado, burlándose de su acento inglés.
-Vete, Alfred- Le gritó, se le ponían los pelos de punta al saber que seguía ahí, esperándolo. Caminó a la ventana que estaba junto a la puerta y corrió la cortina para ver el engreído rostro de Alfred observándolo. – Este ya no es tu territorio, Alfred. Vete- Le gritó con más fuerza, tratando de que su voz sonara más dura, pero podía notarse un matiz de nervios en el fondo, tanto él cómo Alfred sabían que tenía miedo, miedo de él.
- Tarde o temprano tendrás que salir de tu casita, inglés, tarde o temprano- Alfred sonrió lentamente, podía ver como el conejito temblaba cada vez que su voz se tornaba más profunda. Esta vez se le había escapado, con los años el pequeño y escurridizo conejito había intentado encontrar nuevas vías de escape, y con cada intento él había encontrado la manera de atraparlo, siempre lo atrapaba, era un estúpido conejo inglés, nada más.
Caminó lentamente hasta la ventana donde Arthur se asomaba para observarlo, y le gruñó lo suficientemente alto como para asustarlo un poco más. Se aseguró de mostrarle los colmillos, sólo porque el ver como Arthur agitaba sus orejas le entretenía. Sabía que Arthur lo quedaría mirando hasta que se fuera, y sabía que sus padres llegarían pronto, así que caminó lentamente por el patio del inglés y sonrió mientras se le ocurría algo.
Tomó su bici y la apoyó en el poste que estaba junto en frente de la casa de Arthur, y se regresó para tomar la bicicleta del dueño de casa. Tiró de esta hasta que la apoyó junto a la suya.
– ¡Esa es mi bici!- Le gritó el inglés desde su casa –Déjala donde está, eso es robo- le advirtió mientras lo apuntaba con uno de sus dedos.
- Si la quieres, ven y recupérala- Le respondió Alfred, sonriéndole.
- Déjala donde está, idiota- Le espetó mientras le fruncía el ceño.
- Es sólo para asegurarme de que la próxima vez usarás tus pies para escapar- Se subió a su bici, agarró la de Arthur por el mango y se preparó para pedalear. Lo hacía para asegurarse de que la próxima vez no huyera, había sido bastante listo, tomándolo por sorpresa al escapar de su trabajo en bici.
Arthur pudo ver como su matón se iba con la bicicleta. Pateó la puerta con rabia mientras apretaba los puños, era un maldito idiota. – Cretino- murmuró, mientras subía a la segunda planta pisoteó cada escalón. Se había vuelto a salir con la suya, como siempre lo hacía. Jaló de la trampilla del techo y subió a su habitación, se quitó el chaleco que llevaba puesto y lo tiró al piso. Continúo con su camiseta y la dejó a un lado.
Se miró al espejo; no era musculoso, no, pero tampoco era muy delgado. Se miró los brazos y apretó los puños. A sus veinte años era bastante alto, más alto de lo que esperaba, estaba orgulloso de su metro setenta y pocos. Su cabello era de un rubio claro, lo tenía un poco más largo de lo que debía, pero era para que pudiera ocultar un poco sus cejas y orejas.
No importaba cuánto intentara parecer más masculino, las chicas siempre lo veían como un conejito esponjoso y tierno. Se cruzó de brazos y frunció el ceño. Era tímido, culpa de Alfred, de pequeño se encargó de molestarlo y humillarlo lo suficiente como para que deseara ser invisible.
Ahora tenía amigas, sí, amigas. Sus amigas lo veían como a una pequeña cosa tierna, el mejor amigo. Bufó, sus ojos verdes brillaron, siempre lo hacían cuando estaba molesto, era como si estuviera a punto de llorar. Se molestó más, odiaba esa ciudad, lo odiaba con toda su alma. De pequeño no podía jugar tranquilo, cuando creció no podía ir al colegio tranquilo, y ahora cuando estaba juntando dinero para estudiar e irse, resulta que tampoco podía trabajar en paz.
Pensó que al salir del colegio Alfred se olvidaría de él y seguiría otros rumbos. Había pensado mal, Alfred se encargó de saber dónde trabajaba y de humillarlo en él. Su jefe había prohibido que el americano se acercara a él y lo molestara en horas de trabajo. Alfred había cumplido, no lo molestaba en el local y no se acercaba mientras estuviera trabajando, pero cuando salía comenzaba la cacería.
Con cada año se había vuelto más rápido y más escurridizo, estaba en sus genes, por lo que había sido bastante bueno en atletismo, había participado en algunas carreras y había ganado. Tenía una considerable suma de medallas y trofeos, el profesor había logrado que participara, para integrarlo. Había sido peor, sólo había servido para que cada vez que destacara, Alfred apareciera y se encargara de tumbarlo abajo.
Dieciséis años conociéndolo, y aún no entendía su odio hacia él. No es como si fuera su única víctima, pero era la que obtenía su record en lealtad, Alfred se olvidaba de todos, menos de él.
Arthur dejó el tema de lado, no iba a malgastar su tiempo pensando en el idiota de Alfred. Malgastaba su tiempo corriendo de él, no iba a seguir haciéndolo cuando tenía paz. Fue a tomar una ducha, necesitaba descansar, hoy había tenido que hacer turno extra y había tenido una maratón arrancando de Alfred, necesitaba dormir.
-o-
Cuando finalmente Alfred llegó a su casa, jaló de su bici hasta el garaje y la dejó a un lado de la camioneta de su padre. Agarró la de Arthur y la posó en el otro lado. Era su premio, tenía varios. Trotó hasta la cocina y se dispuso a tomar algo del refrigerador cuando escuchó el portazo que anunciaba la llegada de su padre. Suspiró tomando algo rápido, estiró su brazo en busca de algo. Encontró un yogurt y unos emparedados envasados, se los puso bajo el brazo, casi logró escapar.
-Ya ni saludas a tu padre, eres un maleducado- le gruño. Su padre era un hombre corpulento, grande. Su cabello era negro, al igual que su cola y orejas, su piel un poco más morena que la suya. Alfred era igual que su padre, corpulento, alto, dominante, pero su cabello era de un castaño rubio, su piel morena, pero más clara que la de su padre. El único lugar en el que compartían similitud de colores era un la punta de su cola, ésta era un poco más oscura.
- Tu madre estaría disgustada con los malos modales que tienes. No te crió para que fueras esto- Lo apuntó con su mano mientras le miraba disgustado, su labio se curvó, mostrando sus dientes. Alfred mostró los suyos en respuesta. Su padre era así la mayor parte del tiempo, cada año se ponía peor, Alfred ya casi no recordaba cuando su padre era un padre, y no un hombre huraño, mal humorado. Hubiera sido sabio de Alfred escapar a la casa de su tía como su hermano.
-Hola, padre- Le gruñó. Alfred había sacado los mismos genes dominantes que su padre y había sido como una invitación abierta a una pelea en el momento que le enseñó sus desarrollados caninos. El americano sintió la sangre en su boca un momento después de que su padre lo golpeara con suficiente fuerza como para hacerlo tambalear.
- No le atrevas a desafiarme muchacho- Le dijo lo suficientemente fuerte como para hacer retroceder a Alfred - ¡Soy tu padre, y como tal me debes respeto!- Alfred observó cómo los rasgos de su padre se endurecían, para después aplacarse un poco, retrocedió y envió una mirada enfadada hacia Alfred – Vete a tu cuarto, no te quiero ver en mi camino, insolente- le espetó por ultimo, antes de darle la espalda.
Alfred no dudó en obedecer. No sacaba nada con desafiar al viejo, era un perro rabioso, nada más, un hombre herido por la pérdida de su mujer, un hombre enojado y mal humorado. Alfred entendía el dolor de su padre, la frustración. Sabía que si se hubiera ido al igual que su hermano, sólo lo hubiera guiado más hacia la destrucción. Sólo por eso se había quedado, sólo se preguntaba si su padre no entendía que, tal como él, él también tenía el corazón destrozado por la pérdida de su madre.
Habían pasado varios años, sin embargo la herida seguía ardiendo dentro de él. Sólo esperaba que su padre se curara más rápido. Dudaba el seguir teniendo la paciencia que requería.
Se pasó la lengua por los labios y limpió el resto de sangre. Sólo le había roto el labio, no había sido más que un manotazo directo a su cara. Lo había golpeado peor en otras ocasiones.
Uhuru: Si les gustó y dejan un review sería muy agradecido, es la primera vez que mi amiga publica una historia y así la animan a continuar, ¡Gracias por leer!
