KHR no me pertenece, derechos a Amano-san.
Hola, otra vez. Pues, no hay mucho que decir. Son días malos (no se cansan de serlos) y no tengo mucha conexión con el fandom. Y, escribí esto en estado depresivo (es lo bueno de deprimirse, escribo sin tener que pensar XD). De paso, cumplo uno de mis caprichos en KHR. Escribir algo de más de 500 palabras de ColoLal. Good for me!
Anyway, espero que les guste y que comenten, opinen, critiquen y que me disculpen si sus reviews no son contestados. No es que no quiera, es que… son días malos.
BOX
Lo siente antes que se lo digan. Al cruzar la protección anti trinisette de la base y sentir que las fuerzas le abandonan, que los huesos se vuelven de goma, incapaces de sostenerla, lo siente. Y aprieta los puños y se niega a creer. La falta de él palpita en las paredes, le quita el aire al aire y le cierra la garganta.
Ya lo sabe. Antes de entrar a la sala y ver la mirada fugaz de Bianchi y el temblor de los hombros de Fuuta. Lo sabe antes que Gokudera y Yamamoto empiecen a hablar y no puedan completar una frase. Antes que Hibari deje la caja en la mesa y ella contenga las ganas repentinas de echarse a llorar. Espeta cómo y Yamamoto se atropella respondiendo. No sabemos. Millefiore. Pero no sabemos cómo. No tenemos detalles.
Cuando está a solas en su cuarto, se pone la caja en el pecho. Siente a través de ella sus latidos, rápidos primero y acompasados después. No sabe por qué no se siente furiosa. Por qué no siente ganas de destrozar la mesa, la caja. Por qué no ha salido a matar a cuanto Millefiore se le cruce. Por qué no ha gritado. Cierra los ojos y no es capaz de verlo. Intenta, pero no puede. No siente más que un hueco en el estómago y un pinchazo en la sien, que crece y se concentra sobre su ceja derecha, pulsando y hace que todo se difumine ante sus ojos.
Se levanta tarde. La caja ha terminado debajo de su cuello y suma una molestia más a la debilidad que le causa el trinisette.
Mientras se baña, se sorprende mirando la puerta. Mientras estaban en el cuartel, él se metió una vez al baño mientras ella estaba dentro.
(Alcanzó apenas a cubrirse con una toalla, mientras él reía y parecía no importarle el chorro helado que empapaba su ropa. Hizo eso de simular mirarla desde abajo, alzando los ojos, a pesar de ser mucho más alto y le pidió perdón, mintiendo a todas luces, alegando que no habían más baños disponibles).
Lal piensa en él. No Colonello, él. No habla mucho, nota apenas las atenciones preocupadas de los miembros de Vongola. Lleva la caja junto a las suyas y la acaricia de vez en cuando. Cuando lo hace, el nudo en la garganta la asfixia y el hueco en el estómago se hace tan grande que le parece que no tiene nada dentro. Es incapaz de comer. Es incapaz de vomitar, aunque siente la comida revuelta y siente bilis en la boca, por mucho que se la lave.
Sigue durmiendo con la caja. Sigue cumpliendo las misiones. Sigue pensando en él, como un ente sin nombre, ni rostro que a veces le pesa en el espacio vacío de la cama y en el más grande de su corazón.
La primera vez que lo piensa, Colonello, se tumba sobre el piso del baño, ahogada a sollozos, el pecho rasgándose hasta que aprieta los puños, se cubre la boca y se controla recordando años de entranamiento. Se fija un objetivo y se levanta. Acabar con Millefiore. Y morir en el intento.
