En un lugar, dónde todo estaba aparentemente en calma, en un reino cerrado, existió un país. Se decía que, en aquel lugar, era fácil conseguir la felicidad, era un lugar mágico, un paraíso.
¿ A quién se le ocurrió semejante tontería?

~Buscándote en el cielo~

Cerca de unas celdas, dos hombres, encapuchados, estaban tomando una decisión. Una que cambiaría la vida totalmente a una persona.

" Ella tiene que serlo. " Dijo uno de ellos.

" Ella es la elegida " Afirmó el otro.

Uno de ellos sacó una caja de madera, adornada con líneas y pequeños dibujos dorados. Abrieron la caja y sacaron su contenido. Se dirigieron a la celda número 01.
En la celda había una chica. Su pelo, recogido en dos coletas, era turquesa. Llevaba los ojos vendados, o por lo menos, dónde estuvieron antes sus ojos.

" Es tu destino, Miku Hatsune "

El rostro de la chica era de confusión y temor entremezclados entre sí. Ella temblaba. Uno de los hombres la agarró, ella intentó escapar, forcejeó, luchó y se esforzó todo lo que pudo, pero no consiguió liberarse. La impotencia se apoderó de ella, todo su cuerpo temblaba e incluso lloraba. Si, lloraba. La sangre caía sobre sus mejillas a modo de llanto, como queriendo liberar todo el temor y sufrimiento, depurándolo.
El otro hombre procedió a colocarle el contenido de la caja. Era un antifaz, no uno corriente, uno muy especial, uno que le cambiaría la vida.

La chica, nombrada Miku Hatsune, ya no sintió más dolor físico.

Una mujer, joven, de cabellos rubios y ojos azul claro, muy guapa, estaba en casa, mirándose al espejo con una tierna mirada y acariciando su tripita un poco crecida.

" Cariño… ¿Cómo lo o la llamaremos…? "

Ella continuó acariciando su tripa tiernamente, mientras esperaba la respuesta de su marido.

Miku estaba en una plataforma, en un lugar sagrado, donde ella, controlaba todo.

Ella oía la canción de su diva, Teto. Una preciosa muchacha, aún con rasgos infantiles, con el pelo rojizo, recogido en dos coletas, ojos grandes rojizos y de voz preciosa. Cuando ella cantaba, Miku no sentía dolor psicológico alguno, se tranquilizaba, era feliz escuchándola.

Pero eso pronto se acabaría. Teto estaba enferma, muy enferma. Ya no cantaba tanto como usualmente lo hacía, estaba apagada, sufría. Así que, para evitar más dolor de la diva, el dragón mató a la diva.

Miku sollozó toda la noche. Volvía a estar sola. Pero, en ese momento, algo, en su mente, se encendió.

" Rin y Len… Son unos buenos nombres, cariño " Susurró sola la mujer bella, de ojos azul claro y cabello dorado, acariciando las cabecitas rubias de sus pequeños dos recién nacidos. Sí, resultaron ser gemelos, un niño y una niña, rubios, igual que ella. Un ruido hizo que su atención se desviara hacia la puerta. Pensando que, seguramente, seria su marido, ella abrió. Dos hombres, con armadura, le dieron un papel a la asustada mujer. Ella se negó. Les suplicó y rogó, pero no consiguió nada. Uno de ellos la agarró y, tal y como decía la orden, cogió a la gemela, Rin, que estaba fuertemente agarrada a su gemelo.

La mujer lloró, junto a su hijo, le habían quitado a su hija y no volvería a verla. Nunca más.