Hola, soy nueva en FanFiction pero sobre todo soy nueva publicando. Debo decir que este es mi primer fic y espero lo que toda autora cuando publica por primera vez, ser aceptada por la comunidad que adoran los Dramiones y sobre todo a Harry Potter. Y bueno, esta será un historia larga (eso espero XD) dedicada para todos aquellos amantes del Dramione. De cualquier forma sólo espero por su aceptación y que disfruten de esta historia así como yo lo hago escribiéndola :). Sin más.


I

Antes de las seis

No quiere, no quiere, no quiere. Hermione Granger, Gryffindor. Valiente por excelencia, noble por naturaleza y apasionada por instinto. Sin embargo la Hermione presente, parecía perder aquellas virtudes, quería huir y no enfrentar la situación. Sintió traicionar a su casa y así mismo convertirse en una temida decepción, merecía que le lanzaran una imperdonable en ese momento. Fuerza, es lo que necesitaba dentro de dos horas, en su vida había tenido tantas ganas de que la noche no llegara y la biblioteca desapareciera al igual que la persona con la que se encontraría. Si alguna vez sintió aborrecimiento por un profesor que no fuera Snape, se estaba presentando su primera experiencia. De todos los Gryffindor que había en el aula le tuvo que tocar a ella, un Slytherin y un Gryffindor trabajando juntos; cómo se les pudo haber ocurrido. Solo sucedería si quisieran destruir Hogwarts ¿Qué no podían entenderlo? maldecía en el fondo a Binns ¿no pudo haber elegido a Ron, o en los mejores casos a Harry? Lo consideraba más lógico. Pero tuvo que ser ella. ¿Por Merlín y Morgana juntos, por qué?

Las horas fueron pasando con rapidez en la sala común de Gryffindor, ella seguía sentada en un sillón tratando de concentrarse en su lectura, pero su atención estaba en los alumnos que entraban y salían, solo esperaría a que la sala estuviera desierta para que nadie se diese cuenta de su escape hacia la biblioteca a tan altas horas de la noche. Sí, se había quedado en muchas ocasiones estudiando como desquiciada hasta inicios de la madrugada en ese refugio lleno de libros, siempre con la autorización de un profesor, pero este caso era diferente. Ahora tenía que romper las reglas. Oh no, ya son las once con cuarenta minutos, debe de salir ya.

Maldición, Peeves a la izquierda, ya se fue. Ya había estado maquilando brillantes excusas para dar a Filch o al poltergeist si la veían, simple; obligaciones de un prefecto. Era la excusa perfecta, además ¿Quién no le creería a Hermione Granger?

Cada paso cercano ennegrecía más el humor de la Gryffindor. "Pude haber hecho el trabajo yo sola, y presentarlo por mi cuenta, pero no, si no fuera por aquel examen oral no tendría que estar aquí". Dejó pasar por alto un detalle ¿y si el Slytherin no venía? ¿Sería tan patán como para no importarle su calificación? Imploró a Godric Gryffindor porque no fuera así. Más cerca, más cerca, ya estaba cruzando lentamente la enorme entrada, quería volverse, no quiere estar ahí, no, no…

- ¿Por qué tardaste tanto? – muy tarde para arrepentirse, él ya estaba ahí, y estaba enojado ¿Por qué no le sorprendía? – odio cuando me hacen esperar.

- Me tiene sin cuidado. El punto es que llegué ¿no? – quería retarlo, así como lo hacía una y otra vez. Se maldijo a sí mismo por haber llegado antes, hubiera sido la castaña quien esperara, irritarla más le encantaba, se maldijo de nuevo cuando la castaña se acerco a él, le colocó una lista de libros (larga en verdad) que debía buscar. Lo estaba haciendo, le estaba ordenando ¿Quién se creía? La mirada despectiva que le lanzó a la castaña fue captada por ésta, quien entendió a la perfección lo que le estaba tratando de decir.

Para su sorpresa, Draco tomó la lista y se paró en dirección a la ubicación de los libros que necesitaban, agradeció que por los pocos minutos que estaban compartiendo todo fuera bien. Lástima que no se mantendría igual. Buscó cada libro con una tranquilidad exasperante, Hermione resoplaba cada cinco minutos para darle a entender al rubio que se apresurara. A este no le importó, sabía que eso molestaba más a la chica y nunca perdía oportunidad para irritar a Hermione. Ésta escribía con rapidez en un pergamino mientras Draco iba colocando los libros sobre la mesa. Se sentó frente a ella con lentitud y…

- Ya sé que me odias tanto, pero deja de estar mirándome y ponte a hacer algo – Hermione sabía que el chico estaba tratando de intimidarla, no le daría el gusto - ¿o es que es muy difícil para ti?

Para sorpresa de Hermione él no se inmuto y se resignó a poner los ojos en blanco, tomó un libro y comenzó a escribir sobre un pergamino.

–De igual manera Granger, no estás a mi nivel…

- Mira Malfoy – su dedo índice ahora lo apuntaba, había tratado de ser paciente con él, pero la estaba insultando como muchas otras veces. En esta no se dejaría. – me importa un bledo lo que me tengas que decir, desde este momento, cualquier palabra tuya que no tenga nada que ver con lo del trabajo me será simplemente vacía. No pienso reprobar esta asignatura por un ser engreído que no le importa nada más que él mismo. ¡Así que ahora deja de calentar tu trasero en la silla y te pones a trabajar como te lo exijo! ¡Ah, y por favor sé rápido!

¿Qué? Era una estúpida si creía que él le permitiría hablarle de ese modo, a un Malfoy jamás.

- ¿Quién rayos te crees sangre sucia para hablarme así? – ahora sí estaba enojado. Sus ojos grises, antes apacibles, comenzaban a tomar una espesa oscuridad, la ira se asomaba dentro de ellos. Su cuerpo se levantó de la silla, así mismo su voz se endureció – debes de aprender a como le hablas a un Malfoy, y si no lo haces, yo mismo te obligaré a colocarte en el lugar que te mereces.

- Me creo lo que soy Draco Malfoy, y créeme, alguien muy por encima de ti.

El mentón de Hermione estaba en alto, demostrándole que no le permitiría volver a humillarla, Draco odiaba aquel gesto. Se acercó a una distancia prudente de ella y la miró de arriba abajo. Como la aborrecía, su aburrida figura sólo alimentaba más su cólera. Quería retarlo, quería pelea, sin embargo no se le daría. Se trago su odio y el dulce placer de lastimarla. No volvería a complacer a Hermione Granger.

- No vales la pena - concluyó. Hermione encolerizó.

- ¿Sabes qué? ¡No importa, al diablo contigo, al diablo con la convivencia entre casas y al diablo con el trabajo de Binns! ¡Haz lo que quieras! pero en lo que a mí respecta haré el trabajo por mi cuenta, contigo es imposible.

Con esto la castaña salió despidiendo chispas de ira. Nunca en su vida alguien había llegado a irritarla con tanta facilidad, quizás Ronald, pero con él siempre fue diferente.

-Muy bien Granger, sí así lo deseas – murmuró Malfoy encontrándose solo en la biblioteca.

-¡¿Cancelado?! – la castaña estaba al borde del desmayo, no había sentimiento alguno que se comparara a lo mal que se sentía. Fracaso, fracaso, fracaso… esas palabras no dejaban de sonar en su interior, la voz de McGonagall – pero…pero… profesor Binns, está cometiendo un error, me atrevo a cuestionarle el porqué…

Y claro que se atrevía, había realizado un impecable y extenso trabajo que merecía de flores y fanfarrias.

- Lo siento señorita Granger, su trabajo estuvo maravilloso en toda la extensión de la palabra, pero no es por la calidad del trabajo por lo que fue cancelado sino por…

- ¿Ah no? – Lo interrumpió Hermione, se sintió brevemente aliviada, al menos sabe que no fue por su desempeño - ¡¿entonces por qué?!

- Déjeme terminar señorita Granger – el fantasma fingió aclararse la garganta – el motivo por el que cancele su trabajo fue por no haber seguido las instrucciones, créame que no sólo cancele el de usted, sino el de otros alumnos que se atrevieron a no trabajar con sus parejas. Lo mismo sucedió con el joven Malfoy, quien por cierto no obtuve ninguna entrega.

"¡¿Qué?! Cómo pudo haber hecho eso el muy estúpido", pensó. Su irresponsabilidad no tenía límites. Rezaba a Merlín y a toda su orden porque eso no fuera afectarle más.

- Así que lamentablemente tengo un castigo asignado para cada pareja – continuó el profesor – se lo comentaré a usted y al joven Malfoy en mi despacho a las seis de la tarde, por favor llegue puntual, ya se lo expliqué de igual manera al señor Malfoy.

Hermione quería morir, si no hubiera mano que la detuviera se auto lanzaría una maldiciónen ese momento, sus ojos habían estado almacenando lágrimas mientras el profesor se alejaba, lágrimas que no dejaría escapar. Esta era la primera vez que le cancelaban un trabajo, que feo se sentía, pero feo no era la palabra adecuada, sino horroroso, devastador, mediocre… se destrozaba el mundo sobre ella. Se hubiese sentido mejor si consistiera sólo de ella, si el error hubiese sido sólo por ella. Pero saber que fue por culpa de un chico cuyo nombre no quería recordar, la intoxicaba hasta puntos exagerados.

Que silencio, tanta pasividad, serenidad. Ya no iba a aguantar un minuto más. Ron se encontraba sentado en uno los sillones escarlata de su sala común, el calor era a cada momento más insoportable y la tranquilidad del lugar lo estaba volviendo loco, los entrenamientos de Quidditch lo habían dejado agotado. Ahora lo único que anhelaba era una extensa e interesante partida de ajedrez con un jugador competente, en el mejor de los casos Neville se encontraba en la lista, pero no se le veía por ningún lado, ¿en dónde estaba Harry? ¿En dónde se habría metido Hermione? Los momentos sin ellos sí que se volvían pesados.

- Maldito seas Draco Malfoy, maldito sea el profesor Binns y su castigo, maldito sea quien propuso la convivencia entre casas…- una Hermione fúrica había hecho su aparición al fin – no es posible que tengamos que pagar por los errores de otros incompetentes…

Continuaba quejándose en voz alta sin advertir que Ron se encontraba a pocos pasos de ella.

- ¿Qué hay? – preguntó jovial el pelirrojo.

- ¡Ronald! – Exclamó asustada la chica – avisa que estás aquí por favor.

- Tenía pensado hacerlo, pero entraste tan concentrada maldiciendo a todo lo que se ponía en frente.

- ¿Hablaba en voz alta? Maldición… ugh lo siento – corrigió al darse cuenta que maldecía nuevamente.

Ron invitó a Hermione a sentarse junto a él, la chica lo hizo y al mismo tiempo colocaba un brazo sobre su rostro en señal de cansancio. Al menos Hermione ya había aparecido, sin embargo no era la Hermione que quería de compañía. Ron la conocía bien, en estos momentos tendría que analizar lo que decía, si no, la castaña podría explotar en cualquier comentario imprudente.

Al darse cuenta del estado de su amiga, la invitó a conversar para que se desahogara sin que Hermione se diera cuenta de lo que hacía. La Gryffindor estaba inquieta, desde hace poco tiempo sus sentimientos hacía Ron se estaban desbordando, sus sentidos se agudizaban. Podía sentir su aroma acompañándola constantemente, sentir y reconocer la textura de su piel, reconocer su voz entre miles, en pocas palabras, podía sentirlo por completo. Sin embargo, el pelirrojo parecía no percatarse de lo que provoca en su amiga. Durante la conversación Ronald acomodaba mechones de su ondulado cabello detrás de su oreja, Hermione ardía al contacto de su piel y oraba porque éste no se diera cuenta del efecto. Si lo miraba a los ojos creía ahogarse en ellos como en agua cristalina. Había llegado un punto –en el cual nunca creyó llegar- en que todo lo que tenía que ver con Ronald Weasley la extasiaba. Harry le dijo o más bien le aseguró que estaba enamorada, podría llamarse amor quizás, Hermione soñaba porque no fuera así. El amor sólo traía desilusión, tanto ella como Harry habían aprendido de ello. En muchas ocasiones, el chico Potter aconsejó a su mejor amiga que se atreviera a decirle a Ron su secreto. Hermione siempre desistía, podría hacer la mejor tesis oral delante del mismo Dumbledore, pero no confesarle de sus sentimientos a Ronald a la cara. La inseguridad que la poseía era exagerada, muchas veces se quedaba pensando en la biblioteca, que haría si se presentase el momento, sabía que actuaría con astucia, pero Ron no. Tenía el miedo del rechazo, aquel rechazo que muchos le habían dado.

- ¡Qué hay! ¿Qué hacen? – Ginny llegó con la misma energía que la acompañaba a todos lados, ni los duros entrenamientos de Quidditch podían con ella.

- Vete a estorbar a otro lado Ginny – molestó Ron divertido a su hermana, su pecosa nariz se arrugó – haber si te das un baño, tus hormonas sí que vuelan por el aire.

A Ginny no le importó, incluso se arrimó hasta quedar pegada a su hermano para contagiarlo de su sudor. "Asco" se quejó Ronald, era divertido ver a ambos Weasley jugar y pelear, incluso cuando peleaban no dejaban de desprender el cariño que se tenían. Hermione reía divertida, hasta que recordó.

- ¿Qué hora es? – se apresuró a preguntar. Ron alzó su brazo izquierdo para observar su reloj.

- Faltan seis minutos para las seis.

- ¿Tienes algo que hacer Herms?

- ¡AH! ¡Se me hace tarde! Nos vemos luego…

Ron sabía hacia donde se dirigía Hermione, por eso no la detuvo. Ginny se encogió de hombros y comenzó a darle de mordiscos a su hermano en el hombro, como si fueran dos cachorros de león jugando.

El pesimismo regresó, de la misma manera en que la felicidad llegó, al mismo tiempo se esfumó. Faltaban seis minutos para que dieran las seis, sale de la sala común. Veinte segundos. Baja las escaleras móviles a paso veloz para llegar al cuarto piso. Cinco minutos. Dobla a la izquierda para llegar donde el despacho del profesor Binns, antes despacho de Horace Slughorn. Cuarenta segundos. Se coloca frente a la puerta y llama golpeándola. Seis en punto. Irremediablemente puntualidad inglesa. Adelante, escucha la voz del fantasma en el interior del lugar, gira el grueso picaporte de la puerta e ingresa. Al ingresar, reconoció varios libros guardados en los estantes, muy polvosos por cierto. La mayoría estaban en malas condiciones pero parecían completos. Hermione seguía observando detalles de la oficina del maestro cuando este la sacó de sus pensamientos.

- Señorita Granger, me alegra que sea la primera en llegar, y muy puntual debo mencionar.

- Profesor, no quiero sonar grosera, pero mis deberes como prefecto me llaman, así que preferiría que por favor comenzara a explicarme lo que tiene asignado para mí. – trató de sonar lo más cortés posible, los ojos blancos del profesor Binns trataban de analizarla a través de sus minúsculas gafas.

- No sólo es asignado para usted señorita Granger, me temo que tendrá que esperar a que llegue el señor Malfoy para explicar a ambos lo que tengo para ustedes, y no ponga esa cara señorita, sé lo mucho que le disgusta trabajar con ese joven, a mí no me importa, pero por órdenes del director tengo la obligación de orillar a mis alumnos a una mejor convivencia, es decir que el que la hubiera colocado junto con el joven Malfoy no es simple coincidencia.

– Entiendo – concluyó rendida Hermione. – creo que habrá que esperar.

–Lamento llegar tarde. – Draco Malfoy ingresó sin siquiera anunciarse, sus ojos grises se ubicaron directamente al profesor, ignorándola como si no existiera.

– Que bueno, al fin llega señor Malfoy, bien, ahora a lo que nos interesa. – El profesor Binns sacó un pergamino de un cajón– como ustedes dos son la primera pareja que se presenta, serán ustedes quienes se encarguen de la labor más pesada.

El profesor sonrió a señal de broma cuando vio las expresiones de sus alumnos.

Perfecto, Draco Malfoy estaba que no cabía dentro de su oculta irritación, tenía demasiadas cosas que hacer, y ahora el profesor de Historia de la Magia iba a colocarle otro gran peso en el lomo. Como golpe final, tuvo que ser Hermione Granger el extra del martirio.

- Verán, lo que tendrán que hacer es algo simple – ambos jóvenes escuchaban con atención – este pergamino contiene diferentes horarios de los cuales tendrán que tomar uno, su trabajo consistirá en un servicio en la biblioteca.

- Creo que eso no es considerado un castigo. – interrumpió sin querer la castaña, Draco la observó percatándose de su presencia. Al escuchar aquel comentario, el rubio no pudo evitar sentir aborrecimiento extremo por la castaña.

- Déjeme terminar señorita Granger, ya debe dejar esa molesta costumbre de interrumpir a los demás – Hermione se ruborizó – como decía, harán un servicio en la biblioteca, pero en una zona en la cual ni uno de los dos ha estado. Me imagino que ya se estarán imaginando cual. En fin, el profesor Dumbledore me autorizó para asignarles la tarea de ordenar las categorías de libros en la sección prohibida. ¿Aburrido castigo? Señor Malfoy, por su expresión me atrevo a decir que usted piensa que no es una labor difícil, pero debo contradecirlo. Aquellos libros están llenos de trampas y engaños, así que déjenme advertiros, deberán ser astutos y hacer uso de todos sus conocimientos en la magia.

Ambos chicos continuaban callados, parecían analizar la situación, en verdad era un castigo, ¿pero por qué así? ¿No hubiera sido más sencillo mandarlos a hacer una diligencia en el bosque prohibido con Hagrid? Pero no, el caso es que era un castigo por habilidad académica, no por una conducta desastrosa. Fue Draco el primero en hablar.

– ¿Nos mostrará los horarios? – preguntó el Slytherin sin abandonar su tranquilidad, aparentaba que la tarea asignada le era sin importancia.

–Claro, les dejaré este pergamino para que se pongan de acuerdo. Cuando ya lo tengan claro. Golpean tres veces mi escritorio, los dejaré un momento para que puedan discutirlo.

El profesor extendió el pergamino sobre el escritorio, y atravesó una pared de su despacho para desaparecer. Draco se acercó para leer el pergamino, lo mismo hizo Hermione.

–¿Qué es esto? – pronunció la castaña confundida.

–Es una mierda de horario. – Draco estaba molesto, parecía una broma, incluso sospechaba que era apropósito para hacer más pesado el castigo.

–No sé tú Malfoy, pero yo no tengo la accesibilidad para estos horarios. El más aceptable es a las doce de la noche hasta las dos de la mañana, toda la semana exceptuando martes, jueves y domingos.

Hermione tenía razón, tampoco él estaba de acuerdo con lo que veía, quienes se creían, se compadecía por aquellos que les tocaría el horario de las tres de la mañana. Sin consultar a la castaña golpeó tres veces el escritorio, justo como lo había pedido el profesor Binns.

–¿Y bien? Díganme cuál decidieron.

Hermione observó a Draco con reproche, el rubio entendió su mirada mas no le importó.

–El primero. –contestó Draco.

–Ni siquiera lo consultaste. – reprochó inmediatamente Hermione.

–Granger, no necesito hacerlo, ambos sabemos que es el que mejor nos conviene ¿o acaso quieres ordenar los libros hasta la seis de la mañana? – la castaña no se atrevió a contradecirlo, él tenía razón.

–No me gusta que no me tomen en cuenta.

–Me tiene sin cuidado…

–Bueno ya basta – los calló el profesor Binns – entiendo que su relación es hostil, pero de ahora en adelante harán un esfuerzo por mejorar aquello. Ahora, Hermione, ¿estás de acuerdo con el horario?

Hermione no tuvo más remedio que asentir.

–Ya pueden retirarse.

– Una cosa más profesor – dijo Draco – ¿es necesario que colabore con ella?

–Sin discusión señor Malfoy. Comenzarán esta noche su labor.

Finalizando así, el profesor Binns salió volando atravesando los estantes de libros de su despacho. Hermione observaba a Draco con sus ojos asesinos. Ambos chicos salieron de inmediato del despacho, Draco chocó con el hombro de la castaña, "muévete sangre sucia", Hermione sintió la ira crecer, lo observó alejarse a paso veloz y gritó su nombre antes de que el rubio desapareciera de vista.

–¿Qué es lo que quieres molesta sangre sucia? – no se esforzaba por esconder su molestia en el tono de su voz.

–¡Cómo te atreves! Sabes que me maté con el esfuerzo de hacer un trabajo impecable, incluso el mejor de la clase me atrevo a decir. Y tú… ¡tú te dignaste a ni siquiera empezarlo!

–No me importan en lo más mínimo tus reproches Granger. Así que hazte un favor y desaparece. Me basta el saber que te tendré que ver casi todas las noches.

–Y parece que a mí me encanta la idea Malfoy.

Draco retomó su camino pero Hermione seguía reprochándole, "no me ignores cobarde" escuchó decir por atrás a la castaña, él por instinto se volvió amenazante y quedó justo en frente de la chica, su mirada taladraba los ojos profundos de ella. Convenciéndola de que ante él, todo era caso perdido. Draco rió maliciosamente, le parecía hilarante la actitud de la castaña. Él no tenía la culpa de que ella fuera insoportablemente perfeccionista, sabía totalmente que lo que le molestaba es que mientras ella había hecho un trabajo "impecable" como así lo había catalogado, él simplemente decidió no hacerlo, tenía claro que Binns no se lo valdría, sería un desperdicio de tiempo y esfuerzo.

– Eres increíble…- murmuró la irritada Gryffindor, y así se alejó con su ceño fruncido de niña caprichosa.

–¡Nos vemos en la noche sangre sucia! – escuchó gritar al chico, como lo odiaba.

Ginny despertó exhausta y mareada, abrió los ojos y lo primero que observaron fue el color granate de sus cortinas. No recordaba haberse quedado dormida ¿sería tarde ya? Esperó que no fuera así, tenía que haber ido a buscar ya a Luna. Alzó su brazo a la altura de sus ojos, apenas eran las seis con cuarenta y dos minutos. Bajaría en unos minutos más. Pasó sus manos por su rostro suavemente, intentando orientarse.

–¿Ginny a dónde vas? – Ron volvía a comportarse como hermano sobre protector.

–Por ahí.

–Querrás decir con Dean Thomas. – entornó los ojos.

–Ron por si no te habías dado cuenta, Dean está en el dormitorio de varones ¿parece que saldré con él?

Ginny reanudó su paso sin importar dejar a su hermano hablando solo, lo miró por última vez y lo mismo hizo con el chico que estaba a su izquierda. Los ojos esmeraldas la hicieron recordar su último sueño con Harry, volvió a su camino. Ron y Harry no se habían percatado de la tonalidad que aumentaba en las mejillas de la Gryffindor.

Salió de la sala común, giró hacia su camino; el ala oeste o mejor conocida como la torre de Ravenclaw, una de las torres más altas de Hogwarts.

Recordó las sensaciones. Un dolor físico irreal que aún no había desaparecido. "Ginevra Weasley basta ya." Se dijo a sí misma, había que parar ya con esto que crecía cada día más. Cada día, desde que lo vio hace seis años en el andé se convirtió en una más de sus admiradoras. «Una más» auch. "¿Ginny qué quieres de comer?" «Harry». La cara de su madre fue de sorpresa y diversión, no había podido pensar en otra cosa que no fuera él, el niño que vivió. Harry-Harry-Harry-Harry-Harry, no era Harry Potter. Era Harry «mi Harry». No era su famosa cicatriz lo que la atraía, eran sus ojos verdes que le gritaban lo prohibidos que eran. No fueron sus rebeldes cabellos negros los que la hacían suspirar. Eran sus hábiles manos de jugador, las cuales habían tenido ya muchas victorias y no precisamente de Quidditch. Amaba a «su Harry» lo adoraba, lo anhelaba y veneraba de todas la maneras posibles. "Mi Harry, mi Harry, mi Harry…Harry…Ha..."

Los pensamientos de Ginny eran gruesos y profundos, eran el espejo de una paradoja en su vida. Eran los deseos de su monstruoso ser. Ahora, lo que haría era reunirse con la criatura que incitaba a querer más al muchacho que usa gafas y anda con una cicatriz en la frente. Una macabra y encantadora cicatriz.

–Exageradamente puntual señorita.

–Y tú muy tarde – Luna, quien ya estaba fuera de su sala común, sonreía con una sonrisa angelical aún cuando su amiga había llegado más de media hora tarde. - ¿Es que acaso los duendes del tiempo robaron tu reloj o lo retrasaron?

Ginny rió.

–¿Qué hacemos, quieres ir al gran comedor?

–Claro.

Para ambas chicas se convirtió en una costumbre reunirse todas las tardes a las seis. Cada tarde era especial, llena de confesiones, entretenidas pláticas, prácticas de estudio, lo que fuese. Aunque…

–Gin, será mi impresión, pero… cuando estás conmigo te noto triste ¿sucede algo? ¿Soy mala compañía? – Luna nunca perdía ese tono tierno e inocente al hablar. Ginny movió su cabeza a los lados con una sonrisa.

–Para nada Looney, lo que pasa es que… contigo puedo ser quien soy.

–Entiendo – Luna sonrió a su mejor amiga – me suele pasar muchas veces.

Ambas chicas bajaban con tranquilidad, reían divertidas y jugaban con palabras. Una Gryffindor y una Ravenclaw, hermosa amistad y agradable compañía.

– Neville ¿de dónde vienes? – preguntó Luna al encontrarlo en los pasillos.

–Vengo del despacho de la profesora Sprout, regresaba hasta la sala común de Gryffindor hasta que me topé con el desagradable de Malfoy – comentó Neville sin darle importancia.

–¿Vienes? Íbamos al gran comedor, se me acaba de antojar un enorme pedazo de pastel de manzana con crema ¿a ti no? – los ojos caramelo de Ginny brillaron de tan sólo imaginarse el postre.

–Claro, vamos.

El trío avanzó con paso coordinado, antes de que continuaran Luna miró a Ginny con gesto interrogativo, "no importa Looney", murmuró muy bajo a su mejor amiga.

Hermione había llegado quince minutos tarde a la biblioteca, fue cautelosa para no haber sido descubierta por ningún Gryffindor, se preguntaba si Filch o Madame Pince estarían enterados de los deberes que harían allí. Si no, tendrían que ser cuidadosos. "Genial, aún yo llegando tarde, él sigue sin aparecer."

–¿Extrañándome Granger? – una fría y áspera voz salió entre la oscuridad.

–Ya quisieras, sabes, si vamos a trabajar juntos, te recomiendo que seas puntual – ya estaba empezando a mandar – odio la impuntualidad.

–Deja esa molesta actitud Granger y pongámonos a trabajar – su humor se ensombrecía cada vez más – ya quiero salir de esta insoportable situación.

–Créeme, para mí tampoco es el mejor lugar en la que me gustaría estarla pasando, mucho menos contigo.

–Al menos compartimos la misma opinión.

Entraron silenciosos a la sección prohibida, Draco observó su alrededor, había por lo mínimo cincuenta pilas de libros, seguramente escogidos a propósito por Dumbledore. Sin preguntar o sugerir a la chica ingresó seguro y comenzó su trabajo, empezó por revisar los títulos de algunos libros, se dio cuenta de que unos no poseían tal. Pensó en analizarlos por tema, pero siendo libros de la sección prohibida sería preferible abrirlos con algún conjuro protector.

–¿Qué crees que haces Malfoy? – preguntó la castaña al darse cuenta de lo que comenzaba a hacer el muchacho.

–Hago mi trabajo – la voz de Malfoy sonaba ausente – tú deberías hacer lo mismo sangre sucia, en vez de estar ahí perdiendo el tiempo.

Hermione pensó en contestar pero desistió al verlo caso perdido, comenzar una riña ahora no era conveniente cuando iban a pasar casi tres horas juntos. Entornó los ojos mientras resoplaba. Imitando al rubio empezó a revisar los libros.

–Esto es imposible, como se supone que ordenaremos tantos libros cuando unos no tienen título y otros ni siquiera pueden ser abiertos.

–Parece que esto es una prueba para medir nuestras habilidades y conocimientos como magos. – comenzó a analizar Draco. Ante tal conclusión, la castaña se sintió celosa al no ser ella por llegar a deducir aquello. Draco se dio cuenta del fastidio de la castaña.

–¿Qué te pasa Granger? Creí que nada era imposible para una Gryffindor como tú – su tono era despectivo y burlón. Hermione lo odiaba más cuando trataba de provocarla.

–Claro que no Malfoy, no hay ser omnipotente capaz de realizar cualquier cosa.

–Como sea – con esto, Draco continuó lo que había comenzado. Apartándose de la castaña lo más que pudo, revisó los libros uno por uno.

Hermione hizo lo mismo por su cuenta, sacó de su túnica una pluma y una libretita. Anotó cada detalle. Ambos se mantuvieron silenciosos por mucho tiempo, la Gryffindor escuchaba como Malfoy pronunciaba "Specialis Revelio" cada vez que quería abrir un libro, unos temblaban advirtiéndoles su daño, otros simplemente se conservaban igual.

– Malfoy – comentó Hermione después de una hora de silencio. – creo que si esto va a ser así deberíamos ponernos de acuerdo.

Esperó oír la fastidiosa voz de Malfoy acompañada de remilgos y negaciones, pero nada.

–¿Malfoy me escuchaste? – repitió, aún nada. - ¡Malfoy!

Se acercó por donde había estado el rubio y dobló hacia el otro lado de la estantería para asegurarse que no hubiera desaparecido o algo así, pero seguía ahí como si nada, ignorándola. Ya lo entendía.

–Finite Incantatem. - estaba molesta - ¡Malfoy!

Instintivamente el chico volteó hacia ella dándose cuenta de su presencia.

–¡¿Cómo te atreves a conjurar un Muffliato?! Eres despreciable.

–Fue precisamente para no escuchar tu espantosa voz quejándote de todo, exactamente como lo estás haciendo ahora.

–Escucha, ni a ti ni a mí nos apetece trabajar juntos, pero deberías ser al menos indulgente al tratar de escuchar mis consejos.

–Un Malfoy no trabaja con nadie, ahora déjame en paz por favor.

–Ya basta, he estado soportando tu indiferente actitud hacia esto por el transcurso de la hora, mi paciencia tiene un límite y lo acabas de cruzar. – La castaña se había colorado por la rabia que empezaba a correr por su sangre – Ahora mismo iré con Binns y exigiré un cambio me cueste lo que me cueste.

–Ni se te ocurra perjudicarme Granger – amenazó el Slytherin.

- ¿Si no qué? – la riña había comenzado.

–La pagarás muy caro Granger… – Draco había comenzado a acortar distancia acercándose de manera amenazante.

–Más perjudicado no podrás estar, después de que tu repugnante padre fue enviado a Azkaban tus actos no valdrán nada – listo, había expulsado el veneno y punzado una herida – si te atreves a hacerme algo, serás tú quien la pagará, y muy caro.

Las bruscas palabras de Hermione fueron suficientes para encender toda la furia que Malfoy contenía; no toleraba ni por un segundo ni por nadie que mencionaran el nombre de su padre y de su estancia en Azkaban. Sin medir su fuerza la tomó bruscamente de los brazos para colocarla frente a él.

–Ya estoy harto de tus superioridades de niña caprichosa que se la pasa tras la espalda del estúpido de Potter, tu asquerosa sangre sucia te coloca por lo menos de lo que crees ser. Aprende esto, tú nunca llegarás a ser valorada, eres una repugnante y odiosa sangre sucia, alguien como tú, merece lo peor.

Ya no, no señor, Hermione ya no permitiría ni un insulto más. Si hubiera podido haber razonado las consecuencias de lo que iba a hacer, lo hubiera pensado dos veces. Sin embargo, no pensó más y escupió enérgicamente en el rostro del joven. Mala idea.

–Te vas a arrepentir sangre sucia…- Malfoy arrastraba sus palabras con inmenso odio mientras se limpiaba lentamente el rostro. Hermione seguía firme y dignamente valiente. Aún no predecía el peligro.

Draco la haló más a su cuerpo causándole severo dolor pero ella se resistió con toda su fuerza para librarse de él, extendió su brazo tratando de volver a tomarla y causarle todo el dolor que pudiera exprimir de su cuerpo pero ella con agilidad lo evadió y sacó su varita preparada para cualquier atrocidad.

–Aprenderás a respetarme. –amenazó Draco envainando su varita.

Lanzó sin advertir un maleficio que Hermione pudo esquivar y varios libros cayeron sobre de ellos.

–¡Oppugno! –gritó Hermione.

Los libros del suelo volvieron a elevarse y con ferocidad volaron en dirección a Malfoy que con mucho esfuerzo trataba de esquivarlos. Varios dieron en el blanco dandole ventaja a Hermione para salir de ahí.

Hermione no le importó nada más y salió corriendo del lugar, ya lo había dicho, la convivencia con un Slytherin acabaría con la muerte. "No puedo creerlo." Conjuró hechizos Muffliato a su alrededor para que sus pasos no fueran escuchados por Filch y mucho menos por Malfoy. Corría y corría, ¿pero a dónde? Protección es lo que quería, ¿baño de niñas? Descartado, sería presa del Slytherin fácilmente. No había opción, tendría que volver a su sala común, sólo tendría que correr tres pisos más. "¡Tres pisos! Espero que mis piernas lo puedan soportar" pero el miedo vencía todo. Ya faltaba poco, ay no, podía oír los pasos de alguien cerca, "que no sea Malfoy, que no sea Malfoy…" desesperadamente necesitaba esconderse. Hasta que apareció, Hermione pudo observar como una puerta se aparecía ante sus ojos, "la sala de los menesteres", sin pensarlo dos veces atravesó la puerta.

"Te voy a encontrar maldita sangre sucia, no puedes esconderte fácilmente." Draco se incorporó con paso veloz después del hechizo aturdidor, siguió a Hermione por donde había huido. Dedujo que al no escuchar sus pasos pudo haber sido por la presencia de un conjuro, sin embargo se guió por su olfato, y no le falló. Sus ojos brillaron de triunfo cuando divisó una castaña corriendo por el séptimo piso, ya la tendría entre sus manos.

La Gryffindor tomó aire ya dentro de la sala, al menos ya estaba segura. Se percató de que sudaba y temblaba espasmódicamente, trató de regularizar su respiración pues parecía que en cualquier momento su corazón se escaparía por medio de su garganta.

Ya tranquila avanzó más hacia el interior del lugar, observó la cantidad de objetos ocultos, sillas, armarios, libros, botellas, sombreros, ropa, esqueletos etc. cosas incontables. Se acercó a lo que siempre habían maravillado sus ojos; los libros. Dentro de un armario se encontraban varios, contados casi cuarenta. Observó cada uno, algunos eran de Historia de la Magia, otros eran sencillos cuentos de un autor desconocido, libros de pociones, libros que creía eran robados. Llegó hasta el final de la cuenta y observó en especial un libro, no tenía ningún título grabado en el lomo, lo tomó y se sorprendió al darse cuenta que las pastas eran totalmente de madera. En la portada se encontraba un rostro tallado desconocido, tenía los ojos abiertos pero no se veían pupilas. Giró el libro, la pasta trasera era igual un tallado, consistía en una mano gruesa y casi real, lo que llamó su atención fue que dentro de la palma de ésta, un enorme ojo cerrado se encontraba en el centro de la palma, casi cubriéndola toda. Hermione seguía observando extasiada aquel libro, cuando oyó el sonido de la puerta abrirse. "Oh no, ya me encontró, ¿pero cómo?", se ocultó atrás de una armadura cerca del armario, aún con el libro en las manos. Avanzó dos pasos hacia atrás cuando pudo reconocer la figura de Malfoy, sin darse cuenta tropezó con la pata de una silla, cayendo y tirando el libro a la vez. Se petrificó del miedo, ya podía ver el peligro cerca. Hasta que una luz blanca iluminó sus ojos alejándola de la escena.

Draco escuchó el estruendoso ruido a unos metros cerca de él, sin pensarlo se acercó, "ya te tengo sangre sucia", avanzó con paso seguro, sonriendo por saborear la victoria que sostenía entre sus manos. Arrimó el escombró esperando encontrar por debajo a la castaña, para su sorpresa fue un polvoso libro lo único que encontró. "¿Te crees muy inteligente no Granger?... Homenum Revelio" murmuró el chico, sin embargo, la sala siguió pasible. No había nada.

Desde muy lejos, Hermione Granger abría sus ojos aún esperando el impacto de haber sido descubierta. Creyó que el destelló se debió por culpa de la varita del rubio, pero no. Se encontraba dentro de una sucia y polvosa casa, pequeña y húmeda, la luz era suave, como si el sol apenas se estuviera ocultando.

–¿Qué…es…esto? – fue lo único que pudo articular.