Disclaimer: Los personajes pertenecen a la excelente escritora JK Rowling, yo solo juego con ellos.

Summary: Draco Malfoy es el soltero de oro del mundo mágico. Un engreído insoportable, caprichoso, mujeriego y narcisista, que junto con Blaise Zabini y Theodore Nott está dispuesto a todo. Su nuevo capricho ya tiene nombre y apellido: Hermione Granger.


La chica del pañuelo verde

Capítulo uno:

End of summer

"Cuando algo va mal…siempre puede empeorar"

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Dicen que el amor de verano es fugaz, pero a veces, lo que comienza como una aventura puede terminar en algo serio. Un simple viaje a la playa es todo lo que se necesita para despejar nuestras mentes, abrirnos el corazón y escribir un nuevo fin para una vieja historia. Están aquellos que se queman con el calor, sólo quieren olvidar y empezar de cero. Mientras que hay otros que quieren que cada instante dure eternamente.

Aunque estamos de acuerdo en una cosa, el bronceado desaparece, los fuegos artificiales se apagan y todos acabamos hartos de la área en los zapatos… Pero el final del verano es el inicio de una nueva temporada.

Una nueva temporada para renacer y volver a empezar, para algunos es la oportunidad de volver a pasar página y para otros es la sorpresa de ver algo florecer.

Tenemos el lujo de poder diseñar nuestras propias vidas.

La chica del pañuelo verde.

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Suspiró. Ya había acabado.

Hizo clic en la 'X' de la esquina superior derecha, acto seguido, apareció en el centro de la pantalla una ventana rectangular y volvió hacer clic pero esta vez en guardar, el documento que acababa de escribir se cerró y apareció frente a ella su fondo de pantalla. Hermione miró la imagen durante unos segundos perdida en sus pensamientos.

Ron tenía una enorme sonrisa de chocolate y con su mano derecha, en la que tenía un helado de cucurucho del mismo sabor que el de sus labios, restregaba la bola de helado sobre la cara de la castaña. La chica aparecía con los ojos fuertemente cerrados riendo e intentaba apartar la mano del pelirrojo con las suyas.

Parecía que hacía años de aquella foto, pero en realidad, no hacía más de dos semanas. Hermione sonrió con cariño al recordar los momentos que había vivido con Ron ese último mes, pero solo eso, no había ningún sentimiento oculto de ningún tipo, ni nostalgia, ni dolor, ni amor, ni nada, solo cariño, como el que se le tiene a un buen amigo. La castaña bufó. Si hubieran seguido siendo solo amigos, ahora no tendrían una relación tan incómoda.

Tras la caída de Voldemort, Ron y Hermione decidieron no dar otro paso en su relación. Ninguno se arrepentía del beso que compartieron durante la batalla, pero ambos estuvieron de acuerdo en que fue por necesidad. Estaban en guerra, no sabían si saldrían vivos de ella, y necesitaban decirse de algún modo que se querían y ahí es donde entra la escena del beso. Por lo que siguieron con su perfecta relación de amistad junto con Harry, el trio de oro. Después de diez años, sin que ninguno lo planease, comparten un beso en una salida y se enredan. Acababan de comenzar sus vacaciones, por lo que dos días después de aquello, ambos se fugaron sin avisar a nadie a un pequeño pueblo del sur de España del mundo muggle.

Pero no todo fue como esperaron.

Hermione y Ron disfrutaron de su tiempo juntos, por lo menos, de todos aquellos momentos en los que no se tiraban los trastos a la cabeza. No eran compatibles. La chica no soportaba su constante comportamiento infantil con su falta de razonamiento y lógica, que le hacía pensar en ocasiones que estaba veraneando con un niño de cuatro años, en vez de lo que realmente era, una escapada romántica. Y al pelirrojo no le gustaba lo metomentodo y marimandona que era, aunque él sabía que ella en Hogwarts ya era así, pero tras pasar casi un mes y veinticuatro horas juntos, llegó a molestarle demasiado. Conclusión, sus caracteres chocaban, por lo que todo acabó en desastre.

Un amor de verano, una simple aventura que no acabó bien.

Hermione cerró con un golpe seco su portátil y disfruto de la puesta de sol. Hundió sus manos y pies en la calidad arena y se relajó escuchando las olas del mar al romperse en la orilla. Le encantaba aquel lugar, lástima que fuera el último día que pasaría allí. No habría cosa que quisiera más Hermione en ese momento que quedarse en esa postura eternamente, pero tenía que volver a la realidad. Agarró todas sus cosas, y mirando por última vez al mar, comenzó a caminar en dirección a la habitación de hotel en la que esperaba Ron.

Hermione ingresó en la habitación y vio a Ron terminando de hacer su maleta. El chico levanto la cabeza y sus miradas se quedaron la una en la otra por lo que parecieron horas, hecho que puso nervioso al pelirrojo ruborizándolo hasta las orejas.

– Estoy acabando. Dame diez minutos.

Hermione simplemente asintió. La tensión podía cortarse con un cuchillo, ninguno estaba cómodo con la presencia del otro.

– Te esperaré en recepción – Concluyó escuetamente la castaña.

Ron vio a la chica dirigirse a la salida.

– ¿Hiciste lo que tenías que hacer? – Preguntó con genuina curiosidad.

Hermione no había querido decirle a dónde o que iba hacer, y eso lo había inquietado un poco. Hacía dos días que dejaron las cosas claras entre ellos y desde entonces, existía una tensión constante entre ambos que les impedía que fueran de nuevo los mejores amigos.

– Sí.

– Vale – Carraspeó el chico tras unos minutos de silencio.

– Estoy abajo.


Al llegar a casa, Hermione se percató de que la ventana del salón estaba parcialmente abierta y sobre el suelo, había como siete cartas con diferentes caligrafías. Suspiró. Las recogió y dejándose caer pesadamente en su mullido sofá comenzó a ojearlas distraídamente, eran todas de Harry, Luna y Ginny.

Los tres preguntándole donde se había metido, los dos primeros parecían preocupados, la pelirroja tenía instintos asesinos con su mensaje escrito con amor, como se despedía al final. Se dispuso a responder a cada uno de ellos diciéndoles que se encontraba bien, que sentía mucho haberlos preocupado, que ya estaba en su apartamento, y que prometía verlos esta semana para explicarles todo con calma.

No pasaron ni dos horas cuando la cabeza de Ginny Weasley emergió de la chimenea sobresaltándola.

– Yo tenía una amiga llamada Hermione Granger – Rugió la voz femenina.

– Hola Ginny – Susurró mirándola desde su sofá.

Hola Ginny – Dijo imitando el timbre de voz de Hermione – ¿Eso es lo único que piensas decir?

– Sigues teniendo una amiga llamada Hermione Granger.

La pelirroja bufó, provocando que la castaña rodara los ojos.

– ¿Dónde has estado?. ¿Con quién has estado?. ¿Por qué no has avisado?. ¡Explícate!. ¡Nos has tenido muy preocupados Hermione! – Vociferó.

Hermione tuvo que cubrirse las orejas por miedo a quedarse sorda. Tener a una de tus mejores amigas, hermana de tu ex-aventura, gritándote no era como ella quería pasar sus últimos días de descanso antes de retomar el trabajo. Esto empezaba a parecerle un culebrón.

– Por saber de ti. Me he rebajado a hablar con Harry. ¡Y él tampoco sabía nada! – Sentenció la chica.

La castaña se sintió peor aún. Si su amiga había tenido que hablar con Harry, significaba que había estado muy, muy preocupada. Ellos tuvieron una relación de más de cinco años, pero todo acabó de malas maneras, y Ginny se juró jamás volverle hablar.

– ¿¡Me estás escuchando!? – Volvió a gritar.

– Como si fuera posible no hacerlo – Suspiró la chica mientras frotaba sus ojos con cansancio.

– ¡Pues habla! – Ordenó.

– Te lo contaré todo. Sabes que lo haré. Pero, por favor. Espera al lunes, y lo hacemos en persona. Estoy agotada – Suplicó.

La pelirroja pareció barajar su respuesta por unos segundos antes de responder.

– Contéstame solo a una pregunta.

Hermione se dio por vencida.

– Está bien.

– ¿Estuviste con mi hermano?.

Hermione dudó unos segundos antes de responder con sinceridad.

– Sí.

Silencio.

Eso fue lo que se escuchaba tras la afirmación de la castaña, Hermione quiso terminar la conversación antes de que la cosa empeorara.

– Nos vemos el lunes, Ginny.

La chica asintió muda y desapareció de la chimenea, sumiendo a la castaña de nuevo en su soledad.


Lunes. Ya era Lunes. Y Hermione llegaba tarde. Algo no muy propio en la siempre responsable con el trabajo Hermione Granger. La castaña entró con paso acelerado en el Departamento de Regulación de Criaturas Mágicas del Ministerio, Departamento en el que trabajaba, y se dirigió directamente a su despacho dándole un breve saludo a su secretaria.

Nada más ingresar en la habitación, lo primero que vio fue su rostro en el espejo que tenía frente a la puerta, justo en la pared encima de su escritorio. Suspiró.

– Gracias humedad. Siempre quise parecerme al Rey León – Dijo mirando los cristales empañados.

Se dirigió a su cómoda silla de trabajo, y esparció sobre su escritorio los documentos que tenía que revisar.

Bien. Empecemos. Pensó.

Pero no lo hizo.

Hermione levantó la cabeza sobresaltada cuando escucho que su puerta se abría con un golpe seco. Se quedó mirando a Ginny, que cerrando con un poco más de delicadeza la puerta, ingresó en su despacho y dejó caer una revista sobre su escritorio.

O no. Pensó en respuesta a su pensamiento anterior.

– ¿Puedes explicarme lo que pone ahí? – Preguntó mientras se acomodaba en una de las sillas frente a la castaña.

– Hola Ginny. ¿Cómo estás?. Yo muy bien, gracias por preguntar – Hermione acabó de hablar con una espléndida falsa sonrisa.

La pelirroja la miró con exasperación.

– ¿Y bien? – Insistió.

Hermione suspiró ojeando por encima la revista.

– ¿No tienes trabajo que hacer? – Preguntó.

– Trabajar día a día es la opción fácil. A mí me gustan los retos – Aseguró taciturna.

La ex-Gryffindor sonrió negando con la cabeza. Ginny nunca cambiaría.

– Está bien. ¿Qué quieres saber Reina Cotilla? – Se rindió.

– Yo no soy cotilla. Solo me gusta estar informada – Respondió con un mohín.

– Perdón por la insinuación – Ironizó.

Ginny se inclinó sobre la mesa y pasó algunas páginas hasta llegar a la que quería, luego señaló la de la derecha.

– Podrías empezar por ahí – Hermione se quedó mirando lo escrito en la página señalada - ¡Entiéndeme!. Me tienes confusa – La acusó – Desapareces un mes. No avisas a nadie de tu paradero. Vuelves, y me dices que has estado con mi hermano. He estado asimilando estos días el que tú seas mi cuñada, porque que quieres que te diga Hermione, nadie esperaba que acabarais juntos, al menos no desde que estuviste saliendo por dos años con aquel chico ¿cómo se llamaba?, bueno da igual – La castaña alzó una ceja – Ésta mañana antes de venir al Ministerio, paso a comprar la revista muggle en la que trabajas y me encuentro eso – Volvió a señalar la página – ¿Es un amor de verano lo que tuviste con mi hermano o has visto algo florecer junto a él?

Hermione miró la columna que ella misma había escrito durante la tarde del último día de sus vacaciones en España. Aún recordaba la sensación de arena entre sus dedos.

La morena tenía su vida dividida entre el mundo mágico y el mundo muggle. Trabajaba en el Ministerio y vivía en el mundo mágico, pero también pasaba muchos días entre muggles y trabajaba escribiendo en una revista muggle sobre relaciones sentimentales. Un tema muy extenso y complejo sobre el que ella no tenía mucha experiencia, ya que solo había tenido una relación de dos años y una aventura recientemente, pero siempre que escribía algo era referido a lo que ella estaba viviendo o alguna de sus amigas en ese momento. Fue algo espontáneo. Le dieron la oportunidad, y sin pensárselo mucho la tomó. Era una forma de mantenerse unida al mundo muggle, una excusa más para poder visitarlo más seguido. Era lo que tenía ser hija de muggles y ser criada entre dos mundos, tenía un pedacito de cada uno en su corazón, y no quería cortar ningún lazo.

Hermione escribía en la revista bajo un seudónimo La chica del pañuelo verde, ¿por qué ese nombre?, realmente no tiene ninguna explicación, simplemente necesitaba uno, y ese fue el elegido entre una lista por las chicas y ella. Ginny y Luna eran las únicas que sabían sobre este trabajo, ni si quiera les contó a sus padres.

– Lo que tuve con tu hermano fue un amor de verano – Afirmó con seguridad.

– El más breve de la historia – Añadió la pelirroja sarcástica.

La castaña hizo una muesca y se dispuso a contarle lo ocurrido durante ese mes además, de lo incomoda que se había vuelto su relación en la actualidad. Ginny la estuvo escuchando casi una hora sin interrumpir y justo cuando acabó de hablar, alguien llamó a la puerta.

– Señorita Weasley, su jefe lleva buscándola desde hace rato – Dijo con voz preocupada la secretaria de Hermione.

Ginny bufó.

Inoportuno – Masculló frunciendo el ceño.

– Enseguida irá. Gracias Magda – Sonrió Hermione en su dirección.

– Lo juro. Este tío vive por y para tocar los cojones de por vida – Vociferó la pelirroja mientras se alisaba la falda que llevaba puesta – Por cierto. Tengo noticias jugosas para ti. Agárrate a donde puedas.

Hermione no dudó de las palabras de su amiga y se agarró con determinación a su escritorio.

– Dispara – Siseó mirándola seriamente.

– Nuestra Luna está saliendo con Theodore Nott – Dijo a bocajarro.

Primer cañonazo. Muerta en el acto.

– ¿Y…? – Siempre había un 'Y'.

– Hoy empieza a trabajar en el Departamento de Misterios, Draco Malfoy – Finalizó sonriendo ampliamente.

El segundo cañonazo la remató.


Luna trabajaba con su padre en El Quisquilloso, y todos los días que podía, se acercaba hasta el Ministerio para comer con Ginny y Hermione. Y ese lunes, fue uno de ellos. La rubia estaba ansiosa por saber dónde se había metido la castaña, y la chica no tardó en ponerla al día. Luna se entristeció mucho al saber que todo acabó mal, pero la animó a seguir buscando a su chico, así como ella lo había hecho. La rubia afirmó ser muy feliz junto a Theo, como ella lo llamaba.

– ¿Cómo?. Y lo preguntó desde el corazón, ¿cómo acabaste en los brazos de Theodore Nott? – Preguntó con sincera curiosidad Hermione.

– Los torposoplos me llevaron a conocer a Theo – Dijo Luna sonriendo espléndidamente.

Típica respuesta de Luna. La quería muchísimo, pero no terminaba de entender como los amigos imaginarios de su amiga le habían llevado a conocer al ex-Slytherin.

– Jamás escucharé el final de esta historia – Sentenció Ginny.

Pero a Luna poco o nada le importó el comentario de Ginny, sin dejar de sonreír nos lo contó todo. Por lo visto, ambos frecuentaban la misma cafetería algunas mañanas antes de ir al trabajo. Un día, estaba muy abarrotada, por lo que la extrovertida y extraña rubia, que ya se había fijado que el ex-Slytherin iba mucho por allí, lo vio sentado solo en una mesa rodeado de torposoplos, se acercó a él y le preguntó si podía acompañarlo, el joven se sorprendió de que le dirigiera la palabra – ya que los sangrepuras relacionados con el Señor Tenebroso reinsertados en la sociedad eran evitados como la peste por gran parte del mundo mágico – y su sorpresa fue mayor cuando Luna comenzó hablarle de criaturas extrañas que rodeaban su cabeza, pero aun así no se negó y la invitó a sentarse, y desde entonces no se habían separado. Cabe destacar que esto ocurrió hace escasamente dos semanas y media pero según Luna, fue amor a primera conversación.

Hermione aún no podía creer que esos dos anduvieran juntos. Se le hacía demasiado extraño. Pero su amiga irradiaba felicidad al hablar de él, por lo que la castaña pronto aceptó que si ellos se querían, era lo correcto. La guerra acabó ya hacía diez años, todas las familias relacionadas con Voldemort pagaron en Azkaban, tan solo aquellos con delitos menores y con argumentos de peso a su favor, fueron perdonados para volver a reincorporarse a la sociedad y Theodore Nott fue una de esas personas. Había escuchado cosas horribles sobre la familia Nott, pero también sabía que Theodore se negó en todo momento a llevar a cabo su iniciación para ser Mortífago, y con éxito, ya que no poseía la marca en su antebrazo. Él tan sólo pagó las consecuencias de su apellido.

Estaban terminando de comer, cuando apareció por la puerta el famoso Theo. A la rubia se le iluminaron los grandes ojos azules y se dirigió dando saltitos ridículos e infantiles hacia el chico que la esperaba con los brazos abiertos.

Hermione se frotó la frente mientras observaba como se hacían ojitos el uno al otro. Eso demostraba que siempre había alguien reservado para cada persona, sin importar lo rara que pudiera ser la persona en cuestión o lo ligada que pueda estar su familia a Voldemort. Una lástima que ella no pudiera encontrar a ese alguien.

– Me voy a casa a ponerme de mal humor – Comunicó como despedida la castaña.

Ginny y ella solo trabajaban de mañana en el Ministerio, muy rara vez el día completo, por lo que tras comer podían irse a sus casas y eso es lo que planeaba Hermione. Irse a casa y hundirse en su mullido sofá a comer helado mientras veía una comedia romántica. Algo muy muggle.

– Oye Mione, ¿cancelo mi cita de esta noche y nos juntamos tú y yo? – Propuso la pelirroja.

– Ginny, no voy a suicidarme. Solo romperé algunos platos y me acostaré – Bromeó.

Pero la pelirroja no le devolvió la sonrisa como ella esperaba.

– Ginny. Ve y diviértete por las dos – Dijo Hermione mientras recogía sus cosas con un hechizo no verbal.

– ¿Segura? – Preguntó frunciendo el entrecejo.

– Segura – Aseguró.

Hermione se despidió de Luna y Nott, felicitándoles por su reciente romance y abandonó la cafetería.

Pocos minutos después, la castaña iba caminando distraídamente por la avenida cercana a su apartamento, cuando lo vio.

Un Malboro en su boca, las gafas de sol cubriéndole los ojos. Tenía aire de duro, aunque no lo necesitaba. Sonreía en su dirección. Una sonrisa preciosa, a pesar de que no sean muchos los que han tenido la suerte de poder apreciarla.

Ella lo miró embelesada. ¿Aquel hombre de porte atractivo y seguro, era el mismo chico que conoció años atrás?. Hermione no podía creerlo. Lo escaneó sin ningún pudor. Su pelo rubio platino estaba peinado hacia atrás como lo había llevado durante sus primero años en Hogwarts, sus rasgos eran masculinos y marcados, y su tez pálida resplandecía por el color de su gabardina negra. Hermione nunca lo diría en voz alta, pero siempre había sentido debilidad por los hombres vestidos de negro.

En el justo momento en el que sus miradas se cruzaron – literalmente, porque el chico no se había quitado las gafas – el cigarrillo, ya consumido, cayó al suelo, empujado por un movimiento preciso y elegante de sus dedos.

Presumido. Pensó.

Él no dejó de mirarla. Hermione se sintió de pronto nerviosa, y rápidamente apartó sus ojos. Aunque no le viera los ojos, podía sentir la fuerza de la mirada del ojigris sobre ella. Con un simple asentimiento de cabeza en su dirección como saludo, Hermione retomó su camino con paso tembloroso.

– No piensas hablarle a un viejo amigo – Dijo una voz que conocía muy bien a pesar de los años sin escucharla, aunque más atrayente de lo que recordaba.

Ella se volvió hacia él sorprendida. Draco Malfoy se acercó a Hermione con paso decidido.

– No sabía que así lo querías – Respondió la chica cuando se recuperó de la impresión.

– Granger, siempre tan complaciente – Dijo burlón, mientras se retiraba las gafas.

Hermione tuvo que tragar en seco al mirar directamente a sus ojos metálicos.

Es Malfoy. ¡Por Merlín!. Se abofeteó mentalmente. ¡Compórtate!. Se recriminó.

– Creía que entre tú y yo no había ningún tipo de lazo. No vi necesario acercarme a entablar una conversación – Dijo mordaz.

-Entiendo – Sonrió arrogante.

Hermione sabía leer entre líneas. Malfoy no era tonto, sabía muy bien lo que decía. El rubio había notado perfectamente desde que sus miradas se cruzaron que ella había quedado impresionada al verlo, y que además, se había puesto nerviosa. La castaña apretó los puños junto a su cadera.

– ¿Por qué tienes que ser tan pedante?

El aludido alzo las cejas de forma arrogante como lo había visto hacer años atrás, y sin vacilar, cortó la poca distancia que lo separaba de la chica. Hermione mordió su labio inferior.

¡Aléjate de él!. ¿Ya has olvidado quién es y todo lo que te hizo?. Pensó, y automáticamente retrocedió un paso.

– ¿Huyendo, Granger? – Preguntó divertido el rubio.

Hermione bufó, y en un parpadeo, Malfoy había vuelto a acortar la distancia entre los dos.

El aroma tan masculino que desprendía invadía todos los sentidos de Hermione. Draco extendió el brazo y le acarició un mechón de pelo. La chica tragó en seco y sintió sus mejillas colorearse de rojo. ¿Qué le estaba pasando?. El chico la miraba intensamente. Sus cuerpos no se rozaban en ningún otro lugar, pero ella habría jurado que podía sentirlo con todos los poros de su piel.

– ¿Cómo has estado, Granger? – Preguntó el rubio sin rastro de burla, lo que la sorprendió.

Hermione no pudo evitar pensar que había cambiado mucho desde sus años en Hogwarts. No solo por el físico, eso era evidente. Sino, por la forma de comportarse. Él jamás habría entablado una conversación con ella a no ser que fuera para insultarla y no recordaba haberlo visto tan relajado, sonriente y sin muecas de asco nunca.

Solo había una respuesta a ello, la guerra los había cambiado a todos.

La castaña no lo había vuelto a ver desde el juicio que hubo tras la guerra, en el que quedó absuelto porque era menor de edad y había estado fuertemente influenciado y obligado por su padre y Voldemort. Nunca se había cruzado con él, solo había visto una par de fotos en El Profeta, pero aquellas imágenes no le hacían justicia. En persona imponía más. Y de un día para otro, comienza a trabajar en el Ministerio. Hermione tenía entendido que trabajaba en su mansión, llevando el negocio familiar ya que su padre cumplía condena en Azkaban.

– No me puedo quejar. ¿Y qué hay de ti, Malfoy? – Preguntó más por educación que por otra cosa – He visto que has adquirido vicios muggles – No pudo evitar hacer referencia al cigarrillo.

– Tampoco puedo quejarme. Ya, muchas cosas han cambiado – Dijo encogiéndose de hombros – ¿Tuviste tu final feliz con la comadreja? – Preguntó con las cejas alzadas.

Hermione frunció el ceño tras escuchar el apelativo con el que se dirigió a Ron. Algunas cosas nunca cambian, tampoco podíamos pedir milagros. Se dijo con ironía.

– Mi vida privada no te incumbe, Malfoy.

– Me tomaré eso como un no – Respondió con una sonrisa pedante.

Estúpido engreído.

– Ven a tomar un café conmigo, y hablamos – Propuso el ojigris, aunque sonó más como una orden.

Hermione frunció el ceño. Era obvio que este Malfoy no era el que conoció en la escuela, pero tampoco creyó que cuando volvieran a verse querría tomar un café con ella, como si fueran íntimos amigos poniéndose al día después de un tiempo si relacionarse.

– ¿De qué podríamos hablar tú y yo? – La pregunta sonó más brusca de lo que pretendía.

El chico pareció pensarlo por un momento.

– Podríamos hacerlo sobre lo bien que te han sentado los años – Soltó con descaro el rubio enviando una elocuente mirada a sus senos.

Hermione se sonrojó tanto que creía firmemente que los tomates maduros le tendrían envidia. Con un movimiento brusco, cruzó los brazos sobre su pecho, gesto que hizo reír al chico.

Genial. Ahora soy su bufón personal.

Y es que la castaña nunca había visto sonreír tan seguido a Draco Malfoy, al menos, no sin crueldad o despotismo como solía hacerlo, y el que él estuviera siendo tan natural, incluso rozando los obsceno, a su alrededor la confundía de una forma abrumadora. Además, de que jamás pensó en tener una conversación civilizada con Draco Malfoy.

Bueno, si es que se le podía llamar civilizado a aquello.

Una melodía interrumpió los pensamientos de la chica. Draco sacó con elegancia un pequeño móvil de su gabardina, y sin mirar el identificador, se lo llevó a la oreja.

– Hombre . Ya me conoces, siempre estoy liado – Susurró sensualmente – Sí. Vale, sí. A las siete – con un elegante movimiento de muñeca apartó la manga de su gabardina y miró su carísimo y elegante reloj – Mejor quedamos a las seis y media. Vale. Nos vemos. Adiós.

Guardo el móvil en su bolsillo, y miró de nuevo a la chica que tenía frente a él.

– Lo siento, es una amiga que está enferma – La castaña le miraba con incredulidad. Él pensó que lo hacía porque estaba utilizando otro objeto muggle – Tenéis cosas curiosas los muggles, lo he hechizado para poder usarlo aquí, es muy útil en situaciones como esta – Aclaró.

Hermione tenía la mandíbula desencajada. Antes de que sonara el maldito móvil – ni si quiera había tenido tiempo de pensar sobre el porqué el rubio parecía un amante de muggles de golpe y porrazo – la chica estaba teniendo una batalla interna con sus hormonas. Pero después de lo que había oído, su cuerpo le gritaba que le pateara los huevos. Se sentía humillada. Había estado coqueteando descaradamente con ella hacía solo unos minutos, y aunque por supuesto no iba a ceder, ¡Por Merlín!, ¡era Draco Malfoy!, tampoco le gustaba que el muy descarado hicieses planes con otra en su cara. Esto era más de lo que una ex-Gryffindor podía soportar.

– ¿Has quedado con otra delante de mí? – Habló sin penar.

Mierda. Pedazo de bocazas. Acababa de dejarse en evidencia. Ahora parecía que le importaba lo que hiciera o no con su vida.

– Está enferma – Dijo con naturalidad.

– Sí, claro. Y tú vas a curarla con tu pene mágico – Ironizó.

Doble mierda. Su dignidad estaba a cero… y descendiendo.

Draco alzó una ceja con expresión divertida. Hermione tuvo que recordarse que estaban discutiendo para que no flaqueara su expresión de incredulidad.

– ¿Estarías dispuesta a calentar ésta noche mi cama? – Preguntó sin rodeos.

– ¡P-por supuesto que no! – Dijo con voz chillona, sonrojándose de la vergüenza.

– Lo suponía – Suspiró teatralmente. Imbécil – Tengo que irme Granger. Hay una amiga enferma que necesita de mis cuidados.

Hermione se quedó viendo como el rubio se marchaba, y hasta que no lo vio desaparecer por un desvío a la derecha, no apartó la mirada. La chica frustrada, pegó una patada a una piedra que había en el camino, haciéndose daño en el acto.

– Mierda – Masculló entre dientes mientras sobaba su pie derecho sobre el calzado.

Vale, genial. ¿Qué pasará ahora?. ¿Me arrollarrá un hipogrifo?. Pensó sarcástica mientras se aparecía en una calle cercana a su casa, no quería tentar a su suerte.


Continuará…


¿Disfrutaron? :)

Hice mención a una escena de 'Como la vida misma'.

Si quieren saber que ocurrirá, dejenme un hermoso review!

EisheL Panakos.