¡Hola gente! ya volvi y con una nueva traducción, para variar es un Parental!RoyEd, eso significa que esto no es un yaoi. Este fue el primer Parental!RoyEd que leí y el que inicio (¿iniciar? pareciera que hablara de una religion XD) mi gusto por ellos.

Spoilers: realmente no hay mucho spoiler, pero el autor dio la advertencia asique yo tambien la hago por las dudas. Aparece brevemente Pereza, pero no se preocupen, se la menciona muy poco y su identidad puede pasar desapercibida.

Disclaimer: lamentablemente fullmetal alchemist no me pertenece ni mucho menos el fic que es de CaptainKase quien me dio permiso para traducirlo.


Estaba dormido. El maldito niño finalmente se había dormido. Si Roy creyera en Dios, estaría agradeciéndole en estos momentos; claro, sus sueños probablemente eran acechados por pesadillas febriles y por una contenida tos que salía de su boca, garantizando que su noche no seria una tranquila pero él estaba dormido, y eso mismo era suficiente para calmar a Roy por un tiempo.

Se sentó de nuevo y posó sus manos detrás de su cabeza apoyando cuidadosamente sus pies en la cama del joven alquimista enfermo.

"Tienes suerte, enano", Roy sintió la repentina necesidad de romper el pesado silencio que encerraba a los dos únicos ocupantes de la habitación. "Tú puedes dormir toda la noche, en cambio, yo tengo la mala suerte de tener que cuidarte." Él susurraba mientras hablaba, mirando expectante a Edward cada vez que acababa cada una de sus oraciones, sabía que no recibiría una respuesta (a menos que despertara a Edward y se arriesgara a la ira de Alphonse) y que realmente no quería ni necesitaba una de todos modos- Edward en verdad debía descansar. Pero aun así, el hecho de que la figura dormida de Edward Elric no diera una respuesta alteraba a Roy.

Por una vez, Edward no estaba en el hospital por una grave herida o algo así, lo cual era un alivio; eso significaba no se estaba metiendo en peleas. No, hoy sólo estaba enfermo, terrible, horriblemente enfermo. Durante la mayor parte del día, estuvo delirando de fiebre; cuando no estaba balbuceando frases incoherentes, estallaba de ira contra los médicos que trataban en vano, calmar sus débiles sacudidas y disminuir su peligrosa temperatura. La fiebre había torcido su sentido de la realidad y pasó la mayor parte del tiempo en el que estuvo consciente pensando que estaba en un lugar completamente distinto. Hacia pocas horas, obtuvo una mejor comprensión de sus alrededores, y se estuvo quejando constantemente de que estaba cerca de un avance sobre la pierda y necesitaba levantarse de la cama ahora.

Después de escuchar el relato de Alphonse sobre los eventos de la semana pasada, era obvio el porque Edward estaba enfermo. Para ponerlo simple, trabajó demasiado. Entre las tareas militares (que la mayoría de las veces tomaban lugar afuera… en la lluvia) y sus propias horas de estudio, Ed tenía muy poco tiempo para si mismo y se rehusaba dejar de lado su trabajo o su extremadamente importante investigación a fin de hacerse espacio para él. Al hizo la observación de que ya le era muy difícil determinar las necesidades de su hermano. Él no recordaba cuando debía sentir hambre, ya no sabía cuando debía sentir frío, sólo podía hacer una suposición, pero usualmente era terriblemente impreciso y si intervenía usualmente dejaba a Edward en un tremendo estado de amargura; por eso mismo se mantenía fuera de los asuntos personales de su hermano y esperaba que Edward tuviera bastante sentido común para cuidarse.

Ahora era aparente (como lo ha sido muchas veces antes) que Al deposito demasiada confianza en el juicio su hermano mayor, y este era el resultado, este siempre era el resultado. Los intentos de Edward de llevar el peso del mundo en sus hombros así como sus fervientes esfuerzos para devolverle a Al su cuerpo original, siempre terminaban mal para Edward, siempre con algún dolor-ya sea de tipo mental o físico.

La misma secretaría del Fuhrer se presentó temprano en la puerta del hospital ese mismo día y le dijo que se fuera y que se tomara la noche libre. Por supuesto Roy le contestó que lo haría, no queriendo rechazar las órdenes de alguien tan cercano a su superior, ella alegó que estaba trabajando de más y que alguien más de la milicia llegaría por la tarde. Roy decidió esperar a su reemplazante que, irresponsablemente, nunca se presentó. Entonces, no tuvo más opción que quedarse cuidando a Edward por la noche ¿por qué sentía que Edward necesitaba protección? De verdad no tenía la menor idea, pero simplemente no podía dejar solo al pobre enano.

Edward se retorció y dejó salir un repentino y doloroso soplo, sin embargo siguió durmiendo, Roy sonrió y estiró la frazada hasta que llegara al mentón de Edward. "Sí, tú mejor duermes. Ven el lunes a la mañana, que tienes algunos deberes para hacer, Acero." La sonrisa de Roy se ensanchó cuando vio la frente de Edward arrugarse; era notable para Roy que la única vez que Edward lo escuchaba… era cuando estaba dormido.

Justo cuando Roy iba a poner a prueba uno de sus más recientes e ingeniosos comentarios con respecto a su altura (o mejor dicho a su falta de altura) en el muchacho dormido frente a él, la puerta se abrió lentamente, las oxidadas bisagras chirriaron en protesta y una hermosa y joven enfermera entró en el dormitorio. Roy levantó sus cejas, quitando sus pies de la cama y peinó su cabello con la mano derecha, recordándose que tendría que agradecerle a Edward más tarde. Luego puso su sonrisa más encantadora y preparándose para recibirla de la forma más graciosa y apropiada para un hospital, cuando algo…raro atrapó su ojo.

Ella se había detenido en la entrada, mirándolo con una expresión perpleja e interesante, adornando sus bellas facciones. Indudablemente Roy la observó completamente, sus ojos viajando lentamente sobre sus bien formadas piernas (ese uniforme de enfermera no le hacía justicia), a su perfecta figura (hizo una nota de cambiar los uniformes del hospital una vez que fuera Fuhrer-¿era eso posible?), siguiendo a sus bien formadas, evidentes e inteligentes facciones. Magníficos labios, una nariz perfectamente formada, y un par de claros, sonrientes, y de alguna forma ominosos, ojos violetas, que contrastaban con su suave piel blanca-leche, que estaba casi cubierta bajo mechones de cabello negro. Era encantadora, y eso era seguro, pero tenía la sospecha de que no estaba aquí para cuidar de Edward y que no estaría disponible para una cena el próximo viernes a la noche.

Así que, en vez de comenzar con la línea que había formulado para esta ocasión ("Estoy contento de que haya una enfermera por aquí porque creo que acabo de enfermarme de amor," no era uno de sus mejores pero, oigan, tiene todo un libro de estas cosas) tomó un…acercamiento más directo. Si su intuición era correcta, esa misteriosa mujer no era alguien que quisiera en el cuarto de un hospital con un dormido, altamente sedado y extremadamente indefenso joven y altamente codiciado alquimista.

"¡¿Quién diablos eres?!" Gritó, con evidente disgusto en su voz. "¿Y qué estas haciendo aquí?" Precipitadamente se levantó de su silla y se interpuso entre la mujer y la cama mientras ella avanzaba hacia él; ahora estaba sonriendo e incluso había algo maníaco en su expresión.

"Coronel Roy Mustang, Alquimista de Fuego. Finalmente nos conocemos." La miró por un momento.

"Que grosera, sabes mi nombre y todavía no me has dicho el tuyo." Sonrió en un intento de apartar la atención de su mano, que lentamente estaba haciendo su ruta hasta el bolsillo que contenía sus preciados guantes, pero fue en vano, con una velocidad asombrosa, ella lo embistió, tirándolo hacia la pared que estaba a unos pies de la cama en que dormía Edward. Los ojos de Roy se ensancharon de asombro cuando los dedos de la misteriosa mujer parecieron alargarse mientras se ponía frente a él, su mano elegantemente extendida en su dirección, Roy rápidamente determinó que las puntas de sus dedos no lucían como algo que quisiera que le metieran en el pecho y se corrió hacia la izquierda. Pero ella era rápida, y Roy sabía que si lo hubiera querido matar, lo podría haber hecho en ese mismo momento.

Las mortíferas puntas afiladas de sus dedos índice y medio se hundían dentro del muro en cada lado de su delicado cuello, inmovilizándolo en la pared. Cualquier movimiento y sería hombre muerto; así que sólo esperó, mirando a sus ojos violetas con rabia, esperando su próximo movimiento.

"Lujuria." Sus ojos se agrandaron.

"¿Disculpa?" Musitó, seguramente no quiso decir lo que pensó que estaba implicando…

"Me preguntaste mi nombre." ¿Lujuria?. ¡¿DE VERDAD su nombre era Lujuria?!. ¡¿Que clase de nombre era Lujuria?!

"Bien, todavía no has contestado mi segunda pregunta."

"La respuesta debería ser bastante obvia para un hombre tan inteligente como lo es usted, Señor Mustang. A lo que me refiero, honestamente, si hubiera querido su cabeza, podría haber ido a su casa." Habló seductoramente, una letal y seductiva cualidad de su voz. "Por lo tanto, naturalmente el chico es la razón por la que estoy aquí¿no está de acuerdo?" Una sonrisa adornó sus labios mientras caminaba paulatinamente hacia él. "Pereza me dijo no iba haber nadie aquí…sólo entrar y salir…se suponía que esto sería fácil, pero estoy segura que usted ya sabe que nunca nada es fácil. Lo siento, de verdad lo siento muchísimo, pero la muerte parece ser la única solución disponible, Gula lo va a apreciar mucho.

Su tono de voz no traicionó a su acelerado corazón, estaba complacido por cuan calmada – peligrosa, incluso – sonó su voz cuando habló. "No creo que necesites matarme." Le dio su sonrisa más encantadora, una que haría derretir los corazones de la mayoría de las mujeres que conocía. Desafortunadamente, no parecía que esta tal Lujuria fuera como las demás mujeres y de todos modos, dudaba que tuviera un corazón.

"Oh¿y por qué no lo haría?" Su voz sonaba vanidosa, y Roy odiaba admitirlo, pero ella tenía razón; estaba perdido.

Justo en aquel momento Edward se movió de su cama gimiendo su malestar. A ciegas tanteó, sin molestarse en abrir los ojos, encontrando lo que estaba buscando (un balde guardado para un momento especial) y empezó a vomitar. Las nauseas parecían no tener fin, expulsando bilis y agua dentro del cubo amarillento. Lujuria se dio vuelta para mirarlo, momentáneamente distraída por aquella grotesca demostración; aquel momento fue todo lo que necesitó Roy e hizo una nota mental, por segunda vez en el día, de darle las gracias a Edward.

Agarrando los guantes de sus bolsillos con una increíble velocidad, Roy chasqueó sus dedos. Como resultado, el fuego alumbró la habitación, y el ruido y el atroz ardor de las llamas fueron suficientes para sacar completamente a Edward de su preocupado estado. Mirando boquiabierto a Roy y a Lujuria, las flamas ya habían encontrado su rumbo hacia ella, y fue envuelta por ellas, ningún sonido escapó de sus labios mientras estas quemaban su perfecta piel.

Las llamas cesaron y Roy cruzó el dormitorio, prendiendo la luz para ver el humo que quedaba y los restos carbonizados de lo que alguna vez fue una hermosa mujer (y a quien, bajo otras circunstancias, a Roy le hubiera gustado conocer mejor) situados en el suelo. Se volvió hacia Edward que actualmente se estaba desplomando en su almohada con los ojos agrandados y con evidente shock en su expresión, y con algunos rastros de vómito en su barbilla.

"Discúlpame que te haya despertado…" Roy musitaba una explicación, estaba convencido de que aquella pelea había terminado y había acabado bien dadas las circunstancias. Ahora se estaba sintiendo culpable por tener que mover a Edward de su actual cuarto para que así sus hombres pudieran investigar la escena del crimen. Edward solamente señaló con su dedo al cadáver quemado en el suelo, su expresión volviéndose cada vez más y más horrorizada. "¿Qué?" le contestó Roy rudamente, su paciencia bastante cansada. "Ya has visto demasiadas muertes como para que… ¿Edward?" Su dedo comenzó a temblar, Roy rodó sus ojos y volvió su mirada al cuerpo que se encontraba en el piso.

Lo que se encontró al revisar lo sorprendió. Algo no andaba bien…el "cuerpo" ya no estaba en el suelo sino que sus pies se estaban regenerando, posteriormente comenzó a regenerar el resto de su figura. Las áreas dónde Roy podía ver huesos eran rápidamente cubiertas por fibras tendinosas y músculos rojos; las áreas dónde la piel todavía estaba presente (pero quemada más allá del reconocimiento) comenzaban velozmente a recobrar su pálida apariencia. Lo último en regenerarse fue su rostro, y Roy notó horrificado que ella estaba sonriendo, sonriendo con la clase de regocijo que uno sólo puede tener participando en una actividad placentera.

Mientras su cuerpo se regeneraba (y su ropa pensó Roy tristemente), imprevisiblemente camino hacia la cama de Edward, mirándolo severamente.

"¿Qué te hasestado haciendo a ti mismo, tú estúpido pequeño imbecil?" Él la miró, moviendo sus labios como si tratara de formular palabras, pero la combinación de miedo y una garganta reseca estaban previniéndolo de hacer eso. Roy se mantuvo paralizado en el lugar donde estaba, mirando la escena, demasiado horrorizado para hacer algún tipo de movimiento para ayudar al pobre de Edward. Aún podía escuchar su tejido reformándose en su mente; podía oír el extraño ruido de chapoteo de la carne extendiéndose sobre el desnudo hueso y la impresión era todavía paralizante.

Finalmente Ed encontró sus palabras, que a pesar de ser roncas, sonaron muchísimo más fuertes de lo que Roy se sentía en aquel momento. "¿Yo… te conozco?" Ella dejó salir una pequeña risa, pero era una sin alegría alguna.

"Nos hemos visto antes, si es lo que estas preguntando." Por que de pronto ella estaba ignorando a Roy, no tenía idea. ¿Tal vez no lo consideraba una amenaza? Se lo demostraría, chasqueó de nuevo sus dedos, sin embargo, ella eludió fácilmente las llamas resultantes.

"No caeré de nuevo en el mismo truco, Fuego." Para el horror de Roy, la frazada que estaba a los pies de la cama de Edward fue atrapada por el estallido de las llamas que intencionalmente estaban dirigidas a Lujuria, y rápidamente el lecho estaba ardiendo; Edward miró por un momento el fuego antes de que registrara el calor que se estaba acercando a sus piernas. Al darse cuenta de esto, gateó por debajo de su frazada y colapsó en un montón de revuelto sobre el limpio piso de linóleo; retrocedió deslizando sus muslos, cruzando el piso en un apresurado intento por alejarse de la incandescente cama lo más rápidamente posible. La transpiración de su piel por la ya la alta fiebre que tenía fue rápidamente unida al sudor del intenso y creciente calor de las llamas. Fue entonces cuando Roy se dio cuenta de que Edward todavía estaba muy enfermo, y sabía que el humo que ahora estaba llenando el cuarto y agitando el poco aire que tenía, no estaba ayudando a su condición; una violenta tos que nació de la garganta del joven alquimista confirmó sus suposiciones, y en unos pocos segundos Ed estaba vomitando nuevamente en el piso.

Problemas…pensó Roy. Él estaba en serios problemas. Tenía a un adolescente enfermo, un fuego que extinguir y, por lo que sabía, a una mujer psicópata y prácticamente inmortal que matar.

Lujuria sonrió maniáticamente una vez más, una expresión que hacia todo todavía más espantoso ahora por la lenta y parpadeante luz del fuego que pasaba a través de su rostro.

"Su turno, Fuego."


Fic original © de CaptainKase traducido con su autorizacion

Edición hecha por Laberinto de Cristal.

Notas de la traductora:

Ya tengo traducido el siguiente capitulo, lo pondré en unos días. ¡Espero que lo hayan disfrutado!

¡Nos leemos!