Esto es lo que ocurre cuando estoy estudiando. Sé que dije que no iba a escribir en un tiempo, pero no lo he podido evitar... Necesitaba hacer esto. Creo que quien lo lea entenderá por qué es preferible que no escriba en este estado.
El título hace referencia a la temperatura del cuerpo humano (tengo examen de Fisiología Animal mañana).
Frialdad. Era lo único que Itachi poseía. Hablando en varios aspectos, por supuesto, pero todo ello se resumía en frialdad: una voz fría, un gesto frío, una mirada fría, incluso una hermosura fría – a Deidara le importaba poco si el idioma permitía ese tipo de expresión. Fría era su nívea piel y frío era su lacio cabello negro. También era frío su porte, de fría firmeza y eran fríos sus inexpresivos ojos.
Sin embargo, había algo cálido en él: su sangre. La misma que ahora cubría por completo al rubio artista. La sangre que había salido de su cuerpo cuando lo había hecho estallar. Sangre, cuya calidez acompañaría a Deidara, acurrucado y sonriente en el suelo, a punto de dormir. Sangre, cuya calidez le arroparía como Itachi nunca había hecho.
