Este fic participa en el minireto de abril para "La Copa de las Casas 2014-15" del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black.
La historia que se desarrolla a continuación utiliza personajes y trasfondo de J. K. Rowling.
El sol desciende con su cálida luz anaranjada por el horizonte. El gran lago, como un espejo ennegrecido y profundo, parece engullir a cada instante aquella masa de infinita incandescencia.
Siento los últimos rayos recorrer mi cuerpo. Siento el aire bajo mis recientes alas. Las plumas acomodarse a cada brisa. Cada golpe de viento, cada cambio de temperatura. Siento todo lo que jamás habría imaginado nunca sentir. Casi puedo ver como mi cuerpo se eleva con una bolsa de aire caliente, como desciende en una espiral amplía hasta rozar las diminutas olas en la orilla del lago.
La punta de mis alas roza la superficie causándome una sensación de dicha y peligro que me invitan a acercarme aún más al suelo.
La luna aparece y la oscuridad reclama el lugar, pero yo puedo verlo todo. Lo que antes era negrura ahora se tiñe de un aura dorada. Me faltan palabras para describir la hermosa imagen que se forja a mí alrededor. Todo parece una joya, el mundo se vuelve por un instante un lugar incapaz de albergar maldad alguna.
El viento arrecia y me lanza hacia arriba con fuerza. Noto mis brazos cediendo a la tensión y pegarse contra mi torso. Un instante de pura ingravidez. A lo lejos, cientos de velas muestran altas torres encendidas. Me dejo caer en picado.
Mis oídos no paran de ser sacudidos por la violencia de la caída. Jamás me había dejado caer, y ahora me arrepiento de no haberlo hecho hasta ahora. Mi pulso se acelera, mis pupilas se dilatan y mi cuerpo se eriza ante la inminente colisión.
En el último instante, con una explosión de velocidad, mis alas se extienden. Las plumas silban al frenarme en seco. La caída se convierte en una carrera de velocidad a ras de suelo, rumbo al castillo.
Me alzo de nuevo, esta vez no voy a caer. Se hace tarde y el exterior ya no es seguro.
Llegó a una ventana entreabierta. Se escuchan voces en el interior. Cientos de alumnos se arremolinan alrededor de una copa.
Antes de entrar veo mi reflejo y siento un cosquilleo cuando el rostro de una lechuza me devuelve la mirada.
Doy un salto al interior, creciendo en la caída y volviendo a mi estado normal.
—¿Luna? ¿Dónde has estado? —me pregunta Neville, se le nota preocupado. Le beso en la punta de la nariz causándole cosquillas.
—Volando, cariño.
