CAPÍTULO 01 – LA HUÍDA

Mulberry atravesó rápidamente el umbral de la puerta de su casa con un único objetivo en su mente: alejarse lo máximo posible de su esposa y de su hija, sin importar nada más, y mucho menos su propia vida, que en esos momentos no tenía valor alguno, pues había estado a punto de cometer la atrocidad de atentar contra las dos únicas ponis que amaba.

Sin embargo, el hecho de lograr apartarse era crucial para ellas, pues de esa forma les daba vía libre y una oportunidad de oro para intentar escapar del infierno en el que se había convertido Mountain Peak, y precisamente por ello su aturullada mente estaba trabajando al máximo de sus fuerzas por mantener el control sobre su cuerpo, logrando evitar de esa manera que el monstruo que poco a poco le había poseído volviese a apoderarse de él y retrocediese para terminar lo que había estado a punto de empezar.

Cerró los ojos con rabia y, sin voltear la cabeza para mirar por última vez lo que había sido su hogar, comenzó a dirigirse hacia la cima de la montaña donde se asentaba el pequeño poblado llamado Mountain Peak. Albergaba la esperanza que todas aquellas impías criaturas que habían carcomido y destruido a sus habitantes le tomasen a él como objetivo libre de su posesión y le persiguiesen. Solo así Star y Sweetie, su mujer y su hija, podían tener una oportunidad para escapar. Y él… él ya había escogido su meta final, meta que se hizo más patente cuando, poco a poco, y luchando contra el ser que ganaba terreno en su interior, empezó a enfilar con paso decidido el camino a la cumbre.

Se maldijo por un instante por no haber explorado lo suficiente el sendero que ascendía desde la calle principal y que pasaba por delante de su casa, y no lo había hecho primeramente por sobreprotección materna, y más adelante por la pérdida de interés que los años y una buena esposa solo podían proporcionar. Sin embargo, a pesar de que estaba decidido a revocar esa situación, percibió cómo el malvado ente de su interior recobraba nuevas fuerzas y comenzaba nuevamente a luchar, haciendo que por un momento el ímpetu de Mulberry flaquease, pues aún distaba mucho de salir de los límites del pueblo. Sin frenar ni un ápice su velocidad, recuperó al instante la compostura y aceleró el paso tanto como pudo, hasta el punto de lograr centrarse en mantener e incluso aumentar el trote sin importar el resto.

Sintió la desesperación del ente de su interior, y supo en ese momento que este empezaba a desesperarse, pues por primera vez se había convertido en un individuo que se alejaba de su colmena; una colmena que le había criado; una colmena que le había protegido; una colmena que… "Que ojalá desaparezca para siempre", pensó Mulberry.

Torció el recodo del camino, y su corazón se vino abajo al descubrir que el sendero allanado daba paso a un abrupto terreno de riscos escarpados, cosa que le impediría avanzar con rapidez suficiente como para mantener el control de su cuerpo hasta el final. Pero simplemente el universo no se contentaba con exponerle ese revés, sino que advirtió que más adelante la vereda hacía un giro de prácticamente 360 grados, que le obligaría a caminar durante mucho más tiempo, y eso sin contar que al torcer de nuevo se acercaría otra vez al pueblo, lo que daría alas al monstruo para intentar un nuevo envite.

Giró su cabeza hacia el pueblo, seguro de que sería la última vez que lo vería, y más con aquella aparente calma, que en realidad escondía un gran horror que se agazapaba mientras analizaba a sus próximas víctimas, Star y Sweetie. Intentó divisarlas estirando el cuello, pero fue en vano, pues una prominente oscuridad se interponía entre él y la calle principal, lo que hizo que por primera vez sonriese, sabiendo que el plan que tenía en mente podría llegar a funcionar.

Volteando de nuevo su cabeza, rogó a quien pudiese escuchar que su familia lograse salvarse y, con fuerzas renovadas, fijó su mirada en el camino de piedras, mientras en su interior crecía la determinación de trotar o incluso galopar sobre ese peligroso sendero. Entonces entrecerró los ojos, extrañado por lo que estaba viendo, jurándose a sí mismo que era imposible no haberlo divisado con anterioridad: en mitad del camino, en la parte divisoria que había entre el camino de tierra y la angosta vereda de piedra, había una enorme flecha formada de pequeños guijarros.

Lenta pero constantemente se acercó a la gran señal, preguntándose quién o qué había sido capaz de colocarlo delante de su hocico sin que él se enterase. Lo más lógico habría sido pensar que era un intento por parte de los parásitos que ahora gobernaban el pueblo para conducirle de nuevo a Mountain Peak, pero rápidamente descartó esa idea, pues el ser oscuro que había dentro de él estaba tiritando de puro terror, dándole a entender que él también ignoraba quién había sido el autor.

Mulberry se acercó a la flecha y, una vez situado justo delante, siguió con la mirada la dirección que esta marcaba, haciendo que el semental sonriese ligeramente: Estaba prácticamente oculto, pero desde esa posición en la que se encontraba podía vislumbrar claramente un pequeño sendero que, a modo de atajo, ascendía de forma perpendicular a través de la montaña, al menos así le pareció que hacía hasta donde le alcanzaba la vista.

Tomó con rapidez la senda recientemente descubierta, a pesar de verse de inmediato frenado por la gran pronunciación de la pendiente que este sendero poseía. Ese golpe de suerte hizo que el semental se relajase ligeramente, lo que hizo que la criatura que intentaba poseerlo recobrase fuerzas. ¿O tal vez era un producto de la desesperación por verse por primera vez lejos de su "colmena"? Mulberry no quiso averiguar el motivo, pues era más importante el alejarse que en buscar información superflua.

Algo más arriba, otra flecha le esperaba, aunque esta señalaba hacia el noreste, donde partía una subida aún más escarpada que la que aún permanecía. Para entonces el monstruo de su interior, que hasta ese momento había intentado que recapacitase su huida a base de golpes de rabia en su cabeza, pareció tranquilizarse, y de alguna forma adquirió una posición sumisa, sin duda para ahorrar fuerzas.

"Tanto mejor", pensó el poni, "Así podré alcanzar antes a la cima".

La cima de la montaña empezaba a hacerse visible cuando, frente a él, el escenario cambió completamente. En esa parte había un gran rellano que ocupaba prácticamente la mitad del grueso de la cordillera, dejando como seguimiento de la elevación la parte oeste, que casualmente era la que era visible desde el pueblo.

Una flecha, situada justo delante suyo, señalaba hacia el fondo del rellano, y otra más, colocada donde Mulberry apenas podía verla, giraba sobre sí misma, haciendo el símil de un círculo. Rápidamente sobrepasó la primera señal y avanzó al trote hasta la segunda, para girar la cabeza apenas llegar. Sin embargo, nada más comenzar a hacerlo, una punzada de dolor se clavó en su mente, haciéndole hincar las rodillas en la tierra y cerrar con fuerza los ojos.

Al volver a abrirlos descubrió que la sola visión de lo que había delante de él era estremecedora: un gigantesco y deforme ser blanquecino, del tamaño de una Ursa Minor, cuya posición hacía que ocupase prácticamente la totalidad de la ensenada, miraba hacia un lugar indefinido detrás del semental, manteniendo un gesto indiferente. Esta criatura, de gran parecido con un grotesco gusano, parecía alterar constantemente su cuerpo, aunque en realidad era un efecto producido por el recubrimiento piloso de su piel, que producía esa sensación de movimiento, a la vez que determinaba el color del animal. Sin embargo, un vistazo ligeramente más escrutador sobre ese ente hizo que Mulberry descubriese las semitransparentes alas que poseía en su espalda, así como de unas minúsculas patas, al menos desde su ángulo de visión, que sujetaban todo el hercúleo ser, y unas antenas del mismo aspecto que las alas. Con las nuevas extremidades a la vista, el tamaño de la criatura era incluso superior al de un dragón adulto, lo que hizo que Mulberry apretase los dientes. En ese momento la mariposa empezó a olisquear y aire y, bajando su cabeza, observó por primera vez al semental. Entonces entornó los ojos y, estirando por completo las alas, algo que le hizo superar por mucho el tamaño de una Ursa Major, comenzó a emitir un sonido tan agudo y persistente, que obligó a Mulberry a taparse las orejas con los cascos y cerrar de nuevo los ojos.

De repente, todo sonido cesó, toda sensación finalizó, todo, incluso la respiración del semental, se tornó en un espectral silencio, y su cuerpo, que hasta ese momento había sido el de un poni que transportaba contra su voluntad un gran pesar, se tornó liviano como una pluma.

"¿Acaso este es el fin?", se preguntó Mulberry, "¿Acaso he muerto?".

Intentó abrir de nuevo los ojos, pero sintió que el hacerlo requería de un gran esfuerzo. Forzó sus párpados al máximo para que permitieran de nuevo la visión, pero al hacerlo, escuchó un desgarrador e infinito grito en su cabeza, el cuál iba creciendo en intensidad cada vez más, hasta el punto de casi enloquecerle.

Por primera vez, desde que empezó la ascensión, el semental comprendió que tanto lo que él quería como lo que ansiaba la criatura de su interior era lo mismo: sobrevivir. Poco a poco abrió los ojos, cosa que resultó de nuevo algo fácil, y vio, en la base de la montaña que subía, una gran cueva, situada exactamente en el mismo lugar donde ese horrible gusano de la visión debía tener la boca. Y se asustó. Se asustó como nunca antes lo había hecho. Necesitaba imperiosamente alejarse de aquella cueva. Algo dentro de él le exigía abandonar ese lugar. Y ese algo no era un monstruo, sino su propia alma.

Al empezar a girarse, una idea obscena rondó su mente, lo cuál lo preocupó aún más: sin duda alguna, la criatura que había ido señalándole el camino hasta ese lugar, y la espantosa mariposa de su alucinación, era la misma. Todo había sido una trampa, un ardid, una mentira que aprovechaba la desesperación no de uno, sino de dos seres aterrorizados, para proporcionarse una fácil comida. Esa mariposa era, sin duda alguna, un ser aún más cruel y terrible que lo que había asolado Mountain Peak.

En ese momento, una fuerza invisible comenzó a atraerle directamente al interior de la cueva. Intentó resistirse, pero poco pudo hacer, pues luchaba contra un poder realmente exorbitante. Con gran esfuerzo, miró a su alrededor mientras era arrastrado dentro de la gruta, pero la oscuridad reinaba en aquel lugar y no pudo ver gran cosa. Sin embargo, logró saber que en realidad no estaban tirando de él, sino más bien empujando desde atrás, mientras el gusano, al que estaba empezando a ver de nuevo, chillaba más y más rápido, en un alarde de ansia, a la vez que soltaba regueros de saliva desde su boca, los cuales empezaban ya a empapar el suelo.

Pero por primera vez Mulberry sonrió: fuese lo que fuese lo que le esperaba en el interior de la cueva, ya no le importaba, pues había cumplido su misión de alejarse de Mountain Peak y de esa forma dar una oportunidad a su familia. Iba a morir, pero al menos su familia estaría a salvo. Y el ser oscuro de su interior moriría con él.

Unas palabras se iluminaron en el exterior de la cueva, justo antes de penetrar en la entrada. Unas palabras que el semental no pudo evitar leer: "Reprime tus emociones. Mata al parásito".

Pero antes de asimilar qué podía significar el mensaje, algo contundente y a gran velocidad le golpeó la cabeza, dejándole inconsciente y a merced de la más monstruosa mariposa, la cuál solo podía haber salido de las peor pesadilla de un demente.


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