Preludio

Aquella era la tercera vez que Frank escuchaba la canción. Finalmente, sin detenerla, se baja los cascos hasta dejarlos descansar sobre su cuello y se pasa ambas manos por el rostro, sintiéndose infinitamente cansado.

Los desconecta del portátil, se los quita y los coloca sobre éste una vez lo ha cerrado. Se levanta de la silla, haciéndola girar por la brusquedad del movimiento.

Vaga hasta la cocina y abre los armarios centrales, sacando un bote de pastillas del estante más alto, toma dos cápsulas y vuelve a dejarlo en su sitio. Traga ambas sin ninguna dificultad, llenando la primera jarra a su alcance de agua, una taza blanca en la que puede leerse en letras rosas "Cherry", aunque no se fija en ello, y la deja sobre el fregadero. Después sale al jardín por la puerta de la cocina, cerrando con el más cuidadoso silencio.

Se apoya en la misma puerta, ya cerrada, y permite que el frío aire de la mañana encharque sus pulmones. Aunque no por mucho tiempo. Busca la pitillera en el bolsillo trasero del pantalón, coloca un cigarro entre sus labios y lo enciende con la ayuda de un mechero. Da una larga calada con los ojos cerrados, y luego los abre, mirando el cielo azul, nada acorde a su estado de ánimo.

Si tuviera que describirse con un color, utilizaría el gris.

Disfruta del silencio ahora que los niños siguen dormidos. No es que le molesten, ellos no tienen la culpa de sus persistentes dolores de cabeza, pero a veces no puede evitar agradecer los escasos ratos de paz que encuentra al día.

Camina por el pequeño jardín trasero, sumido en sus pensamientos. Eso es lo malo del silencio, sabe despertar cosas que parecían dormidas.

La letra de la canción no deja de repetirse en su cabeza. En ocasiones se siente un adolescente estúpido que no ha madurado nada. Pero, a pesar de que dentro de él nada sea diferente, la vida no se ha detenido.

Alza la vista para encontrarse con los columpios que él mismo montó para las niñas. Sonríe levemente y se frota los ojos con la mano libre.

Su vida ha cambiado tanto. Cada vez más. Sabe que no es lo que él había querido que fuera, pero eso no significa que no sea feliz, al menos, la mayor parte del tiempo.

Tiene una mujer encantadora, adora a sus hijos y se dedica a lo que siempre soñó: la música.

Pero cargar con un saco de sueños vacíos no es siempre tarea fácil. Aquello que perdemos siempre pesa más, lo que no conseguimos, lo que apenas pudimos saborear...

Le sabe la boca a olvido, a dolor, a heridas que se abren con palabras. Pero el tabaco parece disimularlo bastante bien.

-¿Papá?

Se gira de golpe, sobresaltándose al escuchar aquella voz.

-¡Lily! ¿Qué haces despierta tan temprano? -Tira la colilla al suelo, pisándola para apagarla, y se acerca rápidamente a la niña, que está sosteniendo el pomo de la puerta de acceso a la cocina con una mano y frotándose los ojos con la otra, adormecida; la toma en brazos.

-Tuve una pesadilla. -Le explica, antes de que un bostezo se haga con su pequeño rostro.

-¿Otra vez? -Resopla y besa su mejilla- Vamos, te prepararé el desayuno. -Al entrar con Lily en brazos, encuentra a su mujer en la cocina.- Jamia.

-¡Mamá! Volví a tener una pesadilla...

-Buenos días. -Ellas sonríe y le da un pico a Frank, cogiendo de sus brazos a la pequeña- Olvídalo, cielo, sólo ha sido un sueño. Frank, he puesto el café, ve haciéndole las tostadas a Lily. Bueno, haz más, creo que he oído a Cherry levantarse al pasar.

-Está bien. -Saca la leche y la mantequilla del frigorífico y el pan del armario, y empieza a hacer el desayuno. Escucha a las chicas hablar de fondo, pero su mente vuelve a estar muy lejos, no está en el jardín, ni en los columpios, sino en el escritorio. Abre el ordenador y vuelve a reproducir la canción. Y deja que un anhelo oculto le llene los pulmones de vida...

-¡Papá!

- ¡Frank!

-¿¡Qué!? -Se gira para mirarlas y ve a Lily riendo sobre la mesa.

-¡Estás derramando la leche! -Le recrimina Jamia. Mira de nuevo hacia la encimera y ve el vaso rebosado sobre ésta.- ¿En qué estás pensando, cielo? -Le pregunta, sonriendo confusa.

-En nada. -Sonríe también y toma un trapo para recoger el estropicio.

-Papá está pensando en su vídeo. -Dice la niña, volviendo a sentarse bien en la silla.

-Oh, es cierto, ¿has mirado las reproducciones esta mañana?

-56.000, más o menos. -Responde, tratando de ocultar que en el fondo está bastante orgulloso de la cifra. Pero rápidamente le viene otra cosa a la cabeza.

-¡Eso es genial!

-¡Son más que gente en el mundo! -Grita Lily, haciéndole reír por primera vez, mientras le pone delante el vaso de leche.

-Gritas mucho, Lily. -Cherry aparece en la puerta de la cocina, enfurruñada. Casi siempre se despierta de mal humor, pero para Frank no es algo malo, sino divertido.

Va hasta ella y la toma en brazos igual que hizo antes con su hermana.

-Mira que eres quejica... -Le hace cosquillas haciéndola reír, mientras Jamia le dice que pare antes de que rompa algo.

En el escritorio, en la habitación, en el bolsillo de sus pantalones, su móvil vibra, repitiendo que ha recibido un nuevo mensaje.