Disclaimer: Ni la serie Grimm ni la película MAleficent me pertenecen, y no hago esto por sacar dinero.


No creas en cuentos de hadas

- "¡Ah, malvada!" exclamó la bruja, "¿qué es lo que oigo? Pensé que te había aislado de todo el mundo, y, sin embargo, me has engañado." Y, furiosa, cogió las hermosas trenzas de Rapunzel, les dio unas vueltas alrededor de su mano izquierda y, empuñando unas tijeras con la derecha, zis, zas, en un abrir y cerrar de ojos se las cortó, y tiró al suelo la espléndida cabellera.

Rapunzel. (Cuento de los hermanos Grimm)

Capítulo 1

El coche de policía paró junto a la puerta del chalet. La puerta se abrió y de ella salieron los dos detectives de policía.

-Ah! Justo a tiempo!- El agente Wu salía en ese momento de la casa, con las manos en el cinturón. -Eso de ahí dentro está hecho un desastre, es como si un perro rabioso se hubiera colado en la casa.-

-¿Qué tenemos?- Preguntó Nick Burkhardt, echando un vistazo por encima del hombro de su compañero.

-Muy bonito, he dormido genial, espero que tú también.- Respondió Wu con su sarcasmo habitual. Luego se puso serio. -La víctima se llamaba Clavelina Woodland. Vaya nombre eh? -Subió el precinto policial, y Nick y Hank entraron a la casa. -La encontraron unas vecinas. Parece que eran compañeras de su club de lectura.

El hall era estrecho, con una mesita de madera a la izquierda, pintada de blanco, a juego con el papel de la pared. Se divisaba el salón, donde los agentes trabajaban revisándolo todo, y dos mujeres estaban sentadas en un amplio sofá de color rosa oscuro. Ambas estaban inclinadas hacia delante, una con la mirada perdida, y otra frotándose las manos nerviosamente.

-No lo entiendo.- Pronunció con voz temblorosa la mujer que se frotaba las manos. Se pasó una por la cara, como si tratase de borrar lo ocurrido con ese gesto. Vestía un chaleco verde, y pantalones negros. Nick reconoció el uniforme como uno de un restaurante cercano a la casa. Tenía además un frondoso pelo rubio, rizado de la forma más extrema.

La otra mujer también tenía el pelo rizado, pero más canoso, y con las puntas de color azul. Hank se preguntó si sería fruto de alguna apuesta, o solo el resultado de un largo descuido. Las arrugas cruzaban su frente, y los surcos bajo sus ojos debidos a las lágrimas se hacían notar.

-Iré a ver el cuerpo de nuevo. Os dejo solos.- Wu se desvió hacia el piso de arriba, por unas estrechas escaleras, y Nick y Hank decidieron que lo primero que harían sería interrogar a las mujeres.

La presencia de los dos agentes alertó a ambas, que levantaron la vista hacia ellos. Enseñaron la placa, y ellas entendieron que querían hacerles unas preguntas. Nick se sentó en la mesita a la que rodeaba el sofá, también de madera clara, y con diversas miniesculturas encima.

-Lo siento mucho.- Comenzó, para suavizar el ambiente.- Me llamo Nick Burkhardt, y este es mi compañero Hank. Quisiéramos hacerles unas preguntas.

-Claro...Claro.- Asintieron ambas, aunque solo respondió la mujer del chaleco verde.- Yo soy Fronda Delacour, encantada.- Le estrechó al mano al detective.

-Violeta Spring.- Respondió la otra haciendo lo mismo.

-Es un placer. Bien. ¿Conocían bien a la víctima?- comenzó por la habitual pregunta. Ellas se miraron.

-Éramos amigas.- comenzó Fronda.

-Del club de lectura según nos han dicho.- Interrumpió Hank, y Violeta asintió con la cabeza, confirmando esa frase.

-No era solo un club de lectura.- Continuó la historia Violeta. -Formábamos parte del voluntariado del barrio. Todas las semanas escogemos un repertorio y vamos a hospitales, orfanatos, guarderías y hasta a universidades a difundir la cultura.

Nick se lo apuntó en su libreta policial.

-¿Se comportó la señora Woodland de forma extraña en las últimas semanas?

Ambas negaron, tras pensarlo, o intentar recordar.

-¿Saben de alguien que quisiera hacerle daño?¿Algún enemigo?

Ambas negaron de nuevo.

-De acuerdo...Si recuerdan algo, por favor llámenos.- Nick les dio su tarjeta, y luego ambos se dispusieron a subir para ver el escenario del crimen.

La sangre se veía desde el pasillo. Eran pequeñas gotas, seguramente de un golpe en la nariz.

-Seguramente fuera de la víctima.- Wu hizo su segunda aparición desde el umbral de la puerta.

-Madre mia, ¿Qué ha pasado aquí?- Nick miraba de un lado a otro el destrozado pasillo. Libros tirados por el suelo, cuadros caidos, otros rotos, estatuas de cerámica hechas añicos...

-Fuera quien fuese su agresor, no se fue sin una buena pelea.

-¿Quien era la víctima, la abuela de Bruce Lee?-

-Si fuera ella no creo que estuviéramos aquí. Venga, os enseñaré el cuerpo.- El agente Wu hizo un gesto con la mano y los guió hasta la habitación, donde, en el suelo, yacía tendida Clavelina Woodland.

-Hay que esperar a que llegue el forense, pero...- Wu pronunció el "pero" arrastrando la "e"- Por el golpe que tiene en la cabeza, me jugaría una cena a que fue por lo que murió.-

-Traumatismo craneal.- Hank miraba el cuerpo, desplomado sobre el suelo de moqueta rosa pálido. -¿Pudo ser un robo?

-Adivina. No se llevaron nada.-

Nick, que se había agachado a observar el cuerpo de cerca, se extrañó del hecho. -¿Nada?-

-Tampoco había mucho que llevarse, la verdad, pero he visto a gente matar por menos. -Wu señaló el hueco en la pared que era la caja fuerte.- Abierta y con todo colocadito dentro.

En la caja fuerte había unos pocos billetes, una caja con un anillo que despues resultó ser falso, y un pequeño frasco de cristal, que en su tiempo debió de contener perfume, pero que ahora estaba vacío.

-¿La encontrasteis abierta?- Preguntó Nick volviéndose de la caja fuerte a Wu.

-Exacto. Y no estaba forzada.

-El asesino la obligaría a darle la combinación, y al ver que no había nada de su interés, la mató.- Supuso Hank

-Es plausible. sobre todo si antes la agredió- Afirmó Nick. -Volvamos a la comisaría, Wu, pregunta a los vecinos si alguien vio algo fuera de lo normal anoche. Y que los de la científica investiguen si la sangre del pasillo pertenecía a la víctima.

-A su servicio.- Wu hizo una exagerada reverencia, antes de que Nick y Hank volvieran a bajar las escaleras para salir de la casa.


La luz del día era cegadora, y el calor del asfalto se metía en el coche como si fueran serpientes, siseantes, amenazando con dejar sin respiración al individuo que conducía aquel descolorido Mustang del 79. La pintura, antes roja brillante, ahora estaba comida por el sol, y en los guardabarros empezaba a asomar el óxido debido a la lluvia.

Una mano ansiosa buscó a tientas la botella que había en el asiento del copiloto, y agarrándola y desenroscando el tapón, Stephan dio un largo trago. El alcohol descendió por su garganta, ardiendo como fuego de dragón, y se perdió en el camino a su estómago.

Se acercaba a un área de descanso, solitaria, igual que la carretera por la que conducía a toda velocidad. Sin motos, ni caminantes, ni siquiera un policía que lo multase por exceso de velocidad. Frenó poco a poco según se iba aproximando, y tras dar un rodeo al lugar, detuvo el coche cerca de la entrada trasera. El motor paró, el aire acondicionado paró, y el calor se hizo más intenso.

Stephan se reclinó en el asiento del conductor, con la botella en una mano, y con la otra aun sujetando el volante. Su barba, antes cuidada y elegante, ahora lucía sudorosa, crecida y desaliñada. Había bolsas bajo sus ojos, y el pelo, que una vez tuvo un corte impecable, se extendía por su cabeza, largo y lacio, sucio y pegajoso. Dio otro trago a la botella mientras miraba al infinito. Los flashbacks de la noche anterior se arremolinaban en su cabeza. Como esa idiota había tratado de luchar, aunque él le advirtió que no se resistiese. La pistola con la que amenazó estaba vacía, asi que tuvo que buscar otra salida para deshacerse de ella.

Pero había merecido la pena.

Soltó el volante, y buscó en el bolsillo de sus pantalones, con prisa, para asegurarse de que el pequeño objeto no se había caído. La policía diría que fue un robo, y no lo relacionarían. No había dejado huellas, de eso estaba seguro...Quizá para cuando lo hiciera, él ya estaría lejos, y su objetivo se habría cumplido. Habría destruido para siempre el objeto de sus pesadillas, y lo que le había vuelto loco en todos estos años.

De su bolsillo sacó el pequeño objeto, encerrado en su puño. Lo apretó fuertemente, como si fuera a tatuarse su silueta en la mano, como si fuera a fundirse con su piel para que nadie pudiese arrebatárselo.

Se llevó la botella de nuevo a la boca, pero esta ya estaba vacía.


La puerta del piso se abrió, y lo primero que entraron fueron los zapatos, disparados desde sus pies. Uno quedó en medio del pasillo, y el otro llegó más lejos, dando un golpe a la pata de una mesita del salón. La televisión estaba encendida y emitia un anuncio de detergente que a nadie le importaba. Antes había estado alguien allí, pero se había ido momentaneamente, dejando el aparato conectado. La persona en particular salió de una de las habitaciones al oir el ruido.

-Ya estoy en casa.- Dijo una voz femenina, cansada. En sus mejores días era una voz grave y sensual, pero hoy no era uno de sus mejores días. El sonido de pies descalzos por el suelo de madera se aproximó hasta ella, parándose frente al zapato que había quedado en el pasillo. La persona se agachó a recogerlo.

-Muy bonito lo que le haces a mi regalo de aniversario.

-Tu regalo de aniversario me lleva torturando los pies media tarde.

-No pensabas en ello cuando los viste.

-Nadie piensa en ello cuando los ve.

-Hay vino en la cocina, cena en el salón, y vuestro fiel siervo está dispuesto a daros un masaje de pies, mi ama.- El hombre inclinó la cabeza.

La mujer curvó los jugosos labios de color carmín en una sonrisa. Él siempre sabía lo que necesitaba. Sus intensos ojos verdes deambularon por la figura de su amante, y sin decir nada, encaminó sus pasos hacia la pequeña cocina. En la encimera había una copa, llena hasta la mitad con vino tinto, y a su lado, una botella con el corcho puesto.

Cuando su mano se cerró entorno al cristal de la copa, otras se cerraron entorno a su cintura, y unos labios finos presionaron un beso contra su cuello. Estaba al descubierto debido al recogido que ella había decidido llevar ese día. Su aspecto era impecable. Chaqueta de diseño, blanca y femenina, y falda de tubo a juego, enfundando sus preciosas piernas. Ni un solo pelo se escapaba de las horquillas que se ponía. Él pensaba que los tenía aterrorizados, igual que a los empleados de la empresa en la que trabajaba.

-Diaval, ¿Qué haces?- Preguntó Mallory.

-Darte la bienvenida a casa. ¿No puedo?- La voz del hombre hacía notar que se estaba conteniendo las ganas de dejarse llevar por sus instintos salvajes, lo cual divertía sobremanera a Mallory.

-Creía que mi bienvenida iba a ser un masaje en los pies.

Diaval gruñó, y movió suavemente su cuerpo contra el de su ama, haciendo que quedase, si eso era posible, más apretado contra la encimera.

-Puede esperar. Hoy estás maravillosa.- Olió lo que quedaba de su perfume, que aun residía en el cuello de la americana blanca. Ni siquiera se la había quitado al entrar a casa. Mallory sonrió de nuevo, y bebió un trago de la copa de vino.

La voz del presentador del noticiario nocturno interrumpió su pequeño juego, cuando pronunció el nombre de "Clavelina Woodland". La expresión de Mallory cambió de sensual a extrañada, y cambiando sus prioridades, empujó suavemente a Diaval, quien aflojó la presión, dejando que ella pasara primero hacia el salón.

"La víctima, que ha aparecido muerta esta mañana, formaba parte del voluntariado del barrio. Se sospecha que ha podido ser un robo, pero no se llevaron nada de la casa. Estamos investigando y ya tenemos varias pistas" decía uno de los policías encargados del caso, un chico joven, de pelo castaño y ojos verdes. Luego escapó de las cámaras y se metió en la comisaría, seguido de su compañero.

Mallory ya no veía la televisión, si no que miraba al vacío, con una expresión de shock en su rostro. Apretó los dientes, y su mano trató de estrujar la copa, que aun sostenía. Diaval, que estaba detrás de ella, dio unos pasos nerviosos, cavilando sobre la causa de la muerte de la mujer que ambos conocían. Decían que no se habían llevado nada, pero...¿Y si si? ¿Y si lo que se habían llevado era imperceptible a los ojos de la policía, carente de valor monetario, existente en todas partes, y aun así, tan valioso como el mayor de los tesoros.

El sonido de cristal resquebrajándose lo alertó, pero no pudo apartar la copa de la mano de Mallory a tiempo, quien finalmente había apretado tanto el objeto, que el material había cedido, y había estallado. El vino voló, aterrizando en su impoluto traje blanco.

Pero no le importó.

La expresión de la mujer, antes de shock, ahora era de ira. Sabía quien era el culpable. Sabía que andaba suelto, que iría a por ella, y que la policía no haría nada hasta que fuese demasiado tarde.

Diaval la rodeó, y trató de establecer contacto visual.

-Mallory...- Llamó, suplicante. Pero de nada sirvió, pues los ojos de su ama ya brillaban con magia, desbordándose por los poros de su piel, y creando un humo verdoso a su alrededor. Diaval no quería esto, había trabajado tanto para dejar el pasado atrás, para que ella pudiera vivir en paz...Pero algunos hombres no se daban por vencidos, sobre todo Stephan.

-¿Por qué ha vuelto?...- Pronunció cada palabra entre dientes apretados. El pasado volvía a perseguirla, y las imágenes de aquel día en el que todo había cambiado se agolpaban en su cabeza, como un huracán.

El huracan se hizo externo, y con un grito desgarrador, Mallory dejó salir toda su ira en forma de magia, incontrolable y poderosa. Diaval tuvo que retroceder, cubriéndose los ojos con las manos debido a la cegadora luz.

-¡Mallory!

Se rompieron los cristales, las ventanas y los objetos de cerámica. Las horquillas se soltaron y el pelo quedó libre.

-¡Ama!

La alarma saltó, se abrió una grieta en la pared, y se cayeron los cuadros. Los cuernos crecieron, los pómulos se afilaron, y en la espalda surgieron dos bultos que antes se extendían para formar dos gigantescas alas. Pero ahora ya no.

Y tan bruscamente como había surgido la magia, se terminó, y todo quedó en silencio.

Diaval bajó el brazo con el que se tapaba el rostro, y su voz tembló al hablar.

-Maléfica.


Continuará...