Draco pasó un dedo por encima de la chimenea. Sucia, como siempre. La sala común de Slytherin nunca estaba adecuadamente aseada, en todo caso, los elfos estaban muy asustados para pasearse por allí más del tiempo necesario. Limpió su dedo en su pantalón y estaba decidido a marcharse a la cama cuando una voz le llamó.
— ¿Deseas un té, para tus nervios?
Se giró rápidamente, alzando su varita. Sólo era una chica, uno o dos años menor, con una tetera en su mano izquierda y una taza de porcelana en la otra. Parecía escondida en las sombras, sentada en el sillón de espaldas a la chimenea.
Draco no contestó, sólo se limitó a apoyar una mano en el mueble que los separaba y girar alrededor, observando. Ella llevaba su cabello rubio atado en dos trenzas y permanecía quieta y silenciosa en su bata de dormir, mientras seguía su mirada.
— Astoria Greengrass, Malfoy, tu padre visitó a el mío este verano.
Asintió secamente, dando a entender que la recordaba. Acto seguido, se situó frente a ella en un sillón individual y la vio sonreír.
— ¿Puedo saber el motivo de tu sonrisa? —Preguntó Draco bruscamente.
Astoria se sirvió té y bebió unos sorbos antes de continuar.
— Porque eres frío por fuera, pero en tu interior tienes sentimientos. —Hizo una pausa para sí misma. —Todos los tenemos... —Volvió a sonreír y agregó: —Entonces, ¿un té?
—Dos de azúcar, gracias. —Dijo él, ocultando una leve sonrisa.
