Antes de empezar, os recomiendo que busqueis "All about us" de He is we ft. Owl City en Youtube, y le deis a la versión sub español que es la mejor XD.


All about us

Cinco palabras para la desgracia:

Baile de fin de curso.

Una americanada total.

—¿¡Un baile de fin de curso!? ¡Eso es genial!

Por supuesto, solo él podía ser tan idiota de alegrarse. Bueno, después de todo, siempre decía que debió nacer en Estados Unidos en vez de en Japón, que su estilazo era desperdiciado en esa sociedad y que en Hollywood hubiera sido una estrella y...

Dios, qué idiota.

—Depende de tu concepto de genial —bufó.

—¡Vamos, Iwa-chan! ¡Es simplemente genial! ¡Será nuestro baile de graduación!

Guardó el folleto que anunciaba el baile en su bolsillo, le cogió de las manos y empezó a dar vueltas por el patio, risueño.

—Para ya, idiota —le dijo tras la tercera vuelta—. Estamos llamando demasiado la atención.

—¿Y? —rió—. ¡Bailemos, Iwa-chan!

Iwaizumi se apartó con brusquedad ante la propuesta de Oikawa y se cruzó de brazos.

—¿Te pasa algo, Iwaizumi? —preguntó Hanamaki ante su repentina reacción.

Oikawa también se preocupó, y Matsukawa le veía con cierto interés.

—Nada.

—Cuando dices «nada» es algo, Iwa-chan. ¿Qué pasa?

Iwaizumi tan solo rodó los ojos, sabiendo que lo que diría a continuación llevaría las risas de esos a los que consideraba «amigos».

—No sé bailar, ¿vale?

Cinco.

Cuatro.

Tres.

Dos.

Uno...

—¿¡En serio!?

Makki y Oikawa fueron los primeros en descojonarse literalmente en su cara. Mattsun por lo menos se contenía en una sonrisa bastante nerviosa.

—Sí. En serio. Y no pasa nada porque no pienso ir a esa mierda de fiesta.

Y haciendo bolita su folleto, lo encestó en el basurero más cercano, ganándose seguramente la envidia de más de un jugador de baloncesto.

—¡Vamos, Iwa-chan! —cuando pudo volver a respirar, Oikawa le animó—. ¡No puedes ser tan malo!

—Eso, Iwaizumi —apoyó Makki—. Nosotros te ayudaremos.

Arqueó una ceja, dispuesto a rechistar.

Sin embargo, al ver las miradas de los tres, supo que no serviría de nada negarse.

—Vale, sí puedes ser tan malo.

Iwaizumi tenía dos pies izquierdos, indudablemente. Había pisado a Makki como cinco veces y a Mattsun otras tantas. Oikawa tan solo miraba desde el sofá del inmenso salón que le pertenecía, con un refresco en la mano. Sin duda, tenía la casa más grande de los cuatro y por tanto más útil para usar como pista de baile.

—¡Pues enséñale tú! —reclamó Makki al ver que estaba tan contento desde su sitio, sin moverse lo más mínimo y, por supuesto, sin dañarse los pies con los pisotones de Iwaizumi.

Oikawa suspiró, dejando el refresco en una mesita y, de un pequeño salto, se levantó, estirando los brazos a los lados.

—Bien, pues vamos a ver —cogió a Iwaizumi del brazo y lo atrajo hacia él—. Si quieres tener la mínima posibilidad de que alguna chica te pida ir con ella, por lo menos hay que procurar que no la decepciones, Iwa-chan.

—Te callas, no soy el puto Billy Elliot como tú, ¿sabes?

—Tranquilo, en una semana no llegarás a ese nivel —rió—. Pero tendrás por lo menos el nivel «me defiendo pero no mucho así que no me saques a bailar mucho tiempo».

—Imbécil.

Oikawa tan solo sonrió y les hizo señas a sus dos amigos para que reprodujeran la siguiente canción en su móvil.

«Take my hand
I'll teach you to dance.
I'll spin you around
Won't let you fall down»

—¿Qué...?

—¿Qué te crees que van a poner en la fiesta? ¿Salsa? —Oikawa rodó los ojos y le colocó una de las manos en el hombro y la otra en la cintura—. Tienes que colocarte así.

El rojo ascendió por el rostro moreno de Iwaizumi ante la posición, y Makki y Mattsun no sabían si de la vergüenza o del cabreo.

Si era de lo primero, lo disimulaba bastante...

Bueno, lo de bien o mal era relativo.

—¡Quítate de...!

—Eh, tranquilo. Tú piensa que soy una linda chica que está en su primera fiesta contigo.

—¿¡Cómo cojones quieres que...?!

—¡Imagina! Soy más alto pero oye, con tu altura puede que te encuentres a una chica más alta que tú. Todo es... ¡Iwa-chan! —se quejó cuando recibió un patazo—. Así no se trata a las damas.

—Tú no eres una dama. No llegas a nivel de persona, basurakawa.

Hanamaki y Matsukawa estaban, literalmente, en el piso. La canción ya estaba por acabar y no habían dado ningún paso, así que Oikawa pidió repetirla. Solo entonces pararon su risotada. Temporalmente, claro.

—¿Con esa boca hablas a tu madre? —negó con la cabeza en modo resignado—. A ver, vamos a empezar más simple. Dame la mano.

Sin esperar concesión alguna, le tomó la mano y la juntó con la suya, estirando ambas juntas a un lado.

—¿Qué cojones haces ahora?

—Solo sígueme. Te enseñaré cómo se baila. Tranquilo, no te dejaré caer ni nada de estilo película, prometido.

Mientras trataba de imitar sus pasos, la canción seguía su curso por segunda vez.

«Would you let me lead?
You can step on my feet
Give it a try, it'll be alright»

—Me niego a seguir intentándolo.

Se había cansado tras cinco segundos de haberlo intentado. La posición le incomodaba terriblemente, y que Makki y Mattsun se estuvieran riendo no ayudaba en nada.

—Vamos, no es tan difícil —rió—. Solo déjame llevarte. No me importa si me pisas —guiñó un ojo—. Estoy acostumbrado a tus gol... ¡Iwa-chan, patadas no!

—Has dicho que estás acostumbrado.

—No tanto —se quejó—. Venga. Inténtalo.

Cuando Oikawa se ponía en plan «lo harás quieras o no», no había poder humano capaz de llevarle la contraria. Y aunque se negase, sabía que caería de nuevo en su trampa de una manera u otra, y acabaría haciéndolo.

Siempre había sido así.

—De acuerdo —suspiró.

Makki y Mattsun se pusieron a bailar también, para simular que había otra pareja al lado, porque en la fiesta era obvio que no tendría toda la pista para él solo. Lo peor era que ambos lo hacían bastante bien y lograban que Iwaizumi se sintiese algo frustrado.

Oikawa le tomó la mano y entrelazó sus dedos en los suyos. Luego le indicó que colocase su otra mano en su cadera y él puso la suya en el hombro.

Sin embargo, en vez de estirar ambos brazos como antes, los recogió hasta dejar la unión de sus manos entre los dos. La diferencia de altura resultaba notoria en esos momentos.

Lo peor era que, desde esa posición, podía ver perfectamente los labios de Oikawa moviéndose para indicarle cómo debía moverse. Eso suponía una gran distracción.

Dieron un par de vueltas algo torpes, y luego le pisó el pie sin querer.

—Lo siento —se disculpó.

—Iwa-chan, no habría pasado si hubieses escuchado lo que te dije. ¿En qué mundo estás?

Oikawa podría tener razón, porque no le había hecho el más mínimo caso a sus palabras.

—Yo ya te he dicho que no sé bailar. Pero como no escuchas...

—Como que me llamo Oikawa Tooru que para el fin de curso estás hecho un máquina para el baile.

—Vete cambiando el nombre entonces —bufó.

—Vamos, Iwaizumi, tenle un poco de confianza a nuestro Billy Elliot —se burló Makki.

—Te vendrá bien para el futuro —apoyó Matsukawa.

Sus bocas decían una cosa pero sus miradas y sonrisitas gritaban lo mucho que se querían divertir a su costa.

Suspiró y volvieron a repetir la canción.

Con amigos como esos, ¿para qué enemigos?


—¿Qué hacemos aquí, idiotakawa?

Era su culpa por creer que Oikawa Tooru, el maldito genio de tercero, tenía la necesidad de estudiar para el último examen que tenían antes de que estuvieran oficialmente graduados.

En ese examen, las clases se mezclaban para que se hiciera en menos tiempo muchos a la vez y tenerlos listos lo antes posible. Por tanto, a Oikawa y a él les tocaba el mismo examen a la misma hora pese a estar separados en las clases normales —Oikawa se quejó los tres años completos de ese hecho—.

—Vamos, Iwa-chan. No pensarás que voy a dejar que Makki y Mattsun te distraigan, ¿verdad? Así no aprenderás ni conmigo de maestro.

—De todas formas no iba a aprender.

—¡Sí que vas a hacerlo!

—Oikawa, en una semana nadie...

—¡Vamos, Iwa-chan! ¡Ponle ganas! —infló las mejillas.

Suspiró. Y eso le dio el indicio a Oikawa de que se había resignado. Mejor que nada.

Encendió la luz del gimnasio donde entrenaban los de baloncesto en los días de lluvia.

Seguramente harían ahí la fiesta de fin de curso dado que era el más grande y que, sumándole a las canchas exteriores de fútbol, baloncesto, y las de vóleibol que usaba el equipo femenino, tenían espacio de sobra si el día les acompañaba.

La fiesta en sí prometía ser entretenida, con música, comida y todo eso. El problema era el baile al que Oikawa se empeñaba a llevarle a la fuerza.

¿Cómo consiguió Oikawa las llaves del gimnasio? Bueno, mejor no preguntarlo.

Manipuló como si fuera un niño travieso —en realidad, lo era— todos los controles del audio y puso la misma canción que con Makki y Mattsun, que salió suavemente por los altavoces.

—Te gusta la cancioncita, eh.

—¡Atrévete a decir que no es bonita!

Levantó las manos en señal de rendición. No iba a discutir el lado romántico y cursi del gusto musical de Oikawa. Llevaba ya años haciéndolo.

Se encontró con el panel de las luces y se puso a toquetear también, porque si no trasteaba todo lo que veía, no era él. Entonces se fijó que habían empezado ya con los preparativos —seguramente los de baloncesto habían sido destinados fuera— y que había una bola típica de discoteca encima de sus cabezas.

Cabía decir lo emocionado que se puso Oikawa cuando lo descubrió. Se puso a dar saltitos de emoción y apagó el resto de luces.

Lo cierto era que daba muy buena ambientación, y como el baile —siguiendo el topicazo de las películas americanas— sería en la noche, era un escenario bastante realista, aunque con un medio millón de personas menos.

En la oscuridad, Iwaizumi tan solo pudo distinguir los ojos de Oikawa y ciertos tramos de su cara debido a la luz giratoria de la bola.

De cierta manera lo agradecía, porque así no podía distraerse como el día anterior. Por un momento, la vida quedaba atrás y todo giraba alrededor de su mejor amigo. Y la sensación le era poco desconocida, llevaba un buen tiempo ya con esas extrañas emociones, pero no por ello se le hacía menos inquietante.

«The room's hush hush
And now's our moment»

Le cogió la mano y empezó a darle indicaciones. Era sobre todo cómo dar los pasos y que se moviese al ritmo de la música. Como era lenta, debía moverse con suavidad.

Claro que Oikawa recibió sus buenos pisotones, pero el moreno no se sentía culpable, porque Iwaizumi le había advertido de que tenía tres pies izquierdos y el otro ni caso.

Se lo merecía.

—¡Iwa-chan, lo haces ya a posta!

—Si lo hiciera a propósito, te quedarías sin pie, imbécil.

Oikawa rodó los ojos y suspiró.

—Solo tienes que sentir la música.

Música que se había repetido ya cinco veces. Si la canción duraba unos tres y medio, en total llevaban cuarto de hora ahí. Por Dios.

Take it in, feeling it all and hold it... —cantó mientras sonaba esa estrofa, haciendo que dieran una vuelta.

Iwaizumi no era el mejor en inglés, pero después de encasquetarle la misma melodía mil veces, sabía hasta qué significaba la letra sin necesidad de lyrics —todo un logro—.

«Eyes on you, eyes on me»

La canción era en sí bonita, no lo negaba. Pero también definía un poco cómo se sentía al bailar con Oikawa. Porque Oikawa brillaba con luz propia, era siempre el centro de atención y el simple hecho de estar cerca de él te pegaba un poco de su brillo.

Se preguntaría cuántos ojos estarían sobre ellos si acudieran juntos a ese estúpido baile de fin de curso.

Sería épico.

—Vaya, Iwa-chan, vas cogiéndole el truco —parecía sorprenderse de su repentina fluidez.

En verdad, se había sentido tenso todo el rato por el simple hecho de bailar. Y más bailar con su mejor amigo de la infancia por el que de repente sentía cosas muy raras que no comprendía o no quería comprender.

Pero quizá se estaba comiendo demasiado la cabeza.

—Aprendo rápido, no como tú.

We're doing this right —canturreó divertido, dando otra vuelta junto a él.

Era cierto, lo estaban haciendo bien. Lo sentía, había pasado más de un minuto sin pisar a Oikawa, y era un avance.

Un gran avance.

Pero la emoción no duró demasiado, porque entonces un mal traspié de Iwaizumi hizo que recargase su peso en el pie izquierdo de Oikawa.

—¡Iwa-chan!

—Perdón —rió. Ya se le hacía raro.

—Bueno, por lo menos te mueves mejor y no pisas tanto —suspiró—. Te dije que te vieras Ballroom e Youkoso¹ pero tú que no, que eso no iba a servir para nada. ¿Ya ves? Ahora estarías bailando un Quick step².

—No iba a aprender nada de un anime, Oikawa.

—¿¡Cómo que no!? ¡Yo ahora cuando veo el baile de salón por la tele tengo noción de qué están haciendo! ¡Es muy educativo!

Suspiró. Cuando Oikawa se le metía la vena de «el anime es muy educativo» no había quién se la sacara.

—¿Podemos irnos ya a casa?

—Aún no, de aquí no sales hasta que seas un experto.

Ambos sabían que en una noche a lo mucho y aprendía a mover los pies. Pero Oikawa era de retarse a sí mismo.

Solo que a Iwaizumi no le gustaba cuando sentía la piel de su mejor amigo tras la camiseta algo sudada y sus manos desprendían calor debido al contacto.

No era que no le gustase en sí. Porque le encantaba.

Y ese era el problema.

Que no debería encantarle.

«Cause lovers dance when they're feeling in love
Spotlight's shining, it's all about us
It's all... About us...»

Empezaron a moverse cuando sonó el estribillo. Estribillo que tenía bastante picado a Iwaizumi, porque eso de que los enamorados bailaban cuando estaban, valga la redundancia, enamorados, encajaba con la situación. Exceptuando, claro, que ellos no estaban enamorados.

Porque no lo estaban.

No.

No era como si tener a Oikawa cerca le pudiese nervioso. Es decir, sí, estaba algo nervioso porque bailar no era lo suyo.

El problema radicaba que eso era lo que quería creerse, pero en su interior sabía que cuando bailó con Hanamaki y con Matsukawa no estaba, ni de lejos, así de nervioso.

Movimiento a la izquierda. Pequeña vuelta. A la derecha y luego de nuevo a la izquierda... ¿o era a la derecha?

—¡Ay! ¡Iwa-chan!

Izquierda. Era a la izquierda.

—Lo siento.

—Está bien —despreocupó mientras movía el pie que le había pisado—. ¿Pasa algo? Me miras raro. ¿Estás enfadado o algo?

Se podría decir que sí. Estaba enfadado con él por ser él y hacer que pensase cosas raras. Estaba enfadado con él por obligarle a bailar cuando no tenía ni idea y, al final, no asistiría al baile porque no tenía con quién ir.

Estaba enfadado con él por no ser capaz de ver que se iba a morir si le veía bailar con alguna chica como lo estaba haciendo en ese momento.

Pero más enfadado consigo mismo por no ser capaz de decírselo.

—Vivo enfadado contigo. ¿Recién te enteras?

—¡Iwa-chan, qué cruel!

Agradeció la oscuridad y su piel de por sí morena para ocultar el sonrojo al imaginarse a Oikawa haciendo su típico mohín.

—Vámonos ya, que mañana tenemos examen.

—¡Pero aún no...!

—Mañana seguimos, ¿vale? Vámonos.

Resignado, Oikawa se dirigió a dejar todo como lo había encontrado, aún canturreando la canción, como si el simple hecho de estar ahí le hiciera cantar de felicidad.

And every heart in the room will melt —dio una vuelta sobre sí mismo—. This is a feeling that I've never felt but...

«It's all... about us...»

Las luces del gimnasio volvieron a encenderse, y se vio descubierto mirando a Oikawa con una expresión que seguramente sería la más tonta del mundo.

Con rapidez, dio media vuelta, ignorando la mirada fija de su amigo en su espalda.


—Conque os dais escapadas románticas y no avisáis. Muy mal, chicos, muy mal —negó con un dedo—. Nosotros, vuestros fans número uno... ¡Nos sentimos decepcionados!

Matsukawa asintió, apoyándole en su queja. Dramáticos. Más que Oikawa... No, bueno, a ese nivel Makki no llegaba.

—Nosotros que tenemos un máster en aguantar vuestra tensión sexual —bufó Issei.

—Enseña el trabajo de fin de máster —rió Oikawa, siguiendo la broma.

Desde que se enteraron por Twitter que una política española afirmaba tener un shūshigō³ —al que al final había renunciado, y anunció su dimisión tras ser pillada robando cremas en un supermercado— sin ningún trabajo hecho y sin asistir a las clases, habían estado con la broma mucho rato.

Política. Tan útil para burlarse.

—Mientras la tía española no lo muestre, nosotros tampoco —rió Takahiro, poniendo un brazo sobre los hombros de Mattsun—. Pero que conste que mi cara solo se pone cremas de marca, no del Eroski⁴. Y la mayoría son legales.

—El tema es que no fue una escapada romántica y no hay tensión sexual entre nosotros —interrumpió Iwaizumi—. Así que callaos.

—¡Venga ya! Díselo a quien te crea. Quizá esas de ahí —señaló a un grupo de tres chicas que les estaban mirando desde lejos—. Ah, no, esas son las fujoshis de segundo. Esas no te creen.

Mattsun se rió y Oikawa arqueó una ceja.

—Primero solucionad vuestra tensión sexual y luego nos decís.

La risa se les cortó y se pusieron rojos como tomates.

—¡Vosotros lleváis así años! —se apresuró a contestar Makki—. ¡Y nosotros no...!

—Díselo a quien te crea —se la devolvió Iwaizumi.

—Por lo menos, nosotros no...

La campana interrumpió las palabras de Makki, e Iwaizumi sonrió.

—Ni la campana te cree, Makki —rió Oikawa.

Se dirigieron juntos a sus clases, comentando acerca del fin de curso y las universidades a las que irían...

Hasta que salió otra vez lo del baile.

—¿Ya tenéis pareja o iréis juntos? —picó Makki.

Lo cierto era que Iwaizumi no tenía ninguna chica a la que llevar, y Oikawa aún no decidía a ninguna de todas sus pretendientas.

—¿Y vosotros? —contradijo Oikawa—. ¿Iréis juntos al fin o disimularéis llevando a una prima o algo así?

—Te sorprenderías —sonrió Mattsun, y Oikawa rió.

—Vaya, parece que alguien va a salir del armario —el castaño sonrió y puso sus manos tras la nuca en pose relajada, pese a tener un examen a esa hora.

—El día en que admitas que tu heterosexualidad es una tapadera —refutó Makki, con una genuina sonrisa divertida.

Se separaron en una bifurcación al ir a clases diferentes, e Iwaizumi le arrastró para que no llegasen tarde a su examen.

Afortunadamente para el moreno, las preguntas eran muy sencillas. Porque no había podido estudiar nada, ni bien llegó de «la clase» de Oikawa, se duchó y no quiso saber nada de lengua.

Nada de nada.

Oikawa no tenía el menor problema, pues las materias siempre se le habían dado bien, y su peor nota sería un siete en química. Maldito listillo.

Levantó la cabeza del examen solo para ver cómo lo entregaba el primero. Al darse la vuelta, Oikawa le sonrió y le hizo la señal de la victoria.

—Oikawa, no hagas señas en un examen —reclamó la profesora.

—Lo siento, solo estaba animando a mi amigo —sonrió con esa sonrisa que le ponía a todos sus ligues, la que le hacía parecer el ser más puro que había pisado la Tierra.

Iwaizumi conocía cada una de las curvaturas que esos labios podían hacer.

Falsas, ligonas, encantadoras, traviesas, divertidas, tristes... y las más poco comunes: las felices.

Esas que no tenían ninguna intención más que sonreír por el hecho de ser feliz. Esas que ponía de niño cuando un saque o un pase le salía bien, las que le dedicaba a su sobrino de vez en cuando o la que puso cuando recibió el título al mejor armador en la secundaria.

Esas sonrisas eran las que más le gustaban.

—Iwaizumi, a lo tuyo —dijo la profesora al ver que miraba mucho a su amigo.

—Sí.

Miró de nuevo el papel y siguió escribiendo, algo avergonzado por haber sido llamado la atención por la mujer debido a su embelesamiento.

Maldito, maldito Oikawa.


Ahí estaban de nuevo.

Matsukawa y Hanamaki habían optado por dejarles solos para que solucionasen su «tensión sexual», y por tanto Oikawa había aprovechado y le había llevado al gimnasio cuando el instituto estaba cerrado de nuevo.

Cómo ya sabía cómo iban los controles, lo hizo mucho más rápido que la noche anterior, y se pusieron a ensayar. En principio todo iba bien, con los pisotones repentinos de Iwaizumi y las discusiones típicas de ambos...

Hasta que escucharon que alguien abría la puerta del gimnasio.

Oikawa tiró de Iwaizumi para esconderse dentro de un pequeño almacén que les quedaba cerca. La oscuridad inundó todo de repente cuando el castaño se apresuró a cerrar la puerta.

Debido a la estrechez, quedaron muy pegados e Iwaizumi no sabía cómo matarlo.

—¿¡Qué...!?

—Iwa-chan, como grites nos pilla. No lo hagas —le susurró.

—¿Quién está aquí?

Era el vigilante de seguridad, que habría escuchado la música y llegado hasta ahí. El móvil de Oikawa seguía enchufado a los altavoces, pero estaba algo escondido y esperaba que no lo encontrase.

—Nos van a echar por tu maldita culpa a días de la graduación, imbécil —siseó Iwaizumi.

—Si no quieres que pase, calla, Iwa-chan.

Abrió una pequeña rendija para ver si se iba, pero no parecía tener la intención de hacerlo, y tampoco mucha idea de cómo iba la tecnología.

Iwaizumi observó su rostro siendo parcialmente iluminado por la luz de la bola de discoteca, con sus ojos atentos al guardia y sus brazos teniendo que abrazarle para caber en ese pequeño espacio. El moreno mantenía las manos en el pecho de Oikawa, porque el espacio no daba para mucho. De hecho, incluso la altura jugaba en su contra, porque Oikawa tenía que inclinar de una manera imposible el cuello.

—Te vas a romper el cuello —le advirtió en un susurro—. Será mejor que salgamos...

—Estoy bien —tranquilizó, pero Iwaizumi sabía que era más bien porque no quería que les expulsaran por colarse en el instituto en la noche a días de la graduación.

—Por lo menos, arrodíllate.

Oikawa le miró con una ceja arqueada, ignorando el ruido de las teclas siendo toqueteadas por el guardia para apagar la música, sin éxito.

Iwaizumi suspiró y se apoyó en la pared lateral del almacén —que más bien parecía un armario— y, ayudándose de las baldas que sostenían los productos de limpieza, se elevó en el aire, dándole espacio a su amigo para que pudiese estirar las piernas en el suelo y liberar su cuello de una futura fractura.

No tuvo más remedio que sentarse sobre las rodillas de Oikawa, temiendo que su peso afectara al talón de Aquiles que tenía por rodilla derecha.

—¿Estás bien? —le preguntó, para asegurarse que no le dolía la rodilla.

—Sí, sí, no te preocupes.

Iwaizumi no estuvo muy convencido, pero la oscuridad no le dejaba ver las expresiones de Oikawa. Era muy expresivo, sabía cuándo algo iba mal con solo mirarle la cara.

Pero si no la veía, no sabía qué estaba pensando. Qué estaba sintiendo. Y eso le frustraba, porque siempre lo sabía. Incluso en aquellas noches de insomnio cuando se quedaban a dormir juntos, siempre había una luz iluminando su cara. Una estrella o la luna misma. Siempre algo le rodeaba.

En ese momento, solo veía sus ojos castaños y parte de su pelo iluminado por la rendija que había dejado abierta.

Aunque quizá fuera mejor así. Quizá. Porque si en ese momento hacía algo que no debería querer hacer, no vería su expresión de rechazo.

Quizá.

Algo debió tocar el guardia mal, pues la música elevó su volumen en vez de disminuirlo.

«Suddenly, I'm feeling brave
I don't know what's into me
Why I feel this way»

Valiente, lo que era valiente, no se sentía. Más bien, estaba siendo más cobarde que nunca al pretender no ver su expresión.

Pero en verdad, ¿qué sucedía con ese sentimiento que hacía que esa locura se apoderase de él? El de actuar sin pensar en las consecuencias de las acciones era Oikawa, no él.

La música se detuvo de repente. Parecía que el guardia había logrado encontrar la forma de hacerlo.

—¡Sal de ahí! —reclamaba el guardia desde el exterior.

Se mantuvieron en silencio y vieron con cierto horror que las luces del gimnasio eran encendidas de nuevo, dando más visión y oportunidad al hombre de descubrirles.

Si se libraban de esa, mataría a Oikawa. Bueno, eso ya lo iba a hacer de todas formas.

—¡Te irá mejor si te entregas! ¡Tengo tu móvil!

Oikawa estuvo a punto de gritar pero fue más rápido y se adelantó a su reacción, tapándole la boca tan bruscamente que casi se cae encima, teniendo que sujetarse a las baldas con otra mano para no darse un golpe que seguramente delataría su posición.

—Idiota, tu móvil o nuestra expulsión. Decide —hizo un sonido de afirmación y, aunque Iwaizumi quería quitarle la mano de la boca, no podía hacerlo sin moverse demasiado y levantar sospechas.

El guardia siguió buscándoles, sin éxito. Agradecía que Oikawa hubiese puesto contraseña en el teléfono, o estarían en problemas si lograba abrirlo y llamar a alguno de los contactos.

Sobre todo porque en los más frecuentes de Oikawa estaba Iwaizumi, y su móvil estaba en el bolsillo.

Finalmente se fue, y ambos pudieron salir a respirar tranquilos tras un rato, para asegurarse que no les tenía preparado algún tipo de trampa.

—Bien hecho, Oikawa. ¿Ahora qué?

El guardia había cerrado con llave las puertas del gimnasio, y no se podían abrir sin estas. Y las llaves con las que habían entrado ya no estaban donde las había puesto Oikawa, el guardia se las había llevado.

—Contaba con algo así, así que le cogí las llaves de repuesto a la chica de la limpieza —de su bolsillo sacó un llavero con varias llaves colgando—. Pero el problema va a ser mi móvil...

Iwaizumi prefirió no cuestionar cómo había logrado esas llaves. Sabía quién era la chica de la limpieza —una universitaria que había venido nueva para pagarse gastos y estaba más que dispuesta a hacerle un favor a su mejor amigo— y por tanto, no preguntaría.

—Estoy seguro de que el guardia lo guardará en conserjería. Si se lo pides a esa chica, fijo que te ayuda.

Escuchó sus propias palabras y no sabía dónde meterse. Por Dios, había sonado como un tipo celoso, como si lo estuviera, y no.

—¡Tienes razón, Iwa-chan! —dio un pequeño salto y se abrazó a él como un mono se abraza a un árbol—. ¡Gracias!

Iwaizumi solo se preguntaba cómo una persona podía parecer tan feliz por algo tan simple, pero tampoco se lo dijo. Solamente quería salir de ahí y largarse a su casa, porque si no lo hacía pronto acabaría cometiendo una locura. Seguro.

Oikawa abrió la puerta del gimnasio con las llaves y salieron corriendo como alma que lleva el diablo para no ser vistos o atrapados por el guardia.

Se relajaron al doblar la primera esquina, ya fuera del instituto. Nadie podía reclamarles nada una vez fuera del recinto, y ellos dirían que solo estaban dando una vuelta nocturna.

—¡Ha sido genial! —exclamó Oikawa mientras recuperaba aire—. ¡Hay que repetir, Iwa-chan!

—Los cojones —se apoyó en la pared cercana para descansar, y le miró mal—. Repites tú si te da la gana. Sabes que colarse nos habría llevado la expulsión.

Igualmente fuiste aunque lo sabías —reclamó.

Porque se lo había pedido él, quiso decirle, pero se calló a tiempo.

—Adiós —echó a andar lo más rápido que pudo sin que se notasen las ganas que tenía de salir corriendo para evitar cometer alguna locura.

Había visto a Oikawa cientos de veces con el sudor pegándole el pelo en la frente y su pecho intentando albergar todo el aire posible.

Pero nunca había pensado en lo atractivo que se veía con la luna de fondo y las manos sobre las rodillas.

Aunque, ¿realmente nunca lo había pensado?


—¿¡Qué os pilló el guardia en el lío?!

Makki abría los ojos como platos y Mattsun enarcaba una ceja, cruzado de brazos junto a su mejor amigo —y, según Oikawa, novio-no-declarado—.

—Tú entiendes lo que te da la gana, ¿verdad? —rodó Iwaizumi los ojos—. No nos pilló en ningún lío. Nos escondimos, pero le cogió el móvil a Oikawa.

—Y ahora está flirteando con la de la limpieza para que se lo recupere —Mattsun señaló con la cabeza al capitán de tercer año y una chica rubia un par de años mayor que ellos.

La muchacha en cuestión se apoyaba en la escoba con las dos manos mientras echaba un suspiro, claramente sin prestar más atención que Iwaizumi en su momento a las palabras de Oikawa. El moreno se preguntó si él se vería igual de ridículo.

Luego de unos cuantos guiños de esos perfectos ojos color almendra y un par de sonrisas que pretendían pasar por inocentes, la rubia desaparecía tras los pasillos que conducían a la conserjería y el castaño se acercó a los tres.

—Bueno, casanova, ¿qué tal? —Makki imitó a su mejor amigo y se cruzó de brazos mientras una sonrisita surcaba su rostro—. ¿Le has dicho que la invitabas al baile o qué?

—No, no pienso ir con una universitaria. ¿Tú sabes la envidia que daría? —agitó una mano—. Paso. No quiero despertar más odio masculino contra mi persona.

—¿Y entonces? ¿Qué le has dicho?

—Le he prometido que pasaría una tarde con ella. Ya sabes, sin móvil no se puede quedar así que la he convencido con eso —se encogió de hombros.

—Eso significa que me libraré de tus clases. Menos mal.

—Ah, no, Iwa-chan. Eso será después —sonrió como el arrogante que solía ser—. Le he dicho que esta semana la tengo pilladísima. Lo ha comprendido perfectamente. Recuerda que la fiesta es el lunes. Nos quedan, concretamente... —se puso a contar con los dedos— ¡Cinco días!

—Oikawa, te dije que...

—¡Tenemos que apurarnos! No sé cómo voy a hacer para que te pongas un traje decente, pero eso ya...

—Espera, espera. ¿Qué traje...?

—Eso lo discutiremos después —quitó importancia—. Ahora lo grave es que des un paso sin pisar a alguien.

—Vete a la mierda.

Makki y Mattsun echaron a reír. Era inevitable en ellos dos cuando empezaban a discutir.

—Tíos, en serio, declaraos y haced un favor al mundo —rió Mattsun.

—¿Te quieres callar, joder?

El revuelto de sentimientos de Iwaizumi ya era grande como para que encima esos dos viniesen a liarla más.

—En serio, estáis más pesados de lo...

Oikawa se calló al ver a la chica regresar, y esbozó su mejor sonrisa mientras se acercaba a ella.

A Iwaizumi no es que le cayera mal la universitaria. En realidad, no tenía nada contra nadie que no se metiese con él, y usualmente solía llevarse bien con todos —incluso con Ushijima, aunque a Oikawa le doliera. Tendou era otra historia—.

Pero cuando vio a la muchacha tropezarse y caer en el pecho de Oikawa, que se apresuró a atraparla, sintió que la odiaba más que al idiota cantarín del Shiratorizawa.

Y eso que Tendou le había granjeado su odio tres años. A esa chica le había llevado tres segundos superarle.

—Iwaizumi, no saltes que te la comes.

Makki apoyó una mano en su brazo, y no podía tener menos razón. Agradecía no tener un balón a mano, o se lo reventaría en el cuello a Oikawa para que dejara de sonreírle así.

Sí, a Oikawa, porque si se lo tiraba a ella, seguramente se llevaría una denuncia.

—No digas gilipolleces.

Metió las manos en el bolsillo del pantalón a cuadros del uniforme para esconder sus puños.


—En fin, supongo que vas adquiriendo cierto nivel.

Oikawa bebió de su botella mientras Iwaizumi estiraba uno de los brazos, no fuera a ser que le diera un tirón. Eso de bailar era... bueno, exhaustivo. Tenía que comer el doble para tener energía, y deseaba las vacaciones con fuerza para tirarse horas a dormir.

Aunque después de las vacaciones llegase la temible universidad. Y no temible en el ámbito estudiantil, eso nunca le había importado más que en los exámenes.

La universidad significaba separación. Un nuevo rumbo sin su mejor amigo al lado.

Era, básicamente, vivir otra vida. Pero no podía ponerse a pensar en eso.

—Bueno, al principio pisaba cada cinco segundos —añadió Makki—. Ahora puede pasar la mitad de la canción sin pisarte.

—Considerando que faltan dos días para la fiesta, va bien —Mattsun dio su visto bueno.

—Es una pena que no podamos usar el gimnasio de los de baloncesto —bufó Oikawa—. Iwa-chan no quiere que usemos el de vóleibol.

—Idiota, no te puedes aprovechar así de ser el capitán —rodó los ojos—. Yahaba sin duda lo hará mucho mejor. Lo veo más responsable que tú.

—Iwaizumi aún no se cree que hayas sido elegido como capitán —se rió Makki—. Fue épica su cara cuando lo dijeron.

—¡Iwa-chan no me tiene confianza!

Iwaizumi rió junto a los otros dos ante el puchero de Oikawa. Aunque, en verdad, simuló la sorpresa en su momento, porque conocía lo suficiente a su mejor amigo como para saber lo obvio que era.

No conocía a nadie más dedicado al voleibol que él.

Tras su pequeño descanso, comenzaron a ensayar de nuevo. Oikawa se desabrochó un par de botones de la camisa blanca que llevaba puesta, tras sacarse el chaleco crema y la corbata del uniforme. Hacía calor, y el movimiento hacía que tuvieran aún más.

«Can we dance really slow?
Can I hold you really close...?
The room's hush hush
And now's our moment»

—Acércate, Iwa-chan, no muerdo —rió Oikawa—. Si bailas así de lejos con una chica, te dará calabazas.

El problema erradicaba en que no quería a nadie más. Solo quería bailar con él. Iría a esa absurda fiesta solamente si iba con él.

Una idea igual de absurda que ese baile. Oikawa llevaría a una chica despampante. Una rubia de ojos azules y cuerpo perfecto, típica de película estadounidense. Alguien que, por lo menos, supiese bailar.

Pero mientras esa chica no apareciera, disfrutaría de su momento. De bailar con él lo más cerca que pudiera mientras no se alejara.

Rozando el límite de lo que estaba permitido como amigos.

Algo debió notar Oikawa, porque sus pasos se volvieron ligeramente inseguros. Le miró fijamente, como si pudiera decirle por los ojos todo lo que no se atrevía a decir con la boca...

Y entonces, Oikawa sonrió divertido.

Bueno, después de todo era su momento, ¿verdad?

«Take it in, feel it all and hold it
Eyes on you, eyes on me
We're doing this right»

Hanamaki y Matsukawa se detuvieron al verles, con sonrisas cómplices y mirándose a los ojos como si no existiera nada más en el mundo.

Era inevitable no detenerse, porque sus movimientos captaban toda su atención. Sus ojos no podían dejar de seguirles, como si brillasen en la oscuridad. Sus pasos eran fluidos, suaves pero precisos, y parecían dos piezas especialmente hechas para bailar esa canción, en ese momento, con esa sincronía.

No parecían darse cuenta de lo bien que lo estaban haciendo, demasiado centrados en observar y perderse en los ojos del otro. Makki y Mattsun no sabían si se atreverían a interrumpir semejante atmósfera ahora que se había creado.

Sería como romper la burbuja de jabón de un niño que lleva años tratando de que saliera, y no estaban seguros de poder hacerlo.

Asi que optaron por una vía más sencilla. Se retiraron lentamente de la improvisada pista en la que se había convertido el salón de Oikawa y Hanamaki sacó su teléfono, enfocándolos.

Entonces, abrió Instagram y pulsó el botón de «Iniciar directo».

«Cause lovers dance when they're feeling in love.
Spotlight's shining, it's all about us.
It's all about us...»

Iwaizumi no era consciente, al igual que Oikawa, de lo que sus mejores amigos hacían. De hecho, no era consciente de nada más que de dos cosas con nombre propio: la música y Oikawa Tooru.

Su contacto, su piel, la unión de sus manos, la sonrisa traviesa que mantenía, sus ojos brillando con luz propia. En ese momento, ese era su universo y no quería salir de él.

Dieron una vuelta. Y siguieron bailando. Y entonces comprendió el por qué de las canciones románticas, la razón cuando decían que no existía nada más que la otra persona. De repente, su mente se inundó de canciones a las que empezaba a entender el significado más allá de las estrofas y el ritmo.

Era algo diferente.

Era algo único.

Eran solo ellos dos por tres minutos y medio.

«And every heart in the room will melt
This is a feeling that I've never felt but
It's all about us»

Makki y Mattsun rompieron en aplausos cuando acabaron, y el de pelo rosa escondió su rostro en el hombro de su amigo murmurando un «estoy orgulloso», como quien ve a su hijo graduarse.

—Tranquilo —rió Matsukawa, dándole unos toquecitos en la cabeza.

—¡No le ha pisado! —replicó—. ¿Tú sabes cuántos pisotones llevó? ¡Demasiados!

—No exageres, que a mí también me ha pisado.

—¡Pero a mí más y estoy orgulloso, joder!

—Por Dios, cállate —Iwaizumi los escuchó y se había puesto rojo, no sabía si de la vergüenza o del enfado con esos dos idiotas.

—¡Has bailado genial, Iwa-chan! —Oikawa le abrazó con alegría.

—Casi me derrito hasta yo —se burló Mattsun.

—Venga, cállate, idiota —dijo Iwaizumi mientras era asfixiado por Oikawa—. Y tú, para, que me ahogas.

—¡Estoy orgulloso de mi Iwa-chan!

Lejos de soltarle, Oikawa le abrazó aún más y le alzó en el aire, dándole un par de vueltas.

—¿¡Qué haces, imbécil?! ¡Suéltame!

Hanamaki no había dejado de grabar en ningún momento, ni siquiera cuando se puso a lloriquear en el hombro de Mattsun, así que las personas que se habían conectado a su directo estaban viendo aún toda la escena.

Se podían leer comentarios, mayoritariamente de los del club de vóleibol, diciéndoles que iba siendo hora de que se casaran. Además de a Oikawa e Iwaizumi, las pullas también iban hacia ellos con un «hay que organizar dos bodas» o «para cuando la boda doble».

Finalmente, Oikawa le soltó e Iwaizumi se dio cuenta de que estaban siendo grabados.

—¡Imbécil, Hanamaki ven aquí!

Los corazones en el directo se multiplicaban, y eso equivalía a las carcajadas que los de primer y segundo año se estaban echando. Oikawa se puso ligeramente rojo al saber que media preparatoria les había visto bailando, y Matsukawa ayudaba al de pelo rosa a que su móvil no fuera destrozado por Iwaizumi.

La pelea acabó con Oikawa sosteniendo el móvil de Makki mientras grababa la montaña humana que habían formado entre los otros tres, riéndose mientras se encargaba de tomar capturas que luego pasaría a su móvil.

Seria una grandiosa tarde de viernes para recordar.


Era en esos momentos cuando quería morirse.

Todo, absolutamente todo el equipo —y cuando decía todo, incluía a los de tercero que ya se habían retirado— les había visto bailar. Y todos se habían unido para ayudarle en su causa.

Bueno, en la causa de Oikawa.

¡Incluso Kyoutani estaba ahí! Resabiando y maldiciendo los muertos de Yahaba, pero ahí.

Quería morirse. Esconderse tres metros bajo tierra y no salir hasta que la apocalipsis hubiese llegado. Y, por supuesto, matar a Oikawa de la manera más dolorosa que se le ocurra tras esconder los cuerpos de Hanamaki y Matsukawa.

—Los chicos sí que te quieren, ¿eh, Iwaizumi? —Yuda sonrió mientras se cruzaba de brazos.

—Sois... —no sabía cómo describirlos. Después de todo, todo era influencia de Oikawa.

Siempre, siempre era culpa de Oikawa.

—¡Venga, chicos! —sonrió Hanamaki desde lo alto de uno de los estantes que usaban para guardar los productos de limpieza del gimnasio—. ¡Esto ya está!

Señaló un altavoz conectado a la corriente eléctrica, que a su vez se conectaba a su móvil.

—¡A bailar! —rió Oikawa, tomándole el brazo con brusquedad.

Empezó con una canción movida, la de «Uptown Funk». La movida del inglés seguro venía de, otra vez, Oikawa. Vamos, seguro que todo eso había sido idea de Oikawa.

¿De quién más?

Bueno, viéndole el lado positivo, Iwaizumi veía que sus amigos se estaban divirtiendo con esa locura. Aunque fuera domingo y todos tuvieran mejores cosas que hacer sin duda. Estaban ahí, bailando cada cual a su manera —sin duda, ver a Kyoutani bailar era épico— pero estaban todos juntos, como nunca más lo estarían tras la graduación.

¿Cuántas cosas cambiarían después de la graduación?

«Do you hear that love?
They're playing our song
Do you think we're ready?
Oh, I'm really feeling it»

Oh, no.

—¿En serio? —suspiró cuando reconoció la canción que habían estado bailando Oikawa y él todos esos días.

Al castaño le surcó una sonrisa de oreja a oreja y enredó sus dedos entre los suyos. Sus manos habían sido conocidas desde que eran críos, pero esos días, esa unión parecía haberse incrementado y podría distinguir las manos de Oikawa entre un millón.

Miró de reojo a su alrededor y vio que los demás se habían sonrojado tanto o más que él la primera vez y bailaban la canción algo torpemente, como en el caso de Kindaichi y Kunimi —aunque este último aparentase su habitual indiferencia con un leve rojo en sus mejillas— y más bruscamente, como Yahaba y Kyoutani, que no paraban de mirarse como si fueran a matarse el uno al otro.

Había otros que directamente bailaban como fuera y como les diese la gana —leáse Makki y Mattsun—.

De repente se sintió cómodo. Porque no era el único con dos pies izquierdos, como estaba demostrando ser Kindaichi. Y porque se sentía preparado, como cuando iban a un partido tras mucho entrenamiento.

Sabía que podía hacerlo. Lo sentía en su sangre, en su cuerpo.

El problema radicaba en si sería capaz de sentirse así con otra persona aparte de Oikawa.

Do you hear that, love?

Se sobresaltó cuando escuchó el tarareo de Oikawa, aunque solo fue eso: un verso de una canción mientras bailaban.

Sintió su corazón golpear con fuerza su pecho.

Se preguntó si podría escuchar eso, estando tan cerca. Estaba seguro que incluso podría sentir el latido desenfrenado al estar tan juntos.

Solo esperaba estar equivocado.

«Do you hear that, love?»

Solo esperaba que no pudiese escuchar todo lo que su cuerpo estaba deseando decirle.

Cerró los ojos, repentinamente agotado de tanto pensar. Cómo cuando se sentía tan estresado que solo quería que llegase la noche para dormir y dejar de pensar en todo, olvidarse del mundo y sus problemas por unas hermosas horas.

Así se sentía, buscando un refugio de la realidad. Y su guarida era, en esos momentos, la calidez de su mejor amigo.

Esa calidez en la que viviría por siempre.

Se apoyó en el hombro de Oikawa como si fuera su particular almohada, y no pudo sentirse más cómodo. El castaño no se lo esperaba, dado el pequeño sobresalto que emitió, pero pronto se tranquilizó.

Se dejó llevar por él y por la canción apenas recordando los pasos y el lugar donde estaban. Se podría decir que estuvo casi dormido hasta que la canción terminó.

Cuando abrió los ojos, se fijó que Oikawa estaba igual o más adormilado que él y que los flashes de las cámaras no dejaban de iluminarle la cara.

¿Flashes?

—¡Seréis gilipollas! —les espetó a los de segundo año y a Makki y Mattsun, que tomaban fotos sin considerar su privacidad ni opinión.

El grito alertó a Oikawa, que salió de su sueño y miró alrededor para saber la razón por la que hacía tanto ruido. Se puso rojo como un tomate y, junto a Iwaizumi, se puso a perseguir a sus amigos para borrar las fotos de su móvil.

Los de primero agradecieron no haber imitado a sus senpais. Los demás de tercero trataban de calmar a Iwaizumi y salvarles la vida a sus compañeros.

Acabaron con los de segundo subidos al estante de la limpieza mientras Iwaizumi se lanzaba sobre Makki y Oikawa sobre Mattsun.

—Luego me las pasas —le murmuró el capitán a su amigo, que se rió sonoramente.

Iwaizumi le arrebató el móvil a Hanamaki mientras miraba mal a su mejor amigo.

—¡Idiota, debes borrarlas, no quedártelas!

—¿¡Cómo lo has...?!

—¡Porque te conozco!

Todos estallaron en carcajadas mientras Oikawa hacía un puchero e Iwaizumi amenazaba a Makki para que le diese la contraseña.


—No puedes ir en serio. Estoy agotado, Oikawa. ¿Sabes lo que significa eso?

Qué iba a saber lo que era. Oikawa era la persona más activa que había conocido, siempre de aquí para allá.

—¡Venga, Iwa-chan! Solo un rato.

Juntó sus manos a modo de plegaria delante de su cara. Iwaizumi suspiró. ¿De qué valía negarse cuando sabía perfectamente que acabaría cediendo?

—¿Por qué demonios quieres jugar vóleibol ahora?

—¡Ya tengo la pelota! Juguemos un rato.

Suspiró y se encaminaron al parque más cercano, con un Oikawa extrañamente callado, tanto que Iwaizumi comenzaba a preocuparse.

Pese a la noche, había gente jugando al fútbol en una cancha algo lejana, de manera que se oían sus gritos mientras ambos jugaban en el césped a pasarse la pelota.

—A ver, suéltalo.

—¿Qué?

—Te estás muriendo por decir algo —le pasó el balón algo más alto—. ¿Qué es?

Oikawa tomó el balón entre sus manos en vez de devolverlo, y lo giró entre sus palmas con cierto nerviosismo.

—¿Ya tienes pareja para el baile? —pareció decidirse y lo volvió a poner en el aire.

—No, ¿no se puede ir solo o qué? —rodó los ojos—. ¿Y tú? ¿Te has decidido? ¿Vas a llevar a la chica de la limpieza en plan Cenicienta o qué?

—Ya te he dicho que no es mi tipo —Iwaizumi tuvo que moverse un par de metros atrás para recibir el balón—. Y la verdad, no me vas a creer pero no tengo pareja para el baile.

Iwaizumi quedó tan sorprendido que ejerció muy poca fuerza en devolver el balón y este acabó cayendo a escasos metros suyos.

—¿Y eso? —se agachó para recoger la pelota—. ¿El casanova de Oikawa Tooru sin pareja en el baile? ¿Qué es eso? ¿Un chiste?

Cuando alzó la mirada, vio a Oikawa sonriendo algo nervioso. Había puesto una mano detrás del cuello, eso solo lo hacía cuando estaba nervioso.

—En realidad...

—¿Te pasa algo? —se acercó a él con preocupación—. ¿Te duele algo? Quizá tu rodilla...

—No, no, estoy bien —le tranquilizó—. Solo... quería preguntarte algo.

—Pues suéltalo —le puso el balón en el pecho.

—¿Tú...? Oh, Dios, ¿por qué es tan difícil? —se sacudió el cabello con una mano.

—Idiota, ¿qué demonios te pasa? —frunció el ceño—. Tranquilo, si has matado a alguien, te ayudaré a esconder el cuerpo.

La risita que Oikawa echó hizo que Iwaizumi se preocupase.

—Oye, era coña, ¿en serio has...?

—¡No! —negó rápidamente—. ¡Iwa-chan, parece que no me conoces!

—¿Entonces?

—Solo me preguntaba si... bueno, ya que no tienes pareja...

Iwaizumi enarcó las cejas mientras le miraba impaciente.

—¿Sí?

—¡Pues que podríamos ir juntos, que no lo captas!

Iwaizumi se sorprendió y Oikawa le cogió el balón, ocultando su cara en la goma para esconder su vergüenza.

Si a Iwaizumi le hubiesen dicho que Oikawa se avergonzaba por pedir a alguien ir a un baile, se hubiese descojonado. Pero lo estaba viendo con sus ojos, y no era ninguna broma.

—¿Quieres que...?

—Bueno, como veo que no vas a ir con nadie, como tu mejor amigo me preocupo y...

Iwaizumi vio como presionaba el balón contra sus dedos, aún escondiendo el rostro tras él.

Oikawa no era tonto, y lo sabía. Sabía que todo lo que decía acerca de que las chicas no se acercaban a Iwaizumi era mentira, porque el moreno no tendría su carisma, pero las mujeres tenían ojos en la cara para fijarse en el atractivo de Iwaizumi pese a que Oikawa revolotease todo el rato a su alrededor con el mero objetivo de desviar la atención.

Y un par de chicas ya se habían atrevido a pedirle a Iwaizumi que las acompañase, siendo rechazadas por este porque «no eran su tipo», como les decía a sus amigos.

En su interior, Iwaizumi sabía que ninguna supermodelo de catálogo sería su tipo.

—Está bien.

Oikawa le miró por detrás del azul y amarillo del balón.

—¿Está...?

—Iré contigo, idiota. No me hagas repetirlo.

El brillo que iluminó los ojos del castaño le hizo temer que pegase un grito o un salto y que tuviera que gritarle él también lo idiota que era, alertando a los corredores del parque y a los que jugaban a lo lejos fútbol.

Eso sería lo que hubiera pasado en una situación normal desde el momento en el que Oikawa dejó caer el balón en el césped.

Pero no pasó.

En el instante en el que la pelota rebotaba contra el suelo, y haciendo alarde de una rapidez que incluso la luz envidiaría, Oikawa le tomó de la chaqueta azul marino y juntó sus labios, más tembloroso de lo que el castaño hubiese deseado.

Iwaizumi quedó tan sorprendido que no supo hacer nada más que abrir los ojos como platos y sentir que a su corazón le habían agregado una dosis de acelerante. Después de los segundos de asimilación, intentó devolverle torpemente el beso.

Se separaron cuando el aire les faltó, sin dejar de mirarse el uno al otro como si se acabaran de conocer. Y de cierta manera, era así.

Después de todo, los mejores amigos no se besan todos los días.

No sabían que decirse el uno al otro, demasiado nerviosos y sorprendidos por el torbellino de sentimientos. Y al final, ¿qué podrían decirse que no se hubiesen dicho ya en ese beso?

Se siguieron mirando como si fueran dos desconocidos tratando de acercarse, Oikawa aprovechando que el balón estaba en el suelo para distraerse recogiéndolo. Unas pequeñas sonrisas aparecieron en sus rostros y luego escucharon unas risas cerca.

Miraron hacia atrás, donde tres chicas se reían de algo. Ni siquiera les estaban mirando, pero parecía que se reían de ellos. De lo absurdo que estaba siendo todo eso.

De repente, Iwaizumi sintió culpa. Porque Oikawa era perfecto, era todo lo que el mundo quisiera ser, y pensar que...

En fin, estaba más que claro que Iwaizumi no era el más indicado para él. Quizá estaba confundido, porque la graduación estaba cerca, porque iban a iniciar un rumbo nuevo cada uno por su cuenta.

Porque no estaban seguros de nada y lo único constante en su vida siempre había sido el otro.

—Iwa-chan, yo...

—Nos vemos mañana.

Y huyó, porque no sabía si se iba a disculpar o le iba a decir lo que quería oír.

Huyó porque no sabía si podría soportar escucharle decir «perdón».


¿Tenía que ir?

Eso era lo que se planteaba cuando se despertó, tras las pesadillas que le acosaban y que tenían como protagonistas un par de ojos castaños y unos labios con sabor a chocolate y limón.

¿Tenía que ir necesariamente? Podría fingir un dolor de cabeza. Un dolor de brazo. Un dolor de rodilla. Algo.

Podría decir que estaba enfermo de amor y que no podía ver al causante de ese virus.

Pero tenía que ir. Porque le gustase o no, era su graduación. Inevitablemente, tendría que ver a Oikawa. Inevitablemente, porque si no iba, tendría a Oikawa en su habitación preguntándole por qué no había ido.

Y eso sin duda sería mil veces peor.

Se levantó con muy mala gana y se puso el uniforme del instituto. La última vez que se lo pondría. Ni siquiera sabía si tenía que ponerse eso u otra cosa, dando de cuenta que era el último día y había un baile al que todos irían con sus mejores trajes.

Un baile al que también tendría que asistir, se dijo abotonándose la camisa azul.

Con Oikawa.

Porque había dicho que iría con él antes de... bueno, antes de eso.

Se puso la chaqueta sin saber muy bien por qué, porque podría ir perfectamente sin ella teniendo en cuenta el sol radiante que hacía.

Pero era una costumbre. Como también lo era no ponerse el jersey crema que se suponía que debía ir sobre la camisa. Como también lo era ponerse mal y medio desajustada la corbata roja.

Como también lo era pasar por la casa de Oikawa cada mañana para ir a clase juntos.

Pero no sabía si cumplir esa última costumbre. Porque, ¿qué le diría? ¿Buenos días? ¿Como si nada hubiera pasado? ¿Como si no le hubiese encantado el beso y muriese por otro?

No. No podía hacerlo. No podía disimular. Porque en cuanto lo viera, le besaría, le cogería y no lo soltaría por nada del mundo.

Pero aún así, sus pies fueron directos a la casa de su mejor amigo. A los pocos metros, le temblaban las piernas como gelatinas y el latido de su corazón se escuchaba a kilómetros de distancia.

Si seguía tan nervioso, acabaría dándole un ataque.

—¡Iwa-chan!

Por una vez en su vida, Oikawa estaba en la puerta sin que Iwaizumi tuviera que gritarle que se diera prisa.

Parecía radiante, aunque no se había puesto el uniforme. Bueno, se había puesto la camisa, seguramente indeciso de si debía llevarlo o no. Pero en vez de los pantalones a cuadros, se había puesto unos vaqueros y la chaqueta la había cambiado por una suya de color azul oscuro.

La sonrisa de Oikawa logró sonrojarle y frustrarle. ¿Cómo podía estar tan alegre cuando él no sabía dónde meterse?

—Hola —metió las manos en los bolsillos, y Oikawa se puso a su lado tan feliz como un niño de cinco años al que le dan un dulce.

Empezaron a andar en un silencio algo incómodo, con Oikawa intentando decir algo que luego se callaba e Iwaizumi sin saber qué hacer. Pronto llegarían a la esquina donde se solían encontrar con Makki y Mattsun, y definitivamente se haría más incómodo con ambos lanzándoles sus típicas burlas.

Así, Iwaizumi decidió que tenían que solucionar eso ya y arrastró a Oikawa al callejón más cercano que había.

—Oikawa, escúchame, yo...

Pero Oikawa se le adelantó.

—¡Yo te quiero, Iwa-chan! ¡De verdad!

La sincera declaración y el brillo marrón de sus ojos hizo que a Iwaizumi se le borrasen las palabras que planeaba decir.

Solo le agarró la chaqueta y le atrajo hacia él con la poca delicadeza que siempre le había caracterizado.

Quizá no fuera el más indicado para Oikawa. Quizá fuera una mala idea iniciar una relación en el momento en el que se van a separar.

Pero quizá eso no importase tanto al final.


El baile no les había podido quedar mejor a las organizadoras de tercero.

Aprovechando el buen tiempo, habían puesto mesas fuera del gimnasio con comidas típicas de varios países, aprovechando la internacionalización del club de cocina. Habían organizado con el club de dibujo unos hermosos carteles y junto al de costura habían diseñado las cortinas que adornaban la entrada con los colores blanco y turquesa de su instituto y el símbolo de la bandera de Miyagi en medio.

Se las habían ingeniado también para hacer una especie de barra de bar —sin alcohol— en el interior del gimnasio, y el tópico de «elegir al rey y la reina del baile» se hacía en una especie de urna en una de las esquinas del gimnasio, en la que se podía votar por alumno a quien se quisiera, hasta la medianoche.

Todos, incluso los del equipo de voleibol, lucían sus mejores trajes —bueno, Kyoutani se había puesto un estilo más bien rapero—. Makki y Mattsun parecían haberse puesto de acuerdo para ir con traje y sombrero de copa a conjunto, provocando la risa de más de uno.

Iwaizumi se sintió algo fuera de lugar al ir con el uniforme, pero observó que no era el único que había caído en eso, pues más alumnos lo llevaban puesto.

Las chicas eran las que mejor relucían, con vestidos de noche de variados estilos y colores. Por ejemplo, la DJ que controlaba la música estaba radiante con un vestido de color arcoiris. Pronto descubrieron que se debía a que había gente neandertal que pretendía impedir el pase de parejas del mismo sexo a la fiesta, y la DJ se había negado a poner la música —y el equipo— si eso se imponía y no podía asistir con su novia.

—¿En serio existe esa gente en pleno siglo veintiuno? —alucinó Makki al enterarse.

—Menuda peña —rodó los ojos Kyoutani.

—No me puedo creer que siga existiendo gente que piense esas cosas —suspiró Yahaba.

Iwaizumi tampoco podía creerse lo intolerante de las personas, y Oikawa menos. Este estaba por ir a felicitar a esa chica por su valentía, cuando escuchó otros comentarios aún más alucinantes.

—No me puedo creer que sea una tía la que esté pinchando.

—¿Las tías saben siquiera de música?

—Se nota que no, con la mierda que está poniendo.

Eran tres chicos de su altura, algo más bajos tal vez, y quizá del equipo de baloncesto —del de vóleibol, definitivamente, no—, que miraban a la chica y su novia con recelo y malos comentarios.

Por Dios, ¿se podía ser más cavernícola que esos tres?

—Si tenéis problemas con ella, deberíais decírselo a la cara —interrumpió en la conversación, si es que se le podía decir así. Los tres le miraron, y se cruzó de brazos—. Claro, si es que tenéis cojones de hacerlo.

Iwaizumi miró a lo lejos a Oikawa meterse con aquellos tres que no parecían tener buenas intenciones, pero no sabía si meterse o dejarle ser. Después de todo, sabía que Oikawa se defendía perfectamente él solo.

Decidió acercarse por si llegaban a los golpes y debía ayudar a su... ¿pareja?

Se sonrojó. Sonaba algo raro, pero sí. Eso eran, ¿no? Los amigos no se besaban, después de todo.

—¿Quién te crees que eres? —le espetó uno de los tres.

Iwaizumi casi se sintió orgulloso de la sonrisa maliciosa que cruzó el rostro de Oikawa.

—Soy...

—Es un tío que sabe respetar, deberíais estar agradecidos de tenerle en vuestra especie —intervino la chica por la cual había empezado todo eso, seguramente sabiendo lo que ocurría—. Y si no os gusta que una tía sea la DJ, tenéis por ahí la puerta, muchas gracias.

Señaló la salida, y los tres la miraron con rabia.

—Tienes suerte de tener a este tío de tu lado, que si no, no fueras tan chula.

—Oye, yo si quieres me voy —Oikawa levantó las manos—. Estoy seguro de que sabe defenderse. La verdad, me suena de haberla visto cerca de donde se celebran los campeonatos de aikido.

Entonces Iwaizumi decidió intervenir, porque le estaba gustando por dónde iba la cosa.

—No eres el único, Oikawa —el castaño le miró con sorpresa—. A mí también me suena.

—¿Aikido...? —se miraron entre sí, y la muchacha sonrió. Entonces, apareció otra chica, que Iwaizumi y Oikawa reconocieron como su pareja.

—Sí, aquí donde la veis, ha ido tres veces a las nacionales de aikido —sonrió la recién llegada—. Yo que vosotros, no me metería con ella... Porque si os metéis con ella, os metéis también con la campeona de la prefectura de boxeo. O sea, yo.

La rodeó con un brazo, y los tres salieron del lugar con la cola entre las piernas. Los cuatro se rieron de ellos, y las chicas les agradecieron su apoyo.

—En serio, no sé cómo se puede ser tan anticuado —bufó la DJ—. Pero reconozco que sois como los primeros tíos que veo que saben respetar a las mujeres.

—Bueno, yo tampoco me atrevería a enfrentarme a una chica que ha ido tres veces a las nacionales de aikido —rió Oikawa—. Ni a una campeona en boxeo, obviamente.

—En realidad fueron cuatro, pero son detalles —agitó una mano en el aire—. Como agradecimiento, os pongo la canción que queráis.

El castaño miró a su pareja con ojos de perrito abandonado.

—Yo estaré bien con la que él elija —suspiró Iwaizumi con una sonrisa.

Oikawa esbozó su sonrisa más alegre cuando se lo dijo, y a Iwaizumi no le hizo falta ser adivino para saber cuál sería.

La DJ sonrió y asintió. Su novia parecía ser la que controlaba las luces, así que de repente todo cambió a un color rosáceo y la melodía que habían estado ensayando toda esa semana empezó a sonar.

Entonces, todos se pusieron a bailar.

—Do you hear that, love? They're playing our song —empezó a cantar Oikawa en un susurro junto a su oído.

Iwaizumi rió levemente y le siguió el juego.

Do you think we're ready? Oh, I'm really feeling it.

Oikawa no pareció sorprenderse de que supiera la letra, pero si lo hizo lo disimuló muy bien. Dieron una vuelta mientras cantaba:

Do you hear that, love?

—Do you hear that, love...?

Ambos se sonrieron el uno al otro mientras bailaban, como aquella vez en la que Makki les grabó a traición sin que se dieran cuenta, o cuando les estuvieron tomando fotos.

Porque, simplemente, el mundo desaparecía en los ojos del otro.

«Cause lovers dance when they're feeling in love
Spotlight's shining, it's all about us
It's all...»

Al final, la canción no estaba tan equivocada. Estaban enamorados, y estaban bailando juntos sin importarles lo demás. Ni el futuro ni el pasado, solo el presente. Con todos los demás bailando también a su alrededor, lentamente, como si el mundo hubiese puesto un filtro de cámara lenta.

De reojo, Iwaizumi vio a Makki y Mattsun compartir sonrisas cómplices y estar más cerca de lo normalmente permitido para los amigos. También podía escuchar los gruñidos de Kyoutani siendo contenidos de una manera especial por Yahaba, y por su lado pasaron Kunimi y Kindaichi, directos hacia la barra cogidos de la mano.

«And every heart in the room will melt
This is a feeling that I've never felt but
It's all about us»

—¿Eres consciente de que llevamos toda la semana ensayando y te sigo pisando?

Eso fue lo que le susurró mientras bailaban, tras el primer pisotón de la noche de Iwaizumi, del cual Oikawa no se quejó.

—Dije que te defenderías, no que lo harías perfecto.

—Dijiste que si no salía siendo una máquina para el baile, te cambiarías el nombre.

—¿Quieres que lo haga? —rió mientras daban una nueva vuelta—. Bueno, puedo admitir que Iwaizumi Tooru suena bastante bien...

—Eres idiota —escondió su cara en el hombro de Oikawa mientras le daba un nuevo pisotón.

—Ese ha sido a posta y lo sabes, Iwa-chan.

—Cállate, idiota —le dio un leve cabezazo con una sonrisa que no podía expresar mejor el amor que sentía por él.

«Cause lovers dance when they're feeling in love
Spotlight's shining it's all about us
It's oh oh all... Hey hey hey...»

This is a feeling that I've never felt but... —canturreó Oikawa una de las estrofas finales, tan feliz como solo él podía ser y tan radiante como las estrellas que tanto le gustaban—. It's all...

Iwaizumi sonrió y se le unió en el verso final.

—All about us.

La canción terminó con un beso que no haría más que marcar un comienzo.

El comienzo de un amor.


Glosario

¹ Ballroom e Youkoso es un anime basado en bailes de salón.

² Quick Step es un tipo de baile de salón basado en la rapidez de los pasos y bastante difícil XD.

³ Shūshigō es "máster" en japonés.

⁴ Eroski, para quien no lo sepa, es un supermercado que ya dejó de existir.


En cuanto a la referencia de Cifuentes, si no la habéis entendido, es que una tía que era presidenta de la Comunidad de Madrid (donde vivo yo, olé) supuestamente sacó un máster y robó cremas del Eroski. Acabó dimitiendo EL MISMO DÍA EN EL QUE YO HABÍA ESCRITO QUE AÚN NO DIMITÍA.

Cifuentes contra mi historia XD.

Bueno, si habéis llegado... Joder os admiro, os habéis comido 10600 palabras.

Este sería el primero de mí playlist. Es una canción hermosa y Necesitaba hacer algo así.

¿Review?