HARRY POTTER Y EL REGRESO DE MYRDDIN
(Segunda parte de Harry Potter y La Unión de Las Cuatro Sangres)
1. Comienzo de vacaciones
Harry estaba cansado, había sido un día muy duro. Sentado en el porche de la casa de verano, donde ahora estaba, le gustaba pasar el tiempo hasta la hora de la cena. Era una casa pequeña pero muy bonita, estaba cerca de un acantilado con unas magnificas vistas al mar. En el precipicio había unas escaleras de madera que daban acceso a una playa de arena blanca y fina, donde las olas del mar rompían suavemente.
La vida en España era muy diferente que en Inglaterra, los horarios eran totalmente distintos, la gente no se levantaba tan temprano, desayunaban suave, comían fuerte y cenaban lo normal, todo eso a horas que no tenían que ver con su vida cotidiana. Le costaba acostumbrarse a ello pero tenía sus ventajas, los tres días que llevaba allí se lo había pasado muy bien.
Llegaron a España el uno de julio, a Madrid. No habían podido ver mucho de la capital, así que Emy les había prometido que lo visitarían a la vuelta. Aquella noche durmieron en un hotel cerca del aeropuerto, habían llegado como cualquier turista normal, en avión. ¡Eso sí que había sido una experiencia! Sus vuelos solamente habían sido en una escoba y ni que decir tiene que eran totalmente diferentes a coger un avión.
Harry no era un muchacho normal y corriente a punto de cumplir dieciséis años, era un mago y de los buenos. Su vida estaba marcada por el asesinato de sus padres a manos de su peor enemigo. Un mago malvado que había sembrado el terror en el mundo mágico.
Harry se había criado con sus tíos, los Dursley y con su primo Dudley, y no podía decirse que había pasado una infancia feliz. Siempre reprimido por ellos, amenazado por su enorme primo y usado de chico doméstico para realizar diversas tareas de la casa. Sus tíos no le habían dado mucho cariño sino, más bien, todo lo contrario y no había sido porque él fuese un mal niño, al revés, contra mejor quería portarse él más le machacaban ellos, simplemente no soportaban "su rareza". En el colegio de primaria no había sido un buen estudiante, su motivación no era mucha, y los chavales de su curso se metían con él por que se le veía demasiado flaco y débil, así que siempre era una presa fácil. Vivió, hasta el día en que cumplió los once años, pensando que era un cero a la izquierda, que sus padres habían fallecido en un accidente de tráfico y que él había salido ileso sólo con una pequeña marca en la frente en forma de cicatriz.
Todo cambió a sus once años, supo la verdad de su familia, de él y de Voldemort, su peor enemigo, también ingresó en el colegio Hogwarts de Magia y Hechicería donde conoció a sus mejores amigos, Ron y Hermione. Ellos formaban parte de los alumnos de la casa de Gryffindor, donde los chicos y chicas de su misma edad se llevaban estupendamente. Harry se sentía afortunado por haber encontrado a sus amigos y a sus compañeros, sabía que podía contar con ellos y viceversa. También se enteró de que él, siendo un niño, había sobrevivido al mismo ataque que mató a sus padres y que el disparó que iba destinado a él, había rebotado matando, supuestamente, a su asesino. Por eso él era un chico famoso dentro del mundo mágico, asunto que no le hacía mucha gracia, él hubiese preferido miles de veces tener a sus padres y no ser popular.
Lord Voldemort, así se hacía llamar el mago más tenebroso de todos los tiempos, ya que en realidad se llamaba Tom Sorvolo Ryddle, tenía muchos seguidores y ahora enemigos mortales de Harry, había resurgido de nuevo sembrando el caos entre la comunidad mágica. Uno de sus objetivos principales era eliminarle de la faz de la tierra y había tenido hasta el momento siete oportunidades fallidas, eso hacía que lo deseara aún más. Harry pensaba que en todas ellas el factor suerte le había favorecido lo suficiente como para salir vivo de ellas. Desde el último ataque, hacía sólo tres semanas, estaba convencido que no recurriría a la suerte la próxima vez que se encontraran, había probado ya su valía y si fuese necesario se enfrentaría cara a cara con él, ese era su destino.
Harry oyó ruido en la cocina, Emy y Sirius debían de estar jugando a alguna batalla con las cazuelas mientras hacían la cena. Él sonrió al oírlos ¡Qué diferente era aquel comienzo de verano de cualquier otro!
Después de saber que era mago e ingresar interno en su nuevo colegio, los veranos los seguía pasando con los Dursley y, por comparación, se le hacían aún más insufribles que cuando vivía con ellos. Sin embargo, el año pasado, después de cumplir los quince años, apareció su otra tía, hermana de su madre y de su padre, reclamando su custodia. Harry se había ido con ella sin mirar atrás y, sin duda alguna, era lo mejor que había hecho en toda su vida.
Ella era lo más parecido a una madre que él había conocido; su amor incondicional, su protección desmesurada, su interés por todo lo referente a él. Ni en sus mejores sueños hubiese podido encontrar a alguien como ella. Luego estaba Sirius, su padrino; él se había fugado de la prisión de máxima seguridad para atrapar al que les había traicionado, a él y a sus mejores amigos, James y Lily Potter. Hasta hacía poco, había logrado evadirse de la justicia pasando calamidades y siempre de allí para acá. Al final todo se logró solucionar al dar caza a Colagusano y presentarlo ante la justicia. Les habían dado Verisaterum a los dos y así todo el mundo consiguió saber quién era el verdadero culpable del crimen que se le imputaba a Sirius.
Emy y él se amaban desde siempre pero habían estado separados toda la vida por circunstancias ajenas a ellos. Ahora, por fin, estaban juntos pero una maldición antigua les impedía tocarse, eso nunca les había echado para atrás en su relación y estaban prometidos a punto de casarse, de hecho ya lo estarían si no fuese por el último ataque.
Harry se sentía continuamente contrariado, por un lado se divertía con Emy y Sirius, que hacían siempre bromas e intentaban levantarle el ánimo con toda clase de actividades, pero por otro lado no podía impedir recordar el ataque y lo que le había repercutido a él, Ginny había desaparecido. Desde que ella no estaba se encontraba perdido, sin apenas ánimo, le costaba realizar cualquier tarea y si no llega a ser por sus dos tutores, hubiese permanecido todo el día en la cama, sumergido en sus pensamientos y totalmente abatido.
Cada día que pasaba la echaba más de menos y se daba cuenta de cuanto la quería. Extrañaba su dulce rostro siempre con una sonrisa amable; sus pecas perfectamente situadas en su cara; su grandes y hermosos ojos, que le revolvían el estómago al mirarle; su pelo encendido como el fuego, tan suave y sedoso, ansiaba tenerlo otra vez entre sus dedos acariciándolo; su boca, la que casi le había enloquecido tan solo con dos besos; su olor suave, floral y fresco como el rocío; extrañaba su pequeño cuerpo de bailarina, que parecía tan frágil y a la vez siempre en pie, como el bambú, que por mucho que le azote el viento, permanece indestructible, balanceándose y acomodándose a las circunstancias. Así era Ginny, su Gin, capaz de derretir a un hombre con una sonrisa pero firme y valiente como un guerrero.
- Harry, la cena ya está lista
Él salió de sus pensamientos, se levantó de la mecedora de mimbre y fue hacia la cocina. Allí estaban los dos riéndose de cualquier cosa y felices por estar lejos de las preocupaciones. Ambos estaban sucios de harina pero Sirius aún lo estaba más, su pelo estaba blanco y su ropa muy manchada, se notaba que era él quien había perdido la batalla.
- No sabía que teníamos al abuelo para cenar – Bromeó Harry
- Muy listo, sí, sí, enfréntate tú a ella a ver si sales mejor parado
- Es un picón, no le hagas caso – Se reía Emy
- Y tú una abusona
Los tres cenaron entre risas y luego fueron al salón para ver una película de vídeo, la habían elegido entre Sirius y Harry. El argumento era de unos policías que luchan contra la mafia chica y se pasan la película dándose patadas y pegando tiros. A mitad de la peli, Emy se levantó, ya cansada de tanta patochada, según ella, poco realista, y se despidió para irse a la cama, estaba rendida de todo el día.
- Creo que en ciertos temas, sois vosotros los abusones – Se quejó por el largometraje – Mañana te despertaré un poco antes, a eso de la diez y media, así que no vayas tarde a la cama ¿Vale? – Dijo a Harry mientras le revolvía como siempre el pelo y luego le daba un beso en la frente
- Vale
- Hasta mañana
- Hasta mañana
Los dos hombres se quedaron a ver terminar la película, que duró hasta la una de la madrugada. Cuando se levantaron y apagaron la tele y la luz del salón, ambos se fijaron en la casa de enfrente. Estaba a unos doscientos metros, andando en línea recta, por un sendero al borde del acantilado. Harry se había fijado el día anterior que ninguna carretera llegaba a ella, tampoco ningún camino peatonal, es como si la casa no admitiera visitas, solo aquel estrecho sendero justo al borde del acantilado. Pensó que sería como una prueba de valentía llegar hasta allí, ya que en ciertos tramos parecía perderse en el precipicio. Ahora alumbraba una luz en el piso superior, pero era una extraña luz, parpadeaba como si fuese el reflejo de una bombilla en una piscina llena de agua y movida por el viento. En las ventanas se reflejaban las cortinas movidas por un fuerte viento, el cual no hacía esa noche, sino todo lo contrario, ni una brizna de aire corría alrededor de su casa.
Ambos salieron al porche para ver mejor aquel extraño fenómeno, sin duda alguna Harry estaba más sorprendido que Sirius, que miraba simplemente con curiosidad pero sin hacerse ninguna pregunta. Cuando Harry abrió la boca para hacer un comentario, vieron una figura moverse dentro de la habitación y luego todo volvió a estar a oscuras. Ninguna luz brillaba allí, las dos casas estaban separadas del pueblo y la más próxima a ellas se hallaba a quince minutos andando en dirección a éste. Así que allí ya no hubo más luz que la reflejada por la luna llena que alumbraba, serena, las casas, el acantilado, la playa y el mar.
- Pensé que la casa estaba abandonada, eso es lo que me dijo Emy al llegar
- Y lo está
- ¿Entonces qué es lo que acabamos de ver? ¿De quién es esa casa? Quizás hayan vuelto hoy – Harry hablaba con impaciencia
- ¿Tu tía no te ha dicho a quién pertenece la casa? – Preguntó como respuesta a su ahijado
- No, sólo me dijo que llevaba mucho tiempo abandonada
- Entonces pregúntale a ella
- ¡Sirius!
- No, en serio, pregúntale a ella, tendrá sus motivos para no habértelo dicho
- ¿Es qué la abuela tenía algún vecino misterioso?
- No entiendo tu pregunta
- Bueno si ahora estamos en casa de la abuela y esa casa está pegando a la nuestra, Emy tiene que saber quiénes eran los vecinos y a qué se dedicaban ¿no?
- Será mejor que me acueste y tú también. Entremos, comienza a hacer frío – Sirius evadió por completo aquel comentario y no estaba dispuesto a aclararle nada más hasta que no hablara con su prometida
Harry comprendió que no iba a sacar nada más de él, así que le obedeció y se marchó a su cuarto. No se había traído sus cosas a España, las había dejado en su magnifica habitación del apartamento de Emy y Sirius en Hogwarts. Sin embargo, en los días que llevaban allí habían conseguido adecuar la casa bastante mejor de lo que estaba cuando llegaron y su habitación había quedado muy bien. No era gran cosa pero era muy acogedora, mucho mejor que la que tenía en Prive Drive cuando vivía con los Dursley. Encendió la luz de la mesita para buscar el pijama que su tía había dejado perfectamente doblado al pie de la cama. Se lo puso pensando en lo que acababa de ver, dejó las gafas en la mesita, se metió en la cama y apagó la luz. Casi al instante le pudo el sueño, a pesar de que él hubiese preferido pensar un poco pero sus ojos se cerraban sin poder controlarlos, se quedó profundamente dormido.
Un sueño se apoderó de él. Estaba al pie de un acantilado donde las olas rompían con violencia, la tarde moría en el horizonte y unas nubes amenazaban tormenta en alta mar. El viento soplaba con ímpetu, le agitaba el pelo en todas las direcciones, tenía que hacer fuerza con su cuerpo para agarrarse fuerte al suelo con sus piernas, sentía que desafiaba a la mismísima naturaleza; el viento quería derribarle y las olas del mar queriéndole alcanzar. Un ruido, parecido a un disparo, le distrajo de sus pensamientos y se volvió para mirar hacia atrás. Estaba en el jardín de una gran casa de dos pisos, recubierta en piedra y con grandes ventanales, se la veía abandonada tanto a ella como al jardín, que estaba lleno de malas hierbas acampando a sus anchas por todos lados. Arriba, en el segundo piso, una luz emanaba intermitente por las ventanas. Harry se fijó que sus reflejos pasaban de ser blancos a azules y a verdes. El viento soplaba aún con más rabia empujándolo hacia dentro de la casa. Una puerta botaba una y otra vez con saña contra el marco, el ruido que hacía parecían disparos. Sintió unos enormes deseos de que aquel sonido parara, resonaba en su cabeza como gritos de suplica. Avanzó lentamente hacia ella, como si ahora el viento le hiciese resistencia. Cuando estaba a diez pasos y el sudor inundaba su cara, una figura de una chica joven, de su edad, apareció tras los cristales rotos de la puerta. Su presencia, entre sombras, no dejaba ver bien su cara pero ambos se miraron un segundo y luego ella cerró la puerta. El viento se paró, la luz cesó y ella desapareció con un grito horrendo que inundó los oídos de Harry hasta hacerle caer de rodillas.
- Harry, Harry, cariño, sólo es un sueño – Emy abrazaba a su sobrino que se había despertado chillando, temblando y sudoroso – No es nada, yo estoy aquí contigo
- Emy, aquella chica gritaba, gritaba... Era horrible
- Ya está, no ha sido más que una pesadilla – Le decía mientras le acariciaba el pelo – Es hora de levantarse, date una buena ducha, ya verás, te quedarás como nuevo
- Gracias – le contestó Harry separándose de ella
Emy salió del cuarto sonriéndole. Harry se levantó despacio, la cabeza le daba vueltas y la cicatriz le ardía levemente. Cogió ropa limpia y se fue al baño. Estuvo un buen rato bajo la ducha, era cierto, le hacía sentirse mejor. Una vez limpio y aseado fue hacia la cocina, allí estaba Sirius con preocupación en su rostro.
- ¿Estás bien?
- Sí, mucho mejor
- Me alegro, desayuna, creo que hoy te espera un día duro
- ¿Por qué?
- Ya te lo explicará tu tía
- Buenos días ¿Estás mejor? – Emy entraba en la cocina cargada con una bolsa de deporte
- Sí
- Bien, me alegro, hoy comenzaremos tu entrenamiento
- ¿Mi entrenamiento?
- Sí, el cuerpo y el espíritu se fortalecen con ejercicio y hoy lo vamos a hacer
- ¡AH! – Dijo estupefacto Harry
- Bajaremos los tres a la playa y allí correremos un rato, luego nadaremos y daremos una vuelta en bicicleta por el pueblo – Emy echó un vistazo a la ropa de Harry – Vas a tener que ponerte ropa deportiva
- Emy, no sé si Sirius te ha dicho lo que vimos anoche pero...
- Hablaremos de eso más tarde
- Pero...
- Más tarde – Dijo ella saliendo de la cocina
- ¿Te piensas que tu tozudez no viene de familia? – Comentó Sirius sarcásticamente
- Me parece que vas a tener razón
Una vez que Harry se hubo cambiado, los tres bajaron las escaleras de madera del acantilado hasta la playa. Tenía unos dos kilómetros de largo, la marea estaba en bajamar y dejaba un buen trozo de arena mojada en la orilla. Dejaron las bolsas en medio de la playa y comenzaron a correr. Emy le dijo que empezarían esa semana con tres vueltas a la playa, con ritmo suave, y que, a medida que fuesen cogiendo fondo, aumentarían el ritmo y la distancia. A la tercera vuelta, Harry estaba hecho polvo. A pesar de que Emy le había indicado que la respiración acompasada era fundamental en una carrera, él se ahogaba y le dolía tanto el costado que lo único que quería era tirarse en la arena. Emy impidió un descanso hasta que no se hubiese cumplido su objetivo. Tanto Sirius como Harry, cayeron molidos en la arena a descansar cuando terminaron de correr, se miraban entre ellos preguntándose cómo era que a Emy ni siquiera se la veía cansada.
- Creo que vamos a tener más trabajo de lo que yo pensaba – Exclamó ella al ver el estado tan lamentable que tenían sus dos hombres
- ¿Cómo es posible que estés tan fresca?
- Yo estoy bien entrenada y el año pasado no dejé de hacer ejercicio, corría por los terrenos al menos tres veces por semana y si no podía pues hacía mis ejercicios
- ¡Me dejas pasmado! ¿Cuándo era eso? – Exclamó Sirius anonadado
- Bueno ya está bien de tanto descanso, ahora nos toca dos vueltas nadando
- ¿QUÉ?
- No seáis quejicas, eso me pone enferma
Los dos se levantaron de mala gana y poco a poco se metieron en el agua. Decir que estaba fresca sería mentir, realmente estaba fría y les costaba meterse enteros.
- Venga, es hasta que el cuerpo se acostumbre
- ¿No hay algún hechizo que la caliente un poquito?
- ¿Estarás de broma? – Contestó Emy escandalizada por la idea – Ser unos hombres y tiraros ya de una vez, hoy os dejo nadar como queráis
No hubo más remedio que hacer lo que ella indicaba. Para cuando acabaron las dos vueltas, sus piernas y brazos no respondían a sus mandatos. Salieron del agua con la sensación de que pesaban por lo menos el doble. Emy envolvió a Harry en una toalla y le secaba mientras le sonreía orgullosa por el esfuerzo que había hecho.
- ¿Para mí no hay mimos? – Preguntó Sirius que apenas mantenía la toalla sobre sus hombros
- Sabes que no puedo
- Está bien
Se dirigieron a las escaleras, Harry se fijó que a la altura de la otra casa, en vez de haber unas escaleras bajaba un sendero. Les costó subir una a una las escaleras y cuando llegaron, las órdenes de Emy eran claras, una ducha y vestirse con vaqueros y polo para ir al pueblo en bicicleta.
- Pero si tenemos coche – Se quejó Harry
- Vamos a ir en bicicleta
- Pensé que mi entrenamiento iba a ser en magia negra, no para ir a las olimpiadas
- Para aprender magia se necesita un cuerpo y un espíritu fuerte y no repliques más que pareces una nena mal criada
Harry se fue hacia la ducha con el orgullo un poco herido. A la media hora ya estaban los tres listos para ir al pueblo en bici. A pesar de que las piernas no les hacían mucho caso por el cansancio, fue un fantástico paseo donde se rió mucho con las ocurrencias de Sirius comparando a su prometida con una especie de "superwoman" de cómic y las contestaciones de Emy al respecto.
Después de una hora de paseo en bici decidieron quedarse a comer en el pueblo, en un restaurante que en las noches de verano ofrecía actuaciones para turistas y lugareños, "Ángel´s Place". Parecía que Emy lo conocía de toda la vida por su decisión al entrar al local, nada más pasar por la puerta, Sirius y Harry ya no tenían duda sobre ello.
- ¡OH, DIOS MIO! – Gritó una camarera rechoncha con cara de muy buena persona – ÁNGEL, ÁNGEL, EMY HA VUELTO
