La esencia del fuego

Capitulo 1: Vida y muerte

Los personajes de avatar: La leyenda de Aang, pertenecen a Nickelodeon y a sus autores Michael Dante DiMartino y Bryan Konietzko. Sin embargo, cualquier personaje que desconozcan de esta historia, si es obra mía, disfrútenlo.

La ciudad capital, se hallaba sumida bajo la protección del manto de la noche; el viejo reloj construido hace bastante en el gobierno de Sozin, en el centro de la ciudad marcaban las 23:00 hrs, ese reloj era una muestra del avance de la nación del fuego, como pocos en su clase, siendo quizás único por sus características detalladas e ingeniería impresionante; las viejas farolas del alumbrado público se encontraban prendidas como siempre; la mayoría de la gente dormitaba ya en sus casas, a excepción claro de algunos soldados, encargados de resguardar el orden en la ciudad y la seguridad de sus habitantes; la ciudad se encontraba en completa calma.

Cosa contraria a lo que sucedía en el palacio real; una gran cantidad de pies se movían con agilidad por las habitaciones de la residencia noble, a pesar de la hora, una gran cantidad de sirvientes se encontraban despiertos, si no era por un ocupación en especial, era por el sentimiento de preocupación y ansiedad.

La princesa Zari se encontraba ya desde hace tiempo en cinta, todos el mundo esperaba con impaciencia esa noticia, ya que ante la inevitable situación de que el príncipe Iroh se convertiría en "Señor del fuego" algún día, uno supondría que el hijo mayor del "Señor del fuego Azulón", debería de asegurar el linaje de la corona.

Todos en el palacio recordaban aun cuando hace unos meses atrás, la princesa Zari anuncio a el príncipe Iroh, que seria padre; jamás en el castillo se le noto más feliz al joven príncipe Iroh, parecía un niño pequeño, preparando todo para la llegada de su primogénito. Junto a la princesa Zari, decidían donde estaría la habitación de su hijo; los juguetes que le comprarían, en muchas ocasiones los lacayos encontraban a la joven pareja de enamorados riendo divertidos, probando diversos juguetes en su habitación, tanto de niño como de niña; la felicidad parecía extenderse por todo el palacio, había incluso aquellas personas que jurarían que el "Señor del fuego Azulón", sonreía ante la idea de la llegada de un nieto, esa era una gran noticia, ya que desde la muerte de su difunta esposa Ilah, el "Señor del fuego Azulón", se mantenía distante con los demás miembros de la familia.

Incluso se decía que el general Iroh pospuso a propósito todos los embates militares por una temporada, solo para estar cerca de su bella esposa y de su hijo; muchos reían ante la idea, de que el príncipe Iroh estuviera tan alegre con esa tan esperada noticia, que en los últimos meses, las bromas consecuentes realizadas a su serio hermano Ozai, habían disminuido considerablemente.

El príncipe Ozai, quizás era el miembro menos querido de la familia real por parte de los sirvientes, pero aun así le respetaban y admiraban; todo el mundo sabía que su mente a diferencia de la de su hermano, funcionaba bajo estrictos estándares teóricos, a diferencia del príncipe Iroh, el cual funcionaba bajo estándares prácticos. El quería demasiado a su padre, siempre se esmeraba en las juntas militares para impresionarle, pero según decían las malas lenguas, nunca había logrado superar una idea de Iroh, tan pronto este la comentara. Quizás el único en el palacio que no mostraba ningún sentimiento de alegría por la noticia del esperado niño, era el príncipe Ozai, aunque de eso, solo se podían oír rumores vagos y cortos, entre los plebeyos del reino.

Sonoros pasos se escucharon en una de las habitaciones del palacio con dirección a la sala de visitas, los sirvientes que encontraban aquella figura hacían una leve reverencia para después proseguir sus ocupaciones, fue así como un hombre joven y de delgada complexión, abrió las puertas de la estancia de visitas, en ella, encontró sentado a un hombre de apariencia preocupada y pensativa.

-. Te he traído un té, hermano-. Dijo el hombre que arribo a la sala, de aspecto serio, con brillante mirar ámbar y fino rostro, a la persona que se encontraba sentada.

El sujeto levemente levanto la vista con mirada preocupada; el hombre sentado, de complexión un poco más robusta que el otro, de menor estatura pero con la misma mirada dorada le contesto -. Te lo agradezco Ozai-. Para posteriormente tomar una taza que le ofrecía su hermano y beber un pequeño sorbo de ella.

El príncipe Ozai deposito una tetera en una mesa cercana, tomo asiento a un lado de su hermano y con pesar pregunto -. ¿Cómo está Zari?-.

Como si sus palabras fueran desdichas que fueran a cumplirse, Iroh respondió con temor -. Los doctores han dicho que el parto ha sido más duro de lo que ellos hubieran pensado-. Comento realizando una pequeña pausa, bebiendo otro pequeño sorbo y prosiguiendo sus palabras -. Me siento tan inútil, ¿de qué sirve ser el príncipe de la nación del fuego y ser alguien poderoso?, si en estas circunstancias en las que me necesita mi amada esposa y mi querido hijo, no puedo hacer nada para ayudarlos-. Comento pausadamente con un sentimiento frustrante el príncipe mayor de la nación del fuego.

Un silencio inusual se suscito entre ambos hermanos, nadie quería decir nada más, o no podían decir nada mas, al final, tras unos minutos de completa calma Ozai hablo.

-. Padre espera buenas noticias en su dormitorio-. Dijo Ozai, cuando de pronto las puertas del salón volvieron abrirse con sonoro estrepitar.

Del umbral de la puerta, un hombre de aspecto mayor, pálida piel, imponente figura e insignia dorada en largo y canoso cabello, se precipito en la habitación. Miro por un momento a ambos hombres que se encontraban sentados, y que irremediablemente se colocaron de pie al entrar ese hombre, en señal de respeto.

El hombre de aspecto mayor, de ámbar mirar se acerco a aquellos sujetos, al estar frente a frente con ellos, sin decir nada mas, abrazo a ambos por el cuello y lloro con pesar.

-. Lamento todo este tiempo, en el que me he mantenido solitario y huraño, ignorando los problemas de mis hijos-. Comento con palabras tristes "El señor del fuego Azulón" -. Es que extraño tanto a su madre-. Concluyo el señor del fuego Azulón, soltando algunas lagrimas en el regazo de sus hijos.

El príncipe Iroh y el príncipe Ozai, no pudieron más que abrazarle con sinceridad y decirle estas palabras -. Nosotros también extrañamos a mama-. Dijo Ozai un tanto afectado -. Pero sabemos que ella aun está presente; está presente en ti, está presente en Ozai y también está presente en mí; la esencia del fuego del alma de mi madre, no se ha marchado de este mundo -. Complemento Iroh el comentario de su hermano.

"El señor del fuego Azulón", soltó con mayor ahincó algunas lagrimas, de pronto, en la ciudad se escucharon 12 campanadas y al concluir estas, en la habitación se escucho el llorar lejano de un niño, haciendo que los presentes en la sala, marcharan corriendo en dirección a la habitación del príncipe Iroh. Al llegar a ella, los 3 hombres encontraron una gran cantidad de sirvientes depuestos en las orillas de la habitación y en un pasillo cercano, completamente en silencio.

De una puerta de caoba roja, un hombre con capucha roja salió de la habitación, su expresión detonaba tristeza, al observar a los 3 hombres más importantes en la nación del fuego, presentes ante él, su compostura volvió en sí.

-. Príncipe Iroh, es usted padre de un hermoso varón-. Dijo con seriedad el médico al mayor de los príncipes.

El rostro de los nobles se ilumino un poco ante la noticia, e inmediatamente, con impaciencia Iroh pregunto.

-. ¿Podría ver a mi esposa?-.

El médico miro un poco de soslayo al suelo y con pesar miro a los ojos dorados del príncipe mayor -. Lamentablemente la princesa Zari, no soporto la labor del parto y murió tan pronto al dar a luz a su pequeño-. Comento tristemente el galeno a los presentes.

Muchos sirvientes presentes soltaron a llorar silenciosamente, los 3 hombres más importantes en la nación se quedaron completamente en silencio, sin hacer ningún movimiento al menos por un momento.

Azulón inmediatamente se acerco amenazadoramente al doctor, tomando su cuello empujo su cuerpo contra la puerta y con enojo, reclamo -. ¿Qué clase de medico es usted?, ¿Por qué no pudo salvar a la esposa de mi hijo?-.

-. En verdad lo lamento tanto señor del fuego Azulón, pero el parto tuvo bastantes complicaciones, se hizo siempre lo enteramente humano, más aun con eso, nos sonrió parte de la fortuna; en la mayoría de estos casos, tanto la madre como el niño mueren irremediablemente-. Dijo asustado el médico al regente de la nación del fuego.

-. Padre-. Se escucho la voz apagada del príncipe Iroh -. Deja en paz al médico, ha hecho lo humanamente posible por Zari-. Dijo tristemente Iroh encaminándose lentamente hacia el exterior del palacio, hacia los jardines.

-. Iroh, espera-. Susurro el príncipe Ozai a su hermano, intentando ir tras él, pero una mano detuvo su andar colocándola en su hombro.

-. Me parece Ozai, que tu hermano desea estar solo-. Comento Azulón comprensivamente mirando a los ojos a su hijo menor.

Bajo la luz de la luna de cuarto menguante, los jardines del palacio real se apreciaban con cierta melancolía, era como si la vegetación, pudiera sentir el triste momento por el que pasaba la nobleza de la nación. Una sombra con lento caminar, se adentro en los jardines, la poca luz proveniente de la luna, fue cubierta por una nube densa, quedando en total oscuridad el ambiente.

En la mente de Iroh, se libraba una mezcla de recuerdos y sentimientos, cuando al fin, dio a rienda suelta a su tristeza, lanzo un grito desgarrador, desplomase en los jardines, recostado en sus brazos, lloraba el poderoso general Iroh, por la muerte de su amada.

Un grito desgarrador se escucho desde los jardines, sirvientes, nobleza y al día siguiente plebeyos, sentían la tristeza por igual.


En la mañana, toda la nación del fuego se entero de la triste noticia, la ciudad capital oculto su acostumbrado color rojizo y le cambio por el blanco, el cual cubría desde la más humilde morada hasta el majestuoso reloj ubicado en el centro de la ciudad.

Un tocar en la puerta de una habitación dentro del palacio se escucho, nadie respondió al llamado, una joven chica volvió a tocar la puerta y con respeto hablo en voz alta -. Lamento interrumpir su descanso príncipe Iroh, pero las señoritas Li y Lo, preguntan ¿si desea ver a su hijo?-.

-. No, no aun-. Dijo en voz alta el general Iroh desde el interior de la habitación.

La chica mostro una cara un tanto desilusionada, pero ¿Quién era ella para juzgar el dolor de un hombre que acababa de perder a su único amor?, sin insistir más, se marcho.

El general Iroh se encontraba vestido completamente de blanco, sentado en una cama, aun recordaba los dulces momentos que paso con su amada Zari pero sobretodo, pensaba en la desgracia, ya que esos momentos jamás se volverían a repetir.

De nueva cuenta se volvió a escuchar leves golpes en la puerta de la habitación.

-. ¡He dicho que aun no quiero verle!-. Grito furioso el general Iroh.

-. Es hora de la ceremonia hermano-. Dijo tristemente el príncipe Ozai desde el exterior.

Se escucho un duro y rápido caminar, poco después se abrió la puerta de la habitación de manera estrepitosa y los hermanos se encontraron frente a frente por un instante.

La mirada de Iroh mas que tristeza, denotaba rabia, frustración; la mirada sublime y bondadosa presente en el, se había esfumado para mostrar enojo y odio; aquella mirada fue momentánea, pero Ozai sintió como aquellos ojos le arrebataban todo sentimiento que pudiera existir en el, dejando únicamente el miedo.

La ceremonia se realizaría en la plaza principal, miles de personas, completamente vestidas de blanco fueron a brindar sus respetos a la princesa Zari por última vez, a los pies de una depuesta mesa de mármol, en donde reposaba el cuerpo de la difunta princesa cubierto de una manta blanca, los habitantes de ciudad capital, colocaban flores blancas y en alguna que otra ocasión, algún elemento personal, preciado para ellos, el cual deseaban entregar a la princesa, para poder así facilitar su transición al mundo de los muertos.

El señor del fuego, ubicado en un trono temporal colocado en la plaza principal, se ubicaba en la ceremonia; a sus costados, los príncipes esperaban el inicio de la ceremonia.

Varios personajes presentes, ofrecieron condolencias a la familia real, especialmente al Señor del fuego Azulón y al príncipe Ozai, ya que, ¿Qué palabras de aliento pueden decirse a un hombre que acababa de perder a su querida esposa?

La ceremonia fue pulcra, breve y triste, el líder del consejo de ancianos enalteció los títulos nobiliarios de la princesa Zari, conto su historia y enalteció la esperanza de la nación del fuego, mediante la llegada de un nuevo príncipe.

Al final, el cuerpo de la princesa Zari fue incinerado en la mesa de mármol; sus cenizas fueron recogidas y con prontitud llevadas a la arca funeraria de la familia real. Finalizando todo el acto, con una mirada severa y silenciosas palabras provenientes del general Iroh.


El palacio real parecía una triste zona de nadie, el ambiente se mostraba completamente frio, las habituales bromas de los sirvientes quedaron calladas, en el palacio ya nadie hablaba de chismes vagos o comentarios personales, nadie reía o saludaba, todo de lo que se hablaba dentro de él, era de juntas de guerra. El general Iroh participaba cotidianamente en ellas, aunque rara vez hablaba en alguna, así fue, así sucedió durante un tiempo en el palacio real.

Cada día, a partir de que la princesa Zari falleció, el general Iroh, vestido con su armadura rojiza de gala, digna de un general, visitaba su habitación y permanecía afuera, sentado en el piso observándola desde el exterior; si, aquella habitación en donde había dormido con su amada esposa; si, aquella habitación en donde murió también la razón de su vida; si, aquella habitación en donde dormía ahora su hijo, si, aquel hijo que le costó la vida a su esposa.

Desde la muerte de la princesa Zari, Iroh dormía en otra habitación que no era suya, así lo prefería.

Aun no le había conocido, aunque había pasado cerca de 2 meses desde la muerte de su amada, el príncipe Iroh aun no conocía a su hijo.

Por lo que le contaban Lo y Li, aquel muchacho era muy juguetón, era muy risueño pero sobre todo, era muy comelón, en fin, nada de eso le importaba a él. Lo y Li se encargarían de cuidarlo, al menos hasta que tuviera la edad suficiente para que entrara a la Academia de la nación del fuego, una escuela-internado en donde aprendería a ser, un excelente ciudadano de la nación del fuego antes de poder ser un digno principe.

Cuando de pronto algo interrumpió sus pensamientos, un ruido ensordecedor, un chillar de niño pequeño, interrumpió su admirar exterior de su habitación.

El príncipe Iroh se levanto del suelo, con decisión de marcharse; en fin, el crio de seguro tendría hambre o tenia ciertas necesidades fisiológicas en curso que le molestaban, sea como sea, Li y Lo, se encargarían de ello. El general Iroh empezó a caminar en dirección contraria al del llorar del niño, mas sin embargo, se detuvo tras unos cuantos pasos; ¿Por qué Lo y Li no hacían callar al niño?, ¿Qué esperaban para hacerlo?

El general por más que deseo caminar sin importarle el llorar de su hijo, no pudo hacerlo; algo impedía que él se marchara, -. "Ahh, vamos, ¡Callen al crio!" -. Pensaba el general Iroh.

Pero el llorar no cesaba, es más, se atrevería a decir que aumentaba aun más y mas, conforme pasaba el tiempo.

-. " ¿Pero que esperan?"-. Pensaba con exasperación el príncipe Iroh, su paciencia estaba a punto de terminarse, su pie izquierdo empezó a contar los segundos que transcurrían, hasta que al fin, se canso de esperar.

Un ruido metálico rápido, provocado por un caminar veloz se acerco directamente a la habitación, sin detenerse a pensar lo que hacía, el general Iroh abrió la puerta y se adentro en la habitación.

Justo al fondo, una fina y elegante cuna de color blanco, contenía al niño de llorar desconsolado; el general Iroh la diviso y con andar decidido fue en dirección a ella, oh si, estaba molesto, si, molesto con el niño o con Li y Lo por no cuidar de él, no importaba por quien fuera su enojo, pero en verdad, estaba seguro quién pagaría por él.

El general se acerco con caminar vigoroso, en su mano derecha surgió una llama color rojizo y su mirada se centro solamente en el interior de la cuna.

-. ¡Cállate de una ve….!-. Grito furioso pero no pudo culminar sus palabras.

Aquel niño detuvo su llanto, aquel ruido ensordecedor se transformo en un reír cariñoso, tan pronto cuando vio el rostro del general Iroh, el chico cambio de ánimo.

El general Iroh le vio un momento sorprendido a los ojos, de pronto, sintio un calido suspiro tras su nuca y una cariñosa sensacion en su cuerpo le rodeo, tal como cuando su hermosa princesa Zari, le rodeaba con sus brazos cada noche; todo eso paso en un segundo, parecia que el tiempo se habia congelado por un instante.

Con duro precipitar apago la llama que había generado en la mano derecha y cayendo de rodillas, empezó a llorar desconsoladamente. Pero pronto, ese llorar se transformo en una risa, una alegre risa como las que antes emanaba sin dificultad de su ser, era una risa como cuando su princesa Zari se encontraba a su lado.

Lo y Li llegaron pasados unos minutos, grata fue la sorpresa cuando observaron al general Iroh, con su hijo en brazos, riendo como un niño, si, reía, pero al mismo tiempo, unas lagrimas de felicidad emanaban de sus ojos.

-. "Lamento mi forma de actuar Zari, pude escuchar el susurro de tus labios y el calido abrigo de tu espiritu, ahora sé lo tonto que he sido; aun conservamos tu esencia, la conservo en mi corazón; la conservo en mi pensamiento y sobre todo, la conservo dentro de la misma imagen y alma de nuestro hijo, la esencia del fuego de tu alma, aun yace sobre nosotros"-. Pensó aquel hombre mientras sostenía a su sonriente hijo en brazos.

Bueno, he aquí el primer episodio de esta nueva historia que estoy empezando, pronto la continuare.

Espero que les haya gustado, a mí, creo que me pareció buena, no excelente, pero si buena, en fin, la dejo aquí para ser blanco de comentarios y porque no de críticas, vale, se cuidan