Éste se lo dedico a Tatiana, que no es fan de Canción de Hielo y Fuego, y a Andrew, que sí lo es, para que a ella le pique la curiosidad y a él le produzca un escalofrío.

Se acerca el invierno, queridos, y los Caminantes Blancos no hacen ruido.


I - Gared

Cuarenta años en la Guardia de la Noche, sirviendo, protegiendo a los grandes señores de los horrores que habitaban tras un muro que ellos mismos habían mandado levantar temiendo que los salvajes arrasaran sus tierras. Si tan sólo supiesen, si tan sólo pudiesen alcanzar a imaginar las cosas que él había visto y presenciado entre los árboles, en los yermos campos de hielo que se extendían más allá del Bosque Encantado… Dioses, ninguno de ellos entendía nada, pero a todos les gustaba dar órdenes y alardear.

La vida de Gared no había sido fácil. Ahora ya era un anciano que sobrepasaba los cincuenta años y tenía una excelente reputación como explorador, pero esa reputación había tenido que ganársela y le había costado las dos orejas, tres dedos de los pies y el meñique de la mano izquierda. Había renunciado al amor, a la familia, a la libertad, a sus propios impulsos. No había pisado Villa Topo ni una sola vez, no había faltado a su juramento, no había roto ninguno de los votos.

Había sido un buen hombre, trabajador, firme, honorable. Se había ganado el respeto de todos y conocía las tierras al norte del Muro mejor que cualquier señor, especialmente si ese señor se llamaba Waymar Royce y tenía el cerebro de una lombriz. Pero Waymar Royce era ahora frío, silencioso y letal, y Gared, harto de todo y de todos, se permitió sentir miedo por primera vez en muchos lustros.

Fue el miedo lo que impulsó sus piernas, fue el miedo lo que le impidió detenerse más de una hora en el mismo sitio y también fue el miedo lo que lo llevó más al sur del Muro de lo que recordaba haber estado nunca. Conocía lo que aquello conllevaba y se topó de bruces con ello cuando los guardias de Lord Eddard Stark lo encontraron y apresaron para ser ajusticiado.

Desertor, lo llamaron. Desertor de la Guardia de la Noche. Él no era un desertor, sólo era un viejo que había visto la muerte azul a dos palmos. No había huido porque despreciase lo que había sido durante cuarenta años. Lord Stark dijo lo que tenía que decir, Gared movió la cabeza sobre el tocón.

El filo de la espada rasgó el aire.

"Se acerca el invierno", pensó antes de morir, "y con él la oscuridad, y si para entonces no estáis preparados… los dioses os ayuden."