Dislcaimer: El universo de Harry Potter no fue, es, ni será invención mía. Mías solo son las ganas de escribir, el tiempo y el deseo de entretenerles.

Aquí vengo con una historia que realmente no pensaba subir hoy, pero ya ven a veces llega la inspiración y parece como si en realidad tu sólo prestaras los dedos y alguien más forjara la historia, es un Merope/Tom, la verdad es que la pareja me gusta muchísimo, con toda la tristeza y el amor que conlleva... Bueno, no los aburro mas, espero que les guste este pedacito de mi.


Prefacio

Pareciera que desde el preciso momento en que respiro con su pequeño y frágil cuerpecito,

en ese instante en que abrió por primera vez sus diminutos y somnolientos ojos; su vida

entera estuvo destinada a ser el prototipo perfecto del clásico cuento de hadas. Tan cerca

de la realidad y tan lejos de aquel mágico mundo que día a día le restregaban frente a sus narices.

Fue entonces, el día en que el prototipo pasó a ser realidad y su existencia dio un vuelco

inexplicable que hizo que su corazón le saltara en el pecho. Fue entonces, cuando por primera vez

vio aquel príncipe azul de brillante armadura y cegadora sonrisa. Fue entonces cuando su vida

comenzó a ser el cuento perfecto. Bienvenidos a este, el cuento de Merope.


Mucho de sueños y aún más de magia

(Merope Gaunt- Tom Riddle Sr.)

Tenía sueños, claro que los tenía.

Soñaba con demasiadas cosas, que sabía que nunca llegaría a tener y que eran para cualquiera parte de la cotidianeidad. Soñaba con una familia; pero no una como la suya, que ni siquiera debería recibir ese nombre. Soñaba con una familia de verdad, de esas en las que se tienen los unos a los otros, de esas en las que se quieren, de esas en las que las palabras recibidas son de amor.

Amor, lo decía, se lo repetía indefinidas veces en un día, existía, claro que tenía que existir. Si no existiera no se podía explicar como las personas (porque para ella eran personas, no simples ratas inmundas como Sorvolo le decía, después de darle una gran tunda por ocurrírsele semejante estupidez) que vivían en el pueblito de allá abajo vivían en paz, sin gritos, sin golpes, sin miradas cargadas de odio que le observaban con los ojos entrecerrados como dos rendijas sin fin, sin muecas horrendas que pretendían ser una sonrisa a medias.

Existían también los cuentos muggles, que solía leer a hurtadillas. Pasando las gastadas páginas apresuradamente, bebiendo de los pensamientos que unía la tinta impresa en ese áspero papel que olía a ilusión. Esos cuentos que si Sorvolo o Morfín se enteraran de que tenía no se podía llegar a imaginar lo que sucedería. Esos cuentos que le obligaban a soñar que la felicidad existía y que no era solamente un cruel invento de quienes los escribían, esos cuentos que le obligaban a soñar, soñar, soñar.

Soñaba con que algún día viniera uno de esos príncipes azules montado en su fiel corcel a rescatarla, en que un hada de expresión bonachona y dulce mirada apareciera de repente y le dijera que le concede un deseo; o simplemente que un duende o un ratón parlanchín hiciera acto de presencia y le ayudara a que los segundos no fueran tan tortuosos, que los minutos no se desasieran en el aire así sin más y que las horas no se le clavaran en el pecho como puñaladas de traición, ya ni hablar de los días o las semanas.

Soñaba tanto como se le podía estar permitido a una persona como ella. Y entendía tanto como podía.

Entendía que su apariencia dejaba mucho que desear, aún sin verse en un espejo. Su cabello desgreñado y sucio parecían ir a la par con su demacrado y grisáceo rostro que sospechaba debía de tener un color rosa sin las mejillas hundidas, como las suyas. Sus sucias uñas y magullado cuerpo deberían de brillar bajo esos atardeceres que tanto le gustaba ver y aquella expresión que reflejaba el arroyo de puro dolor y desesperanza debería de ser de dicha y amor. Pero nada de eso era posible viviendo ella dentro de esa horrible choza que hacía llamar casa, dentro de ese cruel vaivén día a día que se le obligaba a llamar vida, dentro de aquella vieja pieza que le decían llamaba hogar.

Y es que un día dejó de lado el sueño del príncipe azul montado en su fiel corcel para dejar paso a un príncipe real, de una ancha sonrisa franca y astutos ojos oscuros. Religiosamente todos los días observaba como pasaba justo por el camino que se encontraba al lado de la senda de árboles que ocultaban su casa, iba montado en un caballo blanco que era enorme y cuyo suave trote se parecía demasiado a aquella nana que se solía cantar a ella misma por las noches en un desesperado intento por recordarle. Iba en dirección sur, hacia el pueblito de allá abajo en donde minutos más tarde de su aparición resonaban las campanadas que despertaban a Sorvolo.

Se imaginaba cada pétalo de las flores cuyo olor dejaba a su paso, escuchaba cada roce de los pliegues de sus hermosos ropajes al galope. Creía comprender cada nota que su voz interpretaba en susurros inaudibles. Memorizaba cada movimiento que sus cansados y brillantes ojos le permitían. Y así, sin quererlo ni proponérselo aquel príncipe que mas le sabía a un ángel pasó a ser lo único que su roto corazón quiso; cosiéndolo de a poco con aquel hilo que no sabía de que era pero que al verlo al fin de una pieza y velado por la ilusión entendió que no solo latía para repartir sangre por su maltratado cuerpo, supo al verse reflejada en el arroyo que desde el momento en que escuchó el primer trote de aquel corcel su destino estuvo grabado a fuego en su corazón. Lo que no sabía es que junto con el de ella, el de todo ese mundo de magia y fantasía que tanto anhelaba, también.


Espero realmente que lo hallan disfrutado. En un principio pensaba en que fuera un one-shoot, pero creo que subiré más capítulos, porque mis dedos aún creen que a esta historia le falta por contar :D. Ya saben que dejar reviews nunca mató a nadie y que el verdecillo de allá abajo es bienvenido. Sobre el prefacio, me parece que sólo haré el prólogo en la última viñeta xD No es un erro el no haberlo puesto. Besos, les quiere

Bell Evans W.