Título: Ricordando il passato
Claim: Ushiromiya Battler/Yasu
Notas: SPOILERS EP8.
Rating: T
Género: Romance/Angst
Tabla de retos: Hipnótica
Tema: 07. Con sabor a limón.


Huele a menta y a manzana, a limón y fresas. En otros días, aquellos olores habrían logrado distraerla, volcar toda su atención a los curiosos dibujos formados como por arte de magia en el betún y la mermelada, la jalea con la cual le ha sido asignada la tarea de llenar los postres de la familia. Pero ese día es ligeramente diferente y sus ojos, aunque fijos en la tarta que está llenando de una bonita y brillante mermelada, parecen querer vagar más allá, se escurren de vez en cuando hacia la ventana que da al patio, aunque desde ahí no se pueda vislumbrar a nadie, a ninguno de los que ríen y juegan a unos cuantos metros más allá de ella, los primos y los hijos, los amos y señoritos.

—¿Quieres ir a jugar? —le pregunta Kumasawa, cuando en un descuido se queda prendada de las risas por más de un minuto, preguntándose qué tanto estarán haciendo todos. Se siente un poco avergonzada cuando enfrenta sus ojos, siempre tan amables con ella, pero asiente, pues siempre puede contarle todo y nunca se enoja—. Tenemos trabajo qué hacer, pero te diré una cosa, puedes ir a ver qué están haciendo cuando les lleves los postres, quizás Jessica-sama te invite entonces a jugar con ella. Y con los demás, por supuesto.

Yasu no dice nada. Sigue con su tarea como si la interrupción no hubiese sucedido, pero de vez en cuando cree escuchar la risita invitante de la bruja en su oído, susurrándole al mismo tiempo que vaya a echar un vistazo, que no sea miedosa. Y no es que tenga miedo, le recuerda ella en un silencioso susurro, las tartas siendo acomodadas automáticamente sobre una bandeja de plata, que no queda del todo opacada por la belleza de los postres; no es que tenga miedo, es que no ha sido invitada. No tiene derecho a hablarle a los hijos de los señores como lo hace con Jessica-sama, no los conoce más allá de la vista. ¿Y cómo hablarles de esa manera? No, se niega ella. No, se lo ha dicho Natsuhi-sama miles de veces. No son de la misma condición.

—Terminé, Kumasawa-san —la mujer está ocupada con la comida de la tarde o finge estarlo mientras le hace una seña de que puede retirarse, de que le lleve los postres apenas salidos de su temblorosa mano a las personas que tanto desea ver, a pesar de que todos ellos ya sean conocidos cuando le dan órdenes o desde que tiene que acondicionar camas para ellos.

—Llévaselos, niña, después puedes tomar un descanso —sin duda lo está haciendo para ayudarla, pero el miedo de alguna manera la atenaza en su lugar, la hace cambiar de opinión sobre querer más amigos además de su señorita y sus libros, porque teme que vuelvan a burlarse de ella, ahora sin que haya nadie para defenderla.

Sin embargo, tiene que obedecer. Así pues, se adentra en el jardincito de rosas apenas prosperando con el cuidado de sus manos de vez en cuando, pero no sin antes tomar un libro de tapas desgastadas y brillantes letras doradas, aquél que le ayudará a pasar un rato agradable alejada de cualquier hipotética burla para sumergirse en un mundo de misterio donde todo parece la obra de una bruja.

—¡Ah, los postres! ¡Me estaba muriendo de hambre! —la voz de Jessica se oye antes siquiera de que pueda alcanzar el lugar donde están, el centro del jardín, donde un pequeño quiosco se erige, protegiéndolos del sol mientras juegan con un tablero de mesa y fichas de colores. Ella sonríe con timidez al verla, al reconocerla como siempre se comporta cuando no está su madre, cuando van juntas a la escuela, pero su sonrisa se desvanece cuando una segunda voz la sigue inmediatamente, una voz conocida pero no por eso amiga.

—¡Genial! ¡Dame ése! —Yasu es rodeada por todos los primos en la familia Ushiromiya antes de que se de cuenta. Jessica-sama, con esa pose confiada enfundada en la seguridad de saberse la princesa de su padre. George-sama, con la sonrisa tambaleante entre molesto y resignado, alto y desgarbado para su edad. Maria-sama con ojos implorantes ante las tartas de fresa y él, el de la voz conocida, Battler-sama, el de los rasgos osados, el que parece querer arrebatarle la bandeja de plata mientras sonríe a la expectativa.

—Este es de limón, Battler, no te gusta —Jessica aferra la bandeja y de un tirón se la saca de los brazos a Shannon, quien no dice nada como se lo han enseñado, salvo un cumplido cortés que incluye la palabra amos en ella. Al verlos se ha dado cuenta de que no pertenece a ese mundo, donde todo es brillante y perfecto, donde la libertad y las tartas de limón acompañan a los niños, muy muy lejos del rincón oscuro que tiene que limpiar una vez termine su descanso.

Hace una reverencia para marcharse mientras los deja peleándose como leones por las tartas en la bandeja, su pequeño y maltrecho libro bien asido bajo el brazo, como un preciado tesoro o un escudo capaz de protegerla. Se da la vuelta y sigue su camino cuando una voz la llama, la de Battler-sama, quien seguro le pedirá un poco de té para acompañar eso.

—¡Hey, tú! ¿Es ése un libro de misterio? —cuando ella se detiene y se da la vuelta para encararlo, nota cómo los ojos azules del chico están clavados en el libro, como si no pudiese creer que ella lee, mucho más libros de ésos. Una voz en su interior parece molesta, la otra, la que siempre domina, se queda callada presa del temor y la vergüenza. Le tiemblan un poco las piernas cuando enfrenta su vista, pero el escudo del libro parece protegerla.

—¡Battler deja a Shannon-chan en paz! —Jessica le da un codazo en las costillas al pelirrojo y éste se lo devuelve mientras ella aprovecha la oportunidad para escapar de ahí, de las expectativas cumplidas de burla y soledad a las que ya debería de estar acostumbrada.

Está a varios metros de ellos, tantos que cuando se da la vuelta ya ni siquiera alcanza a verlos cuando la voz vuelve a tocarla, casi como si estuviese a su lado, la voz del joven Battler, que hace que pegue un salto de la impresión.

—¡A mi también me gusta ese libro! —afirma y por un instante, Yasu puede imaginárselo sonriendo—. ¡Cuando lo termines ven a verme!

La visión bajo sus párpados sigue sonriendo aunque la voz de Battler ya se haya desvanecido, es extraño, pero de alguna manera le hace sentir bien no tener más enemigos. Cuando reanuda su marcha hacia aquél rincón olvidado del jardín donde siempre suele leer a la luz de la tarde, la visión tiene un matiz diferente, un matiz que la hace reír de puro alivio. Y ése es Battler con los labios chorreantes de jarabe de limón, los ojos llenos del brillo emocionado de quien ha encontrado un amigo gracias a las páginas de un libro. O quizás la visión es ella, ya no está segura.