Hola, hola. Aquí de nuevo escribiendo. Está historia como saben, de Sakura Card Captor. Pero ahora intentaré hacerlo con algo de magia. Es una de las más interesantes que se me han ocurrido y espero que sea de su agrado y comenten que tal les ha parecido y pueden pasarse a mis anteriores historias de estos pillines. Un beso y un enorme abrazo. Las quiero mucho.
SUMARY
¿Y si tuvieras la oportunidad de vivir la vida como tanto deseaste? ¿A qué precio lo harías? Las jugadas de la vida son tan exactas que podemos llamarlas "destino."
"Sakura, en ésta casa hay magia."
Sakura es una mujer de 50 años quién ha perdido a su madre, después de haberla cuidado durante toda su vida. Su padre falleció años atrás, mientras que su hermano mayor se fue de casa hace más de 20 años. No tiene compañero de vida, ni experiencia en el amor más que un cariño inmenso por su mascota, un gato llamado Kerberos
Desolada en su casa vacía, después del velorio y entierro, empieza a recordar lo feliz que era de adolescente, a los 17 años antes de que fuese obligada por su severo y anticuado padre a dejar la escuela y dedicarse plenamente a su madre enfermiza. Ha vivido con orgullo esa vida sedentaria y solidaria, pero ¿Por qué duele tanto el corazón? En un arranque de ira y desesperación crea un caos en la habitación de su madre, hasta encontrarse con un montón de pergaminos viejos y desgastados que avienta con rencor, causándose una herida.
Arrepentida de sus impulsos intenta ordenar el desastre que hizo pero la tristeza y melancolía la hacen dormir entre las pertenencias de su difunta madre.
Ni en sus más locos sueños, la dulce Sakura como le llamaban en el vecindario hubiera creído que haría un pacto con un demonio llamado Syaoran quién surgió del pergamino manchado por su sangre.
Él le cumpliría su deseo, tener 17 de nuevo.
Él sería su sirviente.
Ella su ama.
"La única condición es que mantengas la pureza de tu ser, vieja Sakura."
Hay un pacto entre los dos que llamaremos destino.
Encuentro
Hoy, 10 de Septiembre. En la séptima calle del distrito en la ciudad Tomoeda una modesta casa de fachada antigua, pero moderna, el luto está presente, los vecinos entran y salen constantemente desde los más jóvenes hasta los más viejos buscando un solo objetivo: confortar el corazón de la señora Sakura.
Sakura Kinomoto es una señora de 50 años; delgada, cabello castaño, tez blanca con algunas evidentes signos de la edad que acaba de perder y sepultar a su adorada madre Nadeshiko de 85 fallecida por causas naturales, aunque todos piensan que fue por la pulmonía que hace meses había tenido..Ella no tiene familiares, a excepción de su hermano Touya del cual no sabe nada desde hace 20 años. Su padre Fujitaka Kinomoto, fallecido hace 4 años, por las mismas causas de su madre, cuando era joven la obligó a dejar el instituto para que se dedicara al cuidado de su madre que siempre sufrió decaídas y en varias ocasiones estuvo cerca de la muerte, pero muchos años después el día ya ha llegado. A raíz de esos hechos, la señora Sakura estaba completamente sola.
O al menos eso era lo que susurraban los vecinos al salir de su casa, después de dar el pésame
Sakura, al contrario de los vecinos que lloraban genuinamente o no la pérdida de su madre se encontraba tranquila, a todas las personas que entraban les regalaba un vaso de café y galletas quizá con la esperanza de que su estancia en la casa fuera más duradera, el tema principal de las charlas eran sobre sonreír a pesar de las adversidades, la solidaridad y pensar en vender la casa. Ella solo se limitaba a sonreír y decir "lo pensaré." Y "Gracias." En vez de estallar en llanto mantenía el temple, quizás por haber llorado todas las noches en el hospital cuando cuidaba a Nadeshiko, porque hasta de estar triste el cuerpo se cansa.
Mientras oscurecía, poco a poco, sus vecinos abandonaban la casa, después de todo no podía obligarlos a quedarse por siempre en ella. No obstante, si fuesen familiares la historia sería distinta, pero no contaba con el apoyo familiar. Realmente estaba sola.
-Señora Sakura. Cuenta conmigo para lo que sea.- La linda hija de su vecina de lado, Tomoyo, toma de sus manos buscando brindarle algo de tranquilidad en el umbral de su puerta. Fue la última en abandonar la casa. Ella es amable, jovial y sobre todo muy hermosa, de cabello largo azabache acompañada de su enigmática mirada amatista.
-Muchas gracias, Tomoyo.- Sakura, aprehendió sus manos para lograr sentir la suavidad de las suyas. No podía evitar proyectarse aunque sea un poco en la imagen de esa dulce chica. Le recordaba un poco a como era ella, cuando tenía 17 años.
-Si necesita algo de comida o ayuda en limpieza me puede decir a mí.- Sonreía Tomoyo.- No haré algo en casa, pero soy muy buena ayudando en casas ajenas.
Sin querer Sakura río por lo bajo, la presencia de la joven animaba el día triste. Tomoyo siempre mantuvo interés por ella y su madre, siempre pensó que eso se debía a que ella era muy unida a su madre y abuela.
-No será necesario, Tomoyo.- Limpiaba sus pequeñas lágrimas.- Pero si llega a presentarse la ocasión te diré. Descansa.
-Hasta mañana, señora Saku.- Agitaba su mano para despedirse y Sakura igual, lentamente camino hacia el interior de su casa y al cerrar la puerta detrás suyo el sentimiento de soledad que había olvidado por unos instantes vuelve a invadir su ser. Los sillones que tienen manteles tejidos por ella y su madre, las fotos colgadas de algunas memorias en familia en algunas aparece su hermano Touya. Se acerca a tomar esa foto donde están los 4 reunidos e inhala de manera exhausta. Sin más ánimos se acuesta en el sillón, tiene que iniciar a pensar lo que hará para mantener la casa y su vida, afortunadamente había visto que en negocios cercanos requerían ayuda.
-Haré lo posible para ser feliz, madre.- Susurra antes de intentar conciliar el sueño en este día abrumador.
-0-
Sakura, abre sus ojos cansados, había pasado la peor noche de su vida. Son las 9:00 am y sabe que es necesario alistarse para buscar un trabajo. Sube las escaleras y va a la ducha sin antes observar su rostro en el tocador, tiene bolsas debajo de los ojos por llorar y no lograr dormir bien. A pesar de tener 50 años, disimula un poco la edad pero aún así es notoria. Rápido se ducha, cambia de ropa y desayuna un vaso de leche y algo de pan. Sale de su casa y observa a Tomoyo a lo lejos, vistiendo el uniforme de su instituto.
-¡Buenos días!- Grita a lo lejos mientras sube al coche de su madre.- Nos vemos luego, Sakura.
-Buenos días.- Sakura sonríe aún confundida y ve como su dulce y joven vecina se muestra feliz por asistir a la escuela. Es cierto, ella no pudo ir más de tres meses al instituto porque su hermano Touya se escapó de la casa entonces Fujitaka tuvo que trabajar arduamente para mantener la casa y costear los medicamentos de Nadeshiko que siempre tuvo recaídas, no había nadie más que cuidara de ella y a su severo padre no le tembló la lengua para llegar un día y decirle que no estudiaría más para dedicarse exclusivamente a cuidar a su madre y encargarse de las tareas del hogar. Claro, eran otros tiempos, educación… otras prioridades. Sakura recuerda cuántas veces le rogó y lloró a Fujitaka para cambiar de idea y buscar otra alternativa, de hacer las dos cosas al mismo tiempo, a pesar de que Nadeshiko también la apoyo todo fue inútil.
Después de caminar, mientras recordaba aquellos sucesos por fin ha llegado a la zona de la ciudad que se dedica a la vendimia. Ubica una floristería, que tenía un letrero solicitando empleados. Entra segura de sí misma y se acerca a la recepción donde está una joven de quizás 20 años y a su lado otras dos empleadas que acomodan las canastas de flores y hacen adornos florales.
-Buenos días señorita.- Saluda amable.- Venía a pedir información.
-Buenos días señora.- Sakura percibe algo de frialdad en su saludo, pero no le toma importancia.- ¿Quiere un ramo de flores? ¿O algo más?
-No.- Agacha la mirada para tomar valentía.- Venía por el anuncio afuera de la tienda, de empleo.
Las palabras que pronunció Sakura sacaron de su órbita a la recepcionista incluso las otras chicas que hacían su deber se detuvieron breves segundos para observarla con un gesto de: "Es broma, ¿Verdad?"
-Mire, no quiero sonar grosera, pero ese empleo es solo para mujeres de 16 a 30 como máximo. ¿Cuántos años tiene usted?
-50 años.- Se avergüenza.- Pero—
-Entonces no puede trabajar aquí.- Frunce su ceño.- Señora, necesitamos personas activas, que carguen cosas pesadas. No solo arreglamos flores, hacemos pedidos, papeleo administrativo. ¿Sabe utilizar una computadora?
-No… pero puedo aprender, de verdad necesito—
-Lo sentimos. Intente en otro lugar.- Sakura siente como su estómago se revuelve pero acepta que no conoce nada de lo que la chica le está mencionando.
-Está bien, muchas gracias.- Hace una reverencia y gira sobre sus pies. Al estar a punto de salir puede escuchar como murmuran las tres chicas.
-¿Qué le pasa a esa vieja?- Dice una de ellas.- Debería dedicarse a cuidar a sus hijos.
-De seguro no sabe ni prender una computadora.- Ríe por lo bajo otra. Sakura no puede tolerar más esos comentarios y sale rápido de ese ambiente pesado, no permite que esa primera impresión arruine su búsqueda de empleo, sabía que se toparía con personas así.
Entre todo esto, debe de haber algo bueno.
Pero su búsqueda continúo sin éxito: fue a restaurantes pequeños, grandes, tiendas de ropa, o muy llamativas hasta el otro extremo de las menos producidas, pero todas dieron la misma respuesta: No necesitan a una persona que arribase los 50 años. Tiene que ser una señorita. Aunque haya dicho que no tenía esposo o hijos que cuidar siguieron sin aceptarla. La última opción es un café con toque rústico, al entrar a él visualiza mucha gente y meseros y mesaras trayendo platillos, vasos, limpiando pisos entre otras cosas. Uno de los meseros se acerca a ella y aprovecha para preguntarle sobre el gerente, de manera amable se ofrece a acompañarla y el chico le saca platica.
-¿A qué vino al café, señorita?
El simple hecho de que se refieran a ella como una "señorita." Y más un chico tan guapo le causa un pequeño rubor en sus mejillas.
-V-Vine a preguntar sobre el empleo.- Insegura lo ve de reojo para captar su reacción esperando una igual a todas las anteriores, sin embargo ese chico no hace una mueca de molestia o aguanta su risa, al contrario la observa y le dedica una sonrisa eso le otorga una seguridad para exponer su situación.- Necesito ganar dinero para mantenerme, ya que acabo de perder a mi madre.
Existe un pequeño silencio que logra incomodarla, pero él le regala una sincera sonrisa.
-Espero y si lo consiga. Necesitamos mucha ayuda aquí.- Paran el camino hasta llegar detrás de la cocina, enfrente de ella está una puerta la cual se encuentra abierta y Sakura ve a un hombre sentado con su laptop. Intuye que él es el gerente.
-Pase con él señorita, aquí la esperaré.- Le ofrece el paso y aquellas buenas vibras le brindan una seguridad. Asiente su cabeza y encara al gerente que por cierto ni la voltea a ver por estar centrado en la pantalla de su laptop. Sakura aclara su garganta para hacer algo de ruido y finalmente el señor de edad la ve de arriba hacia abajo.
-¿Pasa algo señora?- Espeta.- Si viene a reclamar porque su hijo quebró algún vaso se paga en cajas junto con su cuenta.- De inmediato regresa su mirada al ordenador.
-No señor, no vine por eso. Vine a solicitar el empleo que ofrecen.- Erguida mantiene una postura de seguridad, ya que es el último lugar donde pedirá empleo por hoy.
-Ese cartel tiene en letras pequeñas que tiene que ser una señorita.- No voltea verla ya que continua tecleando.- ¿No las vió?
Sakura aprieta sus labios, no había leído con atención esa consigna. Por el otro lado de la puerta se encuentra el mesero que se ofreció a guiarla. Escucha con atención como de manera déspota su jefe se dirige a Sakura.
-No, señor.- Murmura.
-Bueno, ya lo sabe. Por lo tanto no la requerimos aquí.- Levanta su mirada y con la mano indica la salida.- Si me permite, tengo cosas que hacer. Gracias por venir.
La crueldad con la que fue tratada nuevamente la dejan sin argumentos para exponer la situación por la que pasa así que hace lo mismo que en los otros establecimientos; una reverencia y dice gracias, cuando se gira para salir el mesero se pone al margen de la puerta, sorprendiéndola.
-Señor Tanaka.- El amable chico le habla a su gerente.- Por favor, escuche con atención lo que la señorita le quiere decir.
-¿Qué pasó Yukito?-Lo mira con fastidio. Sakura prevé que algo malo puede pasar
-N-No lo hagas.- Sakura agita sus manos, le preocupa lo que le pueda decir.- Está bien.
Sin embargo eso no detiene al chico.
-Ella necesita de manera urgente el trabajo, podría estar en la cocina junto con las otras señoras.
-Sí, podría estar con ellas, pero.- Observa a Sakura.- Señora, ¿Posee algún título en gastronomía o algo parecido?
Sakura no habla, así que… el que calla otorga.
-No ¿Verdad?- Ahora ve al joven mesero de nombre Yukito.- ¿Eso responde tus ideas?
-Pero—
-¡Pero nada! Ve a trabajar en vez de que estés perdiendo el tiempo con la que podría ser tu mamá.
Sakura observa como el joven aprieta sus puños, fue regañado por su culpa, no podría sentirse peor. Devastados salen de la oficina y caminan en silencio uno del otro, hasta que llegan a la salida.
-Muchas gracias por ayudarme.- Hace una reverencia.- Fuiste muy amable.
-Perdone al gerente… él siempre es así. Lamentablemente.- Yukito agacha su mirada, de verdad siente algo de tristeza no haber logrado ayudar a la mujer que entró ya que pudo percibir una determinación y sobre todo angustia en aquellos ojos esmeraldas.
-Está bien, veré que más hago. Hasta luego.- Cuando estuvo dispuesta a salir de aquel bullicioso lugar rápidamente ese chico le entrega una flor que saco del centro de una mesa vacía. Se la entrega en sus manos.
-Tome, como una disculpa. Puede venir las veces que quiera aquí y con gusto la atenderé.- Sonríe y Sakura por fin percibe los detalles de aquel rostro. Sus ojos grises ocultos tras unos lentes, cabello algo largo y atado con una cola baja que contrasta con la palidez de su rostro. Al sentir sus manos, sus mejillas se inundaron de un color carmesí. No es que fuera una señora precoz pero ¿Cuántas veces alguien le hizo esos detalles alrededor de sus 50 años? Pestañea varias veces para evitar llorar enfrente de él, pero sonríe, como nunca lo había hecho.
-Gracias, te prometo que vendré.- Inhala el aroma de esa flor, que era una azucena de color amarillo.- Hasta luego.
-Hasta luego, señorita.- Sonríe y Sakura le dedica una última mirada antes de irse. Al momento de pisar el asfalto una traicionera lágrima se resbala por su mejilla derecha.
¿Quién ha hecho un agujero en el cielo? Parece que se desmorona y llora encima de mí
-0-
Cansada llega a su casa, los vecinos saludan y regresa mecánicamente esos gestos, al abrir la puerta de su hogar el ambiente pesado se monta en sus hombros impidiendo dejar que respire, pero antes pone en agua la flor que le ha regalado ese dulce chico. No hay nadie más que ella y sus pensamientos depresivos.
-No pensé que este día llegaría tan pronto.- Susurra mientras sus cuencas cansadas se llenan de agua. No había derramado una lágrima desde que salió del cementerio. Devastada coloca esa nostálgica foto en su lugar y sube a la habitación de su madre. No tiene apetito. Al abrir la puerta el típico olor a húmedo de un lugar el cuál hace mucho no se visitaba y causa picor en su nariz. Había pasado más de un mes que no estaba su madre en este cuarto y por los cuidados que ella necesitaba no había tenido la atención para limpiarlo.
Es pequeño, una cama matrimonial sin ninguna arruga, enfrente una cajonera con una televisión y al costado el tocador de Nadeshiko. Sus cremas para la piel, cepillo y alhajero continuaban intacto. Sakura resbala las yemas de sus dedos en cada una de las pertenencias de su madre pero algo llama su atención. En la esquina del tocador, específicamente en el rincón había un jarro de vidrio cubierto de polvo. Intrigada lo saca de allí y en su interior hay un montón de pergaminos desgastados y para Sakura no son indiferentes ya que los recuerda nítidamente. Ese montón de pergaminos tenían una historia, Fujitaka los había traído en un viaje que hizo a China ya que fueron un regalo de la facultad de antropología por haberse recién casado con Nadeshiko.
Sakura, cuando era una niña su linda madre le contaba historias fantásticas de que en esta casa había magia, una magia sumamente poderosa que le ayudó a salir adelante a pesar de padecer de un cuerpo débil y marchito.
Ningún dolor es comparable al saber que ella ya no estará más aquí. ¿Qué se supone que hará Sakura ahora que su única razón para existir no ésta más?
-Esa historia la contabas cada vez que te posabas en la cama durante semanas.- La voz de Sakura se hace como un hilo, esos recuerdos amargan su corazón. Aprieta duramente sus labios tratando de contener las lágrimas, pero ahora fue imposible y no tardó mucho en soltar sollozos.- ¡Sí esa magia existiera tu estarías aquí! ¡Me dejaste sola!- Inhala aire.- ¡Todos me han dejado sola! ¡Han dejado sola a esta vieja inútil!
La furia recorre todo su cuerpo, cegando sus actos haciendo que arrojará al piso ese jarro, causando un estruendo agudo en la habitación.
-¡¿Qué se supone que voy hacer ahora?! ¡No he hecho algo más en la vida que dedicarme a ustedes!- Refuta.- ¿Queda alguien en esta vida al que le importe? Yo… me he olvidado de vivir.- Gritaba desconsolada tratando de recuperar algo de aire, pero Sakura no era egoísta, a pesar de ser una adulta tenía la bondad e incredulidad que pudiera tener un niño. Reprimía sus acciones a causa de la educación tan recta otorgada por su padre. No se dejaba guiar nunca por sus impulsos y por haberlo hecho se da cuenta que ha roto, quizás, algo muy importante para su madre. Al querer redimir sus actos intenta limpiar los pedazos que están en el piso y para una mujer de 50 años su visión no es tan buena como la de una jovencita, así que fue inevitable el cortarse un poco el costado de su mano derecha.
-Mi vida no puede ser peor.- Chupa algo de esa sangre con la intención de detener el sangrado y limpia un poco de su herida en uno de esos pergaminos, aunque no es higiénico a ella no le importa. Cuando por fin a reunido todos los vidrios visibles a la vista toma los tres pergaminos en su regazo y desgastada se acuesta en la orilla de la cama, hasta puede ver cómo un poco de polvo se levanta en el golpe.
Madre, si existe magia en esta casa, por favor, ayúdame a cumplir mis deseos.
-0-
La luz que anuncia el amanecer se posó en el rostro de Sakura, obligándola abrir sus ojos poco a poco. Entre pestañas parece ver la silueta de alguien dormido a su lado, piensa que quizás aún está adormilada e ignora su intuición. Se levanta despacio, talla suave sus ojos y sí.
Alguien ésta durmiendo a su lado.
Era un completo extraño.
Con un traje.
Era un muchacho.
En su cama.
-¡Ahh!- Grita agudo, cayéndose torpemente de la cama junto con los pergaminos que estaban a su alrededor. Sus pupilas están dilatadas, la adrenalina invade su torrente sanguíneo y todo ese alboroto hace despertar al chico extraño que estira tranquilo su cuerpo.
-Dios, ¿Eres así de ruidosa siempre?- La voz profunda de él rebota en la habitación. Sakura no dice nada, solo se limita a verlo.- Las ancianas vírgenes son todo un caso.
¡¿Ancianas vírgenes?!
-¿Q-Quién eres?- Fingiendo valentía lo apunta con un pergamino, mientras se pone de pie.- ¿Por qué estás en mi casa?
-¿No sabes quién soy?- Ironiza.- Tú fuiste la que me liberaste de mi sello.
-¿S-Sello?- Sakura cada vez está más confundida.- ¿De qué diablos hablas?
El atractivo chico, que viste un traje negro entallado, se levanta de la cama y camina hacia donde se encuentra Sakura, acorralándola en una esquina, ella no deja de temblar. No la ha atacado, no parece ser un ladrón, pero ella es una mujer que no sabe defensa personal. Si algo pasara, sería el colmo de los colmos.
-La sangre.- Señala el papel el extraño chico.- Que derramaste en este pergamino. Liberó mi sello.- Susurra arrogante.- Aunque debo admitir que me sorprendió mucho que la mujer virgen que me otorgó mi libertad sea una anciana.
-¡No soy una anciana!- Exclama.- Y deja de repetir que soy virgen.- Las mejillas de Sakura se tornar color carmesí ante tal afirmación, porque sí, ella era virgen a sus 50 años. Era normal ¿no? Después de todo había una película de un hombre con una situación parecida, que por cierto a ella le incomodaba ver todo lo que tuviera que ver con ese tema.
-¡Oh dios!- El atractivo chico suelta una risa fuerte.- Te has sonrojado, cual colegiala.- Burla hay en esas crueles palabras.- Tranquila, yo vine a cumplirte tu deseo, vieja.
-¿D-Deseo?- Titubea mientras suda frío. Quizás debería aprovechar para golpearlo, pero él de nuevo habla.
-Sip. Aquel que guardas en el fondo de tu corazón. Ese deseo egoísta de volverte joven y vivir la vida que te prohibieron.
El pecho de Sakura siente una punzada muy fuerte. Ese extraño hombre sabía sus pensamientos. Aquellos que nunca se atrevió a contarle a alguien más.
-¿C-Cómo sabes eso?
-Anoche, cuando rompiste el sello, era lo que más pedías al abrazar ese pergamino. Yo soy un demonio, que te ayudará por haberme sacado de ahí.
¿Demonio?
Un silencio prolongado invade la conversación.
-¿Estoy siendo grabada por una cámara escondida? He visto se tipo de bromas por la tele.- Sakura ríe nerviosa e incrédula ante lo que le cuenta.- ¿O estoy dentro de un sueño? Sí, Sí eso debe de ser.
El atractivo joven la observa molesto, no puede creer que una mujer tan insegura y decrepita haya roto su sello, pero si quiere hacer las cosas más rápido, porque claro, él también tiene sus propios objetivos, tendrá que actuar rápido. Sin pensarlo, la toma ágilmente por la cintura haciendo que sus rostros estuviesen cerca, Sakura se crispa de terror al sentir la calidez de alguien de tal forma.
-N-No ¡Qué haces! Suelta—
-Vieja Sakura.- Toma su mentón y se sorprende al ver nítidamente el color esmeralda de aquellos ojos tristes y opacos.- Soy Syaoran, y tus deseos son órdenes.
-¿Syaoran?—
Sin pensarlo dos veces, une sus labios en un largo beso. Para él no significa algo más que un trato sagrado para cumplir con sus metas, mientras que para Sakura significa algo muy importante.
Es su primer beso de lengua en mucho tiempo. Él pasa su lengua sin ademanes por los labios de Sakura, robándole el aire y perturbando su mentalidad. Forcejea, pero es inútil, llega a sentir como la arrincona más a la pared y el agarre profundo en su cintura con aquellas grandes manos, su corazón no deja de latir, el calor de sus mejillas es instantáneo, no puede creer que algo así este pasando.
Al romper el beso, las piernas de Sakura se sienten débiles haciéndola caer al piso. No tiene fuerzas, como si con ese intenso beso se las hubiesen chupado. Su cuerpo comienza a sentir un calor insoportable, suda y todas sus articulaciones duelen.
-¿Q-Qué me has hecho?- Aprieta su pecho con fervor, sus latidos aumentan y comienza a ver borroso. El ahora no extraño, Syaoran, se coloca a su altura y puede ver todas aquellas facciones finas. Su piel algo trigeña, pero suave, su cabello castaño ondulado que llega a cubrir sus penetrantes ojos azules acompañados de abundantes pestañas. Tiene razón, tiene que ser un ser sobrenatural, de verdad ella nunca había visto a alguien tan irreal en toda su vida.
-Te estoy haciendo muy feliz, Vieja Sakura.- Sonríe maliciosamente, curveando una mueca de victoria y aquellos ojos azules traspasan sus cansados ojos esmeraldas.- Deje que esos deseos egoístas llenen su ser, ama.
Es lo último que logra ver y escuchar antes de caer en un sueño profundo. Las palabras dichas por Nadeshiko, parecen tener un nuevo significado:
"Sakura, en esta casa hay magia."
