FANFIC CON TRAMA FUERTE, SI ERES SENSIBLE NO LA LEAS. NO QUIERO RECLAMOS DESPUES

LA HISTORIA DE INUYASHA NO ME PERTENECE SINO A RUMIKO...NO SÉ ESCRIBIR SU APELLIDO -.-

LOS PERSONAJES TAMPOCO SON MÍOS SALVO POR ALGUNAS OC'S

QUIEN MERE ROBE LA HISTORIA O DICHOS OC'S, LO MATO.

AHORA SIN MÁS QUE DECIR, EL FIC


MANADA

Kagome queda muy dolida tanto física como emocionalmente por un ataque de quien menos esperaba, su primer amor, Inuyasha. Pero para su fortuna no está sola, y comenzará a sanar lentamente en un lugar que nunca se imaginó se encontraría con lo que desesperadamente estaba buscando: Un objetivo en su vida.


Capítulo 1: El sufrimiento de Kagome

Se calculaban que eran las tres de la tarde por la posición del sol y la intensidad con que alumbraba la aldea, dejando escazas sombras. Los agricultores trabajaban la tierra con fatiga, sabiendo que sino cultivaban los vegetales no podrían alimentar a sus familias, al igual que las mujeres seguían tejiendo o haciendo platos de barros para poderlos vender en algún mercado, inclusive los niños pequeños ayudaban a sus padres o madres. Era increíble ver como en ese aldea, a pesar del sol matador y del calor incesante todos trabajan arduamente…

Bueno, no todos.

Kagome Higurashi suspiró largamente, y dejó en el suelo el carcaj de flechas junto con su arco. Había estado practicando un par de horas, y seguramente hubiera continuado hasta la noche sino hubiera sido por el sol que le estorbaba en los ojos, y provocaba que continuamente falla en sus objetivos.

La muchacha subió la mirada hacia la cabaña, que como todas las demás, era humilde pero cómoda. Considero entrar, pero sinceramente no tenía ganas, así que con pereza, se sentó en el pórtico de esta. Como en muchas ocasiones, como cuando tenía algo en que pensar, se llevó las rodillas al pecho y se abrazó a ellas, colocando su barbilla en ellas.

Los años, tres para ser exactos, no habían hecho mucha mella en Kagome. Había crecido unos dos centímetros y ahora su rostro se veía ligeramente más maduro, no demasiado, pues en sus ojos seguían conservando ese brillo de inocencia y bondad haciendo que cualquier persona le tomara confianza rápidamente. Apartando eso no había cambiado más, salvo claro en las ropas. Hace un año y medio se había graduado, y su uniforme de colegiala había quedado olvidado en su ropero, como un recuerdo tanto de sus tiempo de escuela como de las aventuras vividas.

Ese mismo llevaba una falda color beige con encaje marrón, más una camisa de tiras color blanco. Lo único normal que llevaba para esa época eran las sandalias, que había comprado por su comodidad y ligereza. Después de todos en esa época hacía mucho calor como para llevar tanta prenda encima. De vez en cuando seguía escuchando algún comentario de los aldeanos debido a sus extrañas ropas, pues algunos aún pensaban que era una chica fácil o algo así, pero Kagome los ignoraba y a modo de protesta muda seguía con su ropa ligera pero cómoda.

Sonrió un poco. A pesar de los prejuicios de algunos, la mayoría en esa aldea la respetaba y la trataba muy bien, pues claro, conocían la historia de ella, Inuyasha, Miroku, Sango, Kirara y Shippou. En esa aldea eran héroes, y cada vez que lo veían los veneraban como algún tipo de Dios o algo así, eso los incomodaba un poco, y hasta le habían acarreado problemas al monje Miroku por los celos de Sango. Shippou por otro lado cuando estaba en la aldea parecía gustar de las atenciones de las aldeanas, realmente la única verdadera incomoda con la situación era ella, pues Inuyasha…

Inuyasha.

Su semblante oscureció y se escondió un poco más entre sus piernas. Aun se sentía alterada por la discusión que habían tenido apenas ayer, si es que se podía llamar así.

Sintió la presencia del hanyou antes que incluso se acercara a la puerta. Hace algún tiempo había aprendido a diferenciar los tipos de presencias, e irónicamente la primera que había sabido detectar era la del joven demonio. Pero, como pudo sentir su presencia, también sintió la de alguien más, muy diferente a la demoníaca de Inuyasha, está era una mezcla de presencias ausentes, difuntas.

Kagome, que estaba sentada en suelo frente a una mesa y con un té en las manos, apretó la taza con fuerza cuando escuchó como deslizaban la puerta. Internamente intentó tranquilizarse, pero el temblor de sus manos indicaba que no lo estaba logrando.

―Hola, Inuyasha. ―saludó Kagome, que se había intentado escabullir al olfatear el aroma de ella. Apenas escuchó la voz de ella, Inuyasha se tensó y volteó a verla con cierto miedo.

―Kagome, ¡Pensaba que ya estabas dormida! ―soltó el, pero después cambió su expresión al ver la cara de ella.― ¿Pasa algo?

Kagome frunció el ceño imperceptiblemente mientras sonreía con sutileza. Debía traer una cara de total fatalidad si había logrado preocupar a Inuyasha.

―Nada grave. No te preocupes. ―dijo ella― Y simplemente no podía dormir. Me preparé una infusión y quería buscarte para hablar un rato contigo, como duermes poco ya sabes… pero no estabas.

Inuyasha desvió la mirada, incomodo.

―Estabas con Kikyo.

Esa no era una pregunta, e Inuyasha no pensaba mentirle a Kagome. Nunca lo había hecho, ¿Para qué comenzar ahora? El chico caminó hacia ella y se sentó a su lado, percatándose como ella tensaba los labios.

―Yo…

―No necesitas decir nada.

―¿Qué?

Kagome volteó a sonreírle, sonrisa que logró romper algo en el corazón de Inuyasha. Aunque se notaba a leguas que estaba enfadada, más que eso se veía totalmente dolida.

―Lo has dejado claro, Inuyasha. ―dijo, y solo para tomar tiempo y darse fuerzas, bebió un poco de su té.― Cuando me confesé dije que no importaba esperar a que decidiera entre Kikyo y yo, decidieras lo que decidiera yo te iba a comprender y te iba a apoyar. Pero… ya han pasado tres años desde entonces.

Inuyasha abrió los ojos de repente. Alarmado, se levantó y miró a Kagome con aprensión.

―¿A qué quieres llegar, Kagome? ―exigió saber, alzando la voz.

Eso terminó por romper la frágil barrera que Kagome había puesto en sus emociones para no generar una pelea. Frunció el ceño y dejó con tanta fuerza la taza de té en la mesa que esta se derramó. Furiosa, Kagome se levantó y enfrentó a Inuyasha.

¡Que estoy harta de esta situación! ―gritó, sorprendiendo al hanyou y dejándolo sin palabras. La voz de Kagome se quebró y comenzó a sollozar, sin embargo esta vez lo hacía por un sentimiento diferente. Se llevó una mano al pecho y soltó lo que sentía por estos tres años.― ¡Tres años, maldita sea! ¡He estado contigo, sin pretextos, sin reclamos cada vez que veías al cadáver ese! He esperado pacientemente, y aun sigues sin decidirte.

Kagome…

¡No! ¿Qué esperas? ¿Estar con las dos acaso? ¡No puedes ser! Kikyo también te quiere Inuyasha y no puede terminar descansar en paz porque aún sigue confundido. ―ella gimoteó― ¡Juegas con las dos! Y yo… yo no lo puedo tolerar más.

―Kagome, ¿Te pasa algo? ¿Por qué no entraste a la cabaña?―la voz de sango Sango la sacó de sus recuerdos. La exterminadora se estaba sentando a su lado, y Kagome saltó sobre su puesto, casi cayéndose de espaldas.

―¡Sango, me asustaste! ―le espetó Kagome con la mano en el corazón.

La exterminadora se rió un poco.

―Ey, estabas realmente perdida, ¿No? ―dijo con una pequeña sonrisa cuando Kagome le miró con las mejillas infladas, haciendo un puchero. Luego carraspeó un poco y retomó la computadora.― Lo siento. Pero en serio, amiga, te noto demasiado distraída.

Kagome la miró sorprendida, pestañeando un par de veces con inocencia, pero al ver como Sango mantenía una expresión intensa de sincera preocupación, Kagome puso una mueca algo incomoda. ¿Tan obvia era en sus pensamientos? Con desanimo, se sentó con las piernas dobladas y las manos en el regazo, viéndoselas.

―¿Kagome…?

―He pensado en irme por un tiempo, Sango. ―soltó, dejando a Sango muda.

La castaña quedó en una solo pieza, con la mano extendida pues había estado a punto de abrazar a su amiga, quizá para mejorarle el ánimo, pero no tenía idea que estuviera tan mal.

Miró a Kagome en los ojos y el nudo en su garganta de repente se intensificó: Los ojos de Kagome, a pesar de estar melancólicos y algo decaídos, no presentaban dudas en ellos. La chica había tomado una decisión, y a juzgar por el estado de ánimo de Kagome, que llevaba desde hace varios días, se podía decir que llevaba tiempo pensando en ello.

―¡Eh! ―Sango finalmente reaccionó.― ¿Pero qué cosas dices? Digo… Es decir… tú nunca…

"nunca dirías algo así" pensó la exterminadora. Sabía la razón verdadera por la que Kagome siguiera viajando a la época feudal, más que por aprender a manejar sus dotes como sacerdotisa, era por esperar la respuesta de cierto de Inuyasha…

De repente algo hizo clic en la cabeza de Sango.

―¡Fue, él! ¿Verdad? ―por segunda vez en el día Kagome saltó en su propio asiento, y miró a Sango, con algo de miedo.― ¡Uy! ¡Yo lo mato ahora!

―¿Eh? ¿A-a quién? ―preguntó Kagome con nerviosismo.

―¡A Inuyasha, por supuesto! ―gritó encolerizada Sango, levantándose del suelo y subiéndose las mangas del kimono hasta los codos. A Kagome le rodó una gota de sudor por la cabeza, pero afortunadamente pudo reaccionar rápido y agarró a Sango del obi, arrastrándola hasta volverla a sentar en la madera.― ¡Sueltamente, Kagome! ¡Hablo en serio, que ahora si voy en serio!

―¡Sango, espera!

―¡Kagome me estas desatando el kimono! ¡Y suéltame!

―¡Que no, y tu sola te lo estás desamarrando!

―ejem, ejem…

El par de muchachas, que habían estado peleando como si fueran niñas pequeñas, se quedaron paralizadas al escuchar esa fingida tos. Voltearon al unísono y se consiguieron con un más que incomodo Kohaku, y como no estarlo pues veía a dos chicas peleando, una de ella su hermana que estaba con más del kimono fuera, mientras su amiga parecía intentar quitárselo. Ambas se miraron entre sí, y en menos de un minuto ya estaban sentadas dignamente.

―¿Pasa algo, Kohaku? ―sonrió Sango con el kimono perfectamente arreglado. Por la mirada que traía decía perfectamente "Dices algo de esto a alguien y sabrás lo que te toca" Kohaku desvió la mirada, nervioso.

―No, nada. ―dijo él, y luego tomó un tono algo fastidiado. ―Solo quería avisarte que ya terminé de ayudar a la anciana Kaede con las cosas que quería que le llevara.

―¡Oh, me alegro! ―dijo Sango sonriendo sutilmente― ¿No le preguntaste si necesita otra cosa? ¿Y al resto de los ancianos?

―Sí, pero dijeron que estaban bien. ―respondió el chico, con un suspiro.― Entraré a dormir un poco, ¿De acuerdo?

Sango asintió y el joven exterminador pasó de largo y se metió en la cabaña, con los hombros caídos. Sango se le quedó mirando a su hermano con una sonrisa algo aprensiva en los labios, mientras, Kagome le observaba con la mirada algo perdida.

―¿Aun no le has dicho?

―No. ―Sango suspiró, y miró sus manos.― Sé que está cansado y aburrido de que le mandé a hacer quehaceres y a ayudar a los aldeanos. Más de una vez lo he encontrado entrenando a solas.

―Bueno, es comprensible, ¿No? ―preguntó Kagome. ―Después de todo, se crió como exterminador. Al igual que tú, Sango.

―Lo sé. La vida cotidiana no es para él ni para mí. Ni siquiera para Miroku. ―Sango suspiró y recostó su espalda en el suelo de madera.― Pero no puedo evitar preocuparme por él, aún después de estos años y aun cuando que sé que está bien. Sin reconstruimos la aldea de exterminadores, temo que…

La vista de Sango se empañó ligeramente, pero pestañeó varias veces para así alejar tanto las lágrimas os recuerdos. A su lado Kagome la miró, sintiendo empatía con ella, y sonrió con seguridad.

―Sango, en este tiempo han obtenido una gran experiencia. Los demonios que una vez los atacaron ya ni serían problemas para ustedes. ―comenzó a decir, y mientras hablaba su voz ganaba más potencia, haciendo que Sango le mirara con atención.― Se han vueltos en personas realmente fuertes, y creo que cualquier cosa que se propongan lo harán. ¿Quieren reconstruir la aldea de los exterminadores? Lo harán. Miroku te apoya, Kohaku lo desea, los aldeanos los ansían. ¿Qué hay que temer? ¡Si lo desean de verdad, no hay miedo que valga!

Sango de repente se incorporó, reanimada por el discurso de Kagome.

―¡Tienes razón, Kagome! Ya no puedo tener dudo con respecto a eso, sino nunca lo haré.

―Exacto.

―Gracias, Kagome. Siempre sabes que decir para animar a los demás ―Sango abrazó a Kagome, que compartió una sincera sonrisa con su amiga.

―Que tierna escena hacen estas dos bellas damas. ―por segunda vez en la tarde interrumpieron a Kagome y Sango, solo que esta vez en una situación mucho menos bochornosa. Miroku recién llegaba de hacer un exorcismo local, y miraba a ambas chico con una sonrisa.― Pero por favor, no detengan sus actos por mi presencia.

―¡Miroku! ― chillaron ambas, aunque solo Sango se levantó. Mientras se dirigía a él, Kagome observaba con una sonrisa como Sango recibía a Miroku con un brevísimo beso. Luego, la exterminadora le jaló de la cola de caballo, y frunció el ceño.― Sabes que odio esas bromas.

―Ay, mi amada Sango, ―rió nervioso.― Tu nunca cambias.

Kagome rió disimuladamente ante la escena tan cotidiana entre ellos dos. A pesar de llevar un año de casados, los comentarios coquetos de Miroku y las pequeñas rabietas de Sango no habían parado. Nadie en la aldea hacia caso ya de eso, acostumbrados a la pareja, Kagome pensaba que era su manera de llevar su amor.

Aunque una cosa si era cierto, era increíble el cambio que había tenido Miroku en cuanto a las mujeres. Después de vencida su maldición, incluso se podía decir que ya no estaba tan apurado en tener descendencia, y lo que era mejor ya no se lo pedía a cada mujer incluso antes de comprometerse con Sango, él ya había dejado de acosarlas y cosas así. A pesar de que a veces perdía la vista cuando una muchacha bonita pasara por ahí, solo hacía falta una mirada de Sango para que el volviera a recordar sus votos. Literalmente hablando.

Kagome suspiró quedamente y se levantó.

―Hace tiempo que no se ve a Shippou ―comentó― me preguntó cómo estará, y si volverá pronto.

El monje miró a Kagome, y sonrió.

―El joven Shippou ahora es que está entrando a las curvas emocionante de la vida. Es natural que quiera obtener experiencias por sí mismo, conocer del mundo con sus propios pasos, cortejar bellas y jóvenes damas…

―¡Miroku! ―reclamó Sango.

―¡Es solo un niño pequeño! ―se espantó Kagome.

―Kagome, el joven Shippo ya no es una niño.

Kagome de repente bajó la visa y suspiró.

―Lo sé, a veces se me olvida.

Era verdad, Shippou también había crecido. Al menos de manera emocional y psicológica, pues en apariencia seguía siendo un tierno niño de cinco años.

Quizá era por ello que Kagome no dejaba de preocuparse por él. Aun continuaba siendo infantil en ciertos aspectos (como sus gustos por los dulces, o cuando acusaba a Inuyasha de algo para que Kagome le diera un "abajo") pero ahora era más independiente de Kagome y el resto de los muchachos, aventurándose en los bosques cercanos él solo, escalando arboles con la agilidad que solo un demonio demostraría y hasta retando a pequeños demonios.

Sango había dicho que era normal, pues Shippou en algún momento enfrentaría la pubertad, y está, en los demonios podía ser bastante diferentes a como ocurría con los humanos. Aunque Shippou aun aparentaba ser un niño, estaba cambiando.

―Oh, ya volverá. ―dijo Sango, restándole importancia.― Nunca se ha ido más de una semana, y la única vez que lo hizo no paró de llorar porque te había extrañado, Kagome. El nunca cambiará contigo.

Kagome sonrió un poco con eso.

―¿Ves? ¡Por eso no puedes quedarte en tu época! ―soltó Sango de repente.― ¡No dejaría a Shippou aquí solo! ¿Verdad?

―¿Quedarse a su época? ―repitió Miroku, luego miró a Kagome― ¿De verdad pensaba hacer eso?

Kagome pestañeó un par de veces, pero luego los miró alarmado y negó varias veces.

―¡Sango, me has entendido mal! ―dijo ella, haciendo que Sango arqueará una ceja.― ¡Yo estaba hablando de irme por unos días, para ver a mi familia!

―¿Qué…?

―¡Si, si! Verás, dentro de poco es el cumpleaños de Souta y seguro van a celebrarlo. ―se apresuró a explicar Kagome.― No estuve en los dos últimos cumpleaños de mi familia porque estaba practicando mis poderes como sacerdotisa, tampoco he visto a mis amigas casi que desde que nos graduamos y bueno…

Kagome calló, y Sango de repente se sintió estúpida.

―Oh, Kagome… ―sintió las mejillas de ella arder.― Yo lo…

―Bueno, ya se resolvió entonces el problema. ―Miroku decidió salvar la situación, alzando los brazos en son conciliador.― Ahora, ¿Qué les parece si comenzamos a preparar la cena!

―¡Claro! ―aceptaron ambas. Sango comenzó a hablar sobre que prepara para dejar de sentirse incomoda por su momento de imprudencia, mientras, Kagome por dentro se sintió entre aliviada y culpable. No había querido mentir pero había cometido un error por contarle eso de sopetón a Sango.

En realidad si pensaba irse. Gradualmente, al menos.

Inuyasha, tras la explosión de Kagome no pudo mantenerse callado por más tiempo y también comenzó a reclamar, aunque no tuviera mucho por donde jalar. Por allí soltaron comentarios como "Yo nunca te pedí que esperaras por mí" "Kikyo murió por mi culpa, debo corresponderle también" "Debes entender" Kagome no supo que palabras le habían herido más, pero llegó un momento en que no lo aguantó más.

―Si tu no tomas una decisión, ―la voz de Kagome tembló y se quebró al pronunciar aquellas palabras, por lo que debió tomar una gran bocanada de aire para poder continuar.― Lo haré yo por ti.

Inuyasha abrió los ojos sorprendido, pero luego frunció el ceño.

¿Qué quieres decir tú con eso?

―…Ya lo verás. ―fue lo único que Kagome pudo decir antes de darse media vuelta y salir de la cabaña. Detrás de ella pudo escuchar como Inuyasha le gritaba que se detuviera y comenzaba a seguirle.― ¡ABAJO!

Y antes de que el efecto de la maldición dejara de hacer efecto en Inuyasha, Kagome echó a correr, dejando que finalmente las lágrimas corrieran libres por sus mejillas.

Kagome fingió una sonrisa por los comentarios de Sango y Miroku. El monje narraba lo que había pasado en la aladea vecina, con el pobre alma que no terminaba de desalojar el río en donde se había ahogado. Kagome hacia comentario y una que otra pregunta, aunque su mente estuviera en otro lugar.

Lo sabía, sabía la decisión que iba a tomar Inuyasha antes incluso de que el mismo se sentase a pensar a quien realmente quería: Si a Kikyo o ella. La muchacha, aunque se consideraba así misma ilusa y aun mantuviera la esperanza de que su amor fuera correspondido, tampoco no era estúpida. En esos años, Inuyasha no había olvidado a Kikyo.

La sacerdotisa muerta aún seguía vagando por el mundo de los vivos, esperando que Inuyasha cumpliera su promesa de irse juntos al infierno. Aun en la noche y de vez en cuando se podían ver los dragones cazadores de alma, manteniéndola en una no vida, acarreándola cada vez de más de almas de mujeres desesperadas y hundidas en la miseria.

E Inuyasha los veía. Normalmente hacia como si no se diera cuenta, observando hacía en el piso o el camino que estuvieran siguiendo, pero eso no engañaba a Kagome que notaba como sus orejas cambiaban de dirección para escuchar mejor a los dragones, como su cuerpo se tensaba, o como, finalmente tras unos minutos de un silencio incomodo, Inuyasha se paraba y se iba tras los cazadores de almas, tras Kikyo.

Kagome llegó hasta el medio del bosque, sin ninguna ubicación en especial. Como tenía más de un año sin salir de la aldea, había perdido condiciones físicas y ya no aguantaba corriendo tanto como antes. Por eso, agotada y sin aire en los pulmones, se dejó caer de rodillas sin importar que sus rodillas y palmas de las manos se raspasen y sangrasen un poco.

La tierra bajo sus pies se humedeció un poco por las lágrimas que Kagome derramaba, pero ella por más que quiso no pudo parar. De verdad le dolía, eso de esperar por años y años a alguien que nunca iba a dejar de verle como algo más que una amiga, pero menos que un romance. Estar con él en las buenas y las malas, haber entregado parte de su vida del presente por el pasado. ¡Por Kamisama! No había ido a la universidad, pensando que iba a ser inútil puesto que aluna vez iba a renunciar totalmente a su vida en el Japón actual. Ahora sus amigas avanzaban y ella se había quedado atascada en aquella aldea, quienes también avanzaban, con un objetivo en la vida.

―Esto no puede seguir así ―se dijo Kagome con voz firme, y aunque seguía sin limpiarse la lágrimas, se levantó. Miró hacia el cielo que comenzaba a oscurecer y entrecerró los ojos.― Tengo que cambiar. Mi vida, tiene que cambiar.

El día pasó y al caer la tarde, Kagome se despidió de sus amigos, prometiendo vanamente que volvería pronto. Sango se ofreció para acompañarla hasta el pozo, pero Kagome lo declinó, bromeando con que ella no se perdería si era lo que tanto le preocupaba.

―Kagome, cuídate mucho. ―Sango al final la abrazó con fuerza, sorprendiendo un poco a la chica. La exterminadora sonrió con confianza― Sé que es difícil para ti, pero sé fuerte.

―Fuerza es lo que menos me queda, Sango ―dijo Kagome para sí misma, apoyando su mochila en el borde del pozo. En ella había guardado varias cosas que llevaban tiempo en el Japón Feudal. De a poco iba a ir regresando sus cosas, hasta que no quedara más que ella para volver. No estaba muy segura de cuánto tiempo le tomaría para irse de una vez, pero confiaba que de aquí a allá ya hubiese encontrado una manera para contárselo a sus amigos.

Sabía que la despedida sería difícil, por no decir dolorosa, pero…

De repente sintió una presencia demoniaca. Kagome no pudo evitar que una sonrisa triste pero amable se le formara en el rostro al identificar dicha presencia.

Se sentía culpable pues sabía que había sido algo dura con él en su discusión, pero había guardado meses de pensamientos sobrecogedores dentro de ella, y estos había terminado por estallar, diciendo cosas que en su estado normal no dirían en voz alta.

―¡Inuyasha, que bueno que estás aquí! ―le llamó, alzando la mano para hacerse ver. Aunque no iba a darle explicaciones a Inuyasha del porque se iba a su época, si quería disculparse con él.

El hanyou se volteó lentamente, y en cuanto lo hizo, Kagome bajó la mano poco a poco, desconcertada y luego temerosa al mirar el estado demoniaco de él.

¿Cómo no se había dado cuenta?

―I-Inuyasha, ¿Qué te pasa? ―preguntó comenzando a temblar imperceptible, pues aunque el estado de bestia de Inuyasha nunca le hubiera dado tanto miedo como a los demás, ahora mismo, por la manera en que la miraba parecía que tenía un odio segador hacia ella.

Pero hubo un hecho aún más perturbador que la mirada roja de Inuyasha, o la razón por la que su sangre demoniaca lo estuviera controlando. Algo que la dejó congelada.

―Maldita, te mataré ―gruñó Inuyasha. A ella, se lo decía a ella.

Más por costumbre a esquivar los peligros de otros demonios o porque fuera consciente de que su Inuyasha había saltado para atacarla, Kagome se tiró contra el suelo, esquivando solo por centímetros las garras de él.

Inuyasha, a pesar de haberla querido atacar para matarla, calculó mal y cayó varios metros por delante de ella. Se incorporó lentamente viendo a una asustada Kagome, que recién comenzaba a levantarse. Una sonrisa desfiguró el rostro de él, convirtiéndola en el recuerdo que una vez había sido de su amado.

Kagome tras ver esa expresión lo supo.

―A-abajo ―dijo entre dientes, y mientras el collar cumplía su función, Kagome finalmente logró levantarse y echar a correr en dirección contraria por donde estaba Inuyasha.

Kagome no llevaba consigo ni su arco ni sus flechas así que no podía defenderse. La única manera de parar a Inuyasha era si llamaba a sus amigos, pero…

―¿Si salen heridos? No, no. ―Kagome negó con la cabeza. No podía permitirse que su amigos salieran lastimados, y a pesar de todo, tampoco querían que vieran a Inuyasha en ese estado, pues sabía que en el momento en que el hanyou despertara se iba a poner muy mal si lo veían así. ¡Ella tenía que controlarlo! No era la primera vez que sucedía algo similar, aunque las circunstancias eran desconocidas, Kagome estaba segura que…

De repente Kagome cayó sentada. Al alzar la vista vio a Inuyasha parado frente de ella y con los brazos cruzados, sonriendo aun de esa manera.

―¡Abajo! ―gritó ella, con la esperanza de que el golpe contra el suelo lo sacara de su estado como la primera vez. Sin embargo la fuerza del hechizo pareció no ser la misma, puesto que el hanyou solo cayó hasta quedar arrodillado. ―¿Qué? ¡Abajo! ¡Abajo! ¡Abajo!

Sin embargo Inuyasha no terminaba de caer en el piso. Kagome, nerviosa retrocedió un poco hasta lograr levantarse, sin dejar de gritar "abajo", salió corriendo nuevamente internándose en un bosque que sabía que estaba plagado de demonios, esperando que estos distrajeran a Inuyasha cuando el collar dejara de hacer efecto. Si el dolor de los trancazos contra el suelo no bastaba para despertarlo, quizás los colmillos de unos cuantos Youkay sí.

Inuyasha en cambio cada vez gruñía más por el dolor que le causaba ese maldito collar. Sus manos, convertidas en garras se retuvieron en la tierra para evitar dejarse caer en ella, mientras gruñía más y más por el collar y la voz de Kagome que se escuchaba aún a lo lejos.

Kikyo…

Inuyasha gritó atormentado y haciendo usos de sus fuerzas pudo medio incorporarse, luchando contra el collar alzó la mirada, observando fijamente donde se había marchado Kagome.

Ese maldito collar no lo alejaría de su presa.

Kagome seguía corriendo, ya sin voz suficiente como para seguir gritando el comando, oraba por haber perdido a Inuyasha o porque este ya hubiera tomado el control de su cuerpo. Casi sin aliento ponía un pie delante del otro, obligándose a seguir corriendo, hasta que inevitablemente calló por la raíz sobresaliente de un árbol cercano. Kagome pegó la cara contra el suelo y miró a su alrededor, ligeramente desorientada.

De repente Kagome sintió un peso sobre ella, y acto seguido alguien le dio la vuelta bruscamente haciéndola quedar boca arriba. Ese alguien era Inuyasha. Por un momento Kagome pensó que Inuyasha se había controlado de nuevo, pero todo cambió cuando observó el tinte rojo que desprendía de sus ojos.

Kagome entrecerró los ojos y miró a Inuyasha, que se le quedó observando como si pensara que iba a hacer a continuación.

Se está intentando controlar. ―pensó Kagome esperanzada, negándose a creer que el Inuyasha que conocía había desaparecido del todo. Ella tenía que hacer algo para hacer terminar despertar al hanyou, antes que el hiciera algo de lo que se pudiera arrepentir.

Armándose de valor y con las manos temblándole, optó por una última y desesperada medida. Alzó las manos y tomó las mejillas de Inuyasha, atrayéndolo hacia ella y juntando sus labios en un beso que ninguno de los dos se esperaba. Kagome no sé imaginó que su primer beso con Inuyasha fuera así, comenzando con que primero pensaba que ese momento nunca iba a ocurrir y terminando con que lo soñaba en un contexto más romántico, pero igual lo había hecho, había besado a Inuyasha. Con lentitud se separó de los labios de él y esperó.

―…¿Con que para esto lo hiciste, eh?― las palabras de Inuyasha terminaron por destrozar las esperanzas de Kagome de volverlo a la normalidad, y también la terminaron de confundir. ¿A qué se refería Inuyasha? ¿Qué había hecho ella?

―Inuyasha, ¿Qué...?

Kagome no pudo terminar de formular su pregunta, puesto que se quedó sin habla cuando Inuyasha le arrancó la camisa junto con el sostén de un solo tirón. El rostro de Kagome palideció, y su mente se puso en tal estado de shock que no pudo ni atinar a cubrirse, mientras que la comisura de sus ojos comenzaba a brotar lágrimas.

Inuyasha la miró y esa sonrisa desagradable y aterradora se formó de nuevo en sus labios. La oportunidad perfecta para vengarse había llegado, e irónicamente ella le había dado la idea con ese beso.

―Ahora si tienes miedo, ¿Eh? ―le preguntó con una voz ronca, retumbando desde su pecho. Kagome reaccionó ante eso y aterrada, intentó alejarse usado sus manos y pies, pero él se volvió a posicionar sobre ella, y cuando Kagome intentó activar el collar, él se carcajeó― ¿De verdad crees que ese maldito collar iba a funcionar para siempre conmigo?

Kagome gritó e intentó abofetear a Inuyasha cuando este agarró uno de sus pechos, pero a él solo le bastó tomar ambas manos de la pelinegra y ponerla por sobre su cabeza. Con más fuerza, el hanyou se entretuvo con el pecho de ella, fascinado de cómo estos se rasguñaban por las garras de él.

―¿Por qué gritas, no era esto lo que querías? ¡Por algo hiciste lo que hiciste! ―Kagome intentó gritarle que ella no entendía nada lo que estaba pasando, pero un chillido escapó de sus labios cuando sintió los colmillos de Inuyasha hundiéndose en su piel, sintiendo como esta se abría.

―¡Inuyasha, para por favor! ¡Me haces daño! ―dijo palabras que creyó que nunca iba a decir.

―¡Grita! ¡Grita más a ver si te gusta sufrir! ―exigió él, haciendo que Kagome escuchara palabras que nunca pensó provenir de él. Una vez más gritó, pero en busca de ayuda, esperando desesperadamente que alguien viniera en un auxilio, pero se había alejado mucho de la aldea, y aunque algún civil la escuchara no se iba a meter en ese bosque lleno de demonios.

Inuyasha, aparentemente aburrido de los gritos de ayuda de Kagome y la aparente falta de dolor, se decidió por arrancarle la falda a Kagome, desgarrándola de pasos las bragas. Kagome entrevió por las lágrimas lo que Inuyasha hacia y la forma brusca en que se desataba el hakama.

―Inuyasha, por favor… ¡AH! ―la penetró con brusquedad.

La sangre salía de la intimidad de Kagome, mostrando que había perdido su virginidad. A ella le dolía, gritaba y le suplicaba que se detuviera, pero a Inuyasha no le importaba, en esos momentos solo estaba concentrado en causarle en el mayor dolor posible y en el placer involuntario que estaba teniendo.

La embistió tan fuerte y duro como se le dio la gana. Mientras gruñía, mordía y arañaba el cuerpo de ella causándole más heridas de las que ya había provocado. Kagome llegó un momento en que no pudo gritar más pues se le había quebrado la voz, y se quedó tendida en la tierra sollozando mientras se dejaba hacer, esperando a que acabara.

Al final, cuando Inuyasha terminó, se quedó quieto unos instantes dentro de ella, como si no se hubiera dado cuenta que había culminado. Cuando abrió los ojos, ya no sonreía pero seguía mirando a Kagome con desprecio. Ella, sin embargo, seguía llorando con la mirada perdida en un punto infinito.

―Todo esto te lo mereces. ―dijo, terminando de romper el corazón de Kagome. Inuyasha finalmente se retiró de ella y se ató la hakama mientras veía como Kagome le miraba entre el flequillo desordenado. Él Sonrió.― No creo que valga la pena matarte. Te dejaré aquí, para que te pudras en tu propia agonía.

Cuando la lluvia comenzó a caer sobre Kagome, Inuyasha ya se había ido por completo, sin mirar dos veces atrás. Kagome se quedó ahí quieta, vuelta un puñito entre la tierra y dejándose empapar por la lluvia.

—¿Pero, por qué? ―se preguntó ella, aun con lágrimas en los ojos.

Pasado unos diez minutos, donde la lluvia no menguó, Kagome finalmente comenzó a incorporarse, cosa que le tomó varios esfuerzos. Sentía todo su cuerpo entumecido por el frío, pero a la vez los arañazos le escocían debido al agua y la suciedad que entraban en sus heridas.

Miró su ropa y nuevamente quiso acostarse en la tierra enlodada. Su falda y camisa estaban rotas, y su ropa interior ni siquiera tenía solución. Con movimientos torpes y muy lentos se puso lo que le quedaba de falda, e intentó ponerse la camisa, aunque fuera a modo de chaqueta ya que tenía una abertura en todo el centro, por lo era imposible cerrarla de alguna manera.

Comenzó a caminar torpemente por el bosque, intentando encontrar algún indicio que pudiera reconocer y retomar camino hacia la aldea, y así hacia el pozo devora huesos. No sabría qué le diría a su madre cuando la viera llegar a casa y en ese estado, en una obvia señal de lo que la habían hecho.

Inuyasha me violó. Kagome no se veía diciéndole eso a su madre, a nadie en realidad. ¿Aquel muchacho con orejas de perro, que tanto la cuidaba? Podía escuchar hasta a los aldeanos de la aldea hablando, no se podía ni imaginar lo que diría su familia o amigos cuando se enterara lo que…. le había pasado.

Kagome se detuvo en seco y sus manos que se encontraban en su pecho para cerrarse la camisa, se volvieron puños que temblaban con violencia.

—Pero, ¿Por qué? —era la pregunta que se hacía Kagome a cada momento, mientras su cuerpo no paraba de temblar y manar inconscientemente energía espiritual.— ¿Por qué Inuyasha? si yo te amo tanto, por qué me traicionas a mí, ¿Yo que te he hecho?

Un rugido de repente sacó a Kagome de sus penas. Esta alzó la mirada y se giró en procedencia hacia el grito, lo que venía hacia ella era un demonio de aproximadamente dos metros, negro y parecido a un reptil. Tenía las fauces abiertas, mostrando unos colmillos largos y una lengua babeante, la bestia saltó y las garras de quince centímetros fueron en dirección hacia ella.

Kagome solo tuvo tiempo de cerrar los ojos con fuerza, a la espera del golpe final, pero este no llegó. Al abrir los ojos, Kagome descubrió al reptil tendido en el suelo y rodeado entre un charco de sangre, con el torso separado de las piernas. Kagome se llevó una mano a la boca, sintiéndose ligeramente asqueada por las sangre y tripas esparcidas, pero después su mirada se entristeció.

Tal vez hubiera sido mejor… que ese demonio me matara. ―pensó ella con angustia, sin detenerse a pensar siquiera en quien había exterminado a la criatura.

—¿Kagome? —

Tras unos segundos Kagome comprendió que no había imaginado esa voz, que estaba segura conocer pero no sabía ubicarla de donde o cuando. Dejó de observar el demonio muerto a sus pies, y mientras alzaba la vista la más confusión iba llegando a sus ojos, al saber quién era ese chico pero sin terminar de reconocerlo. Las pieles marrones, la armadura, el cabello negro, esos ojos azules…

Kouga le miraba sorprendido por el estado de ella, sin poder reaccionar con la furia que lo hubiera caracterizado. Kagome estaba empapada de los pies a la cabeza y tenía la ropa destrozada y sucia, intentando cubrirse inútilmente con ella, sin lograr ocultar las heridas sangrantes o el olor a otro demonio que estaba impregnado en todo su ser.

Con decisión caminó hacia ella, pero se detuvo al ver como Kagome retrocedía, con miedo.

―Kagome ―repitió Kouga, reprimiendo la ira que comenzaba a aparecer e incrementarse. Empuñó las manos y la miró fijamente.― ¿Quién te hizo eso?

La pregunta hizo reaccionar finalmente a Kagome. Sus ojos se empañaron nuevamente de lágrimas, y en cuanto hizo eso Kouga intentó acerarse nuevamente. Aunque el chico no la abrazó ni la tocó, Kagome sentía su presencia cerca, y al azar la mirada la encontró frente a ella, mirándola con incertidumbre pero también con mucha preocupación.

Finalmente lo recordó.

―Kouga… ―fue lo último que pudo pronunciar, con voz rota, antes de caer desmayada, y ser atrapada por unos fuertes brazos que la miraba con amor y a la vez con una profunda tristeza.


uh! Joder, sé que dije que el primer capitulo reeditado iba a ser más largo que original, pero de pasar de 5 a 19 hojas es un cambio de más de grande. Cuando terminé el capitulo me quedé como que: Joder, estos o me matan o se van del fanfic, pero bueno, mientras escribía todas las escena que quería que tuviera el capitulo y las unía, surgió, y no lo iba a cambiar jeje.

Bueno, ahora que terminé de quejarme, dejenme saludarlos bien... ¡Muchas gracias por su aceptación! La verdad pensaba que no les iba a agradar la idea puesto que ya eran dos años y pensaba que solo querían ver la historia finalizar, pero me alegro que haya respetado mi desición, espero no decepcionarlo, sé que algunos tienen sus dudas, pero como dije anteriormente, prometo no dejar abandona esta historia otra vez n.n

Este capitulo 1 que antes se llamaba la furia de Inuyasha cambió algo en el principio, alargándose mucho más, pero lo consideraba necesario para... ya saben, ambientar un poco la historia, que había hecho algunos despues de derrotar Naraku y toda la cosa. También cambió un poco la situación de como estaba Kagome, mostrándola en un estado deprimido pero con ganas de darle un giro a su vida, mostrando que aunque sigue siendo la misma Kagome había madurado un poco n.n

Lo que si no cambio fue lo que le hizo Inuyasha, aunque el porque está perdido jeje. Amplié un poco más las escena y la puse más explicita, sin embargo tampoco quería describirlo taaaanto, más que nada para que no se tornara tan largo, total, creo que el odio a Inuyasha ya lo tienen desde el fic pasado, jeje...

La verdad no sé que más decir, como dije en la N/A el 2do capitulo es casi 100% nuevo y como el capitulo tiene el titulo que antes era del capitulo 2, ahora el nuevo 2 no tiene nombre (¿alguien entendió lo que dije?) Lo único que adelanto, es que van a ver a cierto personajes que a muchos le agradó, a ver si adivinan cual :D

Nos vemos, y gracias nuevamente. No sabría que hacer sin su comprensión jeje xD